Todos tenemos una vocación en la vida que vamos descubriendo con el paso del tiempo, algo en lo que realmente somos buenos y merecemos la pena, algo con lo que nos sentimos a gusto y dedicamos tiempo sin tener en cuenta nada más: pero, ¿y si se interpone entre esta vocación y tú algo grande, que te hace olvidar todo?

¿Puede una persona cambiar toda una vida?

" La muerte no calma, solo el triunfo puede hacerlo". D. J.

Tú eres aquello que crees ser.
Si crees ser algo que perecerá
entonces eres aquel que perecerá.
Y probablemente
en el enfrentamiento con la muerte
no puedas sobrevivir.

Si crees ser un Personaje
y ese Personaje, irremisiblemente morirá
¿qué quedará de ti cuando el encuentro
con la muerte sea inevitable?
¿Algún pedacito de ti
atravesará las entrañas de la muerte
para reaparecer al otro lado?

La posibilidad de sobrevivir a ese enfrentamiento
es solo una posibilidad
que la mayoría de los hombres se niega.

El camino del Guerrero y del Samurai
es la posibilidad de tener una posibilidad
y de continuar la aventura
al otro lado de la muerte.

La aventura que nos espera
en nuestro portentoso viaje hacia el Infinito
¡Qué maravillas nos esperan en esa inmensidad !

Hemos de preguntarnos cabalmente:
¿vale la pena emprender el vuelo?
¿Vale la pena... escoger el Destino?


Mi primer día en el RPD

Miraba por la ventana y veía a la gente caminando, sin rumbo alguno y un tanto desorientados. No saber a dónde ir es algo que últimamente veía con mucha frecuencia. Personas perdidas y sin esperanzas, sin ganas de buscar por dónde ir. ¿Por qué les ocurre esto? ¿Correremos al final todos su misma suerte, o la fortuna nos sonreirá?

Siempre me preguntaba algo al despertar mientras pedía al cielo que me fuera bien y que no me desviase de mi camino. Quisiera ayudar a todos los que se sienten perdidos, pero, ¿cómo?

Por eso quiero ser parte de la policía de Raccon City y ser útil en algo. Eso no quiere decir que antes no hiciese nada para colaborar en la comunidad.

Mañana debía dirigirme hacia el RPD para comenzar una nueva etapa. Mientras tenía que terminar otra… La mudanza. Como odio las mudanzas, con tanto papel de burbujas y figuras. Además, siempre acababa con la espalda echa trizas.

Por hoy, con que colocara el colchón, una mesa y una silla me bastaba. Comería en el RPD o en algún restaurante de por allí. Necesitaría una ayudita, pero no conozco a nadie todavía. Siempre he sido una persona un poco introvertida y tímida, pero eso se va a acabar. Tengo que ser una chica más extrovertida y abierta. La gente siempre piensa que soy extrovertida pero es simple apariencia… Bueno, yo más que introvertida me definiría como una solitaria.

No disfrutaba con la compañía de los demás mucho, para ser sincera. No tengo nada en común con ellos. Me hablan de si veo tal serie… y ni siquiera me llama la atención. Y si no me llevo bien con la gente, en especial con las mujeres menos todavía. Antes tenía un pequeño grupo de amigas, pero enseguida les mandé a tomar viento. No teníamos nada en común, y, además, siempre fueron unas descerebradas. Era un "cerebrito según ellas. Lo dirían con doble sentido.

Comencé a meter ropa en el armario. Me acordé de lo que ellas decían de mi ropa, "eres una gótica total", "pareces una manzana andante" y cómo no, el más ofensivo y uno de los motivos por los que les mandé a la porra: "pareces un prostituta".

Para prostitutas estáis vosotras, pensé.

Me di cuenta de que mientras había estado pensando había colocado ya toda la ropa. En mis manos tenía una bolsa de tintorería bastante grande. Ahí estaba mi uniforme de colores grises y negros. Me habían informado de que podías escoger tu propio uniforme, con tal de que llevara la insignia del departamento. Estaba formado por una camiseta de cuello alto sin mangas gris, un pantalón militar negro y una gorra con la insignia de colores grises.

