LOS PERSONAJES DE INUYASHA NO ME PERTENECEN, SON PROPIEDAD DE LA GRAN MANGAKA RUMIKO TAKAHASHI. LA HISTORIA EN CAMBIO ES MÍA.

Este fic participa en el reto "Relaciones Prohibidas" del foro "Hazme el Amor"

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Bueno, solo Dios sabe cuántas veces escribí y borre inicios de fics que no me satisfacían, hasta que salió esto. Desde ahora les digo, que esto es un fic InuKag incestuoso. A quienes encuentren grotesco o impensable algo así, no lo lean, traerá cosas subidas de tono y un lemon. Para mi fortuna no tengo hermanos, así que descarten algún deseo de ese tipo de mi parte xD … esto es ficción únicamente.


BAJO EL MISMO TECHO

-1-

La mirada desanimada de una joven azabache de aproximadamente dieciocho años, se posó con un rastro de desilusión, en la vieja y sucia casa que tenía en frente. Dejó caer su maleta al suelo, solo de pensar en el trabajo que le iba a costar dejarla habitable.

—¿No me digas que viviremos en esta casucha?— refunfuñó el joven peliplata de peculiares ojos dorados al ver también el lamentable estado de la casa en la que habitarían a partir de ese día.

—Vamos Inuyasha, se ve mal, pero la arreglaremos— mencionó animosamente una joven mujer pelinegra.

—Pero Hitomiko, esto es un desastre— aceptó la azabache que a pesar de ser optimista, sabía ver la realidad. Inuyasha ladeó el rostro y negó en silencio mientras se cruzaba de brazos al darle la razón a su hermana.

—Es todo lo que pude conseguir, Kagome.— se lamentó la mujer un par de décadas mayor al dúo de jóvenes. —cuando finalicen sus estudios irán conmigo a Hong Kong, allá tengo mi casa, la muerte de sus padres fue una tragedia que no esperaba.

—Aun no entiendo por qué no podemos vivir en la mansión.— mencionó el orgulloso ojidorado, que con eso veía más difícil mantenerse alejado de sus dilemas emocionales.

—Ya se los dije, las finanzas de sus padres no eran muy buenas, y tendremos que estar aquí hasta que se resuelvan los asuntos legales. Por lo pronto la hipoteca que pesaba en la casa había vencido antes del fallecimiento, por eso se hizo válida. Lo siento.— explicó la mujer.

—Descuida Hitomiko, ni siquiera tendría por qué estar ayudándonos— disculpó la azabache y sonrió agradecida — lo agradecemos ¿verdad Inuyasha?— mencionó y forzó una sonrisa al voltear a ver su hermano.

—Sí, lo que digas.— dijo desanimado y volvió su vista a la casa.

—Andando entonces.— mencionó Hitomiko ya con mejor ánimo.

Ambos jóvenes se voltearon a ver, y Kagome le sonrió al molesto peliplata que solo pudo sonreír forzadamente… ella tomó su maleta y dejó el resto para su molesto hermano. Seguro venir a vivir con ella, en lugar de hacerlo en los departamentos universitarios, lo estaba incomodando, para ella también sería difícil esa nueva cercanía, pero tenía que enfrentarlo. Y lo haría.

Al entrar a la casa comprobaron que el estado era el mismo, había mucho polvo, pero por fortuna la casa estaba amueblada, varias mantas cubrían antiguos muebles.

—Esta casa era de su abuela materna— comentó Hitomiko al verlos igual de desanimados— Isayoi creció aquí, pero al casarse con Inu no, obviamente se fue con él, y al morir sus abuelos la casa quedó en desuso. Fue una suerte que el abogado de sus padres me permitiera usarla, es uno de las pocas propiedades que no están en litigio.— finalizó, alzando una de las mantas que cubrían los muebles y sonrió al ver que se conservaban en buen estado.

Kagome dejó su maleta en el pequeño recibidor, sacó su celular y tras mandar un mensaje se dispuso a ver por dónde empezar a limpiar. El día iba a ser largo.

—Voy arriba, supongo que tenemos que tener limpias las habitaciones para pasar la noche— avisó y se dirigió a las escaleras —…le dije a Sango y a Miroku que vinieran a ayudarnos…— informó al comenzar a subir —…espero que Kouga pueda venir también.

—¿Por qué invitas a ese imbécil?— reclamó el peliplata al seguir sus pasos.

