Hola!
Bueno, ahora que van a empezar las vacaciones de semana santa, voy a empezar una historia larga, de bastantes capítulos. Aquó traigo el primero, a ver si os gusta.
Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer, y la mayoría de la trama de este capítulo también. Es casi explicativo, con pequeños cambios. Cuidado, creo que se considera spoiler.
Edward, Bella y Alice acababan de ser atrapados por Félix y Demetri. Discutían entre las sombras del callejón. Edward no quería que Bella les acompañara a ver a los Volturi. Entonces, cuando la situación empezaba a agriarse, se oyó una voz atiplada y acechante, que procedía de sus espaldas:
-Ya es suficiente.
La sombra se acercó lentamente. Parecía frágil, como Alice, con el cabello de color indefinido, tal vez castaño rubiáceo, recogido en una tensa trenza que estaba escondida en su capucha negra.
Su cuerpo estaba cubierto por completo por la larga capa negra, por lo que era difícil adivinar si era un hombre o una mujer. Su voz era aguda, pero...
La sombra dejó caer suavemente la capucha y se descubrió un rostro de chica, de no más de quince años, hermoso y delicado. Los ojos grandes, enmarcados de largas y espesas pestañas, parecían grises, pero debía ser cosa de la luz. Los vampiros no tenían los ojos grises. "Ella haría parecer una gárgola a un ángel de Botticelli"-pensó Bella. Y era cierto.
Fue asombrosa la reacción de todos ante una figura aparentemente tan insignificante. Félix y Demetri se relajaron y se fundieron de nuevo con las sombras. Edward suspiró, derrotado, al reconocerla.
-Jane.-la llamó.
-Seguidme.-habló la tal Jane, con voz suave pero extrañamente inquietante.
La vampira les dio la espalda y comenzó a andar. Félix, al parecer muy tranquilo, invitó a sus "invitados" a ir primero.
Mientras, Bella y Alice le explicaban a Edward lo que había sucedido.
Llegaron hasta un ascensor. Jane les esperaba, sujetando las puertas con indiferencia para que no se cerraran. Edward no apartó ni un instante la mirada de Jane mientras estaban en el ascensor.
Tras un mostrador, en otra habitación, había una hermosa mujer que le dio las buenas tardes a Jane.
-Gianna.-asintió Jane.
Entraron en otra habitación, donde les aguardaba otro recibimiento muy diferente. Un joven, que también llevaba una capa negra, pero la capucha bajada, era también apuesto. Podía ser el gemelo de Jane. Tenía el cabello un poco más oscuro, pero aparte de eso, se parecían muchísimo, y era igual de encantador. "No creo que sea un Volturi"-pensó Bella al ver lo que él hacía.- "Parece demasiado dulce". Él se acercó, sonriendo dulcemente, y le tendió la mano a Jane:
-Jane...-suspiró.
-Alec.-repuso ella, abrazándole con ternura.
Se dieron besos en las mejillas, y el joven, que al parecer se llamaba Alec, miró a Edward, Bella y Alice.
-Te enviaron a por uno y vuelves con dos... y medio.-rectificó al reparar en Bella.- Buen trabajo.
Jane rompió a reír, gozosa, como si el hecho de ir a buscar a aquellos vampiros y a la humana hubiese sido un acto especialmente para él, para complacerle. El sonido era chispeante y hermoso.
"¿Por qué está Edward tan nervioso?"-se preguntó Bella.- "Parecen dulces e inocentes, buenos hermanos".
Pronto sabría que estaba equivocada de medio a medio.
Alec saludó a Edward, comentando que parecía de mucho mejor humor. Alec rió entre dientes al ver que él abrazaba a Bella sin decir nada.
Alec y Jane se tomaron de la mano y comenzaron a caminar con ligereza por un corredor.
-Vamos.-se volvió Jane al ver que todos se habían quedado parados.- No hagáis esperar a Aro.
Alec abrió una fina puerta de madera y la mantuvo abierta para que pasara su hermana. Ella sonrió. "Te adoro Alec"-pensó, rechazando esos pensamientos, demasiado humanos, de inmediato.
Aro, un vampiro grácil y, aparentemente, amable y cordial, se acercó hasta ellos y gritó con evidente alegría:
-¡Jane, querida, has vuelto!
Se acercó a Jane y, cogiendo su rostro suavemente entre sus apergaminadas manos, estuvo por besarla en los labios, pero una leve mueca molesta por parte de Alec, tan leve que Bella apenas lo notó, le hizo cambiar la trayectoria y besarla en la mejilla.
Aro llamó a Jane, y se dirigió hacia Bella.
-A ver si eres inmune a algunos de nuestros dones.
Jane sonrió con cierto sadicismo.
-¡No!-chilló Edward, gruñendo como una bestia hacia Aro, pero este le miró molesto e insistió en que Jane probara su don con Bella.
Edward se lanzó contra Jane, y antes de que nadie pudiera intervenir, Edward cayó al suelo. Nadie le había tocado, pero parecía aterrorizado.
-Jane...-susurró con un hilo de voz.
Y empezó a retorcerse con claros signos de un dolor atroz. Entonces, Bella se dio cuenta de por qué todos trataban así a Jane, por qué todos hablaban de sus formidables dones, por qué Edward se había interpuesto antes de que Jane pudiera usar su don con ella.
-¡Parad!-chilló Bella.- Jane, por favor, por favor, déjalo.-suplicó.
