Prefacio

Podía notarlo en la mirada de todos los presentes, ya no se encontraban ni la desesperación ni la angustia, no, nada de eso. Un brillo de triunfo ahora reinaba en sus demacradas pero auténticas sonrisas, en sus ojos ahora empañados de lágrimas, pero que significaban felicidad.

Luego de salir como pudo del gran comedor, en la pared más cercana, a su derecha pudo ver su reflejo, se acercó al espejo para espiar mejor, no pudo evitar preguntarse por qué no se veía como los demás. Su rostro no reflejaba ni triunfo ni felicidad. Pensó por unos instantes, sonrió tristemente y se dijo estúpida a si misma por haberse preguntado tal cosa. Era evidente que ella jamás volvería a sentirse alegre luego de que aquel hombre de hermosos ojos grises la hubiese abandonado.

"Estúpido orgullo caprichoso el tuyo Black". Pensó, y al devolverle la mirada a su reflejo pudo notar como las lágrimas abandonaban sus ojos. Lo extrañaba... aun, y por el momento notaba que aquel sentimiento de vacío en su vida no volvería a llenarse, ni en unos años, ni nunca, y todo por el simple hecho de jamás haber tenido el valor de decirle cuanto lo amaba. Ahora tendría que comerse aquellas palabras hasta el día de su muerte, tendría borrar de su mente la esperanza de que quizás la próxima vez que lo vea se lo diga. No había próxima vez, no había segundas oportunidades y eso pesaba más de lo que se hubiese imaginado.