Quicxic y Patán acechan la tranquilidad de Artemisa, quien no ha tenido un embarazo todo lo tranquilo que hubiera querido. Sus ángeles ayudan, pero no ha sido fácil. Mientras esperan que el Santuario de Éfeso se active, Artemisa acepta una invitación al Santuario. Puede no ser una buena idea.
¡HOLA A TODOS! Aquí comenzando esta miniserie, únicamente para revelar qué fue lo que pasó con Artemisa y compañía luego que la diosa decidió conservar a su pequeño. Si creyeron que no iba a sufrir más, pues… ya me conocen. Espero no arruinar nada, pues no solo hay muy pocos fics con este lote, sino que los ToumaxArtemisa son bastante pocos (aunque no tan escasos como los AiacosxViolate). Bueno, mejor dejo de darles lata. Tiene menos de diez capítulos, así que… disfruten. Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas. En esta ocasión, sumen 5 años a las edades del canon (sí, hubo cambio de año, recuerden). O si les resulta más fácil y menos complejo, dense una vuelta por el perfil de Ekléctica, donde encontrarán la línea de tiempo oficial: al principio de cada año aparecen las edades.
Un especial agradecimiento a Seika Lerki, Tsuyu Ryu y Ekléctica (El Concilio del Fic), madrinas y lectoras de prueba de este fic, que además de incentivarme y animarme a escribir, aplacaron mis instintos asesinos y varios personajes vivieron para contarlo.
Una recomendación especial, si quieren ver este universo expandido, lean "Madness of Love", de Lady Seika Lerki y el omake "Lo que Sueño de ti" y las adorables miniserie "Familia" y "Futuro" de Ekléctica. Finalmente, "Luz Amatista", de Tsuyu Ryu, es una joya. Las conversaciones que las inspiraron a ellas, de paso me inspiraron a mí para retomar este hábito mío de escribir fanfictions. ¡VAYAN A LEER! =D
Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al genialísimo Masami Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa. D8 ¡NO TENGO FINES DE LUCRO!
ADVERTENCIA.
Cualquier coincidencia con la realidad, con situaciones reales y semejanzas con personas vivas o muertas, es una mera coincidencia. Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. Debido a la naturaleza de algunas escenas gráficas, se pide extra cuidado. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo. ¡No intenten nada de esto en casa!
"XIX. ADHUC STANTES"
("Todavía en Pie")
Apertura: No Tan Dulce Espera.
Primer Cementerio de Atenas.
Madrugada del 3 de noviembre. 2:56 am.
Solo la luna iluminaba esa noche, la cual estaba completamente despejada. Hacía mucho frío esa noche y todo parecía indicar que la temperatura caería incluso unos cuantos grados más. Algo maligno se deslizaba entre las lápidas y las estatuas que adornaban el cementerio. Quienes cuidaban de aquellos predios estaban nerviosos: el ambiente les erizaba la piel de miedo a esos vigilantes. No se malentienda, pues trabajar en un cementerio siempre va de la mano de situaciones tensas, extrañas y hasta el más escéptico se pone nervioso. Es importante en extremo que un nochero de cementerio tenga un temple firme a prueba de todo. Sin embargo aquella madrugada, por alguna razón, los guardias se encontraban nerviosos, por completo espirituados. Esto ya era decir, porque justo los que cumplían el turno a esas horas arrastraban bastante experiencia pasando la noche con los muertos y difícilmente se asustaban…
… tenían buenos motivos para estar intranquilos.
Cuidando de que los mortales no vieran sus actividades, por más que sospechasen que estaban entre las tumbas, los señores de Xibalbá sobrevivientes, Quicxic y Patán, se deslizaban entre las lápidas a buena velocidad, en silencio y con pies veloces, tocando todas las que podían. Mientras que con algunas no ocurría nada, otras adquirían un tenue brillo neón color púrpura segundos antes que una imagen fantasmal emergiese de entre la tierra o de las pesadas tapas de mármol, para solidificarse en la forma de un esqueleto que no dudaba en salir tras las malévolas deidades, corriendo a gusto y produciendo un cascabeleo de huesos que perturbaría al más valiente.
Quicxic se detuvo unos instantes y levantó la cabeza, mirando hacia la luna, jadeando lascivamente al recordar cómo había violentado a aquella diosa meses atrás. Patán llegó al mismo punto unos minutos después. Poco a poco los rodeó una buena cantidad de esqueletos prestos a obedecer sus órdenes, junto con unas dos calaveras.
No había ojo humano capaz de ver tan macabra asamblea.
"No todas las tumbas obedecen. Era más fácil robar almas sin juzgar del Inframundo." Dijo Patán. "¿De nuevo admirando a la diosa esa?"
"Esa opción ya no está disponible. Si ponemos un pie en el Inframundo, no la contamos." Se apuró en decir Quicxic, sin dejar de mirar la luna. "¿Qué quieres que haga? Me gusta recordar sus gritos."
"Más va a gritar cuando la acorralemos." Patán miró a la luna y se cruzó de brazos. "La muy maldita no abortó. ¿Qué pasó ahí? Se supone que no debería haber tolerado a la criatura, considerando su carácter."
"¿A mi qué me preguntas? Las mujeres son raras." Quicxic puso las manos en las caderas. "No veas problemas cuando puedes ver una oportunidad."
"A este paso nunca podremos revivir a Hun–Camé." Patán resopló molesto. "¿De qué oportunidades hablas?"
"Que podremos arrancar a la criatura de sus entrañas por la fuerza. Será divertido: solo tenemos que asegurarnos que nunca respire. No debería ser difícil; se lo sujeta del cuello y se lo rompe ni bien salga del vientre."
"Ah, cierto." Reconoció Patán. "Ya tiene que tener un buen tamaño, pero se corre el riesgo que infle los pulmones cuando lo saquemos de aquella matriz. Si eso pasa, se arruinará todo." La deidad se sujetó el puente nasal. "No tendremos mucho tiempo, pero podemos ingeniárnoslas."
"La vida de Hun–Camé depende de eso. Si no lo revivimos, Vucub–Camé y el resto de nuestros hermanos nunca revivirán."
Los Señores de Xibalbá compartieron el silencio durante varios minutos, únicamente interrumpido por las respiraciones del otro o el ruido que producían los movimientos de los esqueletos que les rodeaban. Quicxic resopló.
"Tú le provocarás el aborto."
