Cuando las hojas caen

Por Cassie Gemini

El invierno está por llegar y aquí en Forks ya empiezan a sentirse sus fríos vientos, y me atrevería a decir que son peores que en muchos otros lugares.

En ese momento caminaba hacia el salón de clases aunque no entendía para que; las clases estaban por finalizar antes de que llegaran tras de sí las vacaciones invernales y eso significaba que no podíamos llamar "clases" a estar encerrados en un aula lanzándonos objetos unos a otros, intentando matar el tiempo mientras la campana nos anunciaba que era hora de marcharse, y, "oficialmente", ese era el último día.

- ¡¡Bella!! – escuché una voz a lo lejos, así que giré la cabeza para reconocer de quién y dónde venían esos gritos, me sorprendí al ver que era Ángela quien soltaba mi nombre al aire, como si quisiera que todos lo supieran.

- ¿Qué ocurre? – le pregunté como si en realidad no pasara nada, aunque a decir verdad no me molestó mucho el hecho cuando me percaté de que era ella.

- ¿A dónde vas?, ¿aún tienes clases? – me alcanzó corriendo y soltó la frase algo entrecortada entre cada suspiro que realizaba para recuperar el aliento.

- En realidad no, ¿por qué?

- ¿Te parecería buena idea si vamos a Port Angeles? – dijo haciendo un gesto de victoria con la mano izquierda.

Caminamos inmiscuyéndonos entre la gente, que era más de la que comúnmente se podía ver por ahí, la desesperación por conseguir un buen regalo antes de que llegara la navidad obligaba a las personas a competir entre ellas por lo mejor antes de que se agotaran las existencias, y entonces tuvieran que conducir hasta Seattle para conseguir algo igual de bueno.

- ¡¡Mira Bella tantas cosas y personas en la tiendas!! – dijo en un tono de genuina emoción al ver todo aquel gentío envolviéndonos y pasando por alto nuestras presencias sin importar cuanto gritara mi escandalosa acompañante – Me recuerdan que la Navidad está bastante cerca – me miró con un extraño brillo en los ojos, como el de una madre que contempla a su hijo – Debo comprarte algo bonito – concluyó, logrando que mis mejillas se tornaran de un matiz carmín, y luego rodeo mi cuello con su brazo y me acercó a ella.

Seguimos avanzando entre el tumulto de personas que iban y venían apuradas para un lado y otro hasta entrar en un café que nunca recordaba haber visto, y nos sentamos en una de las mesas junto a un gran ventanal que daba hacia la calle, desde donde se podía seguir apreciando el ajetreado exterior, tome mi lugar sin hacer mucho caso de los movimientos de Ángela.

- Enseguida vuelvo – dijo ella algo extasiada, se le notaba diferente.

- Claro – repliqué, desprendiendo mis ojos de la ventana solo un segundo, para después volver a colocarlos en la multitud que se hallaba del otro lado.

Mantenía la vista clavada afuera, me intrigaba lo que Ang había dicho antes y, el hecho de ver a todas esas personas haciendo eso, me intrigaba, no sé a qué se debía, pero no me preocupaba el hecho de que la Navidad estaba cerca y debía comprar un par de regalos para mis amigos, quizás uno para Charlie también, en realidad, nunca le había dado mucha importancia, para mi era otro día cualquiera, pero al parecer, para Ángela la Navidad representaba mucho más de lo que era que para mi, y me abochornó una tristeza al imaginarlo, empezó pequeña, desde mi estómago y luego, fue acrecentándose lentamente, y se detuvo de forma súbita cuando escuché su voz.

- Capuchino de vainilla, tu favorito – Ang me miraba sonriendo y estirando el brazo hacia mí con un gran vaso en su mano y aquel brillo que había percibido antes, aunque ahora éste se extendía por todo su semblante.

- Gracias – respondí con una sonrisa amable

- ¿Qué piensas?, te ves un poco triste… - espetó jalando hacia abajo sus ojos, en señal de preocupación y lo hacía más claro con ayuda de su cejas, no desprendí la mirada de la ventana mientras respondía.

