Eresse¡Hola! Después de un tiempo (muuuuuy grande) perdida, vuelvo a con una historia nueva que espero que les guste. Aunque las bases son un poco repetitivas, introduzco ciertos personajes que darán mucho de que hablar y una trama paralela a la verdadera historia de El Señor de los Anillos. Espero que los personajes sean de vuestro agrado ;). El título es provisional hasta encontrar uno mejor. Si lo cambio en el transcurso de la historia, ya saben por qué es.
Y ya, sin más, decir que todos los personajes y lugares pertenecen a J.R.R.Tokien, excepto Istara, Keylawen y todos los que no conozcan.
Gracias y… ¡empecemos!
GWAEW O HÓN NÎN
"Viento de mi corazón"
1. Perdida.
Sintió un fuerte dolor de cabeza y lentamente abrió sus ojos vidriosos. Las lágrimas calientes que habían corrido por su cara para después perderse en algún punto del suelo habían desaparecido, y su pelo sucio se esparcía por la mullida almohada. Instintivamente, entrecerró los ojos al contacto con la luz y levantó una mano cubriéndose la cara. Suspiró. ¿Cómo había llegado hasta allí? No lo sabía. La habitación estaba muy iluminada, y unos arcos blancos con forma de árboles flanqueaban la entrada. La suave brisa matinal mecía lentamente las hojas de colores de los árboles, y un tenue silbido rasgaba el silencio de la sala. Eran las hojas de un libro, que al verse entreabierto, sentía envidia de los árboles moverse. No había nadie, tan solo estaba ella, una extraña en un lugar que no conocía, pero en cambio le parecía tan bello y tranquilo que sentía que podría quedarse toda la eternidad.
Con un suspiro se incorporó hasta quedar sentada sobre el cómodo colchón y observó a su alrededor, visiblemente sorprendida. De pronto, la puerta blanca se fue abriendo lentamente, y unos finos dedos se asomaron primero. Por fin, la muchacha pudo observar a una elegante figura que se aproximaba a ella y la miraba con lentitud.
- Veo que ya habéis despertado. –dijo. Tenía el pelo rubio ondulado por el cual asomaban unas pequeñas orejas puntiagudas, y llevaba un vestido azul que resaltaba su porte elegante.
La recién llegada sonrió amablemente y posó un vaso de agua en la mesilla, que la extranjera bebió con ansia.
- Mi nombre es Keylawen. Soy doncella de la dama Arwen y estoy aquí para serviros.
- Gracias… -titubeó-. No sé donde estoy…
- ¡Oh! Perdonad el descuido. –rió- Estáis en Rivendel, hogar de los elfos. –Keylawen la miró con orgullo y prosiguió:- Sirvo al jefe de todos nosotros, Elrond, y a su hija, la bella Undómiel.
- Ah…-fue lo único que pudo responder. ¿Rivendel?- Mi nombre es… -cerró los ojos concentrándose pero tenía la mente en blanco- Lo siento… no recuerdo… - La elfa parpadeó al no esperarse esa respuesta, pero después sonrió cálidamente.
- No pasa nada. Después de ese golpe en la cabeza cualquiera recordaría algo.
- ¿Golpe¿Qué… ha pasado? –inquirió con el ceño funcido.
- Te encontramos en la orilla del río, al parecer llevabas varios días inconsciente, es algo prodigioso que hayas sobrevivido. Tenías un fuerte golpe en la cabeza y magulladuras por todo el cuerpo. Por suerte te encontramos a tiempo y puedes vivir para contarlo.
De pronto, la muchacha lo recordó. Estaba en medio de una lucha. Había unas criaturas encapuchadas que expulsaban un aliento gélido y montaban en robustos corceles negros que relinchan de odio y furia. Intentó tirar una daga… pero era tarde, porque el jinete negro lanzó una estocada al aire que ella esquivó hábilmente que la hizo perder el equilibrio. Con un grito salvaje de triunfo como quien ha logrado vencer a un duro rival, la criatura alzó su espada y golpeó en la nuca a la muchacha, que cayó inconsciente mientras sus ojos negros cada vez se nublaban más, y más, y más…
- ¿Os encontráis bien? –Añadió la elfa- Parecéis abatida.
- Si, si… es solo que duele recordar… -respondió con los ojos nublados.- No conozco este lugar, y tampoco se quien soy, no recuerdo… nada… -acabó con un susurro.
