Disclaimer: Este fic participa en el reto "Solsticio de invierno" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
Género: Romance/Drama.
Personajes: Molly Weasley/Amelia Lovegood (Amelia es el nombre que he decidido dar a la madre de Luna.)
Rating: "T".
Palabras: 2000 exactas.
Advertencia: Femmeslash, yuri o relación entre dos mujeres.
1
A Molly siempre le había fascinado ese tipo de celebraciones, igual que a Arthur. A la muchacha de dieciséis años le gustaba ese chico. No porque resultase ser perfecto, aunque sí para su punto de vista. Era de esos muchachos que sabían ser dulces y tiernos, proporcionarle, además, una especie de cariño que a toda chica le llegaba a agradar.
Arthur tenía unos ojos azules de tonalidad clara. Llegaban incluso a asimilarse a la tonalidad del mar. Su cabello era rojizo, y lo llevaba corto. Era de cuerpo ancho y además, de mediana estatura, pero aun así era guapo. No el más guapo de todos, ni el más inteligente, ni mucho menos el más deportista. Encima, parecía tener una obsesión por el mundo muggle, cosa que en esa época era renegada. Pero eso a ella no le importaba. Le gustaba él así. Sonriente. Encantador. Enamorado de ella.
Y es que era así. Arthur se percató de Molly por primera vez en ese mismo instante en el que dejó de ser un crío para pasar de ser un adolescente. Ese cabello rojizo y ondulado. Sus ojos marrones, como los suyos. Y tampoco era la más guapa, y mucho menos la más popular. Incluso se burlaban de ella, pero no le parecía relevante. La quería incluso antes de conocerla. Era su amor hacia ella tan puro y profundo que incrementaba a cada día que pasaba.
El amor era así, y sobre todo, en navidad. La navidad era una celebración típica de la costumbre muggle. Y aunque Molly no lo era, lo celebraba con sus padres y con sus hermanos cuando era pequeña. De vez en cuando, recordaba las bromas de estos, que no paraban de hacerla chapuzas con el fin de sacarla de sus casillas. Pero Molly no era así. Nunca lo fue. Y cuando eso sucedía, acababa soltando una carcajada para abrazarse a ellos. Y en el fondo, a ellos les agradaba el carácter de su hermana. Y lo mejor, era cuando ella les devolvía la broma, cayendo a veces estos en ella. No eran los únicos sagaces, aunque lo pareciesen.
Esa navidad, sin embargo, era como las últimas que la menor de los Prewett celebraba en la escuela de Magia y Hechicería. Pero con un cambio ligero. Esa noche, había un baile, y como no, iría acompañada del menor de los Weasley. Y ella, por supuesto, maravillada.
-¿Te gusta cómo te he colocado el cabello?
Su compañera de cuarto la miraba con interés. Para sorpresa de las dos, Molly había quedado estupenda. Con una de esas sonrisas que tanto fascinaban al joven pelirrojo. Con ese mirar que era capaz de enternecer a numerosas personas. Con esa timidez que le hacía destacar. Sus pupilas centellearon de pura ilusión.
-¿Esa…Esa soy yo?-Inquirió, sin todavía poder llegar a creérselo.
-Sí, eres tú. Y estás preciosa, Molly.-Musitó la chica con alegría-¡Le vas a encantar a Arthur!
La aludida asintió, sin estar muy convencida, aunque eso pasó desapercibido a su compañera, quien prosiguió colocando algunas prendas de la joven.
-¿Tú no vas a ir a la fiesta?-Su amiga se encogió de hombros.
-No me ha invitado nadie-Parecía no alterarse-Y ya sabes que a mí no me gustan esas fiestas.
-Podrías venir con Arthur y conmigo.
-¡¿Y estropearte a ti tu cita?! ¡Ni lo sueñes! ¿Cuánto tiempo llevas esperando esto, Molly?
-Pues…
-Arthur es un poco parado-Interrumpió su compañera-Y para una vez que se atreve a pedirte ir como su cita sin tapujos, no voy a estropearte yo el momento.
Molly sonrió un poco, algo agradecida después de todo por el gesto de la otra. Se despidió de ella y le aseguró que llegaría temprano para poder hablar con ella y contarle lo de la noche. Después, en la sala común de Gryffindor, un bonachón Arthur Weasley le esperaba con una sonrisa de felicidad.
Esas fiestas eran encantadoras, y esos bailes totalmente maravillosos. La gente parecía estar feliz después de todo. Molly creía que se moriría por ello. Era todo tan sumamente…
Perfecto.