- Es solo que… hoy fue mi último día de clases y no estuve en clases – manifesté de forma irónica, aunque sabía que era un poco difícil bromear con Ángela debido a que siempre se tomaba todo en serio, y después quise ocultar mi chiste bebiendo un sorbo de café.

- ¡¡Por favor Bella!! – me sorprendió lo rápido y alto que respondió – Ambas sabemos que hubieras estado aburrida en el aula – al parecer no había entendido mi sarcasmo.

- No es eso a lo que me refería – dije intentando aclimatarme a la conversación y tratando de seguirle el ritmo a Ang.

- ¿No?, y… ¿entonces?

- ¿No piensas desearle Feliz Navidad a los chicos? – en ese momento imaginé que para ella podría haber sido importante.

- No… digo sí… es solo que… - dijo titubeante, sin saber donde colocar la mirada ni poder ocultar lo sonrojado de su rostro, la miré expectante, extrañada, el rojo de sus mejillas aumentó bajo la influencia de mis ojos - Quería celebrar la llegada del invierno… con mi mejor amiga.

Sus palabras me abrumaron, "su mejor amiga", me sentí desconcertada pero al mismo tiempo feliz, era una sensación indescriptible el hecho de saber que para alguien era algo más que los demás, para Ang lo era, y me gustó mucho el gesto, y miles de cosas cruzaron por mi mente en ese instante, mientras una ligera sonrisa me iluminaba la cara, me imaginé que figuraba dentro de la lista de Ángela para los obsequios, y, me prometí a mi misma, definitivamente incluirla en la mía, así podría demostrarle que ella para mí también era importante, además de que me daría la oportunidad de comenzar a tomarme más en serio esto de las fiestas decembrinas, viéndolo desde ese ángulo, no parecía tan mala idea.

- ¡¡Ven, vayamos a un lugar mejor!! – me tomó de la muñeca y me haló con verdadero entusiasmo para intentar levantarme de mi tibio asiento al cuál comenzaba a acostumbrarme, pero su actitud parecía ser contagiosa y la sentí en todo mi ser antes de propinarle una sonrisa de complicidad.

No supe a que parte de la ciudad me llevó, pero me recordaba mucho a esos acantilados en La Push, tenía una vista increíble, aunque no enfocaba mi atención en las luces que emergían desde el fondo, la decoración navideña de Port Angeles le brindaba algo especial al lugar y, podía asegurar que se veía desde muy lejos debido a tanto colorido, aún así, me concentraba en observar a Ángela, quien si miraba emocionada aquel festín de luces y colores, no podía despegar mi mirada de ella ni la sonrisa de mi rostro, no sabía que era lo que le pasaba, pero fuera lo que fuere, me había absorbido por completo y me encontraba en un estado tan agradable como pocas veces había ocurrido antes, mucho antes, cuando era niña, si mal no recuerdo; físicamente lo atribuí al café, siempre que lo bebía me alteraba demasiado, al grado de que casi era buena en los deportes; emocionalmente, supe con seguridad que se debía a las palabras que Ang me había dicho antes de traerme aquí a mirar juntas la puesta del sol, aquellas que me produjeron un cambio de humor significativo, al menos por este día, pero que provocaron en mí el hecho de que quisiera darle un significado legítimo a estas fechas, y así, mientras disfrutaba de esos momentos, con el viento helado tambaleando mi cabello y acariciando mi rostro, sentada junto a un árbol, supe que ese día terminaría mejor que bien.

- Bella… - Ang interrumpió mis pensamientos un breve instante – Dime la verdad… - me sorprendió, no supe que era lo que quería decir, pero se acercó y se sentó junto a mí, y mis deducciones fueron que tal vez se trataba de algo muy privado y personal, y que de eso se había tratado todo el tiempo este pequeño viaje, quizá el hecho de decirme que era "su mejor amiga" también formaba parte del plan.

- ¿Qué pasa? – intenté ocultar mi preocupación, aunque no lo hice tan bien, nunca había sido buena para mentir.

- Tú… ¿piensas que hay chicas bonitas? – dijo sin despegar la mirada del suelo; no pude evitar liberar un suspiro de alivio, todas mis suposiciones fueron bastante anticipadas y se trataba solo de un nuevo tema de conversación – Es decir… tu sabes.