—Porque es mi novio— obvio su respuesta al voltear a verlo —y porque necesitamos mucha ayuda por aquí.

—¡Feh!— mencionó y ladeó su rostro. Odiaba al imbécil de Kouga y la manera en que se creía con derecho sobre Kagome… Luego de unos pasos no pudo evitar volver a alzar su vista, y mientras seguía avanzando observó las largas y torneadas piernas de Kagome, continuó un poco más arriba y vio el pequeño short de mezclilla que usaba, abrió los ojos más de la cuenta al percatarse que le estaba prestando más atención de la que debía.

Una vez que Kagome llegó al final de la escalera, se detuvo y el peliplata no pudo evitar chocar con ella.

—¡Tonta!¿por qué te detienes así?— regañó molesto al haberla rosado sin intención en el trasero. Kagome dejó pasar el hecho sin darle importancia.

—¿Te parece si le dejamos a Hitomiko la habitación principal?— cuestionó al ver varias puertas, la final supuso, que sería la mencionada.

—Eso es lo que menos importa, Kagome.— aseguró y la adelantó para observar el interior de las habitaciones. Kagome lo siguió curiosa.

—Esta será la mía— mencionó la azabache que luego de haber visto las tres únicas habitaciones, decidió que tomaría la que se encontraba al lado del baño.

—Bien, entonces yo tomaré aquella— dijo sin darle mayor importancia, quedándose con la que se encontraba enfrente del baño y contigua a la habitación principal.

Kagome se encogió de hombros y optó por comenzar con la tarea de la limpieza… se quitó el delgado y holgado blusón que vestía para quedar en una pequeña blusa de tirantes negra. Observó desganada el lugar y prosiguió a quitar las mantas que cubrían la cama y el pequeño tocador, abrió la ventana para permitir que el polvo saliese. Esa sería su nueva vida, e intentaría comenzar bien, olvidar todo.

—Chicos iré al supermercado, necesitamos llenar el refrigerador ¿no les molesta avanzar aquí?— les preguntó Hitomiko al subir.

—Por supuesto que no— respondió desde su habitación Kagome sin siquiera asomarse.

La mujer mayor sonrió y observó al peliplata comenzar a mover los muebles en la que supuso sería su habitación, y salió de la casa en el único auto que tenían.

… . …

—Mira, es aquí— informó una delgada joven castaña al revisar la dirección, mientras se estacionaba fuera del lugar.

—¿Segura?— cuestionó un joven ojiazul de pequeña coleta.

Sango volteó a verlo ofendida —por supuesto, ¿o qué?¿creías que me perdería?

Miroku sonrió nervioso —no, yo solo digo que…

La chica dejó de prestarle atención cuando del auto que los seguía, vio bajar al joven moreno de coleta alta y entrar por el portón abierto de la cochera.

—¡Ey! Es de mala educación entrar a un lugar sin que te inviten.— gritó la chica casi indignada.

—Kagome nos invitó ¿no? Además soy su novio, no creo que haya problema.— respondió con simpleza el ojiceleste y entró despreocupado a la casa.

—Aish, por eso Inuyasha no lo soporta— la castaña frunció los labios en desacuerdo.

Miroku sonrió —no creo que sea por eso.

—¿Mh?

—Nada, solo olvídalo— respondió con simpleza y entraron tras el joven moreno.

… . …

Después de arrancar con poco cuidado la vieja sábana que cubría un pequeño mueble en la que sería su habitación, el peliplata frunció el ceño al ver caer una pequeña fotografía amarillenta por el paso del tiempo, y al prestarle más atención vio que eran sus padres de jóvenes, tal vez, cuando iniciaban su noviazgo.

—¡Kyaa!— el grito de Kagome lo hizo soltar la foto y correr hasta el cuarto donde ella se encontraba.

—Kagome ¿Qué ocu…?— y se detuvo abruptamente al ver a su hermana sonreír y abrazar al estúpido de su novio.

—¡Eres horrible! pude haber muerto del susto— reprochó la chica mientras se abrazaba de pies y manos al cuerpo del chico que la cargaba.

—Solo era…

—¿Quieres soltarla?— interrumpió el peliplata molesto al ver cómo el joven la sostenía —…a mi hermana la respetas, idiota.— dijo y de un brazo obligó a Kagome a soltarlo.

—¡Ey! Tranquilo Inuyasha, todo está bien.— intervino la azabache. Kouga era su novio y el único que lograba distraerla.

