Hola ^^

Bueno, la historia de CAH está acabando ya, como os he dicho a los que la estáis siguiendo. Antes de terminar la semana habrá que decirle adiós.

No quiero hacer spoilers, por si alguien no lo ha leído ese fic y tiene pensado hacerlo, pero para las que sabéis de que hablo: Tengo una deuda con un personaje que me gusta mucho y al que le debo aunque sea en otra historia un final feliz y a su medida ;)

Sé que dije que no tengo tiempo de estar aquí y probablemente este sea el último fic que escriba (Por lo menos en una larga temporada, ya que nunca se puede decir nunca ¿Verdad?) pero no podía marcharme sin darle a él una buena historia.

Será un relato cortito, probablemente con una linea de humor absurdo porque no tengo ganas de entrar de nuevo en algo más serio. Espero que os guste y lo disfrutéis, no sé que saldrá de esto pero allá vamos.

Manu Rocha, por tu cumpleaños del próximo mes ^^

Besos

AJ


Un lunes más


Entre lagos y escoberos

Lunes 8 de diciembre de 1996
Dormitorio de Slytherin, Colegio Hogwarts.
7:00 horas.

Theodore Nott.

A Theodore Nott le encantaban los lunes porque lo mejor de Hogwarts eran las clases.
Además, despertar antes de que todos los demás comenzaran a hacer ruido era algo que para él no tenía precio. Sobre todo por ser el primero en llegar a los baños, por poder ducharse sin que Crabbe y Goyle cometieran un atentado visual contra su persona o sin que Draco comenzara de buena mañana a ensalzar sus virtudes... Tampoco era agradable escuchar el desafinado Oh Sole mio de rigor con el que Blaise se creía en la obligación moral de obsequiarles cada amanecer.
De modo que, era una suerte que con el paso de de los años, Theo hubiera encontrado las bendiciones de madrugar entre semana.
Salió de la ducha silbando suavemente con la toalla alrededor de las caderas y se tomó un minuto para disfrutar del frío en su piel cuando el vaho que se arremolinaba a su alrededor se dispersó y una brisa suave lamió su piel, erizándola.
Le gustaban también los cambios de temperatura, esa armonía con su cuerpo y su mente. Paladeó la sensación unos segundos más y se vistió, chasqueando la lengua con disgusto cuando los distintos tonos de ronquidos de Goyle y Blaise se animaron tras los doseles de las camas de sus compañeros.
Era hora de bajar, antes de que ellos amanecieran y tuviera que soportar las chácharas sin sentido y la compañía. Le caían bien... Bueno, Blaise le caía bien, pero no tenía ganas de que nadie interrumpiera su bendita soledad matinal.
Metió las cosas en la mochila y salió de los dormitorios y de la Sala Común, subió al Gran Comedor y echó un vistazo a la mesa de los leones dónde Granger devoraba libros mientras removía distraídamente un café, dejó todo en un rincón menos la varita y salió, como todas las mañanas, a dar una vuelta por los terrenos del castillo.
Iría hasta el Lago Negro y regresaría, un paseo corto y vigorizante que le llevaría un poco más allá en su comunión con el entorno y los elementos.
Inspiró hondo estremecido por el aire fresco que inhaló y sonrió frotándose las manos.
De nuevo un cambio de temperatura, sus mejillas sintieron el beso del viento frío y se puso en marcha a paso ligero para entrar en calor. Seguramente acabaría corriendo porque el día era especialmente gélido, pero a él le parecía perfecto.
Frunció el ceño cuando algo interrumpió su habitual paseo tranquilo y armonioso, o más bien alguien.
Dando saltitos, con un enorme pañuelo rosa entre las manos a modo de capa, estaba Lunática Lovegood bailando en la misma orilla del lago.
Parecía seguir el ritmo de alguna música que Theo obviamente no escuchaba y, pese a que había decidido obviar aquel gratuito ataque hacia su persona (porque estaba rompiendo vilmente su momento de perfección un lunes por la mañana, lo que seguramente le condenaría a pasar una semana de mierda) se vio de pronto atraído como un imán hacia la chica que tarareaba moviendo el pañuelo de un lado a otro mientras meneaba sus caderas suavemente.
Theo alzó una ceja.
Vaya, tenía que admitir que Lunática estaba muy... Bien proporcionada, su cintura serpenteaba al ritmo de la ausente melodía y Nott se encontró pensando que tal vez, solo tal vez, si quitara de su cuello el enorme collar de rábanos que llevaba y prescindiera de los pequeños apios que adornaban sus orejas, la chica podría ser hasta bonita.
Le miró los pies y deseó no haberlo hecho. Estaba descalza y llena de barro, pero sonreía mientras seguía agitando el dichoso pañuelo.
—Maldita sea —Masculló molesto consigo mismo por no poder mantener su morbosa curiosidad a raya —¿Se puede saber que haces bailando en el lago a las 7:15 de la mañana, Lovegood?
Los enormes y redondos ojos de la chica que parecía en trance, le miraron confundidos y ladeó la cabeza... Junto con el resto del cuerpo pañuelo incluido.
—Oh...
Parpadeó y, como a cámara lenta, Theo la vio caer al lago y desaparecer en las oscuras aguas como si llevara piedras en los bolsillos.
Corrió hacia la orilla y miró esperando verla aparecer, de hecho ya tenía un comentario mordaz en la punta de la lengua. No es que él fuera dado a esas cosas, más propias de Malfoy, pero no le había gustado nada que esa tonta gafara su semana.
Se balanceó sobre sus pies y apretó los puños.
—¡Lovegood! No tiene gracia —Dijo con enfado
¿Cuánto aguantaba alguien debajo del agua sin respirar? Sin contar a Potter, por supuesto.
—Maldita sea
Se quitó la túnica y se tiró antes de pensárselo dos veces. El agua completamente congelada le envolvió y le hubiera dejado sin respiración si no fuera porque no podía respirar allí abajo.
Mientras braceaba buscando una cabellera rubia entre las turbias aguas del Lago Negro pensó que habían dejado de gustarle los cambios de temperatura.
Theodore Nott empezaba a odiar los lunes.

