Aunque a veces parezca imposible, yo escribo mucho más despacio (y obviamente mucho peor) que Martin. Podéis sentiros afortunados de que yo sólo juegue con sus personajes.

Esta historia participa en el reto #59 "¿Incesto? ¿Dónde?" del Foro "Alas Negras, Palabras Negras".

Supongo que leyendo el nombre del reto se descifra fácilmente la temática del fic, avisados quedáis.


La piel morena le brilla perlada por el sudor entremezclado con el agua refrescante. Oberyn se queda ensimismado mirando cómo su hermana juega con Arthur a tirarse una y otra vez a las piscinas. Su preciosa risa puede oírse clara y melodiosa a metros de distancia.

Hoy es un buen día.

Ocurre a veces, no tantas como a él le gustaría, pero ocurre. La delicada salud de su hermana decide darle un respiro y ella lo aprovecha hasta que consigue llorar de la risa. Entonces los ojos le brillan como el sol contra el mar.

Su hermana ya es una mujer florecida, y la ropa mojada no es capaz de ocultarlo. Al contrario. El corazón parece latirle más deprisa cada vez que vislumbra las curvas de sus caderas, las de sus pechos... Por el modo en el que Arthur la mira, deduce que él también se ha dado cuenta de su atractivo. Curiosamente, y a pesar de que tiene un gran aprecio al de Campoestrella, siente unas ganas terribles de hundirle la cabeza en el agua y no sacarle hasta que deje de mirarla así.

Y sabe que no es instinto fraternal protector.

Él ya es un joven adulto, cree que sabe lo que es la vida. Conoce de primera mano los bajos instintos de los hombres y las mujeres. Pero ella siempre ha sido diferente. Siempre le ha rodeado un aura brillante y atrayente... Ella es su verdadero sol dorniense.

Oberyn permanece distanciado de la típica escena veraniega de los Jardines del Agua, observando expectante. Con mil cosas en la cabeza y ninguna a la vez. Se refugia de la canícula a la sombra de un naranjo cualquiera, con uno de sus frutos en la mano.

Despacio, se acerca la naranja sanguina a la boca, aspirando primero su aroma. Cítrico, ligero, dulce... Imagina que la fruta es el cuello de Elia. Imagina cómo sería besar su boca e instintivamente muerde la fruta, el zumo se abre paso a través de la piel rugosa y le resbala por la boca y la barbilla, casi lascivamente.

Se pregunta si su dulce hermana mayor podría llegar a ser lasciva con él. Se regodea en la imagen de una escena que nunca llegará a pasar.

Porque es consciente de lo que ella opinaría al respecto. Ella es mejor que él. En todos los sentidos y en todo momento.

Por eso esconde sus verdaderos sentimientos tan profundos en su corazón que ni ella, que tan bien le conoce, pueda encontrarlos nunca.


¿Macetazos? ¿Trolls al acecho?