Como mis demás proyectos están en mi netbook tendrán que conformarse con este, tiene diez capítulos, nada más ni nada menos :3, es extraño, saldrán varios personaje, en fin xD, eso por ahora.

Pareja: Godfather!AlfredxKid!Arthur -Estados UnidosxInglaterra-.
Personajes: Francis, Scott, Natalia, Gilbert, Tino, Elizabeta, Ludwig, Feliciano, Anti-Alfred, Roderich.
Disclaimer: Hetalia y todos los personajes que lo conforman no me pertenecen. El respectivo dueño es Himaruya Hidekaz.
Advertencia: Esto te puede arruinar la infancia que tuviste junto a "Los padrinos mágicos", shota :3

Hacer tu vida mierda es poco decir, destrozarla, hacerla añicos y luego quemarla en una fogata de dolor infinito también era poco decir, porque Arthur Kirkland era el niño quizás más desafortunado del país entero donde se encontraba, Inglaterra, más especifico en Londres. En el colegio, era constantemente maltratado por un estúpido bravucón más grande que él, y en la casa… quien lo cuidaba era su hermano, el diablo.

El demonio, el Satanás vomitado del excremento del mismísimo mal encarnado, ese era su hermano, el tipo raro al que le gusta usar faldas cuando se pasaba un poco de copas. ¿De dónde mierda sacó que usar faldas a cuadros y tocar esa maldita gaita era masculino y macho? Arthur era realmente el ceniciento de la casa, el nano, faltaba que le pusieran un vestido de sirvienta…es más, el muy maldito lo ha hecho y le sacaba fotos que subiría a Internet si se lo contaba a sus padres, su estúpido y desgraciado hermano mayor, él tenía doce, su hermano diecisiete, no le podía ganar en fuerza física.

No le podía ganar en nada, incluso en notas, su hermano era un prodigio, él en cambio tenía la suerte de un lastre. Y allí estaba, con el traje de sirvienta limpiando el piso, su hermano quería que se pudiera ver su reflejo en el suelo, era sumamente malvado con el pequeño, pero lo que no sabía el menor de los Kirkland era que es lo que llevaba a su hermano a ser así.

–Sigue limpiando, aún me veo borroso por aquí…–señaló, Arthur le gruñó. Dios, no se podía sentir más humillado, esto era maltrato infantil, verdaderamente lo era.

–Maldito…–

–¿Maldito? ¿he escuchado a un pequeño bastardito conejo llamarme maldito? ¿quieres que le muestre a Mom el video de anoche? –

–N-No lo digas…–tartamudeó rojo, tratando de seguir con lo suyo, que su hermano no pusiera de nuevo el tema.

Pero ese escocés era cruel, sonrió suavemente sacando un moderno celular, puto y desgraciado celular, al inglés le entraba esa maldad asesina cuando el celular estaba allí, solo e indefenso, cargándose, mientras su hermano está hablando de sexo con sus amigos raritos, sí, había planeado muchas muertes para ese celular.

En la lavadora.

Con un martillo.

Votándolo desde un décimo piso.

Con un martillo más grande.

O… incendiarlo.

Sí, ese le gustaría, no sabe si su hermano es pirómano o qué, pero a veces, cuando quería hacerlo sufrir cuando era incluso más pequeño tomaba todos sus cuentos, esos de hadas y mitología y los quemaba, su sonrisa era malvada mientras Arthur lloraba, cuando su Mom y su Daddy llegaban a casa y el mayor se excusaba, decía que se cayeron por accidente, y sus padres le creían.

Y ya nadie le devolvía su infancia ¿Por qué su hermano era tan malo?

–El pequeño de Artie quería explorar su cuerpo, ya estás en la edad mocoso, pero me robaste mis pornos… MIS PORNOS, oh puto ladronzuelo, sólo por eso te grabe, nada personal~–

El menor apretó los dientes contra sus labios, resignándose, ojalá hubiera sido hijo único, ojalá que lo devorara un león algún día y que escupiera su feo y poco sexy pelo rojo, ojalá se convirtiera en un ciclope deforme, ojalá un gigante se sentara arriba de él. Desearía muchos males para él, demasiados, su imaginación volaba, pero sólo eran deseos, nadie se los cumpliría.

Era un pobre niño sin buena suerte. Eso era todo.

Terminó de hacer sus quehaceres más las de su hermano, el cual se llevaba todo el crédito, y él, no decía nada, sólo asentía con la cabeza, se había quitado el ridículo traje, había saludado a sus padres con una sonrisa tosca y amargada, mañana sería otro día de escuela, otro día en que alguien más que su hermano le haría la vida imposible, le robarían el almuerzo, le quitarían el dinero, lo aislarían en biblioteca y una que otra vez Gilbert, el único más o menos simpático con él se le acercaría para contarle como por dos horas sus awesomes hazañas que constan de:

1. Entrenar un pollo.
2. Entrenar a un pollo segunda parte
3. Entrenar a un pollo para que coma.
4. Entrenar a un pollo para que respire.
5. Entrenar un pollo para que haga popo.
6. Entrenar a un pollo para que camine.

Arthur sólo se llevaba las manos a la cabeza, tratando de escucharlo atentamente, pero el punto ahora mismo no era su único "amigo" por así decirlo, sino, lo mala que era su vida, eran las ocho de la tarde y ya se quería dormir, apagó lúgubremente la pieza y prendió una calida y pequeña luz, recostándose con un piyama celeste claro que hacía lucir bonito su corte de pelo desordenado, ya que también tenía un gorrito, del mismo color, sus ojos grandes y verdes se iban cerrando un poco, mientras tenía en su mano uno de sus libros sobrevivientes.

