Este fic se lo dedico exclusivamente a mi amiga Mayra Exitosa gracias por incentivarme a escribir más fic y dar un poco más de mí..
Yo que tantas veces te dije te amo, y que estando juntos te decía
Que serías por siempre la dueña de mi vida pero no te importo.
Y ahora causa dolor, demasiado dolor, haberte entregado mi vida y no te importo.
Pero causa dolor el perderte así estaba ilusionado contigo y nunca fue así. Dime que hice mal porque te alejas de mí.
DULCE VENGANZA
CAPITULO # 1
Por. Tatita Andrew.
Candy cerró la puerta del cuarto de su padre suavemente, enseguida se imaginó unos ojos azules burlándose de ella, y alegrándose por todo lo que le estaba pasando.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el teléfono de muy mal humor fue a contestar la llamada.
-¡Alo! dígame.
-¡Candy! Ella se quedó petrificada, no supo qué hacer cuando escucho aquella voz, esa voz profunda e inolvidable. Solo él decía su nombre como nadie lo había hecho nunca. Hacía más de cuatro años que no había vuelto a escuchar esa voz, pero la reconoció al instante. Su boca no podía pronunciar palabra.
-Espero no haberte molestado- susurro la voz en el teléfono
Aquellas palabras la sacaron de casilla, no sabía porque tenía la facilidad para hacerla enojar como nadie en el mundo, ella que siempre ha sido tan serena y calmada pero solo bastaba una palabra de él, para desear matarlo incluso por el teléfono.
-¿Qué quieres? Pregunto molesta
-No sé porque, pero hoy estoy de un humor muy generoso- dijo con lentitud- Me siento inclinado a ofrecerte un encuentro…
Ella tomo el auricular con fuerzas en sus manos.
-Y porque razón harías eso.
-Me pregunto si todavía no has hablado con tu padre.
-Sí lo he visto- pero no iba a confesarle que su padre se encontraba en su apartamento.
-No sé si sabrás algo de leyes pero la malversación de fondos es un delito grave. Dijo en tono divertido.
-No fue su culpa tenía deudas de juego, y se asustó mucho, no pretendía robarle a la empresa. Solo era un préstamo.
-Claro, claro, y yo soy un incrédulo- escucho que rio divertido.
-La empresa White era suya- le recordó ella con amargura.
-Pero ya no lo es querida- dijo con suavidad – Ahora es mía.
De pronto se sintió tan culpable si no hubiera sido por ella su padre no hubiera perdido su empresa, si no hubiera sido por ella Albert jamás se hubiera fijado en ella y se hubiera obsesionado con eso. Y su padre no hubiera tenido que robar.
-Mi padre tenía intenciones de devolverte el dinero. Además si no hubiera sido por la auditoria jamás lo hubieras descubierto.
-Ah si j aja, pues claro querida, porque crees que realizo auditorias ocasionales en mis empresas. Los empleados como tu padre se vuelven codiciosos y son atrapados con las manos en la masa.
Esas palabras hicieron que a Candy se le acelerara el corazón.
-Mi padre no es ningún codicioso y eso tú lo sabes solo estaba desesperado es que acaso no puedes entender.
-Bueno esta charla ya me aburrió. Estoy deseando verte esta noche. Estoy seguro que tú ya sabes cuál es mi suite a las ocho. Y te advierto esperare un minuto después de esa hora si no apareces, te lo juro que no habrá segunda oportunidad querida.
-Pues será mejor que no pierdas tu tiempo, grito furiosa no iría ni aunque el infierno se congelara. Y jamás volvería a poner un pie en ese hotel.
-Claro me olvidaba, dijo el divertido debió ser todo un espectáculo, verte salir de allí corriendo con un solo zapato esa tarde- murmuro provocativamente- la doncella encontró el otro bajo la cama. A cenicienta se le olvido el zapato.
-¿Cómo te atreves? Dijo Candy entre dientes.
-Y sin estar hablando de más creo que recuerdo que aquella tarde estuviste a punto de dejar algo mucho más íntimo detrás.
