.
Querido Desconocido
Una colaboración entre Japiera Clarividencia y ChieroCurissu
Disclaimer: HQ! pertenece a Furudate-sensei
Lunes 23/03/2015
Querido desconocido:
Te voy a ser completamente sincero, a pesar de que mi mejor amigo me sugirió que llevara tu billetera a la comisaría de la policía, yo decidí enviártela por correo tradicional porque me di cuenta que te gusta el vóleibol.
No sé cómo te llamas, no conozco tu edad ni tu apariencia, pero en tu cartera llevabas el colgante de un balón de vóley, lo cual es un indicativo de que te agrada, ¿no es así?
¿Te digo la verdad?, yo tengo un colgante igual, lo llevo en mi mochila deportiva (no es una ofensa, ni estoy presumiendo, pero debo decir que el mío está menos maltratado). Mis amigos opinan que el que tengas una figurita igual a la mía no significa nada; uno de ellos, inclusive, se atrevió a decir que yo convertía todas las coincidencias posibles en pretextos del destino. De cualquier manera, signifique algo o no, decidí mandar tu billetera a la dirección que encontré dentro de ella.
Querido desconocido, debes ser de lo más excéntrico, no lo digo con mala intención, pero me intriga que una persona lleve una cartera sin ID. Además, tu billetera es de lo más llamativa, porque brilla en la oscuridad.
Me la encontré mientras caminaba junto a mi mejor amigo, en la «hora cero» de hace tres días. ¿Sabes cuál es la «hora cero»?, es la que ocurre en el momento exacto cuando el sol se mete, y no es de día y ni de noche; podría decirse que es cuando los negocios todavía no han asumido la oscuridad, por tanto aún no han encendido las luces de sus espectaculares. A eso se le llama «hora cero» y, según sé, es el momento más complicado para manejar un auto, ¿lo sabías?
A pesar de ello: que no era ni de día ni de noche, mi amigo y yo encontramos tu cartera por una callejuela del barrio de Shimokitazawa[1]. Le dije a mi acompañante: «¿Pero qué hay ahí, que parece que chispea luz?». Él se enfadó un poco porque llevábamos prisa, me pidió que no hurgara cerca de la basura, pero de cualquier modo, me esperó y encontré tu billetera.
«Mira, ¡brilla!, ¡y tiene un balón-chan!», me emocioné, «es el destino, es el destino».
«No digas tonterías», eso me respondió él, no obstante, yo sé que en el fondo también estaba intrigado.
No llevé tu billetera a la estación de la policía, lo sé, pero no porque no sea un buen ciudadano. No tengo malas intenciones. Admito que no estuvo del todo bien abrirla para ver que tenías adentro, no obstante, quería saber tu nombre. Si hubieras guardado en un papelito tu número de celular, ten por seguro que te habría llamado. Te habría dicho:
«Querido desconocido, tengo en mi poder tu billetera amarillo fosforescente con colgante de balón-chan, si quieres recuperarla, tendrás que conocerme». Luego, si te hubiera conocido, te habría asestado a preguntas referentes al vóleibol, porque he asumido que te gusta, incluso, creo firmemente que lo juegas.
No. No soy un stalker, ni siquiera tengo algún fetiche raro con los balones de vóley. Solamente soy un simple estudiante universitario que juega a ese deporte desde que era niño, ¿qué me dices tú, querido desconocido?, ¿has jugado al vóley alguna vez?
Cuatro-chan (mi mejor amigo) y yo jugamos desde la primaria. Por cierto, he decidido —por cuestiones de seguridad— darle un apodo a mis amigos en esta carta, es que ni siquiera me sé tu nombre, así que lo veo justo. Tampoco te diré quién soy, porque no creo que necesites saberlo para creerme. Después de todo, llevabas contigo una billetera anónima en una ciudad donde cada día es más difícil ser un desconocido.
Quizás aborrezcas las redes sociales. Tal vez fuiste tú quien tiró la billetera porque su fosforescencia te lastimaba la vista. A mis amigos les dolieron los ojos después de que la miraron fijamente por unos cuantos segundos.
Pero como te iba diciendo, Cuatro-chan y yo jugamos desde la primaria al vóleibol. Ordinariamente, debido a que somos japoneses, lo natural habría sido jugar béisbol. Cuatro es de lo más atlético, podría jugar cualquier deporte, en el instituto no había nadie capaz de superarlo en cualquier reto físico… y yo, ¿qué te digo?, creo que habría sido un buen pitcher. No obstante, lo que elegimos fue el vóleibol. Y nos hicimos buenos, bastante buenos, a pesar de que no pudimos ir a los nacionales ni en secundaria ni durante el instituto.
Te diría que fue cosa del destino el que no fuéramos, pero Cuatro-chan me lo reprocharía. Nunca hay que hacer que un buen amigo se enoje de verdad, tómalo como un consejo de mi parte. Sin embargo, si te soy sincero, mis derrotas en la escuela no significaron que mi vida se desligara del deporte. ¿Sabes qué hice?, el día de mi derrota, cuando iba en el tercer curso del instituto, me topé de frente con mi rival de antaño y le dije que no había terminado con el vóley. Si a ese idiota me lo vuelvo a encontrar, le podré decir con orgullo que mantengo mi postura… ¿Y sabes qué?, seguramente él y yo nos volveremos a encontrar en las canchas porque es jodidamente talentoso.