"¡¿Yo?! ¡Tú eres el padre!"
"Sí, no lo niego, pero me da cosa. ¡Huácala!"
"¡No puedo creerlo!" Patán rió a carcajadas. "¿Ahora me vas a decir que le guardas afecto a ese engendro? Recuerda que lo creaste no para que viviera, sino…"
"… Como ingrediente para poder llevar a cabo el ritual. ¡Lo sé! No le tengo cariño a esa cosa." Quicxic resopló de disgusto. "Las embarazadas me ponen nervioso: hay muchos fluidos involucrados. Eeeew. ¡Qué Ascazo!"
"¡Típico de Ti!" Patán se cruzó de brazos. "Está bien, yo lo hago. Al menos me divertiré más, pues tú tendrás que distraer a sus angelitos."
"Una bomba de narcóticos y listo, será tan fácil como la vez pasada."
"Esperemos." Suspiró Patán. "Entonces, ¿estás seguro de que Artemisa sale del Olimpo mañana?"
"Sí. Aceptó la invitación de una de sus hermanas. La atacaremos en el camino, cuando esté expuesta. Tenemos un plan, hay que atenerse a él."
Patán asintió y chocó puños con su colega. Los dos miraron hacia la luna.
Y sonrieron perversos.
Olimpo, Estancias de Artemisa.
3 de noviembre. 9:30 horas
¡PAH! Drama.
"¡Oooumph!"
Artemisa soltó el pastelillo que estaba por comer y alcanzó a dejarlo a un lado cuando sintió una SEÑORA PATADA en el costado. Perpleja, miró hacia su panza, notando que en su interior el bebé que gestaba parecía estar ensayando nado sincronizado o algo por el estilo. Sonrió con ternura y dejó lo que estaba haciendo unos momentos, para acariciarse el vientre mientras apapachaba a su pequeño con su cosmo. El niño respondió dando otra vuelta olímpica.
"Estás bien activo hoy, hijito. ¡Ten cuidado con mis riñones!" Le susurró en voz baja y quedita. El pequeño se dio otra vuelta de carnero y se acomodó, rebosando de tierna travesura, aunque no parecía querer sosegarse. "Estás de buen humor hoy, ¿no?"
La diosa suspiró enternecida, dándose una gran caricia en la panza, antes de volver a darle una mordida a su olvidado pastel y regresar su atención a su mochila. Esa tarde partía con sus ángeles al Santuario de Athena, por expresa invitación de ella, a pasar unos días en su compañía. Faltaba poco para que su santuario en Éfeso fuera activado por completo, aún tenía que esperar quizás hasta el quince o veinte del mes para poder habitarlo de manera permanente, cosa que ansiaba bastante. Teseo se estaba encargando de todo y haciendo un muy buen trabajo. Desde que había decidido conservar a su hijo, su estadía en el Olimpo se había tornado muy amarga. Por esto no estaba teniendo un embarazo tranquilo, pues así como había dioses que la apoyaban, también los había quienes no. Había intentado por todos los medios que eso no la afectase tanto, pero al final no era de piedra.
¿Cuál era el gusto por hacerla sentir culpable de querer conservar a su pequeño? ¿O de achacarle a ella la culpa de lo que había pasado? No lo comprendía y lidiar con eso la agotaba sobremanera. A ella y a su hijito.
Quizás el motivo de la alegría del pequeño era justamente porque salían del Olimpo unos días. Parecía percibir y disfrutar mucho cuando su mami salía de excursión con sus ángeles. No digamos que los últimos meses Artemisa había pasado mucho tiempo en el Olimpo, había salido a cada oportunidad que tenía. Ya fuese que fuera a perderse a algún bosque, o a ver a sus hermanas o tías (incluso pasando unas semanas en Eleusis con Démeter). La diosa de la caza había intentado por todos los medios pasar la menor cantidad de tiempo en sus estancias olímpicas en lo que esperaba que su santuario en Éfeso estuviera plenamente habitable. Notaba como su hijito pasaba en un constante estado de tensión cuando estaban en la morada de los dioses, y Artemisa se daba cuenta como la cercanía de Apolo y de Zeus lo ponía histérico de miedo. A veces se quedaba tan quieto cuando alguno estaba cerca, que hasta parecía que no existía, y luego costaba mucho calmarlo.
Hoy estaba contento por lo visto, y las traviesas vueltas que daba eran la mejor prueba.
"Cuando estemos en Atenas podrías aprovechar de subir de peso, ¿No te parece, hijito?"
"¿Hablando de nuevo con el minion?" Preguntó de pronto Touma, entrando a la presencia de la diosa. Artemisa se giró sobre sus talones, a tiempo para verlo haciendo una simpática, coqueta e irreverente venia. El ángel caminó hasta ella y se apoyó en un mueble cercano con bastante descaro. Sacó una naranja a medio pelar de entre sus ropas, y continuó quitándole la cáscara.
"Sí." Reconoció la diosa algo cohibida, haciendo una pausa en lo que estaba haciendo. "Está tranquilo, creo que sabe que hoy salimos del Olimpo."
Touma asintió con la cabeza y sonrió tranquilo, antes de pasear su mirada por todo el cuarto, buscando puntos peligrosos. Desde mayo que no dejaba de hacer eso, ni él ni los demás. En el instante en que Artemisa les dijo que no se sentía segura ni en sus propias estancias, los tres se tomaron a pecho mantenerla más segura que nunca. Touma botó las cáscaras en un papelero cercano, antes de mirar hacia la mochila en la que la diosa había puesto su equipaje.
"¿En serio necesitas tanta ropa? Es solo una semana."
"Nunca se sabe Touma."
"Se ve demasiado pesada. Tengo espacio en mi mochila. ¿Quieres que te lleve algunas cosas?"
"¡¿Me subestimas, mortal?!" Preguntó Artemisa con las manos en las caderas. Touma negó con la cabeza.
"¡Ya te enojaste! Y no, no te subestimo… Con esa panza no estás tan ágil como crees."
"Hmpf. Vas a ver como puedo." Artemisa se inclinó hacia la mochila e intentó echársela al hombro, pero… desistió al cabo de cuatro intentos. Estaba pesada y puede que Touma tuviese razón sobre su agilidad. "Es cosa de acomodar la carga, ya verás." Gruñó cruzándose de brazos. Touma resopló burlón a medida que se echaba un gajo a la boca, pero no le dijo nada; luego se las ingeniaría para trasvasijar peso a su mochila antes de empezar el viaje.
