Yes, my lord

01

Era un día normal. Dos días ante el esperado y ansioso día de Halloween. El perfecto día para salir, asustar personas y engordar hasta reventar por puros dulces. Oh, sí. Vida perfecta para cada niño (inclusive adulto) de vivir y crear un recuerdo para esa fecha. Pero, en otro lugar, en específico las alcantarillas de la Gran Manzana, se encontraban cuatro hermanos. Cuatro valientes justicieros, cuatro hermanos…

– ¡Vuelve aquí, Mikey! ¡Juramos no matarte!

– ¡Por favor! ¡Piedad!

… que estaban a punto de matar al menor.

Mikey corría por si vida. Aunque no era la primera vez, sabía que no podía subestimar a sus hermanos cuando se trataba de perseguirlo. Pudo escapar. Lo bueno es que aparecieron Abril y Casey como grandes defensores. Aunque en realidad fue bloquearles un poco el camino a sus hermanos por accidente, pero fue el tiempo suficiente para que pudiera escapar.

En este momento, Mikey se encontraba aun corriendo. Era un por si acaso.

Observo su mano, accidentalmente en el camino se había lastimado un poco cerca de una florería abandonada donde misteriosamente se encontraba solamente una rosa blanca entre las demás flores que estaban muertas. Era muy pequeña la herida, por lo cual no fue ningún problema para él.

Descanso en un edificio también abandonado. Tomó un poco de aire y se sentó a descansar.

– Bueno, al menos podré librarme de ellos. – Dijo Mikey, riendo. – No puedo creer que no hayan aguantado una broma como esa. Es decir ¿a quién le molesta que ponga todas sus bandanas de color rosa? – Él rió abiertamente. – ¡Y más si le muestras a la chica que te gusta fotos tuyas de bebé!

Mikey empezó a reír al recordar la cara roja de Donnie al notar como Abril y Casey miraban con gran diversión las fotos de Donnie cuando era muy pequeño.

– Eso fue muy genial. – Dijo, mirando a luna.

Mikey seguía con la mirada perdida, observando las calles abandonadas de la ciudad de Nueva York. No sabía por qué, pero se sentía perdido. No en forma de que él no sabía cómo regresar a su hogar, sino que debería estar en otro lugar. Un lugar donde no fuera un techo o una alcantarilla.

Siente una mirada encima de él, una mirada que le da un gran escalofrío. Y eso de verdad le aterraba. Observó a todas partes, sólo esperaba que ese sentimiento no fuera de verdad y que nadie había descubierto a una tortuga gigante observando a la ciudad como si planeara destruirla o no.

– Buenas noches.

Mikey dio un grito que jamás admitiría que sonó igual al grito de una chica.

– No grites. ¿Acaso no puedes ser silencioso o algo?

Mikey daba vueltas donde él se encontraba y observo a todos lados. No había nadie, entonces ¿quién le hablo?

– ¿Q…Quien está ahí?

Recordó las historias de Rafa. De cómo un gran demonio salía en las noches más oscuras y atacaba a los niños indefensos, para luego asesinarlos y por último comérselos. De verdad que le había dado mucho miedo esa historia, lo único que le alegro del final es que Rafa recibió un castigo por asustar de esa manera a Mikey.

Escucho un ruido un poco fuerte detrás de él. Se escuchaba como algo afilado siendo arrastrado por el metal. Que horrible sonido…

Mikey giró la cabeza un poco hacia atrás, observando con cuidado. Tenía los ojos abiertos y su mirada reflejaba puro miedo.

– Aquí atrás, pequeño. – Dijo una voz femenina, se le escucha un con un tono de ligero fastidio.

Mikey dio la vuelta con rapidez y trató de armarse de gran valor ante lo que viera. Se sorprendió al a la persona que tenía en frente.

Una chica.

Era… una… chica.

Se había asustado por una simple chica…

Su rostro se puso de un rojo tan intenso de pura vergüenza. Este era la segunda vergüenza que pasaba en una sola noche. Pero tenía que admitirlo, la chica era muy hermosa.

