¡Hola! He vuelto al fandom IchiRuki con un fic que tenía mucho tiempo en mi cabeza. Espero que les guste.
Me estoy tomando algunas libertades en cuanto a los tiempos y los personajes que aparecen porque a Tite Kubo le valió v***a y dejó muchos huecos en la historia.
La imagen de portada no me pertenece, créditos a su autor/a.
Los personajes de Bleach no me pertenecen, son propiedad de Tite Kubo.
LOS ANDRANIS
Capítulo 1: Bankai.
La guerra contra los Quincys finalmente había terminado. Aunque la promesa de Yhwach de que algún día regresaría no se había esfumado de la mente de los shinigamis, era ahora sólo un feo recuerdo al que nadie le dedicaba mucho tiempo. El orden se había restaurado con el sacrificio de Ukitake para convertirse en el nuevo Rey Espiritual y Rukia Kuchiki era la joven prodigio más apta para tomar el puesto como capitana del Treceavo Escuadrón, aunque en su opinión necesitaba entrenar más para volverse tan habilidosa como su hermano y el resto de los capitanes.
Después de entrenar días y noches por fin había aprendido a controlar su bankai. Todavía le costaba un poco de trabajo deshacer el efecto y descongelar su cuerpo sin lastimarse, pero con la ayuda de Byakuya estaba segura de que lo conseguiría muy pronto.
Rukia se encontraba en la Colina del Sokyoku entrenando, pues en ese lugar tan apartado del resto de los cuarteles no había riesgo alguno de que el poder de su bankai afectara a la Sociedad de Almas. El Capitán Comandante Kyoraku Shunsui le había permitido utilizarlo y, desde que la guerra había terminado, no había día en que Rukia no se dirigiera a la cima para practicar. Byakuya le había advertido más de una vez que no debía presionarse demasiado, que dominar esa faceta de su zanpakutou era un proceso complicado y tardado, pero desde que Ichigo Kurosaki lo había logrado en tres días, nadie se apegaba mucho a la tradición, mucho menos la morena que tanto lo admiraba y que tanto le debía al pelirrojo.
-Un poco más…
-Hazlo lento, Rukia.
Rukia suspiró y apaciguó su mente. Si perdía la concentración las consecuencias podían ser desastrosas, por lo tanto agradecía que la amable voz de su hermano fuera tan tranquilizante para ella. Parecía acariciar cada sílaba y ofrecérsela en bandeja de plata.
Pero sin poder evitarlo, su mente se llenó de imágenes horribles de su pelea contra Äs Nödt y sus manos empezaron a temblar. El viento a su alrededor se movía como un torbellino, cortando las hojas de los árboles y su propio cuerpo como si se tratara de cuchillas afiladas.
Byakuya se acercó a Rukia y sostuvo firmemente su mano para que terminara el proceso sin inconvenientes. Con ese cálido toque Rukia se relajó y reanudó su tarea. Finalmente, el bankai fue deshecho y Rukia cayó sobre sus rodillas, respirando agitadamente y recargada en el mango de su zanpakutou.
Byakuya sonrió con ternura y se arrodilló a su lado para ponerle su capa encima del uniforme, pues Rukia estaba muy pálida y temblando.
-Lo estás haciendo muy bien.
-Todavía no puedo romperlo sin recordar esa estúpida pelea –confesó Rukia.
Byakuya la ayudó a levantarse y ambos se sentaron en una roca que estaba al pie de un árbol. La luna brillaba en lo alto y el cielo estaba plagado de estrellas que iluminaban la noche. La Sociedad de Almas estaba tranquila, aunque todavía en proceso de restauración. Rukia envainó su zanpakutou y se pasó una mano por el cabello en señal de frustración.
-¿Por qué no te tomas un descanso? –sugirió Byakuya.
-No puedo, Nii-sama, si algo pasara y yo no he logrado dominarlo…
-Rukia, el entrenamiento requiere una parte equivalente de descanso. Es preciso que tengas esto en cuenta.
-Lo sé, pero…
-Sin peros –replicó Byakuya empleando un tono un poco más severo-. Si no obedeces tendré que confiscarte tu zanpakutou por una semana.
Rukia sabía que hablaba en serio. Aunque él más que nadie quería verla triunfar, también era el que más se preocupaba por ella y por lo tanto no consentiría que se exigiera hasta más allá de sus límites.
-Ven, regresemos al cuartel –dijo Byakuya poniéndose de pie.
-¿Nii-sama? –Byakuya volteó a verla, adivinando lo que estaba a punto de pedirle-. ¿Una vez más?
Byakuya suspiró derrotado. No podía negarse a aquella mirada. Rukia podía pedirle lo que quisiera y él lo cumpliría de buena gana. Era testaruda como Hisana, y había crecido tanto y mejorado en los últimos años…
-Una y ya –sentenció.
Rukia sonrió y asintió. Byakuya se cruzó de brazos y esperó recargado en el árbol, listo para intervenir en caso de ser necesario, pero Rukia le dijo que se fuera.
-Esta vez quiero hacerlo sola. Si siempre estás ayudándome nunca podré lograrlo.
