HOTEL TRANSILVANIA PERTENECE A SONY PICTURES ANIMATION
Gloria, se llamaba, y decía ser de una pequeña ciudad de Carolina del Norte. Según le había contado, había viajado hasta Transilvania para acudir al Festival de los Monstruos exclusivamente. Estaba allí por cuarto año consecutivo, desde que comenzó a celebrarse. El género del terror la volvía loca, especialmente (y Murria adoró lo ronroneante que sonó su voz cuando lo dijo) todo lo relacionado con las momias.
– Con que vives en una pirámide, ¿eh?
Qué ojazos tenía. Murray no podía dejar de mirarlos; de ahí que sus labios buscaran la pajita sin éxito y pareciera idiota. Eran tan bonitos que estaba dispuesto a pasar por alto el hecho de que fuera humana. Al fin y al cabo, ¿qué más daba eso? Era algo que se podía solucionar fácilmente con vendas y un rápido embalsamamiento.
– Oh, sí. Una bien grande. Llena de trampas mortales y maldiciones.
– ¿Sabes echar maldiciones?
– Por supuesto, princesa. Tú dime quién te cae mal, que yo me encargo.
Gloria rió cubriéndose la boca.
– Puede que te lo pida, si el imbécil de mi ex novio vuelve a molestar.
– Oh, ¿y ahora estás con alguien?
– Me temo que no. Ya sabes: antes de encontrar un príncipe, tienes que besar muchos sapos.
– Es algo que no comprendo, por el amor de Ra. Una preciosidad como tú, soltera...¡Brindemos!
– Ya hemos brindado por tus amigos, por el...¿chin?, se llamaba, el festival y por Anubis, ¿por qué vamos a hacerlo esta vez?
– Para darte suerte en la búsqueda de tu príncipe azul. Por el muy afortunado.
Gloria sonrió y alzó su copa.
– Por mi príncipe.
Nada más chocar sus vasos, la joven se acercó a Murray para añadir en voz baja:
– Puede que no esté muy lejos...
Murray miró por un segundo por encima del hombro de Gloria y captó una figura enorme que a duras penas cabía por la puerta del bar que agitaba sus brazos para llamar su atención. No se le oía por culpa del ruido. Pero no importaba. Murray sacudió un brazo mientras vocalizaba con la boca bien llena: ¡Dejadme en paz! ¡Dejadme en paz!, y siguió mirando embelesado a Gloria. Ella posó su mano sobre la que él tenía descansando sobre la barra y lo miró de la misma manera.
FIN