Me gustaban esos colores y nadie me haría cambiar de opinión. Dejé la bolsa encima del colchón y me dirigí hacia una de las cajas donde guardaba mi Samurai Edge. Estaba sin usar. Pronto la tendría en su funda de mi cinturón y sería un miembro oficial de la policía.

Saqué mi móvil y comprobé qué hora era. Las ocho de la tarde. Es más tarde de lo que yo creía.

Tengo que acostarme pronto que sino no hay quien me despierte mañana. Ni mi despertador, que parece un pollo estrangulado.

Esto me recuerda la visita que he hecho con otros cadetes por el RPD hoy. ¿Estará bien el rubiales orgulloso?


-Uff-suspiró desesperado el líder del equipo Alpha.-No voy a terminar jamás a este paso. Chris, ésta me las pagas.

Estaba harto de tanto papeleo. Llevaba así todo el día, entre folios y más folios. Y, para colmo, nadie quería colaborar. Mejor sólo, aunque tarde más que con alguien que le ayude. Me basto conmigo mismo, así puedo hacer lo que quiera sin depender de nadie.

Redfield y Valentine se han escapado por los pelos, sólo por pura suerte. Me entran ganas de en cuanto los vea, pegarles un buen tiro a cada uno. No. Mejor esperar hasta que tenga los informes de combate y ya los eliminaré.

Me rugen las tripas. Es extraño, no suelo tener hambre. Hablar de muerte, hacer tanto papeleo y odiar a la vez causa hambre. Curioso. Tengo que anotarlo.

Me senté en una de las esquinas de la mesa mientras pensaba qué hacer. Entonces, me percaté de cómo una de las filas de documentos se inclinaba cada vez más.

-Oh oh-dije con cara de sorprendido.-¡NO! ¡Mierda!

Acabé sepultado por todos los documentos, en el suelo de mi oficina. No podía moverme, ni tenía ganas. En ese momento noté como temblaba el parqué del suelo. Sería una de las visitas que hacen una vez a la semana al departamento. Odiaba esas visitas.

-Creo que no pasará nada porque me separe un poco del grupo…-oí decir a una chica. Es raro que quiera separarse del grupo.

-Dios mío. Esto es increíble. Estoy ante la oficina del equipo Alpha de STARS. Un momento…¿qué es eso?

Una chica joven, de unos veintitrés años, alta, de pelo castaño y rizado entró a la oficina.

-Pero… Al parecer el papeleo se les ha ido de las manos.

-Muy gracioso…-le aclaré desde el debajo del montón de papeles.

-Veo que el trabajo se le ha caído encima.

-Tú sigue así, pero no ayudes…

-Oh. Perdón-me ayudó a salir y se me quedó mirando unos instantes.

-Ya puedes irte. De todos modos no necesitaba tu ayuda.

-Rubiales orgulloso-me dijo saliendo.

-Entrometida impertinente…

Se marchó y me dejó sólo con mi exilio de papel. Esto es inhumano. ¿Acaso yo lo soy?


¡Por fin martes! Ya estaba impaciente. Al fin empezaré el trabajo. Ya sé que suena raro, pero yo estoy muy contenta.

Me levanté y me puse a ducharme. Me vestí con mi uniforme y desayuné rápido.

Cogí el coche, un Porsche negro, y me dirigí a la oficina. Al menos no iba a llegar tarde.

Mientras que conducía admiraba los altos edificios con sus majestuosas plantas, como enredaderas e incluso hiedras. Siempre se me dio bien las ciencias naturales y científicas.

En seguida llegué a la oficina. Era más grande de lo que recordaba.

Aparqué en una plaza libre, de las pocas que había, bajé y me puse mis Rayban. Así me parecía a los del CSI, jejej.

Entré en la oficina general: desierta. La verdad, no era como esperaba… Creía que habría un montón de gente con un montón de trabajo. Irónico.

Me hubiera gustado aunque sea ver una secretaria o algo por el estilo que me dijera por dónde ir, pero ni siquiera había eso. Es realmente extraño.

Comenzaré a buscar la dirección que me dieron… Planta dos, puerta veinticinco equipo A. ¿A? Podrían haber especificado un poco más. Me pasee por ella, al no haber nadie no había peligro. Una ventaja, al menos.

Unos diez minutos más tarde, encontré el lugar. Podía oír… ¿ronquidos? ¿Será coña, no? Vale… qué rarito.

Entré en ella.

