Disclaimer: Saint Seiya no me pertenece.
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Aldebaran se encontraba en su templo sin mucho ánimo cuando a su templo irrumpió Dohko, suspiró. Le parecía que el viejo maestro era demasiado ruidoso y poco serio para tener más de doscientos años. Aunque su apariencia era de un joven de dieciocho años.
—¡Aldebaran! Feliz cumpleaños, ¿qué no piensas festejar? —le preguntó mientras le entregaba una pequeña caja.
—No, estoy bien así. Me gusta la tranquilidad de mi templo.
—Que aburrido—le dijo Dohko haciendo una mueca—. Venga, vamos al pueblo.
El Tauro consideró negarse, pero sabía lo insistente y persuasivo que podía llegar a ser el viejo maestro, así que de antemano sabía que era tiempo perdido tan siquiera decirle que no. Y asintió levemente.
—¡Genial! Venga vamos.
—¿Sabe? A veces creo que era mejor se quedara en su forma anciana.
—Me hablas con respeto y me dices esas cosas... Puedo enseñarte modales si gustas.
—Eres un caso perdido.
Finalmente llegaron al pueblo y ahí se la pasaron gran parte de la tarde, Dohko lo invitó a comer y a beber, tenía que ser honesto se la pasaba bien con él, aunque su forma de pensar y carácter fuera tan diferente.
Antes de caer el sol regresaron al santuario, Aldebaran lo único que quería era llegar y descansar, aunque no había bebido mucho, se sentía un poco mareado; no entendía como Dohko podía resistir.
Al fin habían llegado al templo de Tauro y para sorpresa de su dueño, lo recibieron todos sus compañeros dorados, incluso algunos santos de plata y de bronce, entre ellos Seiya.
—¡Felicidades, grandote!—le dijo animadamente el pegaso.
Así cada uno lo fue felicitando y entregando los presentes que traían para él, incluso su diosa y el Patriarca habían bajado a su templo para felicitarlo haciendo que se sintiera algo incómodo, pues creía que no era correcto.
—Quita tu cara de seriedad y disfruta—le dijo Dohko con una gran sonrisa.
El toro después de esas palabras se permitió un gran sonrisa y se dispuso hacer justamente lo que el viejo maestro le había dicho, tenía que aprovechar que estaban todos reunidos, aunque esperaba que aún hubiera muchos días así.
Aunque no había tenido el día tranquilo que había planeado cuando se despertó, la verdad era que se había divertido bastante, agradecía el gesto que habían tenido sus compañeros para con él mientras desenvolvía los obsequios que había recibido. Algunos libros, ropa, CDs, licor y otras cosas.
Tal vez sus compañeros no lo conocían demasiado, pero se habían esforzado y claro, aún si no le hubieran regalado nada él solo con tenerlos ahí, quedaba más que agradecido. Lo único malo era el desastre que habían dejado en su templo. Aunque Mü y Aioros se habían comprometido en ayudarlo a limpiar por la mañana. Y con eso el gran toro se fue a dormir.
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Una pequeña historia en homenaje a nuestro Gran Toro por el día de su cumpleaños. Inspirado en una de las escenas de Soul of Gold.