Keylawen la miró dubitativa. Era tan solo una niña ante sus ojos. Su pelo liso y oscuro caía libremente sobre su cara, y sus grandes ojos marrones parecían cansados. A pesar de ello, se podía adivinar un gran espíritu luchador derrotado tras una dura batalla tras ese escudo de miedo y dolor. Entonces, a la elfa se le iluminaron sus bellos rasgos.
- Ya se un nombre para ti. –dijo convencida y poniéndose en pie. La extranjera la miró con los ojos muy abiertos, y antes de abrir la boca para exclamar, dijo:- Te llamarás Istara.
- ¿Y qué significa? –respondió divertida por primera vez.
- La verdad es que… ¡no lo sé!… -inquirió riendo Keylawen- Se lo oí una vez a una mujer humana que pasó un tiempo en Rivendel.
- Istara… -suspiró- No sé lo que quiere decir, pero me gusta. –sonrió.
- ¡Bien! Ahora, que por cierto es tarde, debes darte un baño. Se celebrará una fiesta en honor a un hobbit, o Mediano, que acaba de despertar, y a mi señor Elrond le gustaría que acudierais. Tiene curiosidad en saber cosas sobre vos. Será esta tarde, así que os recomiendo que os aseéis, os vistáis, comáis algo y deis una vuelta por los jardines más bellos de toda la Tierra Media.
Istara asintió con la cabeza sonriendo. Esa elfa le agradaba. Estaba segura de que podrían ser buenas amigas.
- Ahora iré a por algo para comer. Estoy segura de que tendréis hambre. Avisaré a Elrond de que habéis despertado.
- Gracias. –replicó Istara agradecida.
Recorrió la estancia no sin dificultad. Aunque las heridas habían sanado, aún tenía algunos golpes en el costado que la hacían inclinarse ligeramente hacia un lado. En el fondo había una tina llena de agua tibia. Parecía como si alguien hubiera augurado que despertaría esa misma mañana. Se desprendió de la poca ropa que llevaba puesta y lentamente se cubrió de agua, pensativa.
Se sentía muy agradecida por los tratos que los elfos la habían ofrecido. Pero ella era solo una humana perdida en algún punto de la Tierra Media que no recordaba nada sobre su pasado. Y eso era extraño, aunque algo le decía que algún día no muy lejano lo recordaría todo de alguna manera. Se miró en un pequeño espejo a su derecha. Poco a poco recuperaba el color, aunque siempre había sido muy pálida, y sus grandes ojos marrones cada vez empezaban a coger vitalidad. Se apartó un mechón de la cara y la sumergió, perdiéndose en sus recuerdos como las burbujas de jabón que llegaban a la superficie. Cerró los ojos y suspiró, relajada, y cuando se abrió la puerta aguzó el oído, sabiendo que era su nueva amiga quien traía la comida. Creía no haber visto nunca un elfo, y como pudo comprobar, eran unos seres muy elegantes y amables con suaves fracciones en sus rostros. Keylawen dejó la bandeja en la mesilla y se inclinó junto a Istara, para lavarla el pelo.
- Muchas gracias por todo, Keylawen. –Dijo de pronto Istara-. Por lo poco que llevo consciente, me estás ayudando mucho,… no sabes cuanto.
- Oh. No pasa nada. Además es mi trabajo. De todas maneras… creo que seremos muy buenas amigas. –respondió masajeándola el pelo y echando ciertas sustancias que lo dejaban brillante.
- Yo también lo creo –respondió con una sonrisa.
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Keylawen se dirigió al armario, de donde sacó unos bonitos vestidos y los desparramó por la cama.
- Elige el que prefieras.
- De verdad, da igual… si solo es para pasar el día. –Respondió Istara encogiéndose de hombros con un gesto divertido- No se por qué le das tanta importancia.
- El señor Elrond y Gandalf el Gris están aquí y desean verte. ¿No querrás que te vean desarreglada? –acto seguido, la elfa se cruzó de brazos y la miró muy seria.
- ¿Todos los elfos sois así? –Rió Istara- De verdad que no hace falta… todos estos vestidos son preciosos, pero-
- Nada de peros. Entonces lo elegiré yo por ti. Y para la fiesta de esta noche… ya veremos. –inquirió guiñando un ojo.
Seleccionó de entre todos ellos un vestido sencillo, color granate, con mangas anchas y bordados élficos en plata. Keylawen sonrió satisfecha con su trabajo al ver puesto el vestido en el cuerpo de Istara, y la empujó hacia el espejo, donde se dispuso a cepillarle el pelo.