Y eso que todavía no estaba tan gorda.
"¿Sabes cómo le ha ido a Teseo con lo de mi santuario?" Le preguntó Artemisa en voz bajita, mientras le echaba un ojo a la naranja. Touma asintió mientras comía algunos gajos.
"Todo parece ir bien, no han surgido nuevos contratiempos. Dudo que tengamos otro retraso." El ángel se metió otro gajo a la boca. "¿Ves algo que te gusta, Artemisa?" Le preguntó con picardía.
Artemisa se ruborizó y desvió la mirada, de regreso a su mochila, aunque sin verla. Touma llevaba varios días irritándola de ese modo, o sacándola de quicio, como si eso fuera muy divertido, pero del mismo modo, como que no podía enojarse por mucho rato con él. El ángel parecía estar haciendo eso a propósito. Lo miró por el rabillo del ojo, acariciando su panza. ¡Qué extraña situación con Touma! Como que se había puesto más confianzudo con ella, aunque sin perder ni un ápice de respeto. Conocía su lugar, pero constantemente la estaba provocando, a veces la hacía rabiar a propósito solo para verla así, logrando que la diosa quisiera vaporizarlo del coraje, pero en seguida hacía algo que la desconcertaba y derretía. La interacción que alcanzaban ambos era tan íntima y tierna, que muchas veces Artemisa creyó que Touma le diría lo que anhelaba escuchar. Su ángel seguía desbocándole el corazón, protegiéndola con devoción, pero sin cruzar la raya.
"Mortal Insolente, ¡Por Esto Debería Vaporizarte!"
"Pero no veo que lo hagas. ¿Quién te haría rabiar si me eliminas, mujer?" Retrucó Touma poniendo un gajo en los labios de la diosa. Artemisa no dudó en comerlo.
"¡Me buscaría a alguien! Sabes que sí." Le dijo inflando las mejillas. La diosa miró en todas direcciones, como asegurándose que no había nadie. "¿Por qué eres así conmigo?"
"¿Así como?"
Artemisa no supo qué responderle. Creyó que con la espera de su niño Touma se alejaría y que ella sentiría como su corazón se purgaba de los efectos que le producía el ángel, pero ocurrió todo lo contrario. En vez de que el pequeño los distanciase, inconscientemente se habían acercado cada vez más, produciendo una fuerte incomodidad en los corazones de ambos. Hasta antes de su embarazo, Artemisa creía que quería mucho a Touma, pero luego de su rapto y a medida que se hacía la idea que sería mamá, descubrió que no solo lo quería mucho, sino que estaba enamorada sin remedio ni vuelta atrás. ¡Y era correspondida!, pero Touma nunca haría nada al respecto: un mortal no tenía nada que hacer con una diosa. La adoración que sentía por ella se limitaría a la devoción que le profesaba, nunca cruzaría la línea de lo correcto…
¡CLARO QUE ESO NO LE IMPEDÍA HACERLA RABIAR CON SUS INSOLENCIAS! Ni con las confianzas que se tomaba, ni la divertida complicidad que habían adquirido. Artemisa infló los cachetes: sin darse cuenta, Touma se había convertido en su principal apoyo en aquellos meses, y gracias a él hasta había logrado tener cierto grado de normalidad. Y pese a su embarazo, le coqueteaba, la hacía sentir bella y querida, como si su estado no fuese un impedimento para que la adorasen. Había momentos en que se sentía deforme, pero Touma era el primero en adorarla y subirle el ánimo… pero aún no se permitía corresponder sus sentimientos.
"Diosa enojona." Le dijo de pronto, dándole un tierno pellizco en la nariz. ¡Argh! Por menos había fulminado mortales que ella misma creyó amar. ¿Por qué no podía hacerlo con Touma? ¿Qué tenía de diferente? "Te dejé sin palabras, no puedo creerlo." Dijo coqueto.
"Mortal insolente. Me haces creer que me quieres con esa coquetería tuya. ¿Por qué lo haces si… me dejas a medias, ansiando que…?"
"Pero si te quiero, Artemisa." Se apresuró a interrumpir. "Te adoro con mi alma entera, piel y huesos."
"Pero menosprecias lo que siento por ti."
"Oh no. Lo celebro: un simple mortal como yo tiene el favor de una diosa como tú. Ten, come un gajo." Touma le dio otro trozo de la fruta. Casualmente bajó la misma mano y la puso sobre el vientre. "¿Cómo te has sentido hoy? ¿Muchas patadas?"
"Bien." Artemisa apenas pudo masticar el trozo de fruta. "Anoche pude descansar luego que me diste la lechecita…"
"Estabas bien inquieta…"
"Sí… había algo que me puso nerviosa, no sé… se sentía como una mirada incómoda." Artemisa bajó la mirada, quizás para ocultar el ruborcillo que sintió en sus mejillas. "Gracias por ayudar a calmar mis nervios… Creo que le pones sedantes a la leche con canela que preparas."
"Naaah, para nada. Solo lo hago con amor." Touma carraspeó rápidamente para tapar su desliz. "¿Y el minion como pasó la noche?"
"Tienes un efecto calmante en los dos, Touma." Le dijo Artemisa, acariciando su panza, y de paso los dedos del pelirrojo. La diosa tenía que reconocer que, si bien su hijo solía calmarse mucho cuando sus ángeles estaban cerca, era la presencia de Touma la que lo ponía feliz. "Estuvo bien mimoso, creo que pudo dormir tranquilo." Artemisa se miró la panza y suspiró. "Sigo preocupada: lo noto bajo peso."
"Aaah, eso lo sabría a ciencia cierta si viera a un médico y no se peleara con todos ellos." Le reclamó Touma muy grave. "Tres galenos, señorita, y a los tres los mandó por un tubo."
"¡Charlatanes! Se Creían Que Saben Más Que Yo." Se defendió Artemisa cruzándose de brazos. Comenzaba a detectar que cuando Touma la regañaba, solía ser más formal para su trato con ella. Nunca la tuteaba cuando le decía algo grave. ¡Mortal Insolente!