Kouga frunció el ceño también molesto —cualquiera diría que estás celoso, Inuyasha— soltó lo que pensaba.

—Por supuesto que está celoso— intervino divertida la castaña —Kagome es su hermanita.

—No me refería precisamente a eso— aclaró el ojiceleste y le sostuvo la mirada al peliplata —creo que te interesas demasiado en Kagome ¿o no Inuyasha?— quiso enfrentarlo.

—¿Qué demonios insinúas?— el peliplata avanzó hasta él y lo sostuvo de la camisa.

—Tranquilo Inuyasha, Kouga es mi novio y es normal que nos abracemos así, además él y yo ya…— quiso dejar de lado el asunto y aclarar todo de una vez.

—¡Cierra la boca Kagome!— la calló y la vio molesto.

—Vamos Inuyasha, no es para tanto ¿cierto?— intervino Miroku, y lo vio molesto al sujetarlo del brazo para que soltara al joven moreno.

El peliplata resopló frustrado y soltó al chico para retirarse molesto del sitio.

Sango alzó ambas cejas —creo que tienes que acostumbrarte a este tipo de bienvenidas— le dijo al ojiceleste y sonriendo se fue de ahí. Kouga tenía la culpa de todo, era un tonto, no podía comportarse como todo un posesivo y menos, frente a la familia de su novia. ¿Qué esperaba?¿qué le aplaudieran?

… . …

—Tienes que relajarte, tú mismo dijiste que fue una tontería y por lo que veo, te sigue inquietando— mencionó el joven ojiazul estando en la planta baja.

Inuyasha le sostuvo una mirada recriminatoria.

—¿Qué?— cuestionó ofendido el chico —es lo que estás demostrando, aunque intentes lo contrario.

El ojidorado resopló frustrado —esto de la muerte de nuestros padres y la aparente ruina vino a complicarlo todo. Kagome está muy sensible y no la puedo dejar sola.— confesó derrotado —tú sabes que haberme mudado a la universidad me había ayudado bastante… ahora…

—No dejes que te sobrepase— aconsejó Miroku y apoyó una mano en su hombro conciliadoramente —es solo una etapa… una rara etapa— aceptó y sonrió al intentar demeritar el hecho.

—Eso espero…— aceptó —…he intentado dejar de pensar en eso desde que ocurrió.— añadió y desvió el rostro frustrado.

—¡Ey! ¿comemos? Traje comida— interrumpió la castaña sonriente, luego de unos segundos.

Inuyasha frunció el ceño —¿comer? Pero si todavía no empezamos a limpiar.— informó cerrando el incómodo tema.

La chica rodó los ojos haciéndolos sonreír —bien…— cedió y se adentró a la pequeña cocina —¿por dónde empezar?

Al pasar de las horas, Hitomiko había llegado ya con la despensa surtida y los jóvenes habían adelantado bastante en la limpieza de la casa, desayunaron y comieron juntos, ya para la hora de la cena estaban todos agotados.

—Ya casi está todo listo— mencionó orgullosa la castaña.

—No saben cómo les agradezco esto— comentó la mujer mayor estando sentada a la mesa con todos los jóvenes—…en unos días regresaré a Hong Kong y quería dejar a mis ahijados instalados.

—¿Se va?— cuestionó extrañado el ojiceleste.

—Mjum— asintió la mujer antes de beber un sorbo de té.

Kouga miró con desconfianza al peliplata —tal vez quieras que me quede contigo— le comentó a su novia como algo natural, haciéndola enrojecer y a Inuyasha verlo molesto.

—¡De ninguna manera jovencitos!— intervino Hitomiko —no quiero fiestas ni nada inmoral, ¿me entendieron?

Inuyasha desvió el rostro sin contestar y Kagome solo asintió en silencio, mientras reprochaba a su novio con la mirada. Sango y Miroku no ocultaron su sonrisa.

—Bueno, y viendo que la comida se ha agotado, creo que lo mejor será irnos— comentó Miroku al levantarse —…creo después del día de trabajo todos necesitamos un baño.

Sango lo imitó al levantarse y Kouga tuvo que hacerlo de mala gana —te veo mañana, hermosa— mencionó el ojiceleste y se inclinó a besar los labios de Kagome sin problema alguno.

—¡Chicos!— regañó divertida Hitomiko.