La chica tenía el cabello negro como la mismísima noche y unos dos mechones rojos sangre y tenía de estilo de cabello una coleta alta que soltaba un poco de sus cabellos largos junto con un pequeño broche de unas tres hermosas rosas rojas, en sus pálidas mejillas tenía tres cicatrices por debajo de sus dos ojos. Sus ojos eran verdes tóxico y de apariencia felina. La chica vestía muy provocadoramente: tenía de camisa un escote de corazón sin mangas, algún tipo de falda hasta sus rodillas que solamente cubría la parte de sus caderas hasta su trasero ya que solamente la parte de adelante estaba descubierta mostrando lo que era un short muy corto de lycra (lo cual hizo sonrojar demasiado a Mikey), unos guantes que le llegaban a las muñecas y mostraban sus dedos y, por último, unas botas oscuras.

– ¿Quién eres?

– Tú deberías saberlo. – Dijo ella. – Tú me llamaste.

– ¿Te llame? ¿Cuándo te llame? – Preguntó, confundido.

La chica alzó una ceja.

– ¿Acaso eres olvidadizo o qué? – Ella dio un suspiro. – Tú me convocaste, por lo cual debo cumplir solamente un deseo por ti.

Mikey abrió los ojos.

– ¿Eres un genio?

– No. – La chica puso su mano en su sien. – ¿Acaso ni recuerdas como me invocaste?

Mikey negó apresuradamente, por lo cual la chica dio un suspiro y empezó a acercarse a la tortuga.

– En esta hermosa noche del 29 de octubre, bajo la oscura luna y las misteriosas estrellas, tú me has invocado. – Ella quedo frente a él, y Mikey notó que ella algo alta. De repente, ella garró su mano derecha donde se había hecho el pequeño corte. – Para invocarme deberás cortarte un poco el dedo de tu mano derecha, con tan sola una gota de tu sangre y derramarla en una hermosa rosa blanca entre un montón de rosas muertas. – Ella lamió un poco el dedo Mikey, haciéndolo sonrojar. – Y estar en el techo de una casa donde ocurrió una masacre infernal, después mirar a la luna y esperar si yo decido aparecer o no.

Mikey estaba sin palabras. La verdad es que no las tenía. Estaba completamente perdido ante las palabras de la chica. Sentía toda su piel ponerse rígida, al mismo tiempo que su corazón latía con demasiada fuerza.

– Esa es la manera de invocar a un demonio. – Sus ojos felinos brillaron con maldad. – Aunque es más específico, a mí.

Mikey sentía que todo su mundo venía abajo, mientras que abría los ojos y tartamudeaba.

– ¡¿D…D…D…Demo…ni…o…?! – Mikey estaba demasiado pálido y el puro miedo empezó a invadirlo.

– Así es. – Ella asintió. – Estoy aquí para cumplir sus deseos, mi Lord. Pero todo trato tiene que tener una recompensa.

– ¿Recompensa? – Inquirió, aún sorprendido.

– Por supuesto, ¿no pensaras que los tratos con los demonios es fácil o sí? – Ella siguió con su mirada seria, por lo cual hizo que Mikey tragara saliva forzadamente. – A cambio de tu deseo, yo tomare tu alma. ¿Qué dices?

Mikey volvió a abrir más los ojos. Estaba nervioso, no sabía que hacer… ¡Oh, rayos! ¡No podía aceptarlo! ¡Y él lo sabía! ¡Todavía no le había hecho la broma máxima a Rafa! ¡No podía aceptarlo!

– Acepto. – Dijo sin pensarlo. Cuando notó lo que dijo, se puso más rígido.

– En ese caso, tenemos un trato. – Ella agarró la mano de Mikey, moviéndola de arriba hacia abajo lentamente, dando a entender que el trato estaba hecho. – Dime ¿cuál es tu deseo?