Pero Jane ni la miró. "Jane"-suplicó Edward. Ella había permitido que él entrara en su mente para disfrutar incluso más de su dolor. "Jane, para, no quiero que Bella me vea así. Por favor. Recuerda, salvé a tu hermano, ¿lo has olvidado?" No, Jane no lo había olvidado. Aquella vez, casi un siglo atrás, Edward se había interpuesto entre Alec y un humano rabioso que portaba una estaca. La estaca en sí no le habría hecho nada a Alec, pero Jane no habría podido soportar ver como se clavaba en su corazón, aunque fuese inofensiva. La estaca se clavó en el pecho de Edward. Él se la arrancó sin más, y Jane mató al humano, demasiado sorprendida como para torturarlo antes, como solía hacer.
Jane ignoró a Bella, que suplicaba entre sollozos; y a Aro, Marco y Cayo, que la miraban satisfechos; y Edward oyó a Jane decir en su mente, poderosamente, como en un arrebato: "Finge".
Y Edward fingió. Aunque el dolor hacía rato que había dejado de atormentarlo, su recuerdo, vivo en su mente, hacía que fingiera lo suficientemente bien, hasta que Aro dijo:
-Ya basta, Jane.
Y Edward dejó de fingir. Se levantó, como si nada, y se abrazó a Bella. Ella miró a Jane llena de odio, sin saber nada de su gesto de benevolencia. Sin embargo, Alec sí pareció darse cuenta, pero no dijo nada.
-Jane, querida, ¿te apetece probar con Bella de una vez?-preguntó Aro.
Jane asintió ligeramente, pero parecía molesta.
-Aro...-susurró dulcemente.- No creo que haga falta. Edward ya ha tenido bastante, ¿no?
-Jane, querida, ¿cómo es que muestras piedad?-Aro alzó las cejas.
-No es piedad, pero dejemos que Bella piense lo que le he hecho a su amado un rato. Luego lo probaremos.-respondió Jane astutamente.
-La tortura psicológica es un método encantador.-aceptó Aro.
Estuvieron discutiendo un rato. Aro, Marco y Cayo querían que Edward y Alice se unieran a su guardia, y que transformaran a Bella.
-Marchad.-suspiró Aro.- Ya que no queréis ser parte de nuestra guardia, os visitaremos para asegurarnos de que la habéis transformado.
-Bien.-dijo Edward con voz monocorde.
Aro se volvió hacia los gemelos.
-Alec, Jane, ¿podríais acompañarles a la salida?
Los dos asintieron, y se movieron, como sombras, guiándoles hasta el mostrador donde se encontraba Gianna.
Ellos se acercaron a la mujer y comenzaron a hablar con ella.
-Esperad aquí un instante.-dijo Jane sin mirarles.
Edward, Alice y Bella se sentaron en las sillas de plástico.
-Que don tan horrendo.-sollozó Bella de repente.- Jane es un monstruo. Parecía tan inocente y tan dulce... La odio, la odio, la odio. ¿Y su hermano? ¿Es igual de horrible? Seguro que sí.
-Vamos, vamos, Bella.-la calmó Edward.- Los dos son muy poderosos, sobre todo Jane. Tal vez incluso más que Aro, Cayo y Marco. Ellos lo saben y por eso les tratan bien, concediéndoles todos sus caprichos porque no quieren que se pongan en su contra, ya que sus poderes son casi invencibles, y los gemelos lo saben también.
No se sabe mucho más de ellos. Sólo que son hermanos gemelos, nunca se separan, y al parecer todo el rastro de humanidad que les queda lo destinan el uno al otro. Pero tengo la sensación de que no son tan malos como parecen, ni siquiera tan malos como ellos creen.
-Jane posee el don de infligir dolor con la mente a sus adversarios, y además disfruta con ello. Es muy sádica, como habrás comprobado.-explicó Alice.- Alec bloquea los sentidos. Parece tranquilo, y en parte lo es, tranquilo y analítico, pero también es algo sádico. Se parece a su hermana más de lo que le conviene. Jane es el veneno y Alec el antídoto. Simple.
Bella los miró a los dos, sorprendida. Pero no tuvo tiempo a decir nada, porque se acercaron los gemelos de nuevo, con sus andares serenos y sigilosos. Bella se levantó de la silla, y gritó furiosa:
-¡Monstruo! ¡Eres un monstruo!-hablaba principalmente a Jane.- Ojalá te pudras en el infierno. Ojalá se esfume tu belleza y mueras entre terribles sufrimientos como los que infringes a personas inocentes.
-Ya estoy muerta.-le recordó Jane, con voz serena, pero sus ojos brillando ligeramente con cierta rabia.
-Bella, cálmate.-insistió Edward.
-No quiero calmarme.-gritó ella, soltándose de su brazo.
-Bella, escúchame.-pidió Edward, seriamente.
Bella se calmó un poco durante un instante, y apartándose de los gemelos como si les tuviera asco, escuchó a Edward.
-Bella, Jane no me hizo daño.-explicó él.- Me perdonó. Sólo estaba fingiendo para que Aro no lo supiera.
Bella se quedó con la boca abierta, mirando a Jane con fijeza. La mirada de esta estaba tranquila, casi sonreía. Alec le rodeaba la cintura con el brazo, y miraba a Bella algo molesto.
-Entonces... ¿no eres un monstruo?-preguntó Bella, asombrada.