Donde un pequeño huérfano encontraba una hada, esa hada que hacía que su vida fuera feliz, que hacía que todo volviera a tener un poco de sentido.

–Awwww, que linda es esa historia ¡era de mis favoritas cuando era pequeño, dios, han pasado unos doscientos años! –

–Sí, es una historia muy linda…–respondió el inglés perdido en la historia.

–¿Te imaginas tú fueras ese niño? –una voz algo infantil hablaba en la habitación.

–Sí, sería lindo…–y fue cuando se dio cuenta.

Abrió los ojos, lanzó el libro como si fuera un boomerang por la inercia y se paró como si le hubieran puesto algo caliente en el culo dicho de mala manera, agarró una almohada protegiéndose, mirando desesperado hacia ambos lados, había alguien, estaba seguro, no estaba loco… no estaba loco, siempre había escuchado murmullitos extraños, pero nunca una voz como tal.

Y mirando hacía adelante lo encontró. Era un ser pequeño flotando en los aires, como un peluche pero diferente, traía una ropa americana, como la de un uniforme militar e incluso venía con una cazadora con el número cincuenta mientras volaba por su habitación sin preocupación, el inglés contó hasta treinta, respiró profundo, lo más que pudo.

–Estás loco, si cierras los ojos no estará allí, no estará allí…–se repetía cerrando los ojos, esperando hasta veinte volviéndolos a abrir.

Y lo miró, y el ser lo miró con una sonrisa, era rubio de ojos azules, con una expresión traviesa.

–¿Quién no estará aquí, de quién hablas? –

–¡Mierda, por qué sigues aquí! –gritó exasperado, tapándose la boca, yendo hasta la puerta cerrándola, no podían pillarlo con esa "cosa" allí.

–No puedo irme, tú me perteneces…pequeño y lindo conejito…–el ser que flotaba por la pieza alzó una varita con diseño estadounidense, sintió un poof pequeño, y luego cerró los ojos por el humo, al abrirlos, se sintió horrorizado, tenía orejas de conejo y una peculiar colita, mientras el ser con alas se sonrojaba y daba piruetitas de emoción diciendo "So cute", y aún pequeño, volvió a agitar su varita poniéndose orejas de lobo para él, Arthur en tanto quería rodar en el suelo y llorar, pero eso no era maduro.

Bueno, siendo realistas ¿quién coño tendría madures con ese tipo raro metido en su pieza, además de estar flotando?

–¡Soy un lobo, tu mi conejito, grrrrr~–

–¿Estoy en una clínica mental, verdad? ¿me volví loco, cierto? ya me lo imagino, mis padres llorando cada vez que me ven, amarrado con una camisa de fuerza, y mi hermano, tan leal y maldito yendo cada viernes sólo para reírse lo que dure su visita de mí…–

–¡No seas tan pesimista! –alegó el ser en forma de "chibi", que en la cultura japonesa es un mono bastante cabezón y adorable.

–¡Como no serlo, me he vuelto loco! –

–No mi pequeño y lindo ahijado…–

–¿Ahijado? –cada vez eso tenía menos sentido para el pobre niño.

–Sí… porque yo soy…–el sujeto chasqueó los dedos e hizo aparecer un escenario en su habitación, luego, andaba vestido con una traje de presentador de las vegas…– ¡YO SOY TU PADRINO MÁGICO…!–

El sujeto sonrió nuevamente, haciendo desaparecer todo ante la asombrada vista del pequeño que se había quedado inmóvil, luego, una sonrisa extraña y cautivadora se formó en el rostro del extraño ser, y un pequeño toque a su varita lo convirtió en un humano, sí, un humano, un ser alto de un metro setenta a ochenta, con un traje algo ancho y extraño, como si fuera sacado de algún campo de batalla estilizado. La brillante sonrisa, la coqueta expresión, el chico pareció dejar de respirar cuando ese sujeto se le acercó, ahora tenía a un adulto metido en su pieza, no entendía nada.

Y sintió suavemente la tibia mano en su rostro, haciendo que sonrojara un poco sus mejillas por la mirada tan dulce que le dedicaba ese sujeto, una que ni sus padres le habían sabido ofrecer. – Me llamo Alfred F. Jones, estoy aquí para amarte hasta el final, para cumplir todos tus sueños, te haré feliz Artie, ya lo verás…–y con eso se selló una historia loca que comenzaría a vivir ese desafortunado pequeño.

N.A: Sí, esto es un proyecto muy tonto pero ya lo terminé, al menos en mi cuaderno, sólo resta pasarlo en limpio, los capítulos no son muy largos aparte del siete y el ocho, espero les guste, Alfred tiene un concepto raro de "amar a tu ahijado", pero no es su culpa, entendió mal, ya sabrán a que me refiero :3

Próximo capítulo: El poder de un deseo.

Vengarse, esa era la palabra que tenía Kirkland en mente cuando el hado mágico le dijo que cualquier deseo que tuviera su cabecita podría cumplírsele, la sonrisa se le hizo risueña y malvada mientras Alfred tocaba un órgano gigante y reía diabólicamente para darle ambiente al pequeño, se vengaría de Scott, y quizás, también de Iván, el matón ruso, grande y narigón del colegio.