Hasta cierto punto intenté comprender lo que quería decirme, a pesar de que este "nuevo tema" me parecía bastante extraño, pero, debido que Ang seguía emanando esa calidez que me había envuelto, supuse que no habría ningún problema por hablar de algo tan extraño, y que esto terminaría siendo solo eso, un tema de conversación.

- Te entiendo… y sí… - le respondí con un tono que a mis oídos, sonaba de lo más común – Lo he pensado, ¿sabes?

Comencé a reírme entre dientes tratando de ocultar la sonrisa, esas que uno suelta cuando sabe que está a punto de decir algo comprometedor, pero que aún así las ansias terminan por devorarlo y acaba diciéndolo de todas formas.

- Que si yo fuera un chico, seguramente… me gustarían – solté la risita tras mis palabras, enmudeciéndola un poco con mis rodillas, las cuales mantenía abrazadas para evitar que el frío me congelara y miraba de reojo a Ang, quien tampoco dejaba de sonreír con un gesto de satisfacción.

- Te lo digo porque hay una chica que me parece… especialmente bonita – a pesar de que dudó un poco para soltar esto último, en su voz se apreciaba más seguridad de la habitual, como si hubiera deseado todo el día llegar a eso.

- ¿En serio? – respondí sin prestarle mucha atención a la actitud que había adquirido, su semblante de veía igual que el mío justo antes de responder su anterior pregunta, así que lo tome como si la embargara el mismo sentimiento que a mí - ¿Puedo saber quien es? – continué sin despegar la cara de mis piernas porque el aire helado comenzaba a quemarme la nariz, y aún así, quería permanecer ahí algunos minutos más, disfrutando del aura tranquilizadora de Ángela.

Permanecimos en silencio unos segundos, tal vez minutos, no notaba el paso del tiempo en esos momentos, en realidad no esperaba que respondiera a mi pregunta, me deje arrastrar tanto por el momento que todo era muy significativo: el aire revoloteando a nuestro alrededor, formando sinuosas figuras con mis cabellos, empapando mi rostro con su helado roce, las hojas de los árboles que se mecían junto con él y que creaban una atmósfera de perfecta paz, que encajaba justo con aquel momento, mi respiración, tan relajada, parecía mezclarse con el viento y la convertía en algo imperceptible, y todo eso avanzaba en paso lento debajo de un cielo bellamente coloreado por las estrellas que formaban un contraste insuperable con los reflejos de las luces navideñas, imaginé que aquel encuentro de matices era como observar una aurora en la tierra, en donde podría alcanzarla si así lo deseara, y nada podía romper esa ilusión en la que me había sumergido, nada.

- Esa chica… - Ángela se decidió por continuar con la conversación, no supe después de cuanto tiempo, pudieron haber pasado segundos, minutos, horas… y un instante después sentí como unas delgadas agujas de hielo rodeaban mi rostro, tan suaves, y me hicieron levantar la mirada y colocarla hasta encontrarse con la de Ang – Eres tú, Bella.

Las manos frías de Ángela que aún permanecían en mi rostro, me acercaron hacia ella, y yo deje que lo hicieran, tenía tantas ganas de abrazarla también, de agradecerle que pensara que soy bonita, mucho más bonita que otras; si ya me bastaba con que me considerara su mejor amiga, esto era como colocarle una cereza a un pastel perfectamente preparado, y que lo hacía aún mas bello, después, sentí otra pequeña punzada helada en mi frente, y fue cuando supe hacia donde quería encaminar sus preguntas y respuestas.

- Tú, me gustas mucho Bella.

Y la ola de frío invadió mi cuerpo, había comenzado en sus manos, que rodeaban mi rostro, en sus labios, que sellaban en mi frente un beso, recorrió todo el cuerpo y me congeló como a una estatua de hielo, me sentía incapaz de realizar un solo movimiento, pero todo permaneció igual, como cuando percibía aquellos sonidos, aquellas luces, y la paz de la que me había llenado, aún permanecía dentro, agregándose con aquel frío hasta formar una mezcla heterogénea que difícilmente iba a separar, definitivamente, algo raro había ocurrido ese día.

CONTINUARA…