CAPITULO UNO: Desde las sombras.
"Collide" The
dawn is breaking I'm open, you're
closed Even the best fall down sometimes I'm quiet you
know Even the best fall down sometimes Don't stop here Even the best fall down
sometimes You
finally find
A light shining through
You're barely
waking
And I'm tangled up in you
Yeah
Where I follow, you'll go
I worry I won't see your
face
Light up again
Even
the wrong words seem to rhyme
Out of the doubt that fills my
mind
I somehow find
You and I collide
You make a first impression
I've found I'm scared to know
I'm always on your mind
Even
the stars refuse to shine
Out of the back you fall in time
I
somehow find
You and I collide
I lost my
place
I'm close behind
Even the wrong words seem to rhyme
Out of the doubt
that fills your mind
You finally find
You and I collide
You and I collide
You finally find
You and I
collide
La observaba de lejos. Desde las sombras.
Aún no entendía porque luego de verla aquél día, había regresado. Ella también volvía, siempre a la misma hora, y siempre al mismo lugar.
Un lago. Un lago enorme y cristalino, lleno de camalotes flotantes y con orillas amplias donde un destartalado muelle de madera se erigía a pesar del maltrato de los años y las tormentas.
Y ella solía sentarse allí, con los pies en el agua mientras lo observaba todo con sus ojos sonrientes. A veces llevaba un libro, y manzanas. Las comía distraída mientras devoraba página tras página.
A lo lejos, la Madriguera se mantenía aún en pie. Ella era la única que aún vivía en esa vieja casa, junto a sus padres. Tenía veinte años y un trabajo como redactora en el Profeta, pero siempre, a la hora acordada entre los dos en silencio, ella regresaba. Y estaba horas allí, y él se quedaba entre sus sombras que se le habían hecho ya tan familiares, hasta que su cabellera rojo fuego y su esbelta figura comenzaban a perderse de vista.
Había algunas veces en que los ojos de la muchacha se dirigían hacia el pequeño bosque que era el refugio de él. Parecía que lo estaba buscando, parecía que ella llegaba a percibir que alguien se escondía allí y la acompañaba a la distancia y en silencio. Pero luego volvía a centrarse en cualquier cosa que estuviera haciendo, y él sentía a la vez un alivio y un vacío que no lograba entender.
El día estaba soleado. Los rayos de luz le daban de lleno en el rostro, mientras se descalzaba y metía los pies en el agua. Estaba vestida de blanco. Una falda larga y una blusa del mismo color. Ella era feliz. El no lo era.
Se había mudado a su nueva mansión hacia dos meses. No sabía en ese entonces que ella estaba cerca, pero desde aquél primer día en que la vio, lo supo.
La guerra había acabado. La luz había vencido. Harry Potter había derrotado a Lord Voldemort y ahora todo era paz para la mayoría. El se había pasado al lado de los rebeldes, había luchado junto a Harry Potter y los suyos. Su padre había muerto, su madre vivía ahora en Francia en una de las mansiones familiares. Su hijo solía visitarla cuando su trabajo de Auror se lo permitía. Pero para él no había paz. Había visto y vivido demasiado como para tener esperanzas de encontrarla.
¿Y qué tenía ella que lo cautivaba tanto? Era casi algo…insano. Verla de lejos y desear acercarse, pero despachar la idea apenas se le cruzaba por la mente.
Estuvo horas allí, escondido, allí hasta que ella se fue. Un nuevo día llegaría, y ella volvería, pero el pensamiento de que quizás la distancia ya no le fuera suficiente, lo sorprendió y asustó a la vez.
Y la vio marcharse, su cabello refulgiendo como si estuviera prendido en llamas. Era hora de volver a casa, para pasar la noche y luego encontrarla de nuevo al día siguiente. Draco Malfoy emprendió el camino a casa, mientras Ginny Weasley, aún sin saberlo, emprendía su propio camino, pero hacia él.
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Ginny Weasley despertó aquél día con la sensación de que su vida ya no volvería a ser la misma. Se levantó de la cama y se miró al espejo. ¿Qué había cambiado? Nada. Los mismos ojos de un celeste profundo le devolvieron la mirada a través del vidrio, la misma melena que le llegaba hasta la cintura y que a esas alturas de la mañana se encontraba desordenada.
Pero una sensación extraña la embragaba aquél día en que cumpliría veintiún años.
Se visitó sin prisa, y justo cuando se calzaba, un perrito entró saltando a la habitación.
"Buenos días para ti, también, Spooky" dijo ella con una sonrisa.
El animalito pegó un ladrido y la observó expectante.
La muchacha bajó las escaleras. Los olores hogareños de toda su vida le inundaron los sentidos, mientras sus padres le dedicaban una sonrisa y se apresuraban a abrazarla.