Se sintió morir con aquellas palabras como se atrevía a delatar su falta de cordura cuando fue aquella tarde a su habitación de hotel con el rostro ruborizado colgó el teléfono para que él no la siguiera humillando. Lo último que quería era recordar lo que había sucedido aquella tarde en ese hotel, quería gritar llorar, todo lo que siempre ha odiado per no podía hacerlo ella era una mujer controlada siempre lo fue desde niña cuando escuchaba las discusiones entre sus padres se tapaba los oídos con mucha fuerza. Juro que ella nunca sería así nunca se dejaría llevar por la pasión como lo había hecho su madre, por eso se odiaba a si misma por la falta de pudor que tuvo esa tarde en que lo fue a buscar. Trato de controlarse y fue a buscar a su padre.
Lo encontró sobre la cama ni siquiera le pregunto quién había llamado de todos modos no quería preocuparlo más.
-Sabes lo que es hija, ser sacado de tu propia oficina sin tiempo a nada, como un ladrón, con dos guardias esperando por ti para acompañarte a la salida, he tirado todo mi futuro a la borda, y el tuyo también que ojos miraras a tu padre ahora sabiendo que es un vulgar ladrón.
-Tú no eres un ladrón papa por favor.
-Sí lo soy hija, desde que tu madre nos abandonó siempre tuve la esperanza de que volvería, quería creer eso, me aferraba a eso, pero nunca lo hizo, y el día que murió mis ganas de vivir se fueron con ella a pesar de todo el daño que pudo causarme la extrañaba, fui cediendo al vicio del juego me fui enredando poco a poco y cada vez perdiendo más y más, y seguía jugando con la esperanza de que alguna vez podría ganar ahora estoy sin salida, traicione la confianza de Albert, solo quería tomar ese dinero para pagar mis deudas, después lo devolvería pero ahora que he perdido mi empleo que voy a hacer, como podré pagarle esa cantidad de dinero, nadie va a querer contratarme después de esto.
-Papá yo te ayudaré.
-Nadie puede hacerlo hija lamento haberte molestado tengo que irme.
-No te vayas papá a donde irás.
-Necesito estar solo, aclarar mis ideas yo te avisare cuando me encuentre bien.
Aunque quiso detenerlo sabía que era inútil, pero la posibilidad de que su padre cometiera alguna locura estaba presente como enfrentaría el juicio público, y la demanda que le interpondría Albert. Albert el pasado volvía nuevamente a ella ese pasado que creía enterrado pero esta vez para vengarse todavía recordaba aquella tarde estaba de compras New York con su mejor amiga Carlina faltaba poco más de dos meses para su matrimonio con Michael. Por casualidad de la vida no llevaba su anillo de compromiso se había soltado una piedrita y estaban reparándolo, entre tantas cosas para el ajuar que llevaban y entre la charla amena con su mejor amiga no se percató de que un chico pasaba en bicicletas justo a su lado haciendo que perdiera el equilibrio y cayera justo en medio de la calle y justo en frente de la limosina en donde viajaba Albert, los detalles con exactitud no se acordaba bien porque ella perdió el conocimiento, solo supo que cuando despertó se encontró perdida en aquellos ojos azules y profundos que la miraban con preocupación parecía una caballero como los que había leído de niñas y el príncipe siempre rescataba a la princesa u príncipe con ojos azules, pero este hombre estaba acostumbrado a dar órdenes. Solo escuchaba la voz que decía … No la muevan, traigan la ambulancia, traten de calmar a la amiga.
Se sintió avergonzada porque todas las personas empezaron a acercarse en círculos alrededor de ellos.
-Estoy bien no es necesario gracias.
-¡No te muevas! -la sostuvo con fuerza para que ella no pudiera levantarse,- podrías haberte golpeado la cabeza ya viene la ambulancia.
-Yo estoy perfectamente volvió a decir y enfadándose porque la trataba como a una niña.
-Podrías haberte lastimado la columna. Además eso lo decidirá el médico cuando te revise.
Se sentía incomoda por esa mirada tan profunda y el modo que la miraba tan intensamente y de pronto acerco una de sus manos a su rostro y lo acaricio.
