UNA RAZÓN PARA VIVIR
¿No te ha pasado alguna vez que sientes que tu mundo llega a su fin y que sólo quieres huir dejando todo atrás?
Y en esos momentos...
¿No te gustaría tener aunque sea una pequeña luz de esperanza que te enseñe el camino para salir de la oscuridad?
CAPÍTULO 1: UN SENTIMIENTO LLAMADO TRISTEZA
La lluvia caía intensamente ese día de octubre, todas las personas corrían desesperadamente a sus hogares o algún otro lugar para protegerse. Todos menos un joven de cabellos castaños y hermosos ojos azul mar.
Ese día él había enterrado al amor de su vida, esa joven que conoció en un hospital, o al menos así lo creyó por un largo tiempo. Todo era tristeza dentro de su corazón ¿Cómo se puede perder a la misma persona tantas veces? Se preguntaba mientras caminaba por la calle con ayuda de su bastón. Pronto llegó a su departamento, ese que compartió con ella durante un tiempo, suficiente para muchos limitado para él, se sentó en su sofá. Nuestro sofá, aquí pasmos largas horas platicando de todo y nada. Riendo y llorando al recordar lo que habíamos hecho de nuestras vidas.
No paso mucho tiempo para que él se quedará profundamente dormido, soñando con un pasado, tal vez tormentoso, tal vez triste, tal vez... muchas cosas, pero si tuviera la oportunidad de repetir no lo dudaría ni un solo instante...
Flash Back
La vida va poniendo a las personas con las que debes convivir y de las que debes aprender. Cuando alguien nos hiere, nos insulta, nos lastima, nos desprecia, es porque antes de nacer nosotros se lo pedimos. El amor, no siempre tiene un buen fin, algunas veces perdura y otras termina, aunque las razones no sean necesariamente que dejaste de amar a la persona.
Cariño, abandono, desprecio, soledad, tristeza, amistad y confianza, alegría, paz, nostalgia, felicidad, amor, desolación, pesar y de nuevo abandono, soledad, tristeza y remordimiento fueron los sentimientos que experimento Terrence Greum Granchester a lo largo de su vida.
Cariño, cuando sus padres estaban juntos y él tenía la oportunidad de verlos sonreír y saber qué era una familia. Abandono por parte de su madre, quien lo había repudiado. El desprecio de su madrastra y demás miembros de la alta sociedad. Soledad en un colegio que soportaba sus desplantes por las generosas donaciones de su padre. Tristeza, que ocultaba muy bien detrás de una barrera de arrogancia y rebeldía. Amistad y confianza cuando una pequeña pecosa apreció en su vida y la cambió totalmente, Alegría y paz durante esos momentos que compartieron. Nostalgia, al separarse de ella y conservar la esperanza de reencontrarse nuevamente. Felicidad por verla, no importo si solo fue un pequeño instante. Amor, cuando pensó en nunca volver a separarse de su pecosa. Desolación al pensar que sus acciones pasadas estaban cobrando la factura. Pesar por no poder decirle a la mujer que amaba que tenía que casarse con otra. Abandono, cuando ella se fue sin ni siquiera mirarlo por última vez. Soledad, cuando se caso con Susana, pero en este punto también se sintió satisfecho porque ella compartía ese sentimiento. Tristeza cuando ella murió y, por último, remordimiento por no cumplir su promesa.
La vida de Terrence Granchester, desde la muerte de Susana y la desaparición repentina de Candy, era una rutina que se había formado en su interior: Despertar, darse una ducha, desayunar una taza de café, ordenar un poco, salir del departamento, bajar las escaleras, salir a la calle, comprar el periódico, subir a su auto, ir al teatro, pero jamás entrar, así que se dirigía al que era su nuevo trabajo, de nuevo en una horrible carpa ¿Se puede caer más bajo?, regresar a su departamento, Intentar dormir. Durante 4 años partía casi todos los días de algún punto y llegaba a cualquier otro punto.