"Si parece ayer cuando tan solo eras una niñita" dijo Molly, con lágrimas en los ojos.
"Nuestra hija se ha convertido en toda una mujer hace ya mucho tiempo, querida" murmuró su marido, observando a la muchacha con evidente orgullo.
Ginny sonrió y se dispuso a sentarse a desayunar.
Fue entonces cuando notó el pulsante dolor en su hombro. Se llevó la mano hacia allí, distraída.
"¿Ocurre algo, cielo?" preguntó Molly, observándola.
"No, mamá, es solo que…mi hombro…se siente raro"
Arthur, preocupado, se acercó.
"Déjame verlo, Gin"
La muchacha obedeció.
Fue entonces, cuando notando el semblante preocupado de su padre, notó la marca.
Una estrella. Una estrella perfecta y plateada se había dibujado a fuego en su piel y brillaba casi cegando a los presentes.
"¿Qué es esto? ¿Qué me está pasando?"
"Por Merlín, Arthur, dime que no es lo que creo que es"
"Lo siento, Molly, pero es exactamente lo que crees que es. La maldición se ha activado, y no hay forma de revertirla."
"¿Maldición?" preguntó la muchacha, asustada "Mamá, papá… ¿Qué me está ocurriendo?"
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No muy lejos de allí, Draco Malfoy se removía en su cama, perseguido por sus usuales pesadillas.
Abrió los ojos, dejando de lado la idea de volverse a dormir.
Hacia mucho tiempo que había renunciado a la idea de tener una noche de sueño completa.
Se levantó de la cama, y notó algo extraño. Una sensación desconocida lo embargó de pronto, sorprendiéndolo.
Draco se llevó la mano a su hombro. Un dolor agudo parecía perforárselo. Desconcertado, se sacó la remera que usaba para dormir. Y entonces lo vio.
Una luna plateada estaba grabada en su piel, y brillaba intensamente, mientras le seguía quemando como carbones ardientes.
"¿Qué diablos es esto?" se preguntó en voz alta, mientras seguía observando la extraña marca.
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"Hace muchos años, solo existían dos familias puras en la Comunidad Mágica. Eran la estirpe de magos más poderosa, ambos vivían en puntos opuestos y no mantenían contacto entre sí, ya que claro está, la rivalidad era un tema preestablecido entre ambos"
Arthur Weasley limpió sus anteojos, mientras Ginny escuchaba, asustada pero interesada a la vez.
"Esas familias, Gin, eran nada más y nada menos, que los Weasley, y los Malfoy"
Ginny dejó escapar un grito.
"¿Los Malfoy?"
"Si, hija, los Malfoy que todos conocemos y adoramos" dijo Molly sarcásticamente.
"El asunto es que, aunque rivales, las familias tenían bien en claro que sus hijos debían contraer matrimonio para así mantener el linaje. Por eso, cuando los Weasley tuvieron una niña, y los Malfoy un niño, los marcaron. A ella una estrella, y a él una luna. Una marca mediante la cual quedaban unidos. Pero ellos dos tenían otros planes. Se odiaban a muerte, no se saben los motivos. No podían estar juntos sin que comenzaran a discutir. Sus dos familias solucionaron esto haciendo que el hechizo los obligara a mantenerse juntos, de lo contrario, ambos morirían. Los dos jóvenes no tuvieron más remedio. Con el tiempo, ese odio que se tenían se fue mitigando. Se fue transformando poco a poco en aceptación, luego en amistad e inevitablemente en amor. Fueron tan felices juntos, que actualizaron el hechizo. Cuando volviera a nacer una mujer en la familia Weasley, al cumplir veintiún años, ella sería marcada, al igual que el heredero de los Malfoy".
Arthur Weasley observó a su hija, mientras Molly lloraba en silencio.
"Ginny, eres la primera mujer Weasley en varias generaciones…"
"¿Eso que quiere decir?" preguntó ella.
"Quiere decir que si no te casas con un Malfoy, morirás. El hechizo se ha activado."
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"No pienso casarme con una Weasley" dijo Draco, totalmente fuera de control "Tiene que haber alguna manera de revertir esa condenada maldición"
Narcissa observó a su hijo con semblante serio.
"Me temo que no hay forma, Draco. Tienes doce horas para llevarte a la chica Weasley a tu lado. No es imprescindible que se casen de inmediato, pero tienen que al menos convivir en la misma casa. De lo contrario, ambos morirán."
"¿Doce horas? ¿Doce horas?" replicó Draco, aún más desesperado.
Su madre solo asintió, mientras el rubio arrojaba una estatua de porcelana contra el espejo.
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Bueno, otro Draco y Ginny, jejejeje. Espero que les guste, según las reviews que lleguen veré si lo continuo o no. Saludos!