-Jamás me perdonaría si le he hecho daño a alguien tan hermosa como tú.
Y de pronto ya se encontraba en la ambulancia y el dándole instrucciones a los enfermeros, y subiendo a la ambulancia con ella, cuando le pregunto por su amiga dijo que esta se había puesto histérica y viajaba en su limosina. –Gran amiga pensaba Candy en el momento que más la necesito decide darle una crisis de nervios.
Después de varias horas de estar entre un examen y otro se sentía terriblemente cansada cuando al fin terminaron de examinarla la llevaron a una habitación privada, pensando que aquel caballero ya se habría marchado para entonces otro error, justo entraba en la puerta con esa hermosa sonrisa.
-Me alegro que te encuentres mejor le dijo sonriendo.
-Deseo irme a mi casa le dijo molesta a la enfermera que se retiraba en ese momento.
-Eso no es necesario tendrás que quedarte aquí.
-Y mi amiga.
-Tuve que enviarla a casa, no era de mucha ayuda mejor era que se calmara primero. Llame a tu casa y me dijeron que tus padres se encuentran de viaje. ¿Quieres que los llame?
No sabía porque ese joven se estaba tomando tantas molestias, pero si sabía que se estaba empezando a enfadar no le gustaba en nada el modo en que la miraba la hacía sentir como un maniquí al que tenía que admirar, recorría todo su cuerpo de arriba abajo con la mirada.
-Ni siquiera se tu nombre, no es necesario gracias.
-Mi nombre es Williams Albert Andrew pero las amigas me pueden decir Albert dijo con esa hermosa sonrisa otra vez. Y al fin no me contestaste ¿Cómo te sientes?
-Solo quiero irme a casa, acaso no escuchas lo que la gente te quiere decir.
-No si no quiero oírlo.
-Esto no es necesario, tantas atenciones, ni siquiera fue tu culpa, me empujaron frente a tu limosina y créeme no tienes que tomarte tantas molestias ni siquiera te demandaré. Así que no tenías que ayu…
-He querido hacerlo -dijo el interrumpiéndola y volviendo a mirarla a través de las sábanas que ella tenía encima, y tuvo que cubrirse un poco más se sentía desnuda ante su precensia –Es que no puedo apartar la vista de ti.
Ella se ruborizo por su comentario
-Pero me imagino que está acostumbrada a que los hombres posen su mirada sobre ti eres una chica muy guapa, mucho más que cualquiera que haya conocido.
-No me fijo en esas cosas, no desde que estoy comprometida. Dijo resuelta.
Su mirada se hizo más intensa incluso entre cerrojo los ojos para asimilar lo que Candy le había dicho.
-O sea que perteneces a otro hombre.
-Yo no le pertenezco a nadie dijo Candy molesta.
-A mí sí me pertenecerás- lo dijo con convicción absoluta haciendo pensar que ese joven apuesto estaba loco por aquella afirmación si recién la conocía. Nunca nadie le había hablado así ni siquiera su padre se sintió furiosa de que aquel caballero se sintiera con derecho sobre ella.
-Voy a casarme dentro de seis semanas fijando su mirada otra vez en ese bello rostro pero apartándola de inmediato por el rubor que subía por su mejilla.
-Eso lo veremos.. dijo con una enorme sonrisa.
Volviendo al presente debería haber temido a esas palabras pero no, ella pensó que todo seguiría igual. Recordando a su padre salió a buscarlo a su apartamento pero la recepcionista le dijo que no había vuelto, se preguntaba donde se habría metido. Decidió regresar nuevamente al suyo pero sin poder apartar de sus pensamientos a Albert, a aquella proposición de ir a su hotel, debería ir, debería ir a rogarle que le perdonara la deuda a su padre, y que no lo denunciara. Sería capaz de rogarle y arrastrarse como una vez lo había hecho su padre ante su madre. No quería hacerlo si conocí muy bien a Albert estaba segura que jamás le perdonaría la deuda a su padre. Albert quería venganza y sabía que jamás podría tocarla sin recurrir a la persona que más amaba en el mundo su padre.