Ahora si Mikey se puso más pálido de lo normal.

– Esto… eh… am…

La chica abrió un poco los ojos.

– Oh, todavía no tienes un deseo, ¿verdad?

Mikey negó lentamente, no sabía que decir. Si decía algo malo, la demonio se pondría furiosa y desataría su ira con él o con su familia. Y no quería eso, la verdad que no.

– Piensa en uno. Cualquiera.

Mikey lo medito un momento. Esto no era que pedías un deseo y seguías vivo, esto era diferente. No podía desperdiciarlo completamente, entonces ¿qué pedía?

Observo al demonio. Se le veía seria e incapaz de sentir algo de verdad, inclusive el no poder sacar una verdadera sonrisa. ¡Eso es!

– Mi deseo es el poder sacarte una verdadera sonrisa.

– ¿Eh?

La demonio quedo completamente desconcertada. No se esperaba eso, la verdad que no se esperaba eso. Esperaba algún tipo de venganza contra alguien o que matara a las personas que más odiaba uno por uno, pero esto era de verdad para no creerlo.

– Mi deseo es que yo, Miguel Ángel Hamato, te saque una verdadera y hermosa sonrisa. Y que esté presente al hacerlo.

Ella se encontró completamente sorprendida, pero si ese era su deseo…

– En ese caso, el trato esta cerrado. – Ella agarró firmemente su hombro izquierdo y lo empezó apretar poco a poco.

Mikey sintió un gran dolor en el hombro, como si miles de agujas lo estuvieran atravesando con lentitud para hacer su dolor más permanente.

– ¡Duele! ¡Alto!

Retiró su mano con cuidado, mostrando la figura del pentagrama con la sangre de la joven tortuga.

– Oh, rayos… Ahora no podré ocultarlo de mis hermanos.

– Solamente aparecerá cuando me ordenes algo. – Ella agarró su propio hombro y empezó a apretar con más fuerza. Mikey se asustó cuando vio la sangre caer del hombro del demonio.

– O-Oye, detente…

Alejó su mano, mostrando el pentagrama, pero este tenía mucho más sangre. De repente, ambos pentagramas desaparecieron.

– Significa nuestro trato. – Ella siguió mirándolo sin algún sentimiento, lo cual incómodo un poco a la tortuga. – Ahora, ponme un nombre.

– ¿Un nombre? ¿Acaso tú no tienes?

– No. – Ella negó. – Con el pasar del tiempo, a pesar de tener amos diferentes, no he tenido un verdadero nombre, por lo cual ellos (o en este caso, tú) deben ponérmelo.

– Oh.

Mikey se encontraba tranquilo. A pesar de que había hecho un extraño trato con esa demonio, todo el miedo que había sentido se había ido con la pequeña y extraña plática que tuvieron entre ellos.

– ¿Cuál será mi nombre, mi Lord?

Ante el "Mi Lord", Mikey se había sentido tan importante. Pero sabía que sería temporal…

Pero sabía que tenía que aprovecharlo por lo mientras. No podía caer en la depresión ante lo que había hecho. Con firmeza aceptaría su destino. Pero, por lo mientras, tendría que ponerle un buen nombre a esa demonio.

Se acercó demasiado a ella, observándola de arriba hacia abajo. Después miró a todas partes, hasta que un letrero le llamo la atención.

"… ¡Vengan a ver a la fabulosa Rachel! ¡La próxima semana en…!"

Rachel…

No estaba el mal el nombre. Ahora solo necesitaba un apellido.

En ese caso, se acostó boca arriba y miró a las estrellas. A él le encantaba mirar las deslumbrantes estrellas, le llenaban de gran alegría.

Alegría. En inglés sería "Joy". Pero ¿acaso no sería extraño nombrar a un demonio con el significado en inglés de una palabra que significaba lo contrario a la maldad? Pensó unos segundos en que podría agregarle el posible apellido. JoyJoyJoy… Joyce

Rachel Joyce. ¡Perfecto!

