Disclaimer: Akame ga Kill y sus personajes son propiedad de Takahiro y Tetsuya Tashiro

Hola, gracias por entrar n.n

Un drabble muy pequeño y muy sencillo donde imagino una confrontación más bien emocional entre estas dos hermanas tan peculiares. Se titula Kyodai II porque tengo otro fic con este título, pero pertenece a otro fandom, por lo que aquí le quito el número de orden.

Disculpen por los posibles fallos que puedan encontrar y gracias por leer :D


Kyodai


Podría ser en las afueras de la ciudad, en el bosque, en el desierto, entre las ruinas de una iglesia abandonada… Daba igual. El escenario era lo de menos, lo que importa es el lazo que se ha roto, las puntas deshilachadas que ya nunca sabrán cómo volver a entrelazarse.

-Akame.

-Kurome.

-¿Por qué?

La pregunta resonaba en el tiempo. Hacía tanto que se habían distanciado que tal vez ya no recordaban las verdaderas causas de la fractura. Y luego cada una de ellas había seguido por un camino tan diferente de la otra (aunque igualmente sinuoso quizás) que probablemente careciera de importancia.

Frente a frente por fin, cada una con sus motivos a cuestas, peleaban más por dentro que por fuera, confrontadas por la pena, la decepción y la soledad. Las armas se vuelven inoperantes en ese tipo de enfrentamiento.

-Te quise.

-También recuerdo haberte querido.

Lo dijeron, o lo pensaron, o lo sintieron. Una a la otra, la otra a la una… daba igual. Tampoco importaba quién lo hubiese hecho o dicho primero, lo que valía era que ambas se habían convertido en dueñas de su destino. Un destino quebrado, bifurcado, cuyas grietas ya nunca sabrán cómo recomponerse.

En los ojos rojos, la sangre. En los negros, la muerte. Ni una ni otra pesa más, sin embargo, que el dolor de lo que ya no tiene remedio.

-Te mataré.

Lo dijeron, y lo pensaron y lo sintieron con el mismo dolor que las desgarraba. Ignoraban que ya estaban muertas. En el pasado fueron hermanas y en el presente eran los cadáveres de un vínculo diluido para siempre.

-Ojalá te hubieras quedado conmigo…

Pero las palabras carecían de valor. La grieta más profunda e insuperable es aquella que se socava con las propias manos.