Sus últimas palabras eran como una sentencia de muerte para ella, él había destruido todo su matrimonio, su vida, su amor por Michael, todo lo que ella siempre había querido, desde que lo conoció no hizo más que luchar en contra de él, de no dejarse arrastrar por él, pero a pesar de que lucho con todas sus fuerzas cayó como una tonta y se dio cuenta de lo frágil que era cuando estaba a su lado y lo tenía cerca.
Los recuerdos tan bien guardados volvían a aparecer recordaba Albert un hombre acostumbrado a obtener lo que quería y desde el primer día le dejo bien claro que a quien quería era a ella. Nunca olvidaría el modo en que la miraba el día de su boda, sin disimular en ocultar su odio hacia ella. Un hombre tan rico como él, nunca había sido rechazado y espero hasta el último minuto a ver si ella cambiaba de opinión y se arrojará a sus pies, pero ella no podía hacerle eso a Michael su primer novio su novio desde la escuela y mejor amigo.
Se acercó a ella y sus últimas palabras fueron:
-Nunca te perdonaré. Algún día vendrás a rogarme de rodillas que te acepte… y ese día te destrozaré. Ella tembló de miedo y Michael tuvo que tomarla en brazos para no caerse. Para esa fecha Michael ya lo sabía todo dijo que la perdonaba, pero eso había sido su matrimonio solamente una farsa. Cómo no se había dado cuenta de los problemas de su papa, bueno es que ese último año había sido muy difícil con la enfermedad de Michael y su muerte.
La profecía se había cumplido ahora el, la invitaba a su hotel para humillarla para hacerla arrastrar pidiendo el perdón por su padre como prometió. No, no iría a ese hotel para pasar otra humillación más.
Veinte minutos más tarde ya se encontraba estacionando frente al hotel. Lo hacía por su padre se dijo a sí misma. Era su deber como hija que más daba si tenía que volver a verlo.
Llegando a la dirección le dijo al recepcionista que tenía una cita con él y que Candy Thompson se encontraba abajo.
-Lo siento hay un problema dijo el recepcionista después de unos minutos.
-¿Cuál es? Pregunto intrigada
-Dice que no conoce a ninguna joven con ese apellido. Ella se sonrojo al comprobar que Albert a propósito había ignorado su apellido de casada. Respiro profundamente para tratar de calmarse lo que se avecinaba no era nada bueno.
-Pruebe con White dijo ella- Dígale que soy la Señorita White.
Al ir avanzando por ese hotel le llego un pensamiento odiaba ese hotel, odiaba ese lugar allí era donde su madre se reunía con la infinidades de amantes. Y ese mismo hotel fue donde ella perdió su dignidad hace cuatro años, y aún existía su duda como fue que estuvo a punto de terminar en la cama de Albert, los dos enredados como uno solo, tocándose por todos lados medio desnudos y lo peor de todo ella correspondiendo a todas sus caricias, gimiendo por esas caricias. Eso es tan obsceno pensó si no hubiera sido por el ruido de la mucama en la otra habitación no hubiera reaccionado a tiempo y no hubiera tenido el valor para salir corriendo. El un hombre tan millonario se imaginaba que estaba acostumbrado a seducir a cualquier mujer que se le antojara y aunque ella se había resistido al final no pudo caer en sus encantos.
Ahora si estaba asustada por su padre, por ella, por lo que pudiera hacerle Albert pensaba en su palabras arrástrate… y allí estaba ella dispuesta a todo por salvar a su padre.
Al tocar la puerta un joven camarero le abrió la puerta.
-Pase adelante señorita White. Ella miro todo el sofá donde había empezado todo, nada había cambiado, todo seguía igual como hace cuatro años, Albert estaba hablando por teléfono en Francés hablaba más de dos idiomas, no podía apartar los ojos de él, cada fibra de su cuerpo le provocaba cierta atracción mortal. Como cuando sabes que vas a morir él se acercó a ella como un león a punto de devorarla. Tenía el rostro de un ángel uno caído del cielo, un hombre con un magnetismo intensamente sensual y viril. Sus ojos azules, su nariz perfecta y la ancha perfección de su boca.
