Sumary: Cuando la repentina muerte del Avatar Korra azota al mundo, La Orden del Loto Blanco se embarca en la búsqueda del nuevo Avatar, desesperada por la aparición de una organización de Maestros Sangre y un reinado tiránico en la Nación de Fuego. Lo que no saben es que el nuevo Avatar está más cerca de lo que creen.
Disclaimer: Avatar no me pertenece. Todo es de Bryke. Lo único que es de mi autoría son los OC's y la trama.
Avatar: La leyenda de June
Libro 1: Fuego
La niña de las cerillas
«—El avatar Korra... Ella... H-Ha muerto. No resistió —lamentó la partera.»
«—El nuevo Avatar nacerá en el Reino Tierra —anunció el Sabio.
—Yo mismo me encargaré que, de cualquier señal del Avatar, estará con ustedes lo más rápido posible —proclamó el rey del Reino Tierra.»
Agua.
Aire.
Fuego.
Tierra.
Durante muchos años, con ciertos percances, las cuatro naciones han vivido en armonía. El Avatar, capaz de controlar los cuatro elementos, es el ser capaz de lograr esa paz. Todo era tranquilo, hasta que el Avatar Korra murió.
Algunos maestros agua se rebelaron contra sus naciones hermanas, incluso con la suya propia. Estos hombres y mujeres, capaces de hacer Sangre Control sin necesidad de la luna llena, crearon el caos en muchas naciones, pero aún no en Ciudad República. El gobierno de la Nación de Fuego, luego de la muerte del Señor de Fuego Zuko, quedó en el mandato de Yang Lo, el esposo de la heredera.
Con la corona de la Nacion de Fuego a manos de un tirano, Maestros Agua corruptos, y sin señas del Avatar durante más de diez años, el desespero sume al mundo completo.
Sin embargo, no se dan cuenta de que el Avatar está más cerca de lo que creen.
Sería entretenido contarles esta historia, pero creo que no sería apropiado adelantarlos. Debemos empezar desde el principio. Desde que yo era una niña...
~ 10 años después de la muerte de Korra ~
Una niña de diez años y medio caminaba a saltos por las calles de la Isla Kyoshi. En su rostro habitaba una enorme sonrisa que lograba que cualquier ser que le viera quedarse enternecido. Su cabello era de lo más curioso, verde como el pasto húmedo, corto hasta los hombros y dos mechones de cabello cayendo por sus hombros.
A veces, le avergonzaba. Muchos se burlaban de aquel rasgo, otros lo admiraban, y muchos quedaban curiosos ante tal color. Ella era June; la niña del pelo verde, o simplemente la niña de las cerillas.
Ese día su venta era buena por lo tanto su estado de humor era alegre. Saludaba a todos con una sonrisa y ojos brillantes, como estrellas danzando en la oscuridad del cielo. June era una niña curiosa, nadie lo negaba, por lo tanto se entretenía con cualquier cosa.
—Buenos días, June pequeña —saludó la anciana del puesto de vegetales.
La pequeña de cabellos verdes le regaló a la viejecita una gran sonrisa, y de su bolsillo izquierdo, sacó cinco monedas plateadas brillantes.
—Buenos días, Nana —saludó de vuelta con voz chillona, parándose de puntitas para poder ver a través del puesto—. ¿No está Oma? ¿O Yuu?
La anciana negó lentamente.
—Oma estaba haciendo algunos deberes y no pudo venir, y Yuu... —bufó— ese gato estúpido siempre se pierde. Ya volverá.
June rió. Nana Onii siempre le hacía reír con su temperamento y forma de hablar. Quizás por eso, con el tiempo, la había adoptado como una abuela. Y no era para menos. Cuando su madre llegó a la Isla Kyoshi con ella en el vientre aquella anciana le había brindado su apoyo, o eso era lo que su madre le contaba.
Además, era la abuela de su mejor amigo, Oma. Ambos poseían cabellos extraños, como decía la Nana Onii. Su cabello era púrpura, como las berenjenas que tanto le gustaban. Sin olvidar mencionar que dejaba que creciera descomunalmente, como si fuese el Rapunzel de la isla. Como Yuu, que no podía tener más pelo aquel gato viejo.
—Ya... Lo veré en la tarde —chilló con una sonrisa—. Ah, lo mismo de siempre.