"¡Usted tiene toda la razón del mundo! Pero de todos modos necesita la atención médica. No podrá atender su propio parto. ¿O planea desdoblarse cuando lleguen las contracciones? No va a poder ni pensar bien del dolor." Touma se comió otro gajo y le dio el último a Artemisa. "Ninguno de los tres sabe atender partos, conste. ¡Acabaremos en un hospital, en bomberos o en la policía! Lo que nos encontremos primero." Al ver a la diosa comer con un mohín taimado, se compadeció: le tomó la mano y la acarició. "¿Quieres que te acompañe a ver al próximo doctor? Marín me dice que el cuñado de Alisa es un profesional estupendo y está acostumbrado a los casos raros."
A la diosa se le iluminaron los ojos ni bien Touma le hizo esa sugerencia. El que se ofreciera a acompañarla era un secreto anhelo que tenía; sentía que su ángel merecía ir con ella, tomar ese papel y sabía, le constaba, que Touma también quería tal cosa. Si no lo había hecho antes se debía a que la oportunidad no se había dado. La sonrisa que puso la diosa logró que el corazón del Touma diera algunos latidos extras que se sintieron muy bonito. Artemisa le tomó las manos.
"¿Hablas en serio, Touma? ¿Me acompañarías?" Le preguntó casi con ingenuidad. "¿No te da vergüenza?"
"¿Por qué me daría…?"
De súbito, el bebé comenzó a dar vueltas inquietas, mientras su pequeña presencia se llenaba de angustia. Era como si quisiera esconderse y no tuviera donde, como si no quisiera que lo vieran ni nada: estaba asustado. Por fin se quedó quieto en una pose fija y hasta bajó su presencia, escondiéndose. La diosa se alteró un poco y encendió su cosmo, tratando de convencer a su niño que estaba seguro. Touma no dudó en poner sus manos sobre la panza de Artemisa, quien puso las suyas encima, como queriendo evitar que las sacara.
"Calma, hijito, no pasa nada… ¡Estás a salvo!" Decía Artemisa, pero el pequeño hasta parecía temblar de miedo.
"Oye minion." Le dijo Touma, encendiendo su cosmo y haciendo notoria su presencia. "No pasa nada… ¿qué no ves que te cuidamos?"
"Errr… ¿señorita Artemisa?" Preguntó Odiseo por la cosmonet. "El señor Apolo se encuentra en el recibidor. Quiere hablar con usted: dice que lo mandó a llamar hace un rato."
"Aaaargh, ¡Ya me temía que se dejara caer!" Protestó Artemisa entre dientes, aunque dejó escapar al mismo tiempo un poco de melancolía. Extrañaba a su mellizo y la relación que habían perdido. ¡Como le hubiera gustado tener su apoyo! "Touma, tengo que hablar con Apolo, no puedo evitarlo, pero no quisiera estar sola…"
"Vamos, mientras antes mejor." Le dijo decidido y grave. Bajó la mirada y acarició la panza con especial cariño. "Y tú no te preocupes, estarás a salvo." Le aseguró.
Artemisa apretó los dientes. Asintió segura.
Mejor bajaba a ver qué quería su hermano.
Ciudad de Atenas.
Esa tarde. 3 de noviembre. 16:44 horas
Los cuatro se veían muy casuales y parecían un grupo de mochileros como cualquier otro que pasaba por las calles de Atenas. Por el frío estaban abrigados, por debajo de sus abrigos usaban sus armaduras. Artemisa, al igual que ellos, se confundía como una muchacha más. Estaba usando unas calzas negras gruesas, un sweater maternal color verde oscuro que le llegaba un poco más debajo de las caderas y un abrigo negro de aspecto liviano y versátil, cuyas telas para alta montaña lo hacían muy cómodo para abrigarse. Por donde se los viese, eran un grupo más.
Teseo estaba de muy mal humor. Miraba con ojo crítico la calle, con las manos en las caderas y una actitud que no lo hacía amigable en lo más mínimo. Odiseo y Touma estaban en las mismas. Los tres no se perdían detalle de todo el contexto: estaban en una calle que había sido convertida en un paseo peatonal. Había varias tiendas de recuerdos y otros negocios a cada lado, y bastante gente se paseaba curioseando entre los escaparates, entre los distintos cafés, o simplemente de pasada. Era un lugar tranquilo y entretenido por lo visto… pero algo les daba mala espina.
Sin mencionar que estaban nerviosos. Tanto, que cualquier cosa fuera de lugar haría que iniciaran una pelea. Querían llegar lo antes posible al Santuario de Athena, pero NOOOOOO… justo le daban ganas a la diosa de comer helado de limón y menta, solo porque pasaron cerca de una heladería y se le antojó, y como los tres eran una tropa de calzonazos, no tuvieron corazón para decirle que no. ¡¿Quién toma helados en invierno?! Sobre todo en un día tan frío como aquel. Pero al mismo tiempo, ¿Quiénes eran ellos para negarle un capricho a una embarazada? Nadie. Algo en el ambiente los tenía como resortes ajustados y no querían ignorar esa sensación. Los últimos meses habían sido muy tensos para ellos: el que su diosa ya no estuviera segura en el Olimpo (porque no lo estaba), les disparó el instinto de protección a niveles notables.
"Creo que vi a Aldebarán de Tauro cerca. Iba con ese mastodonte suyo que osa llamar su mascota." Anunció Odiseo. "Quizás eso nos tiene nerviosos."
"Habla por ti, Odiseo, yo no estoy nervioso." Gruñó Touma, de pie junto a Artemisa, tratando de no dejar pasar ningún detalle.
"Sugiero que sigamos caminando, no me gusta este sitio." Dijo Teseo.
Artemisa terminó de comer su helado. Estaba sentada en una banquita y hasta se la veía inocente. Hizo un puchero: entendía bien que sus ángeles querían protegerla, los tres estaban muy aprensivos, y se sintió algo culpable por haber pedido que se detuvieran unos momentos para poder tomarse un helado. Se limpió la boca y carraspeó.
"Ya terminé aquí. ¡Discúlpenme! Pero el helado se veía irresistible."
"¿Al menos estaba bueno?" Preguntó Odiseo con una sonrisa sincera.
"¡Valió la pena! Ese helado estaba de sueño." Artemisa se puso de pie, siendo ayudaba por Touma. La diosa se sujetó del brazo del ángel. "Andando, así nos bajamos los nervios todos y Athena ya debe estar preguntándose donde estamos."
Algo más aliviados, pero sin dejar los nervios, reanudaron la marcha a paso constante, aunque no todo lo veloz que hubieran querido. Teseo, disimuladamente, le indicó a Odiseo que mirase en dirección de la diosa, quien había apoyado su cabeza en el hombro de Touma mientras caminaban, cosa que los entusiasmó bastante, pero ni a celebrar alcanzaron cuando…
¡WAAAAAAM, BOOM, BOOOOM!
