Naruto tenía trabajo por montones, de aquí y de allá desapareciendo y apareciendo en interminables nubes de humo. Ser Hokage era sumamente agotador, incluso para su edad, ya le habían salido algunas arrugas consecuencia de todo el estrés que vivía en esas cuatro paredes. Pero no podía quejarse, estaba haciendo lo que amaba: proteger a la aldea, y aunque esa tarea fuera difícil, no optaría por abandonar así como así.
A la madrugada había terminado por fin con el papeleo, su cabeza cayó rendida con la superficie dura del escritorio, estaba exhausto, no daba para más, quería dormirse ahí y pretender que aún era de noche para volver a casa y ver a su familia.
Los extrañaba, sobre todo a su esposa, hoy era su aniversario y lo más probable era que no vaya a estar junto a ella. No podía ser tan desconsiderado, ella siempre estaba ahí para él, para apoyarlo, para escucharlo y amarlo. Ella lo había esperado por años, y lo mínimo que Naruto debería hacer era hacerle saber que no ha olvidado una fecha tan importante. Él la amaba, y su amor superaba cualquier cosa, sabía que Hinata pensaba lo mismo que él, pero eso no significaba que ella no se sintiera triste porque ya no estuvieran juntos, al menos un día como ese, tan especial.
Levantó su cabeza, ante los toques suaves a las puerta.
—Naruto—lo nombró Gaara. N, se acomodó en el sillón y se colocó ambas manos en la cara.—Pasaba por aquí y vine a invitarte a almorzar con Kankuro y Temari, pero al verte en esas condiciones, me temo que no se podrá.
—No, está bien, de hecho ya terminé, solo tengo que…—soltó sus brazos y se puso de pie, pero sus piernas no le respondieron y se resbaló.
Los ojos verdosos del Kage casi se le salen de las cuencas, rápidamente llegó hasta su amigo y lo ayudó a levantarse.
—Es mejor que te lleve a casa…—decidió el pelirojo, con un mohín de preocupación, a lo que el rubio respondió con una sonrisa, apoyando una brazo en su hombro.
—Gracias-dattebayo.
Apenas dieron diez pasos hasta la puerta, entró Shikamaru para comunicarle que tenía nuevos documentos que revisar.
Gaara y Shikamaru se miraron entre sí, pues sabían el estado de Naruto y que no se permitiría dejar la oficina hasta que el trabajo esté hecho.
—Bien—sonrió el de ojos azules fingiendo que aún podía continuar, retornando a su escritorio, ayudándose por sí mismo para que sus amigos no vean el esfuerzo que hacía hasta por mantenerse lúcido.—Acabaré pronto con esto para poder irme a casa.
Shikamaru recogió los papeles de la mesa, que con anterioridad ya estaban revisados y los dejó a ambos.
—¿Quieres que te espere?—cuestionó Gaara, con la mano en la perilla. —¿O quieres que te ayude con eso? Puedo hacerlo, Naruto.
—Te lo agradezco, pero no quiero atarearte con tanto papeleo. Tú también te la vives en el despacho, deberías disfrutar de un tiempo de relajo ahora que puedes, yo estaré bien-dattebayo.
—Eso no importa, puedo ayudarte si me lo pides, para eso estamos los amigos, ¿no? No me molestarías, en serio.
Naruto negó con la cabeza, y le sonrió al estilo "Cejotas-sensei", incluyendo el pulgar arriba. A lo que Gaara asintió no muy convencido y cerró la puerta. Aunque aún así, estaría cerca por si necesitara algo.
Miró el reloj, eran las tres de la tarde en punto y todavía debía revisar una pila más de documentos.
Producto de la desesperación y frustración que tenía en ese momento, se desordenó su rubia melena. Creó cinco clones con lo poco de chakra que le quedaba y estos pusieron manos a la obra de inmediato.
Al pasar de unos minutos, terminó y sus iguales desaparecieron.
Respiró con tranquilidad, pues no era tan tarde. Salió de la oficina corriendo, a lo máximo que sus agotadas piernas se lo permitieran en dirección a la joyería. Pensó en unos pendientes bellísimos de color magenta de los que su esposa se había prendado esa vez que fueron a ese lugar, mas en ese entonces debido a los gastos con los pequeños Uzumaki, le fue imposible dárselos.