Pero la perfección a veces no era lo que aparentaba, y la misma chica lo sabía. Observó al cielo oscuro a través de la ventana. Las estrellas relucían de una forma formidable.
-A veces-Llegó a escuchar a Arthur-Me pregunto cuántas estrellas habrán en el firmamento.
-Quizás… ¿Mil millones?-El joven soltó una carcajada.
-No lo creo. Serán más, aunque a mí me gusta pensar que son tantas como las pecas de tu rostro.
-Tengo pocas.
-Exactamente ochenta.
-¿De verdad?
-No, pero puede ser que sea así, ¿no?
Y levantó el mentón de ella para posar sus labios en su mejilla. La joven sonrió tímidamente, apartándose un poco, azorada por el cariño del chico. ¡Era tan tierno! Y eso le hacía sentirse incluso mal, por no corresponderle de la manera que quizás él se merecía.
¿Sabéis de esas entradas triunfales donde aparece esa persona de repente? Bueno, pues no sucedió nada de eso, pero para la pelirroja sí que fue así. Entre las personas, resaltaba la fina figura con toque extravagantes. Siempre lo había sido, al igual que su pareja.
Sus pupilas azules se encaminaban hasta hallarla, indefensa, como siempre. Esa son risa angelical, aunque algo más atenta de lo que cualquiera se esperaba. Sus cabellos dorados resaltados por el traje de tonalidad amarilla, fuerte como cualquier otro color. Y esa sabiduría que resaltaba a primera vista, propia de la casa Ravenclaw. Y entonces, sucedió.
Sus miradas se encontraron entre tantas otras personas. ¿Cuántas pecas tenía en su rostro? Cien. Las había contado en una de las tardes de la biblioteca, al igual que en sus pestañas. ¿Exagerado? Puede, pero amor después de todo. Y esa sonrisa hizo que se sobresaltase y se sonrojara.
Al fin y al cabo, Amelia era una de esas mujeres que eran capaz de hacer sonreír a cualquier chico. Era rara, y por eso era insultada, pero también llamaba la atención porque era una chica guapa. Y todo el mundo al principio se extrañaba de que se fijase en el lunático Xenophilius Lovegood, aunque después no les chocaba tanto debido a la personalidad tan parecida de los dos.
Pero a Amelia no le interesaba en concreto ese hombre. No. Sino esa mujer de baja estatura, algo rechoncha y de sonrisa y carácter amable. Le gustaba ella. La sencilla Molly Weasley. ¿Era lesbiana? No se consideraba así. Más bien que estaba enamorada de Molly, no de una mujer. De Molly.
Y por eso sonrió cuando presenció que estaba mucho más hermosa de lo normal. Su gesto misterioso no pasó desapercibido para la chica, que se ruborizó sin poder evitarlo. ¡Le causaba ella tan conmoción que le sorprendía! ¡Y demasiado! ¿Cómo podía gustarle una mujer? Arthur era perfecto, era maravilloso… ¿Por qué no él? ¿Qué es lo que había hecho?
Gran parte de la fiesta la pasó junto a él o alguna compañera de su casa, sin poder apartar la mirada de la joven, que parecía no mostrar interés en ella. Suspiró. Su pecado era ese, y aunque a veces le parecía ver que ese pecado era mutuo, se detenía a pensar que quizás solamente era que le parecía simpática. Y también, Amelia siempre se mostraba afable con cualquier persona, incluso con aquella que se atrevía a meterse con ella.
Se excusó de su novio, comentándole que se dirigiría al baño, aunque cambió de rumbo para pasear por los jardines de la escuela. Esa noche era agradable y preciosa. Y a Molly le interesaba todo aquello. Mucho más que estar en esa sala, sintiendo su corazón romperse sin poder evitarlo. Estaba muy confundida. Y se sentía fatal porque tenía que hacer lo correcto, pero… ¿Quién marcaba la diferencia entre lo correcto, y lo que estaba bien? Y si estaba a punto de romperse a llorar, una suave voz se lo detuvo.
-¿Sabes que además de estrellas vivas, las hay destruidas de hace millones de años, de las que aún seguimos recibiendo luz?
Así era Amelia. Interesante. Era algo sencillo, pero para todos los demás eran datos sin interés. Molly rio por ello, girándose un poco para observar el firme talante de la mujer.
-No. No lo sabía.
-Los muggles son la mar de interesantes a la hora de estudiar estos datos-Comentó la joven, acercándose a la Gryffindor, que dio un paso hacia atrás-¿Acaso me temes, Molly?
-Claro que no-Respondió rápidamente, sonrojándose por ello.
