Descargo de responsabilidad: los personajes de Harry Potter no me pertenecen. No hay fin lucrativo con este escrito.
Capítulo I: El otro lado
En medio del grito de triunfo de Bellatrix Lestrange, Harry esperó con total aturdimiento a que Sirius apareciera al otro lado del velo, tras haber sido golpeado por la maldición de su prima. Luego de unos segundos de inquietante espera sin que su padrino reapareciera, corrió hacia el velo. Después de todo, se dijo, Sirius solo se encontraba detrás de la estructura. Escuchó el grito de Lupin que rogó que se detuviera, pero antes de que cualquiera pudiera evitarlo, Harry se había lanzado a través del arco.
Se sintió caer, rodeado de sonidos ensordecedores y un concierto de luces que centelleaban por doquier. Fueron segundos o quizás años envuelto en un espiral de sensaciones aplastantes, hasta que, finalmente, la inconciencia lo devoró.
Al abrir los ojos, lo primero que Harry notó fue que se hallaba sobre un suelo sucio y pedregoso. Se incorporó sobre las rodillas y tosió fuertemente, ahogado con el aire polvoriento. Cuando se recuperó, vio que el cielo estaba en absoluta penumbra y que algunas formas poco definidas se acercaban sosteniendo luces blancas; solo entonces se percató de que su visión era borrosa a falta de sus anteojos. Palpó el suelo hasta encontrarlos. Uno de los lentes se había roto, pero distinguió con mayor claridad el grupo de personas que ahora solo estaban a unos pocos metros de él.
Se puso de pie, desorientado, cuando una voz tronó en el aire.
—¡Alto, no te muevas!
Volvió la vista en todas las direcciones con creciente nerviosismo y se llevó la mano al bolsillo de su túnica para levantar la varita, pero, tras un estallido que resonó a su alrededor, sintió un repentino dolor que se extendió por su brazo derecho y le hizo encogerse con un grito ahogado. Sostuvo el brazo lastimado y sintió la sangre espesa que manchó sus dedos. Un par de manos fuertes se apoyaron sobre sus hombros y le obligaron a caer de rodillas nuevamente.
—Si sabes lo que es bueno para ti —dijo la misma voz—, te quedarás totalmente quieto, o la próxima irá directamente a tu cabeza, ¿entiendes?
Harry levantó la vista hacia el sujeto con la mente nublada por el dolor. No podía ver con claridad, pero divisó cuatro rostros de hombres corpulentos que le apuntaban con armas muggles y linternas.
—Levanta tus brazos y no intentes ningún truco —bramó el hombre. Harry miró inquieto su rostro, cubierto por una espesa barba—. Fox, requísalo y escanéalo.
Habría levantado los brazos si el dolor no se lo hubiera impedido. Se sentía mareado y a punto de perder el conocimiento. Otro sujeto, «Fox», lo levantó con facilidad del suelo y empezó a hurgar en su túnica, ignorando sus quejas cuando el contacto con su brazo herido le disparó otra llamarada de dolor. Finalmente, Fox encontró su varita y la entregó con satisfacción a su superior. Inmediatamente después, desenganchó de su cinturón un dispositivo similar a un comunicador portátil y lo pasó frente a él de arriba hacia abajo.
—Efectivamente, señor —dijo con una sonrisa cuando el dispositivo emitió un zumbido final—, es un mago.
—Pero no tiene la marca —pronunció una nueva voz con inseguridad.
—Un mago, al fin de cuentas —bramó Fox—. ¿Procedo, señor?
Harry sintió la mirada inquisidora del presunto líder del grupo de hombres. La sangre palpitaba con fiereza en sus oídos.
—Jamás ha llegado uno hasta aquí —dijo sin quitarle la mirada de encima—. No, no. A éste lo llevaremos. El jefe querrá saber cómo burló la seguridad.
Antes de que pudiera reaccionar, Harry vio cómo el hombre levantaba lo que lucía como un bastón corto y le golpeaba de lleno en la parte trasera del cuello, enviándolo nuevamente a una acogedora inconsciencia.
