Disclaimer: Los personajes pertenecen a la gran J.K.

Lo saben. Quizá no todos, pero sí una curiosa cantidad. ¿Eso importa? No, no importa absolutamente nada; porque los que lo saben hacen oídos sordos, y no por ello le temen menos. Sus mortífagos. Le divierte observar a los que lo sospechan pero no terminan de creerlo. Es divertido ver como se mantienen ávidos por preguntar, por saber la verdad, por descubrir los secretos que esconde su señor; y sin embargo, no pueden hacerlo. Cualquiera que se atreviera a insinuarlo moriría al instante, ya fuera por su propia mano o por alguna otra dentro del propio círculo. Lo peor era que, a pesar de todo, era cierto. Él era… mestizo.

La propia palabra le producía una temible ira y que una mueca de desagrado se extendiera por su rostro de serpiente. Él, el ser más perfecto y extraordinario, tenía mezcla de sangres; la repugnante sangre muggle de su padre corría por sus venas. Resultaba irónico que precisamente un mestizo defendiera con tanto énfasis la pureza de sangre, ¿no? … No, en absoluto. Porque a pesar de su sangre, él era el mejor mago de todos los tiempos, el más poderoso, el último descendiente de Salazar Slytherin. Y por ello mismo, él tenía que ocupar el lugar que le correspondía: el Señor, el Lord de toda la comunidad mágica. Quisiesen o no, eso no importaba, le traía sin cuidado. Ya no estaba aquel viejo estúpido defensor de los sangre sucia, pues él mismo había ordenado su muerte y lo había visto desde la mente de su mortífago caer desde la torre de Astronomía. Así que… lo único que se interponía entre él y su ascenso al poder, era un chiquillo. Un chiquillo como él, de sangre mestiza. Quizás por eso lo había escogido a él en lugar de al chico de los Longbottom. Porque temía que otro ser fuera como él, o incluso mejor. Lógicamente, rechazó la idea en cuanto el niño tuvo la suficiente edad para hacer magia: era un mago mediocre, sin ninguna habilidad especial que no fuera esconderse, y ni siquiera eso era su mérito, sino de magos mejores que él que se preocupaban de su seguridad.

Eso le llevó a la conclusión de que, a pesar de que compartieran el mismo tipo de sangre, él seguía siendo muy superior a los demás.

Su aversión a los muggles se remontaba a su infancia, en aquel orfanato. Desde que era pequeño, siempre había sabido lo diferente que era de los demás niños. Y eso lo enorgullecía. Claro que era un mago, él sabía hacer cosas que no eran consideradas como "normales". Él era mejor en todos los sentidos. Y lo demostraba cada vez que alguien lo molestaba. Esa siempre ha sido su ley de vida, y lo seguirá siendo en el futuro. Pues su deseo prevalece por encima de los de los demás.

Después de todo, y sin importar su sangre, no existe ni el bien, ni el mal. Tan sólo existe el poder. Y él es uno de los que siempre lo buscan. El único que ha sorteado a la muerte.