-¿Acaso tú también piensas que soy una lunática?
-¡Por supuesto que no, Amelia!-Exclamó entonces ofendida-¿Cómo puedes pensar que yo…? ¡Eres una persona formidable!-La aludida sonrió.
-Siempre me ha agradado tu sobreprotección por las personas a las que quieres-Molly carraspeó-Eso dice mucho de una persona.
-No me gusta que se metan con las personas, eso es todo-Susurró con suavidad-Además, tú eres buena gente y…Y bastante interesante-Logró pronunciar.
Sus piernas temblaban. Quizás ella se percataría de todo. Puede que la rubia se daría cuenta de sus sentimientos y saldría huyendo de allí. Si ella pudiera, también lo haría.
-Tú también eres bastante interesante, Molly Prewett-Musitó entonces acercándose de nuevo.
Un paso hacia adelante, y otro hacia atrás. El viento removía el cabello de ambas jóvenes. Molly creía que su corazón explotaría del puro aceleramiento. La sangre recorría sus venas a una velocidad impensable, y encima, su respiración agitada no ayudaba a mantener la calma. Y esa chica se mostraba de lo más normal, tranquila. Y eso le sacaba de sus casillas. ¿Cómo lo hacía? ¿Cómo ella no había caído en ese juego tan cruel y desagradable?
-Gracias…-Logró al final decir después largos segundos de silencio-Quizás…Debería ir yendo con mi novio…
-¿Por qué finges?-Preguntó de repente Amelia.
-¿Perdona?
-¿Por qué finges?-Repitió-¿No te cansas de mentirle?
-No sé de lo que estás hablando-Sonó firme y seria-Y ahora, si me disculpas…
-¿Por qué le dices que le amas, si luego no es verdad?
-Yo le quiero. No me conoces para nada, ni…
-Te conozco lo suficiente como para saber que me observar en la biblioteca-Y así, dejó desarmada a la pelirroja-Te conozco lo suficiente para saber que te gusta leer "Romeo y Julieta" todos los jueves, puntualmente a las siete de la tarde.
"Entras por la puerta de la biblioteca, te alisas un poco el jersey y te sientas en la segunda mesa, en la segunda silla desde el punto de vista mío, que estoy en frente. La sacas a la mitad, observas con cierta timidez a tu alrededor y te sientas, abriendo el libro con delicadeza, pasando tu dedo índice por la página primera, y te muerdes el labio ligeramente. La lectura te medio apasiona, al menos los libros de amor."
-¿Cómo…Cómo sabes todo eso?
-Igual que tú sabes la medida de mis pestañas-Aclaró sin inmutarse de que había sonado perfectamente a loca-Y sí, estoy loca…Estoy locamente enamorada de ti.
Molly abrió los ojos desmesuradamente ante esa declaración, pero no fue capaz de decir ni hacer nada. Fue apresada por un beso arrebatador de la Ravenclaw, que dejó escapar un gemido de satisfacción. Intentaba buscar el encaje perfecto, pero Molly se resistía a ello. La pelirroja se mareaba entre los brazos de la rubia, y creía que en cualquier momento caería enferma de la fiebre que sentía. ¿O quizás ese ardor era de la pasión que se formaba en sus entrañas al sentir ese aliento rodearla por completo?
Ambas se estremecían ante ese contacto nuevo, inexperto, pero agradable para las dos. Molly creía que se derretía, y aunque le costaba mucho resistirse, al final acabó cediendo ante el beso que Amelia le proporcionaba. Un algo que le llamaba la atención. Un algo que le gustaba. Un algo que le asustaba. Un algo que no era perfecto.
En esa noche de navidad, Molly se permitió un instante de felicidad pura, de libertad verdadera, bajo las manos de Amelia. Y cuando esta se apartó, supo que ella sería Molly Weasley y que ella sería Amelia Lovegood. Que su destino estaba marcado. Y esas palabras que se escaparon de los labios de la rubia a escasos centímetros de los de Molly.
-Siempre te amaré, Molly Prewett.
Nota de la autora: Hola a todos. Este es el primer capítulo de la historia en sí, y se puede entender que es una navidad algo feliz para Molly. En realidad, iba a escribir un Ronmione, pero es que el femmeslash es lo mío y… ¿Qué pareja podría escribir? Y entonces, se me ocurrió de repente esta. Fue como un algo desconcertante, pero creo que la pareja podría pegar, ¿no? En fin, espero que les haya al menos entretenido la historia y no haya desagradado mucho. Un beso, y gracias por leer.