La anciana tomó las monedas de la mano de June, las contó con rapidez y procedió a arreglar una bolsa con vegetales varios.
Mientras tanto, la curiosidad de June hizo acto de presencia. Dio media vuelta y observó algunos hombres extraños. Era curioso, ya que la Isla Kyoshi era conocida por no dejar entrar a cualquiera. Sino, podían preguntárselo al hombre que la semana pasada casi había sido lanzado al Unagi. A pesar de que la guerra había terminado hace más de cien años aún existía esa hostilidad.
—¿Quienes son? —preguntó la niña, señalando con su pequeño dedo a los hombres.
Nana Onii dejó de meter cebolletas en la bolsa para darle un manotazo a June en la mano con una mueca en su rostro.
—No señales a la gente, niña —gruñó, y volvió a lo suyo—. Son los hombres de La Orden del Loto Blanco.
—¿Del Loto qué? —cuestionó la niña, confundida.
La viejecita chasqueó la lengua y enrolló la bolsa con una cuerda de lana raída, para después tendérsela a la niña.
—Del Loto Blanco, y eres muy pequeña para entenderlo. Están buscando al Avatar —susurró como si fuese un secreto—, se rindieron de buscarlo en Ba Sing Se y Omashu.
—Lo que tú digas, Nana. ¡Gracias!
June tomó la bolsa entre sus pequeñas manos y salió corriendo hacia su casa como alma que lleva el viento, tropezando con algunas personas en el camino.
La pequeña niña abrió la puerta de su pequeña casa con una sonrisa y la bolsa en manos. Caminó lentamente, como si el suelo fuese a romperse, y dejó la bolsa de vegetales en la mesa que estaba en medio de la sala. No sabía donde estaba su madre, ya siempre que llegaba a casa ella estaba leyendo un libro en la mesa o preparando algo en la cocina.
Cruzó el pasillo y entró a su habitación, pero no había rastro alguno de su progenitora. Miró en los baños, en la habitación de ella, en la sala de las escobas y en el salón de pergaminos ocultos. Pero no, no había rastro de ella.
Decidió sentarse en el sofá de la sala de estar y esperar por si había salido. No pasaron ni diez minutos cuando ya su madre estaba entrando en la casa, pero estaba acompañada. Un hombre estaba junto a ella.
—Buenos días, cariño —saludó la mujer con una amorosa sonrisa en su rostro, siempre con la dulzura que le caracterizaba.
—Buenos días, mamá.
El saludo de June era confuso y seco. Su madre jamás llevaba extraños a casa, y aquel hombre de edad media no le inspiraba confianza.
—¿Quién es él? —preguntó la niña de cabellos verdes, señalando al hombre.
El rasgo más notorio del hombre vestido en ropajes sueltos de color rojo, era su barba incipiente, larga hasta los codos, además de una brillante calva en la cabeza. Sus ojos eran bastante rasgados, pero poseían un color ámbar brillante que resultaba aterrador. Por lo menos para ella. Era de estatura normal y contextura delgada, y tenía un bigote chistoso como el del Unagi.
La mujer parpadeó, dando media vuelta para estar frente a su hija y el hombre de túnicas rojas.
—Él es un viejo amigo, cariño —sonrió—. Se llama Uriah y es de la Nación de Fuego.
June enarcó ambas cejas, inflando los mofletes. El tal Uriah aún no le parecía amigable.
—¿Y qué hace acá?
—Mocosa maleducada —gruñó Uriah, arrugando los labios.
La madre de June, antes propietaria de Industrias Futuro, frunció el ceño ante el apodo que había sido otorgado a su hija. Más no tocó el tema y volteó hacia su hija con una sonrisa.
—Se quedará con nosotros un tiempo. Necesita donde quedarse.
—No me trates como si fuese un vagabundo, Asami —gruñó Uriah, aplastándose en un viejo sofá que estaba frente a June—. Si vengo es porque confío en ti, no porque no pueda ir a otro lugar.
Asami rodó los ojos, mas no dijo más.
—Ve a lavarte las manos, cariño. Es hora de almorzar y después me contarás como te fue en las clases con Lya.
La niña, obediente, fue hacia el baño con una mueca en su rostro, no muy contenta.
El almuerzo no fue nada emocionante, por lo menos no para June. Su madre hablaba de cosas que no comprendía con el invitado, o intruso, y ella sólo meneaba las remolachas hervidas en su sopa, con arcadas de asco de vez en cuando.
