PRÓLOGO
Memorias olvidadas
Ella se encontraba suspendida en el aire, mecida por suaves ráfagas de aire que la mantenían entre lo alto de las copas de los árboles. Su pelo carmesí iba tras ella, revoloteando detrás como si tuviese vida propia. Poco a poco, fue descendiendo hasta que sus pies descalzos se apoyaron contra el sólido suelo del bosque.
Sus labios, igual de rojos que su cabello, esbozaron una sonrisa que iluminaba su rostro.
– ¿Algún día me enseñarás a hacer cosas tan maravillosas como estas? – Dijo la joven.
– Algún día – Respondió un hombre que se encontraba sentado en una roca alta. Era bastante más mayor que ella. Llevaba una túnica azul marino, la mitad de la cual era tapada por una larga y nívea barba que le llegaba por la cintura –. Con tu poder, terminarás enseñándome tú a mí.
La chica rio con dulzura.
– Oh, Merlín, siento que me sobrevaloras – Terminó diciendo mientras bajaba la vista, dejando caer algunos mechones de pelo sobre su cara –. Eres tú quien puede invocar el aire con solo mover las manos.
Merlín cogió el gran bastón que descansaba a su lado y empezó a moverlo de mano en mano.
– ¿Eso es lo que crees, Nimueh? – Los ojos de Merlín tornaron a un tono vidrioso –. Yo cuento con una ventaja de la que tú careces.
Nimueh escaló la roca hasta estar a la par del mago, apoyándose en su brazo.
– ¿Y cuál es esa ventaja? – Preguntó, manteniendo sus grandes ojos clavados en los de Merlín, con curiosidad.
– La experiencia – Dijo mientras acariciaba con un dedo su dañado bastón –. Hace incontables años ya que empecé a estudiar la magia y sus secretos. He conocido multitud de poderosos magos, incluso me atrevería a decir que conozco historias que nadie conoce, historias que han ido pasando de oído en oído en el mundo mágico hasta convertirse en escombros de lo que un día fueron.
Los ojos de Nimueh brillaron tras aquellas palabras.
– Cuéntame una historia que solo tú sepas, Merlín. Una historia que solo se pueda encontrar en la mente de un mago tan grande como tú.
Merlín se quedó unos segundos pensativo. Al final soltó un largo suspiro.
– Para ser un mago tan grande, caigo muy fácilmente ante tus peticiones – En el rostro de Nimueh se dibujó una sonrisa de complicidad –. Ponte cómoda, te voy a contar la historia de alguien a quien nadie sobrevalora, más bien al contrario. Alguien que ha dejado una gran huella en el mundo, pero dicha huella nadie se para a mirar.