Alcanzaron a saltar más que a tiempo. Teseo tuvo reflejos de gato cuando pateó lejos un cráneo que cayó a los pies del grupo, que pretendía intoxicarlos quizás la misma droga con la que los sorprendieran meses antes. Odiseo y Touma, cargando a Artemisa en brazos, se alejaban lo más posible.
"¡NO DEJEN QUE ESCAPEN!"
Quicxic y Patán aparecieron al medio de la calle. Varias decenas de esqueletos se dejaron caer de los edificios y pronto los rodearon. La gente que a esas horas se paseaba tan tranquila por esa calle, entre turistas y atenienses, echaron a correr, en medio de los gritos de rigor. Los tres ángeles elevaron sus cosmos, aunque los Señores de Xibalbá solo rieron cuando les cortaron el paso: sacaron sus mazas y les fijaron la mirada.
"Miren lo que tenemos por aquí… Ricitos de Oro y sus tres angelitos." Se burló Quicxic, guiñándole un ojo a la diosa, a quien habían dejado sobre sus pies. Touma se tronó los nudillos. "¿Me extrañaste, conejita?" Una flecha surcó el aire y se le clavó justo por encima del corazón, sin afectar ningún punto vital. "¡ARGH!"
"¡Desaparece de mi Presencia!"
Artemisa disparó otra flecha, al tiempo que Odiseo y Teseo se lanzaban al ataque. Quicxic se arrancó el dardo con una sonrisa peligrosa y lo tiró al suelo: Artemisa le tenía miedo, podía olerlo, y eso afectó su puntería pero, lejos de concentrarse en ella, optó por enfrentar a los ángeles que le atacaban. Blandió su mazo por encima de su cabeza para quitarse a los dos que le caían encima, pero ambos le esquivaron. Teseo saltó sobre el mazo y lo atacó de frente, con varios golpes de energía. Quicxic sabía que debía ser cuidadoso con el uso de su cosmos, seguramente los ángeles ya conocían su punto débil, pero era cosa que se diera suficiente maña para hacerlos retroceder. Era un dios después de todo.
"¡VAS A PAGAR, MONSTRUO!"
"¡No es mi culpa que no puedan proteger a su diosa, cucarachas!"
"¡AAARGH!"
Odiseo se centró en Patán, quien enfiló derecho hacia donde estaba Artemisa, con intenciones peligrosas. Detuvo su carrera en seco y se encontró de lleno con un ángel muy decidido a no dejarlo pasar. Al igual que Quicxic, también se sentía muy cauteloso de no usar su cosmo a menos que fuera necesario, pero aun con todo tenía fuerza más que suficiente para hacerlo morder el polvo.
"¡Fuera de mi camino, Insecto!"
"¡NI UN PASO MÁS!"
Artemisa volvió a lanzar una de sus flechas, pero apenas rozó el hombro de Patán. La diosa estaba enfurecida con la presencia de estas dos deidades, pero al mismo tiempo estaba al borde de un ataque de pánico. Creyó que nunca más los vería de nuevo. Touma, entre que se deshacía de los esqueletos que les caían encima con el claro objetivo de atacarlos, intentaba hacer que Artemisa retrocediera, pero se le estaba haciendo difícil hacerla caminar para sacarla de ahí. Al menos la diosa tenía su cosmo encendido, de manera tal que alrededor suyo había una suerte de burbuja que mantenía a los esqueletos a raya, aunque no era infalible, por el susto que tenía.
"¡Por todo el maldito Olimpo, Artemisa! ¡Corre!" Le gruñó tras destruir un par de esqueletos que se le habían acercado mucho. "Vamos, no te quedes aquí. ¡Huye Mientras Puedes!"
"Ya voy, ya voy…" Artemisa lanzó otra flecha. La diosa se sujetó de los brazos de Touma. "¡NO soy una cobarde!"
"Por supuesto que NO lo eres." Touma la sujetó por la barbilla y se la quedó viendo. "No tienes que probar nada, ¡Andando!"
Con toda la firme delicadeza que podía, Touma insistió en tratar de sacar a la diosa de allí. La instó a alejarse y lentamente comenzó a guiarla lejos, pero no habían dado sino unos pasos cuando Artemisa se detuvo de golpe sin habérselo propuesto, sujetándose el vientre con una mano: de pronto no se sentía bien. La temperatura corporal le había bajado varios grados, cosa de la que Touma se percató casi en seguida. Pese al malestar y susto, la diosa se mostró muy enojada.
Ni modo, a caminar más rápido. No tenían tiempo que perder. Tras deshacerse de algunos esqueletos, el pelirrojo la instó a caminar lo más veloz que pudieran, pero solo avanzaron unos cuantos metros. El rostro de la diosa se contrajo de dolor y se dobló un poco sobre sí misma. En ningún momento se quejó.
"Más lento por favor…" Gruñó entre dientes.
"¿Artemisa?"
El cosmo de la diosa dio dos chispazos erráticos y se apagó, casi provocando que le fallaran las piernas. Se tuvo que sujetar de Touma, quien apenas alcanzó a sostenerla. Entre los gritos de la calle se confundieron los jadeos que Artemisa.
"Algo anda muy mal." Dijo apenas en un susurro, muy pálida.
Touma levantó a Artemisa en brazos y se dispuso a salir corriendo de allí con ella a cuestas, pero la caída estrepitosa de Odiseo y de Teseo no lejos le hicieron cambiar de idea y dirección en el acto, arriesgando cruzar la calle.
"¡¿PARA DÓNDE VAN?!"
Se arrepintió en ese minuto. Patán les cortó el camino y no perdió tiempo en levantar su maza en alto. Touma frenó sobre sus pies y giró sobre sus talones: no alcanzaba a hacer otra cosa que proteger a Artemisa con su propio cuerpo. Llena de miedo y dolor, la diosa se aferró a su pelirrojo querido. ¡Tan típico de sagitarios esto de exponerse de ese modo!
"¡GRAN CUERNO!"
"¡AAAAAARGH!"