Lunes 8 de diciembre de 1996
Torre de Gryffindor, Colegio Hogwarts.
7:00 horas
Hermione Granger

Para Hermione Granger los lunes eran casi los mejores días de la semana, reconocía que los sábados eran mejores aún, pero a diferencia de sus amigos ella adoraba las clases y además aquel año empezaban los lunes con Transformaciones y Aritmancia.
Se asomó por la ventana viendo que apenas comenzaba a amanecer, la luz en el exterior era escasa. Y prometía ser un día perfecto.
Solo esperaba que Sloughorn no decidiera convocarles a otra estúpida cena de las suyas, no creía poder soportar a Cormac un segundo más.
Era por eso que Hermione estaba saliendo de la Sala Común justo dos minutos después de que el reloj marcara las siete, intentando evitar por todos los medios posibles que McLaggen la pillara de nuevo por sorpresa.

Pensó en pasar por la biblioteca, pero aún no había terminado de leer El poder oculto de las ruinas ancestrales y tenía que empezar El manual de la numerología avanzada y su uso en magia blanca.

Lo mejor sería ir al Gran Comedor y tomarse un café mientras se relajaba un rato antes de que todos los demás fueran llegando a desayunar.

En eso estaba cuando vio a… ¿Nott? dejar sus cosas en un rincón y salir de nuevo sin apenas mirarla más que un instante.

Vaya… Hermione alzó las cejas cuando le vio marcharse, no había vuelto a fijarse en él desde que empezaron el curso ¿Qué le había pasado a Theodore Nott durante el verano? Ella recordaba a un chico enclenque y de rostro huesudo, pero aquel Nott, el que acababa de mirarla con hastío, no tenía nada de delgaducho, era alto, con las mandíbulas marcadas y el pelo ligeramente revuelto como si no se hubiera peinado después de ducharse.

Los años a algunos les sentaban francamente bien.

Hablando de eso…

Maldijo cuando Malfoy entró unos minutos después con el mismo paso elegante que le caracterizaba desde que llegaron en Septiembre al colegio.

Ni siquiera miró en su dirección, pero fue una suerte, porque Hermione no pudo quitarle la vista de encima. Sí, era cierto que él también había cambiado igual que Harry y Ron, ya no tenía nada del niño que había sido, se veía más fuerte, más alto y más distante… No iba a negar, al menos no a sí misma, que Draco Malfoy le hubiera resultado un chico atractivo si no hubiese sido un completo gilipollas. Pero no era por eso por lo que le miraba, era por Harry.

Harry y su obsesión con el hecho de que el Slytherin fuera ya un mortífago iniciado.

¿Sería verdad?

Tal vez sería una buena idea seguirle un día, solo para asegurarse… No es que ella pensara que fuera posible que Voldemort le hubiese reclutado… ¡Por Merlín era apenas un niño!