No creas que soy una mala persona por expresarme así de mi rival (decirle idiota, por ejemplo). Es que, querido desconocido, ¿alguna vez has tenido un rival, si acaso juegas al vóley?... está bien tener un rival, pero es mejor hablar en plural y decir «mis rivales». Si te obsesiona un solo jugador te puede pasar como a mí, que por estarle siguiendo los pasos a una persona, bajé la guardia y mi equipo terminó perdiendo ante otro rival, uno comandado por mi kohai. No sé si lo sepas, pero es de lo más frustrante que un kohai te venza. Y, aunque no me creas, todavía sigo creyendo que éramos el mejor equipo de la región.
Cuatro-chan, por ejemplo, era un jugador de lo más confiable: hacía remates potentes y, como nos conocíamos desde pequeños, estábamos bien sincronizados. ¡Ni hablar!, Dos, Tres, Seis y Siete también eran buenos; Doce y Trece-chan eran de primero, pero lo hacían muy bien. Loco-chan era el Dieciséis, y había que tenerle paciencia.
Si eres jugador de vóley, ¿qué posición jugarás?, esa pregunta se la hice a mis amigos. Nos reunimos en un bar la noche pasada y les conté de tu existencia. «Ha estado obsesionado con el asunto de la billetera todo el fin de semana, ¿por qué no la llevas a la policía?, eres un delincuente», dijo Cuatro-chan.
Tres comentó que probablemente fueras atacante lateral, pero sólo lo dijo porque es la posición que él solía jugar. Por la misma razón, Dos mencionó que jugabas de centro. Yo estuve a punto de decir que probablemente serías armador, pero al final me fui a lo grande: Te imagino siendo el ace. No sé por qué, pero así te imagino. Y ya de plano, si no eres el ace, eres la carnada, no en balde llevas contigo billeteras fosforescentes.
Yo juego de armador. No soy un prodigio como mi odioso kohai (ese que una vez me venció) pero me esfuerzo. Tengo la creencia de que los límites pueden traspasarse con el entrenamiento y, hace algunos años, Cuatro-chan me enseño que en el vóley, lo que cuenta de verdad es el trabajo en equipo, ¿qué opinarás tú de todo esto, querido desconocido?
He terminado escribiéndote un montón. Si te soy sincero, nunca había redactado una carta con mi puño y letra a nadie, ni siquiera a alguien que conociera. Ha sido una actividad refrescante a pesar de que no tengo muy en claro si vas a responderme (¿lo harás?).
Quizás Cuatro-chan tenía razón cuando sugirió que debía entregar tu billetera a la policía, pero ahí dentro no llevabas dinero, ni ID, ni nada que pareciera de valor. Sólo guardabas el dibujo de una lechuza y envolturas de dulces que nunca tiraste al cesto de la basura. Y claro, el colgante de balón-chan, que finalmente fue lo que me llevó a tomar la decisión de escribirte.
Querido desconocido, mi consejo es que cuides mejor tus cosas. Tu balón-chan es de una edición limitada que ya no podrás encontrar en ninguna máquina expendedora de Tokio. Dos y Tres opinan que esos colgantes todavía pueden hallarse en alguna tienda de segundo uso en Akihabara, pero seguramente te saldría carísimo.
Al final de esta carta agregaré mi dirección postal en el remitente (pero no mi nombre). No se lo digas a Cuatro-chan (es mi roomie y podría pensar que lo que hago es arriesgado). Honestamente, yo creo que escribirte es algo inofensivo y, si me respondes, será cosa del destino, no una simple coincidencia.
.
Atentamente, otro desconocido,
aunque puedes llamarme Uno.
[1] Shimokitazawa, conocido popularmente como Shimokita, es un barrio al oeste de Tokio que está cerca de Shinjuku y que es muy popular entre los jóvenes por el ambiente bohemio y creativo de sus tiendas.
Japi: Holas gente.
Gente: Hola, Japi. Quién es esa que te acompaña.
Japi: ¿Esa? ¡Momentito! ¡Háblale con más respeto a mi senpai!
Gente: Ah, una senpai... Tiene mala cara, ¿no?
Chiero: Creo que voy a vomitar.
Japi: ¡Aguántate!
Bien, como sea. Mi senpai Chiero y yo estamos escribiendo un bokuoi en conjunto because we can. Publicaremos todos los jueves... o los viernes. Es un fic epistolar, porque entre otras cosas, a ambas nos gustan las cartas. No será excesivamente largo, y es la 1ra vez que escribimos juntas, así que, para iniciarnos, decidimos ir por lo fluff, lo sencillo, lo cotidiano. Bokuoi, en resumen.
Yo creo que no es difícil intuir quién se esconde bajo el apodo de Uno, pero... si quieren, pueden preguntar. Si no quieren, no. Yo no diré nada. Chiero-senpai tampoco.
Japi: ¿Cierto, Chiero?
Chiero: ¿Tienes pastillas de carbón?
Japi: Vamos a preguntarle a Yamaguchi.
Japi&Chiero