El inesperado ataque de Aldebarán de Tauro barrió con Patán una buena cantidad de metros, y le dio tiempo a los ángeles para levantarse y reanudar el ataque. El ajawab no vio ni venir el golpe. Del mismo modo, varios de los esqueletos que estaban en el camino de la técnica de Tauro pasaron a mejor vida. Teseo volvió a centrarse en Quicxic y no dudó en caerle con todos los golpes que conocía, logrando incluso que la deidad encendiera su cosmo con agresividad. Odiseo por su parte cargó contra Patán. Todo por alejarlo de su señora y darle tiempo a Touma para que la sacara de ahí.
"¡TERMINA CON ESTO, PATÁN! NO TENEMOS TIEMPO."
"¡NO TE VEO HACIENDO MUCHO, QUICXIC!"
"Ya tendrás tiempo cuando TE ANIQUILE." Ladró Odiseo reanudando la pelea.
Alde se detuvo junto a Touma, cubriendo su retirada tras asegurarse que Patán no molestaría en un buen tiempo. El santo de Tauro tenía su armadura puesta y le puso la mano sobre el hombro a medida que corrían. Se le veía consternado, pero muy pendiente.
"¿Están bien los dos?"
"¡Detente, Touma! Por favor." Suplicó la diosa casi a las lágrimas. Touma la dejó sobre sus pies, y tanto él como el dorado la observaron preocupados. La mujer tenía el rostro arrugado en un rictus de dolor que no era fingido o disimulado.
"Estoy bien, Alde." Respondió el ángel en mecánico, más concentrado en la diosa. "¡Señorita Artemisa!" Touma le pasó la mano por la frente. Estaba sudada, de pronto tenía fiebre.
"… no me siento bien."
"Llévala al Santuario, cubriré su huida." Afirmó Alde.
"¡KYAAAAA!"
Tres esqueletos atacaron sin dudar y de la nada, sorprendiéndoles. Dos de ellos encontraron un desafortunado final cuando Touma y Alde dieron cuenta de ellos de un puñetazo y un coscorrón. El tercero… pues su fin fue bastante poco digno. Se suponía que un guerrero debió haber acabado con él, pero… el cráneo del esqueleto fue reventado por el certero golpe de un bate de béisbol, y reducido a astillas en segundos y con bastante destreza. El santo, el ángel y la diosa dieron un respingo. La dueña del bate lo apoyó en el suelo y puso una mano sobre su cadera.
Miraba con cara de muy pocos amigos al enorme dorado.
"¡Vuelve A Encerrarme En Mi Consulta, Aldebarán, Y Vas A Ver Cómo Te Va!"
"¡Te Dije Que Te Quedaras Dentro, Socorro!" Reclamó Alde sin que le diera hipo.
"¡Dije Que No Te Haría Caso!" Gruñó al tiempo que levantaba el bate y daba un soberbio golpe a otro esqueleto. "¡Blanquita sí se quedó en la consulta!"
"Aaaaaaaargh." Artemisa se llevó la mano a la boca y la otra al abdomen. Casi se le doblaron las rodillas. Touma la sujetó. "¡Esto no es normal!"
"Vamos señorita, tenemos que sacarla de aquí."
"No… no puedo moverme…"
"Vamos a mi consulta, estamos a unos metros."
Alde levantó su cosmo y se trenzó a golpes con una Calavera que los embestía peligrosamente. Touma tuvo que dejar un instante a la diosa para hacerse cargo de los esqueletos que seguían cercándolos. Artemisa en cambio cayó de rodillas, doblegada por el dolor, pero cuando intentó ponerse de pie, incluso con ayuda, sintió como si las articulaciones se le hubieran trabado, dejándole muy poco rango de movimientos. Intentó balancearse con los brazos, incluso aceptando la ayuda de la chica del bate, pero no pudo levantarse.
"Calma, con calma. Vamos a hacer esto entre las dos. ¿Está conmigo?"
"Siento las piernas entumidas…" Artemisa miró a Socorro a la cara e hizo un puchero. No fue necesario que dijera que tenía miedo. "Algo ocurre, no es normal."
"¿Qué siente?"
"Siento… ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARGH!" Artemisa se dobló sobre sí misma, sujetada por Socorro, casi sin aire a causa de la repentina contracción.
Porque era una contracción. Sin lugar a dudas.
Esto llenó de pánico a Artemisa.
"¿Cuántas semanas tienes?" Preguntó Socorro acongojada. ¡Era veterinaria! No matrona, pero si lo que infería se acercaba a la realidad… "Míreme a la cara y respire suavecito. Inhale y exhale, está segura. ¿Cuántas semanas dijo que tiene?"
"Veintiséis semanas y dos días… no sé cuántas horas" Respondió Artemisa entre pucheros. Lo que había sentido era una contracción de las fuertes. ¡Era demasiado pronto!
"¿Es niño o niña?" Le preguntó Socorro, quizás con el afán de distraerla. Miró rápidamente hacia el combate: Aldebarán se había adentrado bastante y se entretenía acabando con esqueletos, calaveras y controlando que los daños no fueran muchos. El pelirrojo se lucía evitando que se acercaran los esqueletos, y los otros dos daban lo mejor de sí para mantener a raya a esas criaturas.
A Socorro se le helaba la sangre cuando los veía.
"Es un niño…" Artemisa tomó una buena bocanada de aire e intentó levantarse de nuevo, en vano. "Se llama Janus."
"Ese es un nombre precioso. No como el mío." Le dijo Socorro, con inusual gentileza. "Haremos esto. Sé que duele, que es difícil y que las dos estamos abrumadas, pero podemos hacerlo juntas: la voy a ayudar, pero necesito que ponga de su parte…"
"… tengo miedo…" Reconoció Artemisa avergonzada. Socorro tragó saliva.
"Yo también, pero podemos hacerlo de todas maneras. ¡Ya verás que sí! A la cuenta de tres nos ponemos de pie. Uno… dos…"
BAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAANG
La explosión de cosmo de Quicxic no solo lanzó a Teseo contra un edificio, sino que provocó que Artemisa sufriera otra fuerte contracción terrorífica, que echó por tierra cualquier plan para ponerla de pie y salir de allí. La sorpresa y el susto la hicieron pegar un grito de dolor y que se sujetara el vientre con las dos manos. La diosa intentó encender su cosmo, pero no pudo.