- De verdad… ¿no crees que es excesivo? –dijo mirándose sorprendida y con gesto suplicante-. Si nadie se va a fijar en mí…
- Eso nunca lo sabes. No puedes saber… lo que va a suceder, o quién se fijará en ti-respondió enigmáticamente a la par que distraída cepillando el pelo liso de la joven. Tras un corto período de tiempo en que se cercioró de que estaba bien arreglada, Keylawen la invitó a salir de la estancia no sin que antes Istara comiera algo. Los pasillos estaban silenciosos, tan solo se oía el cantar de los pájaros en la mañana. Se dirigieron hacia un largo porche que rodeaba la casa de Elrond, donde la invitada pudo observar anonadada la exquisitez de la arquitectura del lugar. Parecía como si cada mínimo detalle fuera lo más importante. Las columnas de color beige eran imponentes y tenían finos grabados, que por lo que pudo adivinar, eran elfos leyendo y al lado, la bella y elegante escritura élfica. Los arcos eran perfectos, y se unían por medio de estas, siendo la vista preciosa, donde se vislumbraba el bosque frondoso pero bien cuidado, algunos bancos, en los cuales había elfos leyendo atentamente, y al fondo, entre las dos montañas que flanqueaban Rivendel, se apreciaba una cascada, cuya agua caía con furia al río Bruinen. Este se perdía sinuosamente hacia el horizonte.
Maravillada, Istara dejó que la brisa agitara sus cabellos mientras se apoyaba en una columna con los ojos muy abiertos. Keylawen respiró hondo y la miró orgullosa de su procedencia.
- ¿Te gusta? –preguntó suavemente.
- Sí,… es precioso. –Respondió extasiada- Este lugar está muy vivo… Cada rincón parece tener vida¡incluso las hojas del suelo parece que sonríen!
- Vayamos hacia el jardín. Aún no has visto nada.
Con paso tranquilo y hablando, Keylawen la guió hacia donde había anunciado. Llegaron hacia una pequeña plaza que llevaba a la entrada principal del palacio. Allí había hojas caídas que se agitaban, y en el centro, una estatua sobre un pedestal. Desde allí partían todos los caminos, y se podía llegar hacia las cuadras, donde se encontraba un gran número de caballos.
- Vaya. Parece que tenemos nuevos invitados.
Continuaron su camino hasta entrar a los jardines, que parecían estar siempre en primavera. Las flores crecían de diversos colores y las ardillas corrían por doquier para subirse a un tronco de algún árbol. Por fin llegaron a un puente que estaba hábilmente decorado., donde se cruzaron con varios elfos.
- Este es mi lugar preferido. Paso aquí todas las mañanas que puedo. A la dama Arwen le apasiona este lugar -dijo sentándose en un banco la elfa-. Es como si se respirara vida, como si cada cosa que forma este paisaje me diera una energía que fluye por mis sentidos…
- Parece como si se sintiera la presencia de algo divino y etéreo que cuida toda la naturaleza… -suspiró Istara.
- ¿Sabes? Eres especial. Lo noto. No hay humanos como tú, tan sensibles por nuestro arte y nuestra vida. –Istara la miró perpleja, sin saber bien qué decir-. No me mires así… en verdad lo creo. Eres joven a mis ojos, solo una niña, pero pareces tener todo el saber del mundo en esos ojos tan grandes -rió-. ¿Ahora entiendes por qué nos gusta tanto sentirnos rodeados de vida? No soportamos la muerte, nos hace daño. –sus ojos se entristecieron.- Algo maligno se está apoderando del mundo, una carga que es difícil soportar… que lleva al sufrimiento.
- ¿A qué te refieres?
- Algo muy oscuro ha llegado a Rivendel, y temo que todo lo que ves sea destruido. ¿Sabes de lo que hablo? No. Seguro que no. Es el Anillo Único de Sauron.
De pronto, miles de imágenes comenzaron a aparecer en la mente de Istara, que creía marearse. Veía a un Señor Oscuro portar un anillo resplandeciente en su dedo y con él derribar a los más fuertes y hábiles hombres. Con un solo movimiento, los hombres salían despedidos hacia las rocas para después exhalar un último aliento de vida. Sauron.
- ¿Te ocurre algo, Istara? –preguntó interrumpiendo su relato al ver el estado de su receptora.
- No, es solo que empiezo a recordar cosas, o al menos creo que es eso, un recuerdo. –Keylawen la miró muy seria, pero preguntándose qué había pasado por la mente de la chica.