—Ya ya, si ya se van— comentó una sonriente azabache al levantarse con ellos de la mesa, para acompañarlos a la salida.

—Inuyasha— llamó Hitomiko al tiempo que vio a los jóvenes retirarse.

El ojidorado detuvo sus pasos pues también se retiraba, pero éste, a preparar su baño —¿si?— cuestionó con poco ánimo.

—Quiero agradecerte que vinieras a vivir con Kagome y dejaras los departamentos de la universidad… ella te necesita.— mencionó seriamente.

—Kagome es mi hermana y haría cualquier cosa por ella.— respondió y tras ver la sonrisa agradecida de la mujer, siguió su rumbo y comenzó a subir. Ya no era como hace años… ahora pensar y saber a Kagome su hermana lo molestaba. Reconoció.

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Su mirada dorada se perdió mientras se sumergía en sus pensamientos. Se sentía un poco hombre por haber tenido pensamientos indebidos por Kagome, si ella no lo hubiese besado y dicho que le gustaba en aquella primera ocasión que se embriagó en una fiesta junto a Sango y sus amigas, eso no habría ocurrido… habían pasado varias semanas y por su cabeza habían pasado muchas cosas, al principio fue fácil dejarlo pasar al creer que de verdad Kagome estaba desvariando… después, en las noches con insomnio su mente lo traicionaba, primero recordando ese torpe y tierno beso, después, con el tiempo, mezclando imágenes de la que consideraba su dulce hermana y él mismo en situaciones que jamás se habría permitido pensar… ahora, ahora solo buscaba mantenerse distante de todo ello.

—¡Hola amor!— saludó una delgada joven pelinegra, al llegar al lado de su joven novio.

—Te he estado esperando— mencionó el ojidorado antes de besar sus labios—… ¿te importaría si pasamos a recoger a Kagome, la dejamos en la casa y después salimos tú y yo?— cuestionó mientras la tomaba de la mano y comenzaba a caminar en dirección al estacionamiento de la universidad.

La chica torció los labios —¿ya se fue tu tía?— preguntó al abrazarse a su brazo.

—Madrina— corrigió el ambarino —Sí, salió hoy, me dejó el coche pero con la condición que llevara a Kagome a la preparatoria y la regresara a casa… ya sabes, por el cambio de domicilio todo nos queda más lejos.— explicó.

—Bien— aceptó de mala gana.

El peliplata le abrió la puerta del coche y subió después… algo de música y charlas sin importancia los acompañó en los aproximadamente treinta minutos del recorrido del campus universitario, a las instalaciones de la preparatoria de la azabache.

—No debe tardar en llegar — informó el peliplata y tras haberle mandado un mensaje de texto, se giró todavía dentro del auto y acarició la pálida mejilla de su novia. Kikyo lo había ayudado a ignorar en mucho, el perverso deseo que en alguna ocasión sintió por su hermana.

—¿Sabes Inu?... extraño que vivas en el campus. Esas incursiones nocturnas a mi habitación— mencionó melosamente mientras se acercaba a él y llevaba sus labios a los del chico que se torcían en una sonrisa de lado, por dichos recuerdos sacados al tema.

—No pienso estar mucho tiempo en casa…— informó una vez que dejó sus labios —una vez que Kagome se acostumbre y mi madrina esté de regreso, volveré.— dijo mientras la gustosa chica volvía por sus labios y esta vez, llevaba su cuerpo ligeramente sobre el chico que solo enredó sus brazos en la cintura de la joven.

—¡Ey! Busquen un hotel— mencionó Sango tras golpear la ventanilla del auto, divertida por haber fastidiado el momento de Kikyo.

Kagome miró con reproche a Inuyasha, todavía estaba parada fuera del auto y con su mochila al hombro; hecho que para él no pasaría desapercibido. Con una mirada molesta Kikyo se acomodó en el asiento del copiloto y Kagome ni siquiera esperó a que Inuyasha bajara a abrirle la puerta, e ingresó a la parte trasera del mismo.

El peliplata volteó a ver a su menor hermana y la vio cerrar la puerta sin voltearlo a ver.

—¿Te llevamos?— le cuestionó a la castaña que permaneció de pie.

—¿Eh? No, mi mamá vendrá por mi.— dijo risueña mientras alzaba la vista buscando el auto de su madre.

—Bien. Entonces nos vemos.— se despidió y avanzó.