"No…"
Socorro iba a decir algo para darle ánimos, pero vio en ese instante como Quicxic cargaba contra ellas. Touma se les puso por delante como una barrera, dispuesto a detenerlo, pero fue Aldebarán quien nuevamente le lanzó su técnica encima, desviando su ataque y carga. El dorado, en vista que ya casi ni quedaban esqueletos, se concentró en la deidad. Touma en cambio giró sobre sus talones, y se agachó junto a Artemisa.
"¡Artemisa!" Exclamó con los ojos llenos de preocupación. Touma le acarició el rostro. "Mantén la calma…"
"No siento las caderas…" En ese momento tuvo otra contracción más, tan feroz como las anteriores, que le arrancó un nuevo grito. Por encima del ruido pudieron oír a Quicxic urgiendo a Patán para que atacara a Artemisa, pero ciertamente eso no fue lo que los preocupó. "Aaaaargh…" Entre jadeos y ojos llenos de pánico, Artemisa se fijó en su entrepierna… en cómo las calzas que usaba se humedecían demasiado rápido. "… rompí fuente."
Ahora se puso a llorar. ¡NO! ¡Su niño era demasiado pequeño para nacer! Era muy pronto y todo estaba pasando muy rápido. ¡No era natural! Trató de mantener la calma, pero cuando aparte del líquido amniótico comenzó a fluir otro tipo de líquido… se llevó la mano al área… sintió sangre…
"Esto no es bueno." Dijo Socorro, quien por inercia se puso muy seria. Miró a Touma con decisión. "Muchacho: Nos llevamos a esta mamá a mi consulta aunque tengamos que arrancar el pavimento con ella. ¿Nos apañas?" La chica se volvió a Artemisa. "Allí al menos estará…"
"AAAAAAAARGH." Artemisa se dobló sobre sí misma al sentir una nueva contracción, incluso más fuerte que la anterior. Si bien sentía las piernas y brazos entumecidas de frío, de pronto su abdomen hervía con saña. La hemorragia se hizo más abundante y evidente. Por instantes se les cruzó la idea de al menos bajarle las calzas hasta las rodillas para ver qué pasaba, pero no reaccionaron. Artemisa comenzó a resoplar, mientras trataba de sujetarse de donde podía. "¡Esto no es normal! Es muy pronto y va muy rápido. ¡Janus no puede nacer todavía! Ni siquiera tengo treinta semAAAAAAAAAAAARGH."
Socorro sacudió la cabeza con más decisión que nunca. Todo indicaba que sí o sí habría un parto de urgencia y muy complicado justo en ese momento. Touma se desentendió del combate, de pronto solo tuvo ojos para la diosa. Apoyó su frente sobre la de ella y acarició sus mejillas, sin dejar de verla a la cara. Artemisa estaba muerta del miedo, pero al sentir la mirada de su ángel se calmó un poco.
"Artemisa… Van a estar bien los dos. Respiremos juntos, creo… creo que no podemos evitar esto."
"Tengo miedo… es muy inmaduro. ¡No quiero que sufra!"
"Inhalamos… y exhalamos… vamos, juntos ahora. Inhalamos…"
"¡AAAAAAAARGH!"
Socorro, al ver como aumentaba la hemorragia tuvo un segundo de pánico antes de reaccionar. Cierto, era veterinaria y los únicos partos que había atendido eran los de mascotas, pero algo de sentido común podía aplicar. Estaba por levantar el sweater y bajar las calzas de la diosa para ver cómo iba el progreso (que por cierto, era sobrenaturalmente rápido), cuando Odiseo cayó no lejos de ellos. Artemisa tuvo otra terrorífica contracción y Patán se les vino encima, con la maza en alto, dispuesto a aplastar al pequeño que había decidido nacer mucho antes de tiempo.
"¡MUERE ENGENDRO!"
"¡AAAAAAAAAAAAAAAAAARGH!"
El abdomen de Artemisa se encendió como una luz tan enceguecedora que hasta Patán tuvo que detenerse y cerrar los ojos un momento. Sin embargo el señor de Xibalbá no cesó mucho tiempo su ataque, y se abalanzó sobre el grupo con más ahínco en cuanto pudo. Touma se echó encima de Artemisa, cubriéndola con su cuerpo, esperando el inminente golpe que más que seguro le destrozaría la columna.
¡CLAAAAAAAAAAAANG!
Se escuchó un golpe metálico y hasta saltaron chispas. La maza de Patán fue detenida por una gladius, y prontamente recibió una patada en el abdomen que lo empujó lejos de su objetivo. Mientras tanto, Artemisa colapsó sobre sí misma, dejándose caer sobre su espalda, agotada y en shock, apenas siendo capaz de respirar con debilidad. Touma alcanzó a sostenerla con las justas: su bella luna cayó peso muerto, por completo decaída.
"¡Misi!"
¡Momento!
¡¿De DÓNDE salió esa gladius?!
"¡ALÉJATE DE MI MADRE!" No fue una orden vocal, sino un grito que pareció gritarse con el cosmo, pero no por ello carente de autoridad.
Socorro, tras parpadear repetidamente, vio a un muchacho, que estaba de pie entre ellos y la deidad que los había atacado. Aparentaba unos dieciséis años y llevaba puesta una armadura con claras influencias aztecas y a espartanas. Desde su posición sólo podía ver la espalda del chiquillo, y que tenía el cabello azabache y largo, pero no podía ver que los ojos del muchacho, fieros y bien verdes, eran iguales a los de su madre. Tenía el rostro cubierto con pintura ritual y en la cabeza lucía un tocado de plumas azabache con las puntas verdes y rojas. En la mano derecha tenía la gladius con la que había detenido a Patán, y en la izquierda un puñal de hoja curva.
Patán le miró horrorizado. ¡El dios mestizo había nacido! ¡Habían perdido su oportunidad! ¡NO LE PERMITIRÍA VIVIR!
"MUERE, ABERRACIÓN."
Se lanzó con todo hacia el muchacho y con horror vieron como éste salía a su encuentro. Patán blandió su maza en el aire, pero su contrincante, espeluznantemente más ágil, lo esquivó agachándose y valiéndose del puñal curvo, le rasgó el abdomen. La sorpresa hizo que Patán bajara la guardia unos instantes antes de tomarle el peso al asunto: el muchacho iba demasiado en serio. Intentó lanzar sus propias estocadas, pero el chiquillo inflamó su cosmo como si este fuera un huracán desbocado, atacándole con una técnica que lo obligó a encender el suyo y revelar su punto débil. Estupefacto, Patán intentó lanzar un golpe de energía, pero el dios mestizo contraatacó sin darle cuartel, y lanzando estocadas con ambas manos sin pausa, se lo impidió. No fue una sola vez, sino varias. Y de nuevo y de nuevo, hasta que tuvo a Patán contra el suelo mientras le clavaba la gladius y el puñal en el corazón y torso, donde cayesen las puñaladas la verdad, en repetidas veces, sin que el ajawab pudiera defenderse. Un nuevo golpe de energía selló su destino y Patán… con no menos de treinta heridas, expiró y se vaporizó.