- Está bien-respondió dubitativa frunciendo el ceño- Como decía, el Mediano del cual te hablé antes ha traído el Mal a nuestra tierra. El Anillo para destruirlos a todos está aquí. No sé qué está pasando ahí fuera, en la Tierra Media, pero sospecho que un nuevo mal está por venir y que una guerra cruel no tardará en llevarse a cabo. Al fin y al cabo… todas las guerras son sangrientas.
- Pero eso es horrible… -intervino la humana cortando el silencio en el que se habían sumido.
- No quiero ver morir por lo que vivo, no quiero ver perecer la tierra a la cual amo y sirvo con devoción.
- Te entiendo. Y creo saber lo que piensas: no deseas que el Anillo se quede en Rivendel.
Keylawen guardó silencio, sin atreverse a mirarla. Se avergonzaba de lo que sentía, pero era sincero. No quería que sus sueños peligraran por un objeto maldito.
- No tienes por qué avergonzarte de tus pensamientos. Es normal que lo pienses –dijo Istara apoyando una mano en el frágil hombro de la elfa- ¡Keylawen, no te tortures! Eres generosa y amable, y se que no deseas ningún mal para el Mediano que lo ha traído hasta aquí. Estoy segura de que muchos piensan como tú.
La elfa levantó la vista y la miró agradecida. Esa chica era una caja de sorpresas.
- Volvamos, seguro que Elrond desea hablar contigo. –dijo Keylawen cambiando su cara triste por una amplia sonrisa, olvidando los tormentos que aprisionaban su corazón.
- Está bien.
Las dos se pusieron de pie y comenzaron a hablar de otras cosas más alegres. La elfa era muy alegre y soñadora, parecía muy joven, aunque era difícil adivinar su edad. Hablaba suavemente, y siempre tenía una sonrisa amable en la cara y un consejo que dar. Por el contrario, Istara era más bien tímida, aunque en cuanto se sentía bien comenzaba a hablar y a dar ánimos.
Por fin volvieron a entrar a la casa de Elrond. Había muchos elfos y elfas hablando en corros con voces pausadas y neutras, aunque no formaban un gran barullo. Todas las conversaciones parecían girar entorno a un mismo tema: la sombra que se cernía lenta pero inexorablemente sobre ellos. No tardaron mucho en encontrar una habitación diferente a todas las demás, donde al parecer se encontraba en esos momentos Elrond, señor de los elfos. Keylawen llamó suavemente, y una voz masculina se oyó, como si ya supiera exactamente quien iba a visitarle.
- Pasa, Istara. –Dijo Keylawen abriendo un poco la puerta-. Te esperaré por aquí.
Istara asintió y abrió con decisión la puerta. Ante ella apareció un escritorio muy iluminado rodeado de estanterías repletas de libros de muchos tamaños y de muy diversa índole. Sentado se encontraba un elfo con el pelo castaño y con gesto serio que infundaba un grave respeto. La invitó a avanzar y a sentarse en una silla, al lado de otro hombre anciano que la miraba con ojos curiosos y una suave sonrisa. Tenía una larga barba gris y el pelo enmarañado. En su cabeza portaba un gran sombrero, y el báculo se encontraba apoyado en la pared de la sala, emitiendo un suave fulgor blanco.
- Bienvenida a mi casa. –Dijo Elrond con voz decidida.- Me llamo Elrond, soy jefe de los elfos de Rivendel. Y aquel que tienes a tu lado es Gandalf el Gris, poderoso mago.
- Gracias –repondió tímidamente Istara. Sentía como se encogía en la silla. Se sentía pequeña en comparación con los dos hombres que se encontraban junto a ella.
- Ya me ha informado la doncella Keylawen que has despertado hace varias horas y que no recuerdas nada.
- Así es, señor.- Gandalf se llevó un dedo a sus labios, pero no dijo nada.- Bueno, recuerdo haber sido golpeada por unos jinetes negros cerca de Isengard. Y después aparecí aquí, en vuestra casa. Siento no poder daros más información.
- No te preocupes, pequeña. –Intervino por primera vez Gandalf, que la miró lentamente a los ojos escrutando en su alma- Pronto lo sabrás.
Istara abrió aún más los ojos, sorprendida. ¿A qué se había referido¿Acaso él sabía algo?
- ¿Puedo preguntar a qué os referís, señor?
- Algunas cosas no deben ser desveladas antes de tiempo, Istara, pues podría ser fatal. Todo a su debido momento.- Istara se sorprendió aún más de que supiera el nombre que le había puesto Keylawen, y antes de que dijera algo, el mago continuó:- Ah, y los magos también tenemos un fino oído para saber que tu amiga te ha nombrado antes de entrar.