Pero la insistencia de su amigo la tenía ya un poco harta.

Siguió desayunando sumida en sus pensamientos hasta que vio que un par de chicas de Slytherin entraban al comedor.

Malfoy se levantó y se dirigió a la salida con las manos en los bolsillos.

Tal vez aquel era un buen momento para seguirle… Hermione se mordió el labio y antes de pensarlo cerró el libro, lo metió en la mochila dejándola sobre la mesa y salió a toda prisa detrás del chico.

La posibilidad de restregarle a Harry en las narices que las continuas desapariciones de aquella serpiente tenían más que ver con una chica que con una Marca Tenebrosa, era demasiado tentadora para dejarla pasar.

Le vio dirigirse a la escalera y subió tras él a una distancia prudencial. Al llegar al quinto piso le vio desaparecer por el corredor pero cuando dobló la esquina el rubio ya no estaba.

—Maldita sea —Murmuró dando un par de pasos más, pensando dónde podría haberse metido aquella escurridiza serpiente.

Con un suspiro se giró para volver a bajar, con suerte aún podría terminar una porción de tarta de melaza antes de ir a las clases.

No bien terminó aquel pensamiento, una mano pálida de dedos finos y elegantes agarró su túnica y tiró de ella con brusquedad metiéndola de lo que parecía un armario escobero sucio y oscuro salvo por la luz tenue que se filtraba por las rendijas de la madera.

Ni siquiera pudo gritar porque una mano tapó sus labios y se vio de pronto empujada contra la pared de piedra por un cuerpo duro que olía ligeramente a pasta de dientes.

Oh Merlín, pensó recordando el olor de su amortentia el primer día de pociones de aquel año.

Aquello era una broma de muy mal gusto.

—¿Se puede saber qué haces siguiéndome, asquerosa sangre sucia? —Siseó Malfoy arrastrando las palabras y apartando los dedos de sus labios para que pudiera responder.

Intentaba intimidarla empotrándola contra el muro, tan cerca que podía casi sentir su corazón contra el de ella. Pero Hermione llevaba demasiado tiempo lidiando con los abusos de aquel idiota como dejarse amedrantar por sus amenazas.

—Pensé en lo bien que te quedaba la túnica este año, Malfoy —Dijo con voz ahogada impregnando cada palabra con toda el sarcasmo que fue capaz —Así que decidí seguirte para acosarte en un escobero mal iluminado —Se maldijo a sí misma por lo que la cercanía de aquel imbécil estaba haciendo a sus hormonas y se preguntó por qué demonios había dejado su varita en el Comedor —Mi plan ha salido fantástico ¿No crees?

Él gruñó pero no respondió. Se apartó y agarró el pomo de la puerta pero en aquel momento, una voz desde el exterior susurró.

Fermaportus

Hermione miró alucinada la única salida que tenían de aquel minúsculo habitáculo y su mandíbula se descolgó cuando la misma voz murmuró.

Protego Totallum

Cuando los pasos se alejaron la chica parpadeó y sacudió la cabeza ¿Quién, en nombre de Merlín, les había encerrado allí de ese modo tan rastrero? ¿Y por qué?

Por primera vez se alegró de que el hurón estuviera con ella, porque si no se quedaría ahí hasta que Filch decidiera usar alguna de aquellas escobas.

—Abre la puerta, Granger —Dijo Malfoy con tono autoritario.

Ella bufó.

—¿Me estás dando una orden?

—Cállate y abre la maldita puerta —Siseó él cerniéndose sobre ella una vez más.

—Créeme que lo último que quiero es estar aquí contigo ¿Te recuerdo quien nos metió en este agujero?

Le escuchó inspirar y maldecir entre dientes.

—No tengo mi varita —Admitió finalmente Hermione. Prefería salir de allí antes que incordiarle.

—¿Cómo has dicho?

—Encima de imbécil, sordo —masculló enfadada —Que no traje mi varita, Malfoy.

Parecía que el silencio iba a ser eterno. Nada más se oía allí que el sonido de ambas respiraciones desiguales.

—Simplemente genial —Suspiró Draco que sentía que explotaría en cualquier momento —Pues ponte cómoda Granger. Porque yo tampoco tengo la mía.

Hermione ahogó una exclamación de sorpresa y se tapó la cara con las manos.

Aquello no podía estar pasando.

Definitivamente los lunes eran una mierda.