No hay trama, de hecho dudo que tenga sentido alguno. Solo sentí la necesidad de tipear esto y dejarme llevar (¿?). Léanlo, tal vez suceda un milagro y les guste :)
Inspiración: mi familia y mi último viaje… horas de horas en un carro, cruzando los Andes…
Hetalia y Latin Hetalia no me pertenecen, Miguel (Perú) es de su respectivo autor.
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LA MANCHA VERDE DEL MAPA
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Siempre late, lleno de vida, tal vez su lado más misterioso y salvaje, pero de todas maneras el más ardiente de todos. Ahí, donde su tierra es roja y la humedad les robaba el aliento a los forasteros, donde un manto verde pero empolvado cubre todo y todo se mueve.
Su carretera, que se baja del monte y se serpentea igual que uno de sus ríos, de ciudad en ciudad, atravesando poblados, y sobre la cual los perros se echan al anochecer en busca de calor. Su carretera bicolor, a veces de cemento, a veces de tierra, flanqueada por cataratas en la altura y plantaciones más abajo. Las chozas perdidas en medio de la nada o al lado de la carretera, con tejado de calamina o palmera. Las miradas de la gente, pesadas y oscuras, miradas intactas.
Su música que juega con las palabras y el dejo de la gente, que es tan viva y que festeja y celebra, que arranca gritos y meneos, así como risas y miradas divertidas. Su música, que tal vez debería ser descrita como "ridícula", pero que aún así es amada por todos.
Su comida, fuente de vida potente, evoca el sabor de un hogar, de una abuela que conoce un remedio para todo y tías chismosas que están en todas. Tacacho, masato, chapo, sesina, juane... Su olor invadiendo las calles de las ciudades, viajando por el aire hasta llenar todo. Su comida recuerda la sencillez de su gente, sin dejar nunca de lado el potente sabor, cortesía especial del ají charapita y el de cocona.
Su cielo azul infinito, que contrasta con los enormes nubarrones de blanco inmaculado que flotan sobre su cabeza. La lluvia que lo lava todo, la más refrescante del continente, la más pura y alegre.
Sus ríos marrones que corren con las lanchas y su inacabable tequeteque. Ríos habitados por el paiche y cochas surcadas por los bufeos, sobre cuyos lomos montan las leyendas y la fantasía que inundan su mente y corazón...
Miguel jamás podría imaginarse a sí mismo sin su selva, sin su enorme mancha verde, sin Loreto, Ucayali y Madre de Dios, sus grandes y silenciosos, pero fuertes y alegres. ¿Qué sería de Miguel sin Amazonas y San Martín? Sus sonrisas más grandes se las dan ellos, sus bailes más atrevidos y sus mujeres más ardientes y sus animales más exóticos están ahí.
Miguel sabe que sin su selva, la alta y la baja, no la hace.