La próxima vez que despertó, no se encontró sobre un suelo sucio ni bajo una oscuridad profunda. De hecho, tuvo que entrecerrar los ojos para enfocar en medio de la luz cegadora que parpadeaba en el techo, y descubrió que se encontraba sentado en una incómoda silla, con las piernas y manos atadas a ella. Un vendaje tosco manchado de sangre le cubría el brazo derecho. Frente a él, había una mesa gastada sobre la cual reposaban dos vasos vacíos. Las paredes que lo rodeaban seguramente solían ser blancas, pero ahora lucían extensas manchas de suciedad en un fondo gris, que acentuaba el aspecto deprimente de la habitación.
La única puerta frente a él se abrió dando paso a hombre alto, de un aspecto tan limpio que desentonaba en un lugar como aquel. Lucía un traje azul claro, perfectamente ajustado al marco delgado. Su cabello estaba cubierto en su totalidad por hebras grises producto de la vejez. El rostro era largo, con una mandíbula fuerte, y de ojos oscuros y astutos bajo gruesas cejas. De la fina línea de sus labios, surgió una voz profunda.
—Es bueno que hayas despertado finalmente —dijo mientras se sentaba frente a él—. Tenía mucha curiosidad por saber cómo terminaste aquí.
Harry se dispuso a hablar, pero otro hombre entró a la habitación y cerró la puerta tras él. Lo reconoció de inmediato: era el sujeto de espesa barba que lo había dejado inconsciente.
—Ya has conocido al teniente Sellers —señaló el hombre—. Espero que no haya sido demasiado duro contigo. Permíteme presentarme. Mi nombre es Adam Hamill. Aunque seguramente no hace falta que lo mencione, ¿no?
Harry lo miró confundido. Se preguntaba en qué momento despertaría de esa pesadilla y se encontraría bajo la seguridad del techo de su dormitorio en la Torre de Gryffindor, recuperándose de su incursión en el Ministerio de Magia.
Adam Hamill clavo sus ojos en él por unos segundos y luego soltó una corta risa suave.
—De acuerdo, tal vez debamos empezar con lo más básico. Dime cuál es tu nombre.
Harry se quedó en silencio, demasiado confundido y aterrado para responder.
Adam hizo una seña a Sellers y el teniente le entregó una botella de agua. Adam llenó los dos vasos y sorbió un par de tragos.
—¿Quieres un poco de agua?
Harry permaneció inmóvil.
—Vamos, toma —insistió Adam—. Está fresca.
Harry siguió sin mover un solo músculo. Adam suspiró pesadamente.
—A ver, muchacho —dijo incorporándose con la espalda recta—. Creo que no has entendido bien la situación. Estás bajo nuestro poder, en un complejo en la mitad de la nada, sin tu varita y con una herida que no ha sido tratada correctamente. Tal vez debas saber, además, que Sellers es un hombre bastante áspero, de métodos rudimentarios y tiene un pésimo humor. Te prometo que yo no lo intentaré detener si quiere usar sus métodos contigo para obtener respuestas. Ahora, ¿cuál es tu nombre?
Harry tragó saliva. Le costaba mantener su respiración estable ahora que el letargo había desaparecido y el brazo le palpitaba ferozmente. Tomó unos tragos de agua y se aclaró la garganta.
—Harry —dijo al fin—. Mi nombre es Harry Potter.
—Harry Potter —repitió Adam con cautela—. De acuerdo, Harry, sigamos con las preguntas fáciles. Dime de dónde vienes, tu edad y a qué te dedicas.
—Soy de Surrey, tengo quince años y soy estudiante.
—Bien hecho, Harry —dijo Adam—, bien, bien. Ahora dime cómo es que has terminado aquí y dónde está tu gente.