Recordaba las palabras de su madre cuando lo conoció.
-Yo no sé qué te pasa muchacha, Este hombre tiene una carga sexual increíble lo puedo oler a metros de distancia, cualquier mujer con sangre en las venas cedería ante el ¿Qué te pasa? Sinceramente no pareces mi hija.
Su mirada era de furia tan fría como el hielo se hizo un silencio incomodo ella no sabía que decir ni que hacer. Hasta que ella decidió romper el silencio.
-¿Qué quieres de mí?
-Quítate el abrigo- le ordeno con furia
-No voy a quedarme… sus palabras salieron por si sola fue lo primero que vino a su mente.
-Entonces vete- murmuro Albert- haciendo un gesto hacia la salida- Lo que menos quiero es que me hagas perder el tiempo.
Con furia se quitó el abrigo y lo dejo en un sillón.
-¿Te he preguntado para que me has hecho venir? Dijo nuevamente.
-Quería mirarte una vez más… y sin ningún reparo deslizo su mirada por todo su cuerpo deteniéndose en sus senos, odiaba sentirse así, toda la vida los hombres la habían mirado de ese modo, porque se parecía mucho a su madre y no quería ser así, su melena rubia y suelta era una tentación para aquellos hombres, y esa fue la razón por la que Albert se había obsesionado con ella. Con la cabeza en alto y lo más digna que pudo soporto la inquisidora mirada que la recorría por todos lados.
-¿Quieres algo de beber? Pregunto gracioso
-No gracias- dijo con amabilidad.
-no me gusta beber solo, pero tengo entendido que no te gusta beber cuando estás conmigo.
-¿Qué estas celebrando? Le pregunto con curiosidad.
-Que por fin has quedado viuda. Lo dijo tan suave y poniendo énfasis en cada palabra.
Que Candy lo odio en ese momento por alegrase de la muerte de otro ser humano.
-Mi padre- empezó a hablar Candy.
Alzo una mano para interrumpirla.
-No quiero hablar de ello, me ha robado a mí y a mis empleados los dos lo sabemos.
-No seas tan duro cometió un error.
-No me digas, las cárceles están llenas de buenas intenciones y personas – la interrumpió Albert. –Robar es robar y es un delito algo tan personal.
-Persoo.. ¿Personal? Pregunto Candy.
-Sí solo pague el excesivo precio de la empresa White por ti, y por gesto de buena fe hacia tu familia.
-¿Buena fe? Pregunto incrédula y riendo amargamente. –Tú no sabes lo que es la buena fe te aprovechaste de la situación económica de mi familia eso fue un chantaje para presionarme.
-Solo demostré que me gusta cuidar de los míos.
-¿Los tuyos? No me hagas reír, Nunca fui tuya.
-Fuiste mía en el instante en nuestras miradas se cruzaron por primera vez, pero fuiste tan cobarde para aceptarlo. Grito furioso.
-¡Cómo te atreves! Grito Candy
-No Candy, como te atreves tu a venir a la habitación donde estuvimos juntos, y negar que no sentiste nada por mí.
Molesta por lo verdadero de sus palabras decidió cambiar de tema.
-Mi padre..
-Sí Candy no he tenido un empleado más consentido como él, lo puse de gerente a pesar de que ya no era el dueño y a pesar de todo confié en él y que hizo robarme a mis espaldas.
-Puede vender la casa y pagarte hasta el último centavo.
-No lo creo, ya tiene dos hipotecas, acaso no lo sabías. ¿Por qué crees que tuvo que robarme?
Candy se asombró no sabía que su padre hubiera hipotecado su propia casa por el vicio del juego.
-Está arrepentido dijo suplicante.
-Mira te voy a ser sincero este asunto ya me aburre. Solo me interesa tu padre como medio de un fin y no vas a hacerme cambiar de opinión y lo único que deseo es a ti.
CONTINUARÁ….
Chicas nuevo fic solo para adultos espero sus comentarios.