Byakuya no le preguntó si estaba segura. Sería una gran ofensa para el orgullo Kuchiki que Rukia bien había heredado. Si ella decía que podía hacerlo, tenía que creerle.
-Te veré mañana –dijo Byakuya a modo de despedida-. Si me entero de que practicaste más de la cuenta…
-No lo haré, lo prometo –dijo Rukia rápidamente.
Byakuya sonrió cuando Rukia ya no podía verlo y emprendió solo el camino de vuelta. Estaba seguro que al día siguiente su hermana llegaría con la noticia de que lo había conseguido.
-¿Estás orgullosa de ella, Hisana? –Susurró a la noche-. Yo sí.
Cuando Rukia se aseguró de que Byakuya ya no estaba a la vista y que su reiatsu era apenas perceptible, desenvainó su zanpakutou, la sostuvo firmemente frente a ella con las dos manos y cerró los ojos.
-Bankai: Hakka no Togame.
El aura blanca la envolvió como muchas otras veces y su cuerpo comenzó a cambiar. El uniforme shinigami fue reemplazado por el kimono blanco tradicional y su cabello, así como sus pestañas, cambió de color del ébano más intenso al blanco más inmaculado. Parecía una princesa de hielo, pero su habilidad de defensa y ataque se asemejaba más a un guerrero letal. El cielo negro se iluminó con el destello de luz y la nieve empezó a cubrir más allá de donde sus ojos alcanzaban a ver. Rukia sintió el frío calándole hasta los huesos, pero no le molestó en lo absoluto. Aquel frío glaciar era parte de su ser, era su Sode no Shirayuki y ella fusionadas en una sola persona, en una sola espada, en un solo ataque. Pasado un minuto en el que pudo controlarlo a la perfección sin que sus manos temblaran o su mente se plagara de horribles recuerdos, se enfocó en la voz de Byakuya que parecía guiarla como una luz al final del túnel. Confianza, amistad, orgullo, poder, amor…
Entonces pensó en Ichigo.
¿Qué le diría si la viera en ese momento? ¿Estaría orgulloso? Conociéndolo, era probable que hiciera algún comentario tonto para molestarla, pero en el fondo sabía que su corazón latiría con intensidad.
Mírame, Ichigo, me he vuelto más fuerte.
Y así como había empezado, lentamente deshizo el efecto del bankai hasta que regresó a su forma original. El calor llenó su cuerpo una vez más y cuando abrió los ojos no pudo evitar sonreír como nunca antes. Lo había conseguido. Ella, Rukia Kuchiki, había por fin logrado dominar su bankai al cien por ciento.
Como su palabra valía mucho para su hermano, decidió que con esa vez tendría suficiente. No iba a jugar sucio y quedarse practicando. Había dicho que una vez más y así lo hizo. Así pues, guardó su zanpakutou agradeciéndole mentalmente su cooperación a la bella Sode no Shirayuki y emprendió el camino de regreso al cuartel.
Pero antes de que diera dos pasos, una voz susurrante que arrastraba las palabras se dirigió a ella.
-Tu poder es sorprendente, Rukia Kuchiki.
Rukia puso la mano en el mango de su zanpakutou y se puso alerta.
-¿Quién anda ahí?
No percibía ningún reiatsu, y eso significaba que no era un shinigami. ¿Podía ser un humano? No, no era posible. ¿Un Hollow? Menos aún. ¿Un…Quincy? Rukia recordó que solían vivir en las sombras, así que ¿qué les impedía volver a tomar el control de la Sociedad de Almas? Sin poder evitarlo, sintió un frío en el cuerpo que nada tenía que ver con los efectos secundarios de su bankai.
La voz no habló por un par de minutos, sólo se oía el viento agitando las hojas de los árboles, los susurros de las aves y el cantar de las cigarras. Rukia pensó que tal vez había sido sólo su imaginación. De igual forma, decidió que avisaría a la central para que mandaran a alguien a investigar. Reanudó su camino en descenso, aunque aguzando sus sentidos y con un poco más de prisa.
¿Qué me sucede? ¿Ichigo se alejaría asustado por un rival? No, él lo enfrentaría sin importar las consecuencias o la diferencia de fuerzas.
-Eres justo lo que necesito.
Rukia se congeló en su lugar al escuchar aquel mismo susurro de antes, pero esta vez hablándole directamente al oído. Con un movimiento circular de su zanpakutou cortó el aire a su espalda sin detenerse a pensar un segundo. Se encontró con la nada, estaba tan sola como momentos atrás. Un escalofrío bajó por su espalda y recordó la sensación de miedo que paralizó su cuerpo durante su pelea contra Äs Nödt.
Y antes de que pudiera formular otra pregunta para averiguar quién era el intruso o a qué se refería con esa curiosa selección de palabras respecto a sus necesidades, sintió un piquete en el cuello, como de avispa. Su cuerpo entero se paralizó y sólo alcanzó a quitárselo para ver que era una pluma negra con punta de metal, similar a un dardo. Antes de caer al suelo, un par de fuertes brazos la atraparon, y lo último que vio antes de desmayarse fueron unos ojos azules que parecían congelar todo a su paso, del mismo modo en que lo hacía su bankai.
Continuará…