-¿El rubiales orgulloso?-dije sorprendida por ver al que se quedó sepultado bajo las hojas.

-¿Eh?-dijeron los allí presentes al unísono.

-¿La entrometida impertinente?-me preguntó poniéndose en pie.- ¿Qué haces aquí?

-Oh pues ver los pájaros…no te jode. Al parecer me han asignado a tu equipo, rubiales.

-Deja de llamarme rubiales, impertinente.

-Pues entonces deja de llamarme tú a mi impertinente.

Enarcó las cejas y se levantó de su escritorio, me miró y me tendió una mano.

-Albert Wesker. Resumiendo el capitán del equipo Alpha de Stars.

-Oh. Con que tuve el honor de rescatar al que sería mi capitán. Que coincidencia, ¿verdad?

-No entendemos nada…-nos dijeron varios chicos.

-Ah, me olvidaba presentarte a tus compañeros:-me dijo señalando al grupo- Jill Valentine, Chris Redfield, Joseph Frost, Barry Burton y Brad Vickers.

-Encantada…-les saludé, haciendo gestos con una mano.

-¡Hola!-me respondieron muy alegres.

Observé la oficina, muy revuelta, de tamaño mediano, suelo de madera y paredes beige. Había un par de escritorios a los lados de la mesa del rubiales. Uno de ellos sería mío. Tenían ordenadores y varias carpetas. Algo normal en una oficina.

-Oye, ¿por qué no hay nadie?-le pregunté al capitán.

-Pues, acostúmbrate a esto porque siempre es así. A estas horas no suele haber mucha gente circulando.

¿Cómo que me acostumbre? Pero si esto parece la casa del terror.

Siéntate de una vez, que pareces un poste, me dije. Me senté en el escritorio de la derecha y comprobé el estado de mi pequeño escritorio. La silla era bastante cómo, con ruedas y de un color rojo sangre. La mesa era de pino y estaba un poco vetusta. Estaba compuesta por dos cajones pequeños, uno grande y una lámpara encima, aparte de un lapicero y el ordenador junto con los informes.

Entonces me fijé en que él me estaba mirando de reojo mientras tecleaba con el ordenador. En cuanto vio que me había dado cuenta apartó la mirada y se puso colorado. Se agachó y abrió uno de los cajones, sacando de él una pequeña caja de regalo. Me pareció extraño por que no parece ser de esos tipos que van regalando cosas a la gente.

Se levantó y me tendió la caja. Levanté la mirada y enarqué una de las cejas.

-¿Qué es?-pregunté curiosa.

-Ábrelo y verás.

Lo cogí y lo abrí. Era una pequeña pulsera de caucho con una pequeña insignia de Stars y del equipo Alpha colgando.

-Oh, gracias- le dije mientras me la ponía. Me gustaba el detalle.

-No hay de qué. Me la dieron ayer, pero a mi no me gustan estas chorradas de las pulseritas.

-Ya…

Se volvió a su escritorio y siguió escribiendo. Me di cuenta de que en realidad no había nada escrito. Me levanté, y poniendo las manos a los lados de su mesa detrás de él se lo dije.

-No estás escribiendo nada. No deberías llevar gafas de sol dentro de la habitación, y menos cuando estás usando el ordenador.

-¿Cómo? Juraría que estaba rellenado el informe. Además, tu todavía llevas as tuyas puestas-me respondió sin darse la vuelta.

Joder, se me había olvidado quitármelas. Ahora me ocuparé de eso, pero, ¿qué digo para no parecer tonta?

-Es que me gusta llevarlas puestas y punto-le respondí con frialdad.

-Y a mí.

Le sonreí mientras le echaba a un lado y le abría los informes.

-Et voilá.

-Gracias… Eh… ¿Cómo te llamabas?

-No te he dicho mi nombre- le aclaré volviéndome a sentar.

Sacudió la cabeza y sacó media sonrisa. Era una sonrisa muy seductora.

¿Te acabas de dar cuenta de lo que has dicho? Sí…pero tengo que reconocer que lo es.

-Soy Roxan, pero llámame Roxie.

-Es un bonito nombre.

-Y el tuyo. ¿Es alemán?

-¿Cómo lo has sabido?

Me encogí de hombros mientras le miraba de reojo. No estaba mal, nada mal…