Al parecer, a Uriah le encantaban, ya que su madre nunca las hacía. Sabía que ella las odiaba así que no eran comunes. Aquello sólo fue una razón más para detestar a aquel hombre.
—Y ella —señaló a June con su dedo índice—, ¿Es una maestra?
La pequeña se encogió en su asiento. Detestaba ser el tema de conversación, y el universo conspiraba siempre para que lo fuera, a veces por su cabello, a veces por sus cerillas, o a veces por ser la hija de la mujer que no era del Reino Tierra.
Asami parpadeó un par de veces, casi dudando.
—Es algo... —tosió un poco.
—Síp —asintió la niña—. Maestra tierra.
Uriah enarcó una ceja, casi incrédulo.
—Vaya... Curioso, muy curioso, sabiendo que tu mamá es una no-maestra.
Mientras, Asami masticaba las remolachas con una rapidez impresionantes. La niña incluso tuvo que tragar en seco para no vomitar al pensar en todas esas remolachas hervidas en su estómago.
—Papá era un maestro tierra. Murió luchando contra los Icuali... Icuali...
Uriah acentuó la arruga en su ceja.
—¿Igualitarios?
June asintió, lanzando un poco de cuenco de remolachas al suelo. No pasaron más de treinta segundos cuando Gumi, su pequeña liebre voladora, ya estaba allí lamiéndolo. Gumi estaba con ella desde que tenía cuatro años y siempre había sido. Sin embargo, aún estaba muy pequeña como para volar con ella encima. Apenas media medio metro.
Al ver que su madre no estaba mirándola, se dejó caer al suelo y a acariciar las orejotas de su mascota.
—Así que un maestro tierra, ¿Eh? —se mofó el hombre en un susurro—. Eres buena mintiendo, Asami. Igual que tu padre.
La mujer bufó.
—Cállate.
—Mami.
—¿Si?
Asami volteó a mirar a su hija, que estaba sentada en su cama con una pijama amarilla puesta. Se veía soñolienta, y bastante tierna con Gumi dormida junto a ella.
—¿Crees que el señor Uriah podría enseñarme fuego control?
La ojiverde rió un poco, acariciando los cabellos de June.
—No lo creo. Eres maestra tierra, dudo que puedas controlar el fuego.
June arrugó los labios.
—Pero en las historias que me cuentas Korra hacía tierra control y fuego control —se quejó con un pequeño mohín.
Asami procedió a sentarse junto a ella, con cuidado de no despertar a Gumi.
—Porque ella era el Avatar —contó con una sonrisa nostálgica, algo que June alcanzó a notar—. El Avatar puede controlar los cuatro elementos. Los espíritus le dan ese don para que mantenga la paz en el mundo humano
Notó que June comenzaba a pensar cuidadosamente, como si le fuese difícil buscar una solución a su enigma mental.
—Entonces —sonrió— yo quiero ser el Avatar.
Asami rió un poco y luego besó la frente de su hija.
—Eso es difícil.
Se levantó, apagando la luz de la pequeña lámpara de tela.
—Buenas noches June.
—Buenas noche mamá.
¿Reviews? ¿Tomatazos?
Tenía muchas ganas de hacer un fic sobre el siguiente Avatar, como muchos han hecho, pero personalmente no me gustan los fics repletos de OC's, así que decidí unirlo con personajes de LOK. Pero para hacer eso Korra debía morir, y casi me da algo cuando lo escribí.
Pooooorfis, denle una oportunidad. La historia está más o menos planeada y tendrá capítulos largos, sobretodo porque estoy de vacaciones ^-^. Sí, habrá lofloflof, pero no a la magnitud de LOK (Eso es lo que ella dice...).
La idea de los maestros sangre y el reinado tiránico de la Nación de Fuego no es nada original, pero la idea me pareció tentadora, ¿Que es la vida de un Avatar sin guerra? Pobre Kuruk.
Muchos se preguntarán por qué diablos June tiene el cabello verde y quién es el padre de la criaturita (Irresponsable xd). Eso, mis pequeñitos amigos, será un secreto hasta... No sé. Por allá capitulo 15 si es que existe pronto. Si quieren saber como es June, es la chica que está en mi avatar. O si quieren hay un link a la foto en mi perfil.
Nos leemos pronto.
