-John…! …JOHN! – Su voz parecía retumbar en las paredes cuando de pronto el rubio abrió la puerta de su habitación, exaltado por las exclamaciones de su compañero… ya que aquello no era del todo normal.

Se quedó unos instantes observándolo, y con una mirada nerviosa pudo comprobar su estado. Sherlock estaba medio tumbado en su cama, con la almohada en su espalda que le ayudaba a estar un poco incorporado. Llevaba puesto un pantalón a rayas azules y blancas que utilizaba de pijama, junto con una camiseta también del mismo color blanco que se alzaba algunos centímetros por su abdomen dejando a la vista parte de su pelvis marcada en la piel. Tenía los brazos totalmente descansados sobre el colchón y su expresión parecía algo confusa. Sus ojos claros desprendían una luz misteriosa que a su vez hacía juego con sus mejillas altamente sonrojadas, para la sorpresa del doctor.

- Sherlock… ¿te pasa algo? –preguntó éste dando un paso tímido hacia delante y con la preocupación que le implicaba en ese momento.

John mantenía su mirada fija en aquellos ojos que también le observaban. De hecho, parecía que era todo en aquella situación que realmente le importaba observar sin que nada ni nadie pudiera distraerle. John tenía asumido que la mente perfecta de aquel hombre no podría jamás en la vida tomar parte de otro ser humano y que éste llegara a hacer cualquier cosa por él. Al menos eso era lo que él quería creer, hasta que sin darse cuenta, sus pensamientos se volvieron en contra suya. No quería convencerse, se negaba, pero no pasaron ni dos segundos después de que abriera la puerta de la habitación de Sherlock, para verse a sí mismo con el corazón en un puño tras las inquietas llamadas de su amigo… a las 3 de la mañana.

- John… -volvió a repetir, con un tono más cansado- Te necesito. - Su expresión se volvió triste al decir estar palabras y su mirada bajó lentamente hasta que se quedó mirando un punto fijo.

-¿Qué… qué estás diciendo? – Frunció el ceño como si no acabara de creérselo. Notó esta vez que la respiración de Sherlock era desigual. Su tórax subía y bajaba continuamente a ritmo descontrolado, a veces lento, a veces más rápido que el normal.
Nervioso, fue a sentarse en la cama junto a él poniéndole una mano sobre la frente, la cual estaba fría. Sherlock cerró los ojos y cogió la mano de su compañero e hizo que se deslizara por su rostro hasta llegar a su cuello. Éste se sintió un poco incómodo al acariciar aquellas facciones con las que muchas veces había deseado golpear o simplemente no verlas.

-Por favor, no hagas… que te dé lecciones de medicina… - Sherlock realmente hacía esfuerzos por hablar.

En ese momento, John temió. No por las palabras que le había dedicado, sino por las pulsaciones que estaba recibiendo en las yemas de sus dedos. Para asegurarse volvió a apretar justo debajo de su mandíbula, para finalmente concluir su acelerado ritmo cardíaco.

-Sherlock… tienes taquicardia.

-Dime algo que no sepa… - Su expresión volvió a cambiar, a algo más irritada. –John… yo… -

De repente sus palabras se cortaron debido a una búsqueda intensiva en su brazo derecho. Sherlock notó cómo su doctor no podía reprimir sus emociones con la fuerza que ejercía con las manos cogiéndole el brazo.

-Es éste. –le dijo el detective levantando su otro brazo.

Desde siempre, o al menos desde que se conocieron, Sherlock había sido una persona que no sabía tratar las situaciones sociales demasiado bien, en cuanto se trata de interesarse por la vida de otra persona o conocer algo de su entorno. Si no llegaba a entenderlo bien, podría significar que tampoco sabría cómo funcionan los sentimientos de la otra persona hacia él. Puede que llegaran a ser demasiado complicados, pero John lo descartaba ya que los problemas eran la vida del detective. A veces lo entendía… en aquel momento no. Lentamente se llenó de ira al comprobar, efectivamente que el brazo izquierdo de Sherlock estaba infectado por aquellas marcas que le habían dejado las jeringuillas, las cuales estaban esparcidas por ese lado de la cama y que en un primer momento no llego a ver.

Ahora no importaban los modales, o qué hacer ni qué decir con ciertas personas… ahora importaba su vida que podría estar pendiente de un hilo, así como la paciencia de John que posiblemente ya cayó.

De todas maneras, aquello no era un buen momento y tenía que ser sensato, aunque sus sentimientos se agolparan contra él como si fuera arrastrado por las fuertes corrientes de un río.
-¿Qué ha sido esta vez? –preguntó muy seriamente.

-Cocaína. Dame algo para que se me pasen los síntomas de la sobredosis. – Las mejillas de Sherlock se hacían cada vez un poco más llamativas, hasta que empezó a notársele cómo un sudor frío llenaba su piel, dejándole con un rostro aún más preocupante.

-No. –respondió el doctor levantándose de un salto de la cama.

-John!

-Voy a quitarte algo para que no vuelvan los síntomas de la sobredosis. –Sherlock le miró confuso mientras éste recogía las jeringuillas usadas de la cama y algunas del suelo, junto con unos pequeños botes y cápsulas.

- Noo, no! Déjalos dónde están! – hacía pequeñas maniobras por intentar moverse pero con poco éxito.

-Sherlock! No voy a dejar que sigas tomando esta basura. Es tu vida, joder! ¿En qué demonios piensas? –John alzaba la voz como iba terminando sus frases, agitando sus brazos. Verdaderamente se le había agotado la paciencia. No cabía en una mente racional lo que tenía que estar viendo en ese momento.

-John, tu mente simple no lo comprendería… pero ahora necesito tu ayuda. - La cabeza de Sherlock se venía abajo mientras hablaba. –Por favor…

-Ah, está bien, me alegra saber que piensas eso. Sólo para decirte y explicarte que las mentes simples son a veces más racionales que las grandes y maravillosas como lo es la tuya. –John se dio media vuelta para seguir buscando en la estantería restos de otras posibles sustancias o instrumentos con los que llegaría a poder hacer algo. –Además, tengo la certeza de que esto va a ser divertido. ¿Cómo un hombre con tu gran intelecto puede llegar a estar así? Realmente me desconcierta, y estaría bien si le dedico un ensayo o puede que incluso esté mejor si lo publico como noticia en mi blog. "Estudio en Sobredosis. Parte uno." La guía perfecta para acabar con la vid… -El momento más largo de su vida estaba ocurriendo. Volvió a mirar al detective, el cual ya no le estaba escuchando. Había caído de lado en la cama sobre dónde antes estaban las jeringuillas, y sin poder oír el ritmo de su respiración… por primera vez en Baker Street, John tuvo miedo.