Era un actor, pero lo dejó y ella, Candy, le dejó. Amabas dolencias se le agudizaban y existía un solo remedio de efectos pasajeros: el alcohol; había otra medicina eficaz y duradera: Candy; pero Candy ya no existía. Terrence que se daba a la bebida caía más a prisa todavía que un techador borracho caería.
Hacía ya dos años que estaba casi siempre borracho y con falsa seguridad subía al escenario, y las consecuencias se manifestaron más a prisa que en el caso de una mal estudiante que hasta no haber recibido las notas aún no puede hacerse ilusiones; medio año es mucho tiempo para soñar. Transcurridos dos años tomaba aguardiente, ya no más alta sociedad, sino curiosos que se reunían en una oscura carpa, donde él actuaba en un escenario pobremente iluminado, donde ya no recitaba diálogos, sino únicamente tonterías que divertían y hartaban al publico. Resbaló a mitad de una improvisación . No se oyó nada, ni siquiera silbidos, tan solo un murmullo compasivo, y cuando por fin cayó sobre sí el telón, salió a prisa .
Cuando estaba borracho, al salir a escena, realizaba estupideces. Una terrible humillación, aún si su publico era del bajo mundo.
Candy... el pensar que otro podía gozar de su presencia lo hacía sentir muy desgraciado. Le dolía el alma y le asaltaban las dudas de si tendría el valor de buscarla...
Se tendió vestido en su cama y bebió el resto del contenido de su botella y se sintió, por primera vez desde hacía meses, libre por completo de melancolía y jaquecas. Yacía en cama en un estado en el cual esperaba alguna vez acabar sus días: borracho y como si estuviera en el arroyo. Hubiese dado su camisa por un trago de aguardiente, pero los complicados trámites que el trueque hubiese exigido, lo hicieron desistir del propósito. Dormía a pierna suelta, como un tronco y soñó con ella... Sin embargo, presintió, ya entre sueños, el terror previo a despertar: la jaqueca, un mísero desayuno y un telegrama de su madre.
Probablemente él era demasiado ingenuo al suponer que ahí en ese pequeño pueblo nadie estaba enterado de sus fracasos. Si su madre lo sabía, lo sabría la prensa y si la prensa lo sabía, también Candy, estuviera donde estuviera. Debió afectarle horriblemente, peor que a él.
Candy estaría consternada por "el bajo nivel artístico" y por su miseria, la cual él no encontraba en modo alguna tan espantosa. Alguien que lo mire desde afuera (todo el mundo es mirado desde fuera por los demás) siente siempre una cosa mejor o peor que aquel que conoce el asunto, trátese de felicidad o desgracia, penas de amor o decadencia artística.
No le importa en lo absoluto actuar en esa lúgubre carpa ante amas de casa, obreros y borrachos, realizando bufonadas o pésimas imitaciones, ¿qué importaba?
El dueño del teatro pagaba muy poco y tenía que conformarse con un horrible cuarto y comida pasada para ahorrar para su vicio y medicina: el licor.
Pero él aceptaría las cosas tal y como vengan.
Sin embargo, el destino es cruel. Si él hubiese podido imaginar que la marioneta en la que se convirtió tenía los hilos rotos; los hubiera asido con fuerza; fue en ese instante en que se vio a sí mismo, tirado en el escenario, borracho; y oyó en la carpa el compasivo rumor, y le pareció ofensivo; cuándo fue que se hizo merecedor de tanta compasión y lastima, hubiera preferido un par de chiflidos.
Salió del "escenario" y condujo su auto a gran velocidad, ¿qué importaba la vida sin ella? ¿Cómo era que ni su familia supiera dónde estaba? Esas preguntas pasaban por su cabeza y no vio el poste con el que se estrello...
¿Dónde estoy? – preguntó confundido y muy adolorido
Por fin despertó joven Granchester – le contesto una dulce voz
¿Por qué todo esta oscuro?
¿Sigue aquí señorita? – preguntó al no escuchar la respuesta de la joven
Sí... pero es... muy difícil... – dudó – usted esta... ciego...
Fin Flash Back
Continuará...