Entró en la tienda, buscando por todas partes el regalo, se aproximó a la alta muchacha que le sonreía, pues había quedado embobada con él, esta misma fue quien le hizo una reverencia.
—¡Hokage-sama, es un placer tenerlo aquí!
—Disculpa, ¿te quedan pendientes así como…—hizo una seña con sus manos—, no así como…—rascó su nuca un poco perdido porque no recordó la forma particular de estos.—Bueno la cosa es que eran de color magenta.
—Lo lamento, Hokage-sama. Los últimos se los llevaron ayer…—se entristeció la chica, con traviesas lágrimas que amenazaron con escapársele de los ojos marrones.
—No, no te pongas así. Supongo que hoy no es mi día de suerte-dattebayo. —Declaró el mayor haciéndole otra seña con ambas manos para que se calmara. —¡Gracias de todas formas!
Mal, todo estaba yendo tan mal, pero aún así tenía una esperanza. Hinata no lo sabía pero él había reservado una cita para ambos a la noche, y con el tiempo que disponía se le complicaba llegar a la hora exacta y al mismo tiempo encontrar otro obsequio.
¿Qué sería bueno en estos casos? Algo romántico, encantador y bonito, algo como…
—¡Himawari!—gritó de la otra esquina Boruto, quien trataba de correr detrás de ella.
La pequeña corrió a brazos de su padre y este la cargó, recibiendo un golpecito del helado que la niñita sujetaba en la mano derecha.
—¡Papá! Te extrañé mucho, onni-chan también, pero no lo admite.
—No digas mentiras, Hima—su mini versión se cruzó de brazos al pararse junto a ellos.
—¿Su mamá donde está?—Naruto miró en todas las direcciones hasta ver a su mujer, sin embargo, ella no se encontraba por ninguna parte.
Boruto rodó los ojos.
—¡Papá tonto! Mamá nos pidió que la esperamos mientras ella va a comprar un obsequio para ti. ¿Supongo que ya tienes uno también para mamá, verdad?
—S-sí, por supuesto que sí-dattebayo.
Himawari arqueó una ceja y miró atentamente el rostro triste de su padre, la estaba pasando mal y se le notaba por las ojeras y el cansancio que se le notaba en cada faceta de su rostro. Comprendía que el trabajo para él era importante, él les había dicho que la gente de Konoha era su familia, y estar al cuidado de tanta gente era sumamente difícil, sin embargo, siempre hacia que las cosas funcionaran, apenas pasaba tiempo con ellos y lo valoraba.
Este era el momento preciso en que Hima podía serle de ayuda a su padre, por más mínima que sea, ella quería que sus padres conserven esa unión tan mágica que los hacía quererlos más y más.
—Vamos, Hima, antes de que mamá se preocupe.
Naruto bajó a su hija y esta le dio un beso como despedida.
—Girasoles, papá, a mamá le gustan las flores.—confesó en susurro, a lo que el mayor le correspondió con una sonrisa de agradecimiento.
Sus pequeños hijos se fueron al lado de Hinata, quién salía de la tienda. Ella lo buscó con la mirada, y Naruto se escondió detrás de un poste, para que no vaya a reconocerlo.
Suspiró, y echó un vistazo al reloj.
En la florería Yamanaka, una pícara Ino se reía de él, en tanto envolvía las flores en un ramo.
—¿Pasa algo, Ino?
—Es que, ¿cómo se te ocurre comprar solo esto…?
—¿Qué tiene-dattebayo?
—¡Que eres el Hokage! Usa tu dinero para llevar más flores, a Hinata le encantará.
—Uhm, no lo sé.—Se encogió de hombros. —¿Le gustarán tantas flores?
—Yo me encargo no te preocupes, verás que Hinata estará muy feliz.—Asintió y se dispuso a despedir a Naruto.
El cielo se opacaba por varias nubes, quitándole a la luna el protagonismo.
