DISTANCIAS

Distancias. Las hay de diferentes medidas, en diferentes sentidos, pero todas son distancias. Infinitos puntos sucedidos uno a otro, uniendo y separando a la vez dos puntos en el espacio que, de otro modo, nada tendrían que ver entre sí.

Hay distancias geográficas. Metros, kilómetros, ciudades, países y continentes. Entre ellos no habrá más de diez calles.

Hay distancias laborales. Oficinas, cargos, pisos y edificios. Entre ellos apenas hay cuatro plantas.

Hay distancias físicas. Centímetros, milímetros, roces y abrazos. Ahora mismo, entre ellos están los cinco milímetros de grosor de una placa de plexiglás.

Todas esas son distancias salvables. Distancias que pueden cerrarse con un viaje, un ascensor, un paso. Pero entre ellos también hay otra distancia.

Distancia emocional. Porque sienten lo mismo, pero de diferente forma. Él, con su mente, con la lógica de su pensamiento. Ella, con el corazón, con el torbellino de su pasión.

Admirar. Amar con la mente.

Amar. Admirar con el corazón.

Como el ying y el yang. Como perfectos opuestos complementarios, siempre girando uno alrededor del otro, como si fueran uno solo. Como si estuviesen destinados a encajar, pero sin mezclarse jamás.

Manteniendo siempre una distancia.