Quicxic, horrorizado, detuvo su pelea con Teseo y no dudó en huir, dejando aquella calle tan rápido como había llegado. Aldebarán observaba impactado, mientras ayudaba a Teseo a levantarse. Odiseo, sujetando su brazo, rengueó hacia el muchacho. Touma no dejaba de verlo, quizás orgulloso, pero ávido de contacto. Artemisa, a estas alturas, estaba inconsciente en sus brazos.
"¿Principito?" Le llamó Odiseo.
El muchacho se volteó hacia Odiseo. Estaba cubierto de sangre y sus ojos de pronto se llenaron de miedo. Hizo un puchero y comenzó a hiperventilar. Al dar un paso cayó de bruces como si no supiera caminar, lo cual era por completo ilógico, pues hasta hacía unos instantes había estado guerreando bastante bien. Odiseo se apresuró en correr a él para ayudarlo, pero…
… un golpe de energía se dejó caer justo al medio y el ángel tuvo que detenerse de golpe. Dos guerreros de Apolo (llamados apolíneos), saltaron al suelo y rápidamente atacaron al dios recién nacido.
"¡MÁTENLO!"
"¡QUE NO ESCAPE!"
"¡NO!"
Teseo, quien estaba con Aldebarán, lanzó un ataque de cosmo que desvió el ataque de los apolíneos, quienes no se esperaban el golpe. Esto le dio tiempo al muchacho para huir despavorido sin destino conocido, pero perseguido por uno de los guerreros de Apolo. Odiseo no perdió tiempo y salió tras ellos. El segundo apolíneo no pudo ir en apoyo de su colega, pues Alde alcanzó a sujetarlo por el pescuezo.
"¡¿Han Perdido la razón?! ¡¿Cómo Se les Ocurre Atacar a un Recién Nacido?!" Bramó el toro dándole una buena sacudida al sujeto.
"¡El Señor Apolo Lo Quiere Muerto!" Exclamó el sujeto desafiante, tratando de soltarse.
"¡La Remil Que te P…!"
Teseo se le lanzó encima, le quitó al apolíneo del agarre del santo de Tauro y comenzó a usarlo como pera de box. Aldebarán no hizo nada por detenerlo, sino que optó por ir con Artemisa, a quien intentaban despertar, al mismo tiempo que enviaba un informe al Santuario…
… ¡Esto no auguraba nada bueno!
Continuará.
Por
Misao–CG.
Próximo Capítulo: ¿Dónde Está el Principito?
… Wow. ¿Esos eran sus pies? No sabía que estaba descalzo. Debió haber pensado en sandalias cuando decidió nacer. Movió los dedos, extendiendo y cerrándolos por turnos. Se fijó en sus manos… también tenía dedos, aunque más largos y útiles quizás. Se miró las palmas, trazando con inocente curiosidad las líneas que veía allí, lo mismo sus uñas…
Nota Mental: No me pareció necesario que volviera a hacer referencias a los señores de Xibalbá, PERO… si se confunden, me avisan y hacemos algo. Como se dieron cuenta, hubo un salto temporal bastante pronunciado y entre el fin de la guerra en el Inframundo y este fic, sucedieron muchas cosas de las que ya me ocuparé a su debido tiempo. Espero que esto les haya llamado la atención y… sí, Socorro hizo acto de presencia. Jejejeje, sirve también para indicar que no me he olvidado de ella. Un dato, no la hagan enojar si tiene ese bate a la mano. No es buen negocio: sabe usarlo y no teme hacerlo. Sobre este traumático nacimiento, no sería tan único y fue inspirado por el mismo nacimiento de Huitzilopochtli. Las divinidades que nacen adultas, armadas y listas para repartir pataditas se repiten bastante. Por favor, si detectan algún error tipográfico, de ortografía y redacción, me avisan para que lo pueda reparar. ¡GRACIAS POR LEER!
¿Por qué creías que la tipa llegó a detestarme tanto, Yamid? Y eso que todavía le queda rabia conmigo, la mujer esa es intensa. No, sus penurias todavía no acaban, como bien has podido ver. Al menos Hypnos dejó de causarme insomnio. Hades, por cierto, moría de ganas por encerrar a esos dos en el armario, solo esperaba una excusa. Ese día estaba particularmente impaciente, así que ni modo. ¡GRACIAS POR LEER!
BRÚJULA CULTURAL
Traída a ustedes gracias a Wikipedia o alguna otra página, según corresponda.
Adhuc Stantes: Todavía en pie, lema del Instituto Santa Isabel de Hungría en Jerez de la Frontera (Cádiz, España), de educación.
Primer Cementerio de Atenas: (en griego: Πρώτο Νεκροταφείο Αθηνών) es el cementerio oficial de la ciudad de Atenas (Grecia), y el primero en ser construido en la ciudad. Se abrió en 1837 y pronto se convirtió en un cementerio de lujo para los griegos famosos y extranjeros.
Está situado detrás del Templo de Zeus y el Estadio Panathinaiko, en el centro de Atenas. Se ubica en el extremo superior de la calle Anapafseos (Calle del descanso Eterno). Es un gran espacio verde con pinos y cipreses.
En el cementerio hay tres iglesias. La principal es la iglesia de san Teodoro y también hay una menor dedicada a san Lázaro. La tercera iglesia es católica. También hay lugares separados para los protestantes y los judíos. Entre las tumbas de personajes relevantes del cementerio, destacan las del arqueólogo alemán Heinrich Schliemann (descubridor de la ciudad de Troya), la cantante y política Melina Mercouri o varios primeros ministros del país heleno.
Gladius: término latino utilizado para designar la espada. Hoy en día, la palabra gladio se aplica a la típica espada de la Antigua Roma utilizada por las legiones. Tenía una longitud aproximada de medio metro (aunque se podían hacer a medida del usuario) y una hoja recta y ancha de doble filo. De gladius deriva la palabra gladiador.