Kikyo volteó ver a Kagome aparentemente desinteresada —así que mi novio es tu chofer privado— mencionó y la vio despectivamente.

—Sí, mi hermano— recalcó— me está llevando y trayendo… aunque por lo que veo no soy la única.— añadió y le correspondió la mirada despectiva.

Kikyo torció los labios en una sonrisa molesta —mph… tendremos una cita— informó— Por cierto, me alegra ver que conservas tu lindo carácter.— soltó al verla por el retrovisor al sentarse correctamente.

Kagome le sostuvo la mirada por el espejo para terminar desviando la mirada hacia un costado. Todavía no entendía qué diablos le veía Inuyasha a esa tipa fría y prepotente. Era algo que la molestaba, Inuyasha y ella eran tan opuestos que dudaba que se entendieran bien, aunque viendo lo que había visto apenas podía creerlo. Tragó ligeramente al ver los dorados ojos de su hermano, por el retrovisor, fijos en el camino. Se sintió estúpidamente nerviosa cuando él alzo su vista a ella. Desvió su mirada avergonzada. ¿Qué le estaba pasando?¿Otra vez?

Todavía recordaba lo confundida que se sintió después de que sus padres muriesen, el apoyo, cariño y consuelo que recibió por su hermano fue su único confort… la pequeña depresión que la mantuvo encerrada en su habitación durante semanas, apenas con ánimo de presentarse a estudiar, las malas noticias del hundimiento económico en el que se veían y los problemas que parecían no tener fin, la abrumaron al extremo.

Bajó su mirada a sus manos y recordó aquella única vez que se había atrevido a ingerir alcohol, en la fiesta de fin de cursos de la preparatoria… Inuyasha había decidido ir por ella al no confiar en Kouga, su todavía novio. Tal vez confundió la preocupación recibida, la sobre protección del ojidorado que cuando él la cargó hasta su habitación para evitar que se cayera, le dijo que le gustaba y había besado sus labios… había sido tan vergonzoso enfrentar su mirada después.

"Soy una tonta" reconoció para sus adentros… tal vez si no lo hubiese dicho, no se lo hubiese creído ella misma, y si no lo hubiese besado, no hubiese acrecentado ese revuelo de emociones.

—Llegamos— informó el joven al detenerse frente a la casa.

Kagome abrió la puerta y la cerró de un portazo… avanzó sin despedirse. Todavía seguía molesta, tal vez más con ella misma que con Inuyasha.

—Que tierna— mencionó irónicamente la pálida mujer.

Inuyasha rodó los ojos —¡Kagome!— la llamó al bajar del auto y seguirla. —¡Kag!— volvió hacerlo al entrar a la casa.

—¿Qué?— respondió fastidiada mientas subía las escaleras.

—Saldré con Kikyo, llegaré noche.— informó estando al pie de las mismas.

—¿Y?¿quieres que te dé permiso?— escuchó desde arriba.

Inuyasha frunció el ceño y sonrió ligeramente… poco a poco su voluntariosa y consentida hermana volvía, eso era algo bueno, ojalá pronto él también volviese a ser el de antes. Salió de la casa y partió con su novia de ahí.

Kagome los vio partir desde su ventana… ¿qué demonios le pasaba? de pronto recordó las palabras de Sango.

—Búsquense un hotel— susurró ¿sería acaso posible que ellos dos?... y bajó la mirada al reconocerlo, por supuesto que sí… seguro Kikyo e Inuyasha ya…

—Deja de pensar tonterías, Kagome… es tu hermano, es algo grotesco siquiera imaginarlo— se aconsejó al levantar su mochila y sacar uno de sus libros para sentarse a hacer la tarea. No comprendió el hecho que si aceptaba que era algo antinatural, porqué no se lo parecía. Había algo en Inuyasha que le atraía… tal vez como decían, algunas mujeres tienen por primer amor a su figura paterna, ella en su caso, se había enamorado de su hermano… tal vez en un principio fue admiración, y ese enamoramiento puro que le surgió desde niña; pero ahora… Todo empeoró cuando sus padres murieron.

Concentrada en el trabajo escolar dejó de pensar e ignoró cualquier otra duda que quisiese examinar… el viento fresco todavía entraba por su ventana y el sonido contante de autos pasando frente a su casa o personas platicando por la calle, la mantuvieron conectada con la realidad. Un par de horas pasaron casi sin sentirlas.