Mikey abrió los ojos y sonrió con gran alegría.

– ¡Tú nombre será Rachel Joyce!

– Rachel Joyce. – Ella agachó la cabeza un poco. – Desde ahora en adelante me llamare Rachel Joyce.

Mikey le sonrió con gran alegría, haciendo que la chica solamente alzara una ceja.

– ¡Cuéntame de ti, Rachel! – Exclamó Mikey, agarrando a Rachel de las manos y sentándola suavemente frente a él.

– ¿Sobre mí? ¿Qué quieres que te cuente?

– ¡Todo! ¡Quiero conocerte! ¡Sería genial! – Mikey le volvió a sonreír.

Ella sólo miró a otro lado.

– No tengo nada que contarle, joven amo. – Ella siguió mirando a la nada. – Cuando tengo un nuevo amo, significa que la historia que viví con el antiguo deberá borrarse completamente. Solamente recordare que soy un demonio, nada más.

Mikey abrió un poco los ojos y su mirada se volvió triste.

– En ese caso, ¡yo te creare recuerdos que jamás llegaras a olvidar! – Mikey le dio una gran sonrisa. – ¡Te lo prometo!

– No hagas promesas que tal vez no llegues a cumplir, joven amo. – Dijo Rachel, mirándolo.

A pesar de las palabras serias de Rachel, Mikey no borró su agradable sonrisa.

– No importa, ¡juro que lo haré!

Rachel abrió un poco los ojos, impresionada.

– Si usted así lo desea. – Ella asintió. – Ahora, joven amo, ¿no debería volver a su hogar o algo así?

Mikey sintió un gran chorro de agua fría le caía encima. Oh, rayos…

– ¡Oh, no! ¡Me mataran si llego tarde! – Agarró fuertemente la mano de Rachel y empezó a jalarla con fuerza. – Vamos, Rachel, ¡hay que correr!

Ella no dijo nada, solamente siguió silenciosamente a la tortuga.

Al llegar, Mikey no fue regañado. Al parecer sus hermanos se habían quedado dormidos esperándolo, por lo cual pudo llegar a salvarse.

– Vamos, entra. – Le permitió la entrada a su cuarto a la demonio, lo cual acepto el permiso.

– ¿Este es tu cuarto? – Alzó una ceja al ver el tiradero que se encontraba en el cuarto de su joven amo.

– ¡Así es! – Él sonrió. – Espero no te moleste.

– Al contrario. – Ella lo observo unos cuantos segundos y después observo todo el lugar otra vez.

– Te dejo mi cama, Rachel. Yo dormiré en el suelo.

– No es necesario, joven amo. – Dijo. – Los demonios no somos capaces de dormir, por lo cual puedo velar sin ninguna preocupación.

– ¡Insisto, Rachel! – Dijo, dándole una sonrisa amigable. – No podré dormir tranquilo al saber que fui completamente grosero contigo al no permitirte dormir en mi cama.

– ¿Seguro?

– Por supuesto.

Rachel observo su mirada. Estaba determinado a darle su cama sin importarle lo que le había dicho. Por primera vez en su vida, Rachel sintió un pequeñito cariño por su nuevo amo.

– Como usted desee, mi lord.

Ella se acostó en la cama y trató de acomodarse un poco, lo cual quedo en la posición de mirar al techo.

– ¡Descansa, Rachel! – Mikey puso unas cuantas sábanas como comodidad extra, por lo cual no hubo problema para él el acomodarse. – ¡Ah! Antes de que se me olvide, Rachel – Ella lo observó. –, no quiero que mi familia sepa.

– Sí, mi lord.

La noche se apodero por completo de ese pequeño cuarto.

Rachel tenía aún los ojos abiertos, mirando al techo como si esto fuera lo más divertido en el mundo.

– Miguel Ángel… – Susurró, observando un poco a la tortuga que se encontraba profundamente dormida. – Serás un alma tan interesante y deliciosa de devorar. No podre esperar para probarte.