El sol se ponía contra una figura. Una suave brisa agitó los oscuros cabellos de la joven, mientras que ella trataba de contener las ganas de llorar mordiéndose con violencia el labio. Era un estúpido, ¿Cuándo iba a aprender que las cosas con él nunca funcionarían de la manera que ella quería?

-Maldito Inuyasha...-Musitó echando la vista hacia detrás y entrando en el pozo comedor de huesos.

Un par de horas antes, no obstante, el escenario era diferente. El día brillaba, en todo su esplendor, y se respiraba un ambiente de tranquilidad en aquella colina perdida en la Época Feudal. El alegre grupo descansaba de su agotador viaje. Sango, quien normalmente solía rechazar la cercanía del monje, estaba manteniendo una agradable charla con este. Era extraño verlos a ambos hablando normalmente sin discutir o sin estar en una situación de vida o muerte. Se los veía extrañamente felices, o al menos eso fue lo que Kagome notó al mirarlos. Tampoco le fue indiferente, el casual roce de manos o el intercambio de miradas. Sonrió levemente, sospechaba levemente que algo pasaba entre sus amigos, pero no quería forzar las cosas. Una mirada de soslayo en dirección a la pareja le hizo sospechar que quizás debía dejarles algo de espacio, así que se levantó y le hizo una seña a la cuarta persona que les acompañaba. Pero pareció no echarle cuenta. La morena suspiró, no era extraño que el medio demonio se quedara ensimismado en su mundo, pero últimamente eso pasaba con demasiada frecuencia. Alargó una mano y le tocó el brazo con suavidad. El chico se volvió hacia ella, como accionado por un resorte. Ella le sonrió y le indicó con la cabeza que le acompañara. Él bufó levemente pero no se quejó.

-Ahora volvemos, vamos a dar una vuelta.- Les indicó a sus amigos con una sonrisa, y comenzaron a andar.

-¿A qué viene esto?- Preguntó InuYasha, al rato de empezar a andar.

-¿Es que no te has dado cuenta?- Rio suavemente Kagome. Él esbozó una mueca.

-¿Darme cuenta de qué?-

-De Miroku y Sango, estaban...bueno...ya sabes.- Dijo ella, tratando de dejar caer la relación entre sus amigos. InuYasha simplemente ladeó la cabeza, sin entender del todo pero se abstuvo de pedir más explicaciones.

-No, no me ha dado cuenta, estaba pensando.-Dijo él, mirando a sus pies. Este gesto no fue indiferente a la chica. Sabía que algo andaba mal con él, no era normal verlo siempre tan meditabundo y era inusual que mantuviera silencio por tanto tiempo. Suspiró levemente, estaba preocupada por su amigo y él parecía no notarlo. Nunca lo notaba. Volvió la mirada y entonces, notó un ruido a su espalda. Ambos se volvieron con rapidez, en tensión, listo para lo que viniera. Pero entonces, InuYasha alzó la nariz y olfateó el aire y su expresión cambió totalmente.

-Kikyo.-Musitó simplemente, y salió corriendo.

-¡InuYasha!- Lo llamó gritando Kagome.- ¡¿A dónde vas?!-

Pero ya estaba demasiado lejos como para oírla. Kagome volvió corriendo hacia donde estaban sus otros amigos, completamente fuera de si. Sango se levantó corriendo preocupada.

-¡Kagome! ¿Qué te pasa?- Le preguntó acariciándole levemente la cabeza.

-Es InuYasha...Creo que ha olido a Kikyo y ha salido corriendo.- Dijo ella, mordiéndose el labio. Sango y Miroku se miraron y empezaron a recoger las cosas.

-Tranquila, le encontraremos, sube aquí.- Le aseguró Sango, montando sobre Kirara. Kagome sonrió levemente, pero no podía dejar de preocuparse.

...

En el momento en el que descubrieron a la pareja, el corazón de Kagome se partió en dos. InuYasha la abrazaba con fuerza y le acariciaba con ternura la cabeza con una expresión en la cara que Kagome nunca le había visto. Era una mezcla de anhelo, nostalgia y un sentimiento que no pudo identificar. Tragó saliva.

-Creo que deberíamos irnos.- Susurró el monje en su oreja. Kagome asintió con la cabeza, sin decir una palabra, y se levantaron. Pero esto no pasó desapercibido por el hanyou, quien dirigió una mirada hacia donde se encontraban sus amigos. La chica que estaba en sus brazos, la sacerdotisa Kikyo, miró en dirección a ellos también. InuYasha se volvió hacia ella.

-Tranquila, todo estará bien. Yo sólo...iré a mirar.- Le dijo. Ella negó con la cabeza.

-InuYasha...-Musitó y se dio la vuelta. Pero Kagome y el resto ya se habían marchado.

...

La chica de pelo oscuro, trató de recomponerse. No podía dejar que el medio demonio la viera en aquellas condiciones. No era justo para su propia dignidad. Sabía que él no había logrado olvidar a Kikyo, pero no sabía hasta que punto llegaba eso. Tragó saliva y se dio la vuelta, para enfrentarse de bruces con InuYasha.

-¿¡Pero qué os creéis que estabais haciendo?!- Exclamó él, visiblemente alterado. Kagome se cruzó de brazos.

-¿Pues qué crees? Nos preocupábamos por ti, baka.- Respodondió ella, con un brillo desafiante en los ojos.

-Lo habéis estropeado todo...para un momento que podía estar con ella...vosotros...-Dijo él, esto último más para si mismo.

-¡Pues vete con ella! Es lo que siempre haces ¿no?- Dijo Kagome, dolida. InuYasha levantó la mirada.

-Entonces, eso haré.- Le gritó, enfadado. Kagome le miró una vez más.

-No te quiero volver a ver, ¡Nunca más!- Le gritó ella, antes de salir corriendo.


Holas~ Espero que os haya gustado este primer capítulo, intentaré subir más a medida que escriba. ¡Un saludo!