Naruto se percató de aquello y caminó hasta su casa, se sentía aliviado porque recibiría ayuda de Ino, ¿y quién mejor que ella para cosas de mujeres? También tenía que agradecerle a su hija por la información.
Llegó a la puerta principal no vio la entrega de su amiga. Se quedó unos minutos ahí, sentado en las escaleras, hasta que un suave toque en su hombro le hizo levantar la cabeza.
—Hinata…yo…
—Entremos, Naruto. —Le sonrió y sostuvo su mano.
Dentro de la casa, los ojos de Hinata brillaron como nunca, maravillada del panorama floral que adornaba su sala.
—Naruto…
—Hinata lo siento, se supone que iba a traer flores pero…—se detuvo al darse cuenta de lo mismo que su esposa. —¡Feliz aniversario, Hina…
Sonreía, pero el resto de sus palabras fueron silenciadas por un beso de la Hyuga. Estaba con algunas lágrimas, pues no pensó que su esposo lo recordaría, consideraba que su trabajo, últimamente le causaba cada vez más problemas a su relación con ella y sus hijos, pero él la había sorprendido.
—Es lo único que pude darte hoy, me hubiera gustado invitarte a cenar también…pero con la hora que es ya perdí la reservación…
—No te preocupes por eso, Naruto—se escuchó una voz que se les unió. —Me tomé la libertad de reservarles una cena en Ichiraku.
El Uzumaki ladeó la cabeza, sin saber cómo es que su amigo supo por lo que estaba pasando. Gaara señaló disimuladamente a los niños, quién se alianzaron con Ino para preparar lo de las flores dispersas por toda la casa, aprovechando que Hinata había ido un momento a visitar a Hanabi.
—Eh, papá, cuida bien de mamá y tráela puntual a la casa.—Intervino Bolt, de brazos cruzados.
—¡Qué les vaya bien, papá, mamá!—Dijo con alegría Himawari.
—Haz que valga pena, Naruto—lo despidió Gaara con la mano—. No te…excedas…—finalizó el pelirojo con la cara colorada.
Los felizmente casados rieron ante el doble sentido. Hinata tomó del brazo a Naruto y ambos se esfumaron por la puerta.
—¿Qué me darás, Hinata?—el rubio le tomó de las manos cuando estaban saliendo.
—Es un secreto, Naruto. No lo sabrás hasta que volvamos a casa después de cenar, tienes que recuperar energías.—Le guiñó un ojo, extrañada de que fuera capaz de hacerlo.
—Estamos a unos pasos de la casa, volvamos y me dices, vamos-dattebayo.—Rogó con la mirada más tierna que podía derretir a su cónyuge.
Hinata lo dejó de ver un instante para resistir.
—Primero vamos a cenar—le dio un besito en la frente.—Puedes esperar por tu regalo, así como yo esperé por ti.
—Entonces, esperaré, Hinata. Solo esperaré porque tú me lo pides—sonrió él y también ella.
No fue un día tan malo después de todo, el trabajo estaba terminado, las flores estaban en la casa, y cuando H, regresara les daría el cuidado que se merecen. Después de todo iban a tener una cena en su lugar favorito y quizá Hinata podría romper otro récord por el ramen. Eso no era todo, pues aún faltaba el obsequio que le daría a Naruto, quién no sabía siquiera del plan que tenía pensado la Hyuga cuando sus hijos estuvieran dormidos.
Aclaración:
-Gaara, Ino y Boruto sabían del plan porque Himawari les había contado. Primero a Gaara cuando los vino a visitar para ver si Naruto ya había vuelto a casa. Luego a Ino cuando en compañía de unos amigos trajo los girasoles, para ponerlos dentro de la casa. Obviamente tenía que cerciorarse de que Hinata no estuviera en la casa. Los niños siempre están en casa así que creyó que con ayuda de ellos lo solucionaría. ((O algo así, se me ocurrió de repente todo))
-El "no te excedas" de Gaara fue con doble intención porque pensó que en el estado de Naruto no tendría tantas fuerzas para seguir caminando.
-El plan de Hinata, "a la imaginación", pero es obvio creo. Digamos que se compró lencería nueva e iba a estrenarla después de esa cena.