Torció los labios al sentir un molesto dolor en el estómago —tengo hambre.— se dijo y soltó el lápiz al instante. Se levantó con poco ánimo y bajó a la cocina.

Mientras preparaba un emparedado y caminaba del refrigerador a la mesa, en el constante sacar y guardar los ingredientes, volvió su ahora, más insistente recuerdo en su hermano.

—Seguro regresa con hambre— se dijo y comenzó a prepararle algo también a él. Luego de unos minutos se vio sentada en la solitaria mesa, prendió un pequeño televisor que su madrina les había conseguido y comió mientras veía un programa al que le prestó poca importancia. En menos de diez minutos terminó de comer y lavó los pocos trastes que había ensuciado.

Subió a su habitación una vez que encendió la luz de la puerta frontal, pues pronto obscurecería y ya no pensaba bajar, tal vez se diese un baño y dormiría temprano.

Entró a su habitación y vio la tarea que tenía a medio terminar, se sentó en su cama sin ganas de hacerla —es para el viernes…— se dijo al decidir no avanzar más.

Observó su celular cuando este comenzó a sonar, se levantó de prisa al reconocer el timbre y la persona que estaba llamándola.

—¡Kouga!— saludó contenta, el joven de verdad prometía hacerla olvidar a su hermano, olvidarse de su absurda idea de un falso amor… o simplemente atracción, no sabía.

—Hola, bonita— escuchó desde el otro lado de la línea —¿sabes? lamento no haber podido ir hoy, ¿tuviste problemas en regresar a tu casa?

—No, Inuyasha pasó por mí.— dijo y se acostó sobre su cama, hizo círculos con su dedo sobre el fresco edredón que cubría la misma.

El desagrado se hizo audible para la chica, sintió cierta incomodidad al darse cuenta que Kouga no estaba errado, solo que desconfiaba de la persona equivocada.

—Ya no será necesario, desde mañana yo te llevaré a casa.— informó el molesto chico.

Kagome sonrió ligeramente, Inuyasha de todos modos tendría que llevarla, pues Kouga se desviaría mucho si fuese a buscarla, además su hermano también tendría que salir temprano para asistir a sus clases y pasaba cerca de su colegio, pero el hecho de no verlo con Kikyo a la salida la reconfortaba, ella estaba ¿celosa? ¡Por Dios! sí, algo así sentía.

La charla duró aproximadamente veinte minutos en los que, contrario a lo que creó, Inuyasha rondó su mente. Dejó su móvil en la cama y se levantó al ver que la noche todavía no caía, observó la larga calle y comprobó que su hermano aún no volvía.

—Dijo que llegaría en la noche— se dijo y mordió su labio… estaba nerviosa, era la primera noche que pasarían solos los dos. Una parte que no sabía que tenía, se removió dentro de ella y la empujó a pensar que tal vez… solo tal vez, algo pudiese darse, algo natural y espontáneo, algo mejor a esa vez que le dijo que le gustaba y lo había besado… se quedó quieta al admitir que había deseado enormemente que le correspondiera. ¡Dios!... estaba mal, vaya que estaba mal. Era Inuyasha, su hermano… el chico que había estado siempre con ella, cuidándola y haciéndola reír, aquel al que admiraba más que a nadie... cerró los ojos al justificarse ¿cómo no iba a enamorarse si siempre estuvo para ella?

Se sentó en la cama y tragó pesadamente. —¿Qué me está pasando?— se preguntó y se acostó desanimada en la cama. Eso solo lo sentía ella, era su mente la que le pasaba esa mala jugada.

¿Y si lo hablaba con él? si… si le decía que le gustaba y que reconocía que estaba mal. Tal vez Inuyasha le diera la respuesta que estaba necesitando y le explicaba por qué se sentía así…

Suspiró y relajó su cuerpo, no había tenido ganas de retirarse su uniforme escolar… su pecho subía y bajaba rítmicamente bajo esa blanca blusa y chaleco escolar obscuro.

—Inuyasha…— susurró su nombre y llevó una mano a su pecho, sí, estaba mal… pero aun sabiéndolo se atrevió a pensar en él… ¿qué se sentiría estar con él? ignoró por completo el hecho que seguramente él estaba con Kikyo en ese momento.

Su respiración comenzó agitarse y su corazón a bombear ligeramente más fuerte… recordó uno de sus sueños… ella y él. Su cuerpo se estremeció y revivió todo, faltaba él.