Istara sonrió por primera vez, relajada.
- Gracias, señor. – Gandalf sonrió divertido y la guiñó un ojo, mientras volvía a mirar a Elrond, que esperaba para continuar.
- Bien. Solo te había llamado para darte la bienvenida a mi casa. Espero que sepas que ya tienes un hogar si deseas quedarte por un tiempo.
- Muchísimas gracias. No sabía a donde ir… me siento perdida.
- Podrás aprender de nosotros hasta que lo recuerdes todo de nuevo, si así lo quieres. Por cierto… -añadió Elrond- Al ocultarse el sol habrá una fiesta en honor a un Mediano que acaba de despertar de un largo letargo, y nos gustaría que vinieras. Allí estará mi hija, Arwen, tal vez te gustaría conocerla.
- Habrá mucha gente forastera igual que tú. Tal vez alguno de ellos te ayude a disipar las sombras que oprimen tu alma.-dijo Gandalf.
- De acuerdo, señor. No dudaré en ir. Muchas gracias por todo.
- No hay de qué. –respondió Elrond sonriendo amablemente.
Istara se levantó e hizo una pequeña reverencia con la cabeza. Después se dio la vuelta y salió de nuevo al vestíbulo, donde se encontraba Keylawen hablando con un grupo de elfas ataviadas elegantemente.
- La chiquilla es especial- dijo Gandalf tras cerciorarse de que la puerta estaba cerrada.
- Lo sé. Y eso no me reconforta. Su extraña aparición me hace dudar sobre muchas cosas. ¿Crees que Saruman…?
- Yo estuve allí, y no se de qué es capaz.
- Deberíamos tener los ojos muy abiertos. –respondió Elrond mirando fijamente hacia donde la chica se había marchado.
- Ya lo creo. De todas formas… la chica no miente. Lo veo en sus ojos.
- ¿Crees que es posible?
- Eso se me escapa a mis ojos de mago, pero no me extrañaría nada que ciertas personalidades se vieran involucradas en todo esto. La chica debe abandonar Rivendel.
- Lo sé. Pero ¿a dónde?
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El día se había pasado muy rápido. Había leído con Keylawen, había conocido a un par de elfos y empezado a conocer el lugar. Ahora se encontraba de nuevo en su habitación, tumbada en la cama con los ojos cerrados. Pronto sería la fiesta, y debía pensar en algo para ponerse.
- Está bien. –Dijo hablando para sí- Pensemos como lo haría un elfo.
Se rió por su propio comentario y abrió el armario, repitiendo el mismo "ritual" que había seguido su amiga para la elección de un vestido. Recordaba a Keylawen haber visto con ojos soñadores un vestido blanco, y lo extendió sobre la cama mientras se probaba otros. Por primera vez se sentía feliz y en paz y canturreaba una canción que no sabía dónde la había escuchado. Con un gracioso gesto tras mirarse al espejo, se quitaba los vestidos y los volvía a guardar.
- A ver qué tal me queda este blanco… -se dijo a sí misma.
Se lo puso y al mirarse al espejo se sorprendió de sí misma. Le quedaba perfecto, como si estuviera hecho para ella, ciñéndose perfectamente a su cintura en una especie de cinturón con flores de plata engarzadas. Tenía bordados en plata en el cuello, que era redondo y ligeramente escotado, y en las mangas, desde el hombro hasta un poco más arriba que el codo habían bordados de pequñas flores. Éstas eran largas y anchas, cuyo interior también estaba bordado en plata. A partir de la cintura, la falda caía libremente hasta el suelo, formando una cola que lo hacía más elegante. Oyó abrirse la puerta, y supuso que sería Keylawen. ¡Cual fue su sorpresa que no era ella! Era otra doncella que sin una palabra comenzó a cepillarle el pelo y a recogérselo en un elegante peinado que dejaba varios mechones por su cuello. A pesar de los vanos intentos de entablar una conversación, la doncella no abrió la boca, y cuando acabó satisfecha con su trabajo, se marchó sin una palabra.
"Tendrá mucho trabajo", pensó.
Istara parpadeó sorprendida y se miró al espejo, y tras echarse muy poco maquillaje, apretó los labios con decisión y salió de la habitación, sin saber qué le esperaría al otro lado.
¿Qué es lo que ocultan Gandalf y Elrond? Aquí acaba el primer capítulo. Es posible que haya sido un poquito aburrido, pero es el pilar sobre el que se levanta todo el fic. Muchas gracias por leer y… REVIEWS, PLEASE! Gracias.
- Eresse.