Harry parpadeó con incredulidad. Esperaba que fuera Adam quien respondiera esas preguntas. ¿Qué tanto debía decirles? Tenían aspecto de muggles, claramente, además del arma con que anteriormente le habían disparado. Sin embargo, estaban familiarizados con la magia y Adam había mencionado su varita con total naturalidad.
—Yo… —tartamudeó—, yo no lo sé. Estaba en Londres, caí por un… portal y luego desperté allá afuera. No tengo idea de cómo terminé aquí ni qué es este lugar ni dónde están mis amigos.
Adam lo miró atentamente y le hizo una seña a Sellers. Antes de que pudiera evitarlo, el teniente se acercó a Harry, levantó una macana y golpeó su muñeca derecha. Cuando su grito prolongado se detuvo, Adam habló con firmeza.
—Tal vez quieras dar otra respuesta —dijo cruzando sus brazos—. Esta vez intenta con la verdad.
Harry jadeó con la mirada nublada. El dolor se extendía hasta su hombro. Estaba seguro de que el golpe le había roto algún hueso.
—¿Y bien? —incitó Adam.
—¡No estoy mintiendo! —dijo con un hilo de voz—. No sé qué pasó, no sé quién es usted, no entiendo nada…
Solo una señal y Sellers golpeó nuevamente. El grito se prolongó aún más.
—¡Lo juro! —gritó, desesperado. El sudor y las lágrimas surcaron la suciedad de su rostro—. ¡No estoy mintiendo, lo juro!, ¿qué es este lugar? Son muggles, ¿no?
Hubo un golpe de revés en su rostro, que lo habría enviado al suelo de no estar sujeto a la silla. Harry se sorprendió al ver que fue Adam quien levantó su mano contra él. No parecía ser el tipo de hombre que se ensuciaba las manos, y lo comprobó cuando vio cómo recuperaba la compostura con visible incomodidad.
—¡No te atrevas a pronunciar esa palabra de nuevo! —gruñó Adam con una voz peligrosamente baja—. ¿Te hace sentir poderoso, especial? No te confíes, Potter, que a ti y a toda tu gente, todos los engendros de este mundo, los haremos desaparecer. No cederemos, ¿entiendes?
Bajo su mirada oscura, Harry se encogió en la silla. Un hilillo de sangre le corría debajo del labio inferior y pudo sentir el sabor metálico en su boca.
—Ahora —volvió a hablar Adam recuperando su voz tranquila—, ¿quieres hablar ahora, o prefieres dejarlo para más tarde?
Por su tono, Harry podía inferir que definitivamente más tarde no significaría una experiencia muy placentera para él, pero ¿de qué podría hablar ahora? Estaba seguro de que se encontraba en medio de una alucinación, quizá propia de los hechizos del Departamento de Misterios, porque nada de aquello tenía sentido para él.
—Ya veo —dijo Adam tras ver que guardaba silencio—. Entonces prefieres que lo dejemos para más tarde. Lléveselo, teniente.
Sellers lo desató hábilmente de la silla, provocándole un alarido cuando tocó su muñeca rota, cubrió su rostro con un saco y lo arrastró fuera de la habitación. Harry se dejó llevar a rastras por un largo pasillo, sin distinguir nada más que destellos a través de la tela que lo asfixiaba, hasta que el saco le fue sacado abruptamente de la cabeza y Sellers lo lanzó a una oscura habitación, donde solo se encontró con el sonido de su respiración.
¡Hola, lectores!
Si han llegado hasta aquí, agradezco enormemente por el tiempo que han tomado para leer. Hace tiempo he tenido esta historia en la cabeza, pero me mantuve muy alejada del mundo fanfic por varios años. Espero poder publicar al menos un capítulo por semana, por ahora en esta recta final del semestre académico donde tengo infinidad de cosas más por hacer. Más adelante espero ponerme más activa.
Como pueden ver, se tratará de una especie de universo alterno. Las cosas irán tomando más forma a lo largo de la historia.
Espero que les haya agradado este corto capítulo y estaría encantada de leer sus comentarios.
Melianne.