Una de sus manos tocó con delicadeza su cuello y bajó despacio a uno de sus pechos, mordió su labio al sentir su sensibilidad aumentar considerablemente, pues había encontrado ese suave contacto sumamente placentero.

Apretó sus piernas e inconscientemente llevó su otra mano hacia abajo, alzó su falda de tablones y se atrevió a deslizar su mano por debajo de sus blancas bragas. Frunció ligeramente el ceño y apretó sus ojos cuando sus dedos llegaron a esa parte tan prohibida de su cuerpo, siendo la primera vez que se tocaba de esa forma. Su corazón latió con fuerza y sus mejillas ya se habían sonrojado…mordió su labio y buscó ahogar un gemido que se esforzaba por salir.

Imaginó el cuerpo de Inuyasha sobre ella como la noche anterior en ese tan vívido sueño. Casi sintió su aliento caliente y su respiración acelerada en su oído… la humedad ya existente en su intimidad se hizo mayor, y el placer aumentó a consecuencia de poder deslizar sin dificultad sus dedos por esa zona… presionó y acarició de forma insistente ese pequeño botón que recién descubría, era el causante de todo ese placer… apretó las piernas al no poder contenerlo. Arqueó su cuerpo ligeramente y disfrutó el placer culpable que la estaba recorriendo.

A pasos lentos y cansados entró el joven ojidorado después de haber dejado a su muy molesta novia en los dormitorios de la universidad. Había decidido finalizar antes su cita al permanecer preocupado por Kagome, la había visto molesta y sabía que ella podía deprimirse fácilmente y más ahora, con todo lo que estaban viviendo.

Vio el emparedado empaquetado en esa pequeña y transparente bolsa de plástico, lo dejó en el mismo lugar y subió las escaleras a paso ligeramente presuroso. El silencio del pasillo lo hizo pensar que posiblemente estuviese dormida pues la noche estaba por caer, y aunque le extrañó que lo hiciese tan temprano, pudo justificarla al estar sola y aburrida.

Estuvo a punto de entrar pero descartó la idea, la dejaría dormir tranquila. Por un momento quiso abrir la puerta y ver que dormía bien, pero teniendo en cuenta lo que Kagome había venido revolviendo sus emociones, descartó la idea. Avanzó directo a su habitación y tras dar un segundo paso, un gemido de Kagome lo hizo detenerse. Afinó su oído al no querer aceptarlo, su sangre hirvió en rabia al volver a escucharla, se giró molesto… si el imbécil de Kouga cumplió su palabra de venir a su casa cuando Hitomiko se marchara, lo iba a matar. En el segundo que demoró en girarse y empuñar la cerradura de la puerta, imágenes de Kagome haciendo el amor con ese infeliz bombardearon su mente.

—Inuyasha— el suave gemido de Kagome lo detuvo abruptamente cuando abrió la puerta. Kagome estaba sola.

Se quedó paralizado sin atreverse a mover siquiera. Ella todavía no lo notaba. Abrió la boca y las pupilas de sus ojos se contrajeron… Kagome estaba…

Tragó pesadamente al ver sus piernas ligeramente separadas y dobladas con sus blancas calcetas escolares arrugadas, sus rodillas apretadas y su falda suavemente desalineada, mientras su blanca y delgada mano se perdía de su vista bajo sus blancas bragas que alcanzaba ver debido a su posición.

Su corazón latió acelerado al mover su vista y verla tocarse suavemente los senos por encima de la ropa, su rostro contraído en placer y sus mejillas sonrojadas, sus labios abiertos dejando libres suaves gemidos y… y otra vez su nombre.

El latir nervioso de su corazón resonó en su cabeza… Kagome se tocaba, pensando en él.

Continuará…


Omaigá, espero les haya gustado.

Solo serán tres capítulos y voy a intentar aprovechar las 5,000 palabras que nos tienen permitidas para cada cap… espero de verdad que les haya gustado. Cualquier duda o sugerencia la pueden dejar en un comentario. Comentarios groseros o inservibles, los borraré, advertí desde el principio la temática y esto va a ir subiendo de tono. Como ya notaron, en este fic será Kagome la que propicie los momentos hot's, no creo haber visto un fic así... si ustedes sí, por favor díganme, moriré por leerlo xD

De antemano gracias por haber leído hasta aquí. Actualización, pronto!

Saludos :)