Una serie de afortunados eventos hicieron que recordara de subito mi enterrado amor por Bleach, lo que curiosamente me inspiró a escribir esto, que esta basado en una de las citas mas famosas de dicha historia *la cual cambie un pelín para adaptarla* Las que conozcan Bleach sabran entender ;D Haré un capitulo para cada Rey y todos estaran basados igualmente en alguna cita. Mi primer fic ambientado en el Cardverse! *baila de felicidad* Espero les guste n_n

Disclaimer: Hidekaz volvio?! Pero si estaba segura que cerré la puerta con candado! Ejem, que diga, que bueno que esta de regreso, aun con los derechos de Hetalia en su poder n_ñ *tic, tic* Contiene referencias al manganime de Bleach, que pertenece al Sr Kubo.

Gracias por leer ~


Sin blandir la espada, no puedo protegerte. Con la espada en mis manos no puedo abrazarte.

(Right arm of the Giant – Bleach Tomo 5)


Buenos días, su majestad

Despertó de golpe al sonido de la voz sin rostro, como si el sueño hubiese sido barrido de sus ojos en un instante. Recorrió con la mirada su tienda encontrándola sin nadie más que a el mismo. Por eso odiaba dormir sin Arthur, su compañía siempre ahuyenta a la molesta presencia que le atormentaba. Fuera ya se escuchaba el ajetreo de los soldados a pesar de que aun faltaba un par de horas para que saliese el sol.

Le tomó solo algunos minutos cambiarse al no portar armadura como el resto de los miembros de su ejercito. Cuando terminó de alistarse se detuvo unos instantes frente al espejo, observándose con detenimiento.

Aun no me has respondido Alfred, cual es la diferencia entre un rey y su caballo?

Parpadeó repetidamente e incluso apretó fuertemente los ojos unos instantes hasta que el espejo le devolvió una mirada completamente azul. Pero al disponerse a tomar su espada, la imagen reflejada en ella mostraba su cabello obscuro y sus ojos de un intenso color escarlata.

No me refiero a tonterías como "uno es una persona y el otro un animal" o "uno tiene dos piernas y el otro cuatro patas" No es tan difícil… Vamos, respóndeme.

Yao y el resto de los oficiales de alto rango le prestaban completa atención mientras dictaba las ordenes sobre como habría de disponerse el campo de batalla. Normalmente era reprendido por su sota y su reina debido al carácter infantil y desenfadado que poseía, pero cuando se trataba de guerra se transformaba por completo.

A su manera ambos poseen exactamente la misma fuerza y habilidad; entonces porque uno se convierte en rey y dirige la batalla mientras el otro se vuelve el caballo y forma parte del poder del rey llevándolo a cuestas?

-Todo ser vivo de los cuatro reinos conoce tu fuerza, esta no es la manera de demostrarlo Alfred!- gritó la reina de Spades tratando de hacerle entrar en razón.

"Te equivocas Arthur, te equivocas"…

-Qué demonios es lo que estas tratando de probar? A quien?!-

"No comprendes, no me entenderías"

-No sé porque reaccionas así! Lo hago por nuestro reino, para protegerlos a todos, para protegerte a ti!- le dijo exasperado, pero su reina ya no respondió.

Aun le pesa la mirada triste que le dirigió Arthur al verlo partir a lo que, según el, era una masacre sin sentido.

Solo hay una respuesta: instinto

Instinto.

El suyo le hacía temblar un poco en anticipación. Maldita sea, estaba emocionado. "El" estaba emocionado. Podía sentirlo, podía verlo. En el brillo de las espadas, en el fulgor de las armaduras, en las chispas que brotaban de las fogatas del campamento.

Lo veía en el ánimo de sus soldados que lucían confiados y relajados, como si estuvieran en un paseo y no a punto de ir a matar y ser asesinados por personas a las que en su vida han conocido y contra las cuales no deberían tener motivos para luchar.

Pero que importaba eso?

La fuerza de su rey les respaldaba

Que había que temer?

Podía notar esta clase de pensamientos mientras se paseaba por entre las tropas, podía notar la complacencia de "El" en cada resquicio donde su reflejo apareciese.

Para que uno de estos dos seres iguales se vuelva más poderoso y se convierta en el rey debe buscar más "batallas" y con ellas, más poder. La sed de lucha… vivir para machacar, para destruir y destrozar sin piedad a tus enemigos! En lo más profundo de todos los seres como nosotros duerme el instinto de dominar, de conquistar, de arrasar!

- Por el Rey! Por la Reina! Por Spades! - El grito de guerra del Rey Alfred resonó por todo el valle y fue respondido por un coro de trompetas y tambores, y el entrechocar de miles de espadas y lanzas en medio de un océano de soldados ataviados de distintas tonalidades de azul.

Encontrándose al frente de las tropas, bajó de un salto de su montura y dio un golpe al suelo con el puño, lo que hizo que la tierra temblara junto con la infantería del ejército enemigo, que se cuestionaron si estaban frente a un hombre… o un demonio.

Pero tú… no tienes eso. Tú no tienes esos instintos básicos. Te adiestraron para ser dócil, pretendes luchar con tu cerebro. Intentar vencer a tus enemigos con lógica no funciona para nosotros. Intentar cortarles con una espada enfundada es inútil! Por eso eres más débil que yo, Alfred!

Despertó de golpe al sonido de la voz sin rostro, su frente perlada por el sudor. Le tomó unos instantes recordar donde se encontraba y como llegó hasta ahí.

Entre vítores y celebración arribó a su país luego de dos meses de ausencia. Fue una victoria contundente. Más que eso, devastación. Aniquilación total. Y el reino de Spades celebraba con risas y música la anexión de un nuevo territorio.

A lo lejos pudo divisar el rostro de Arthur que se acercaba a él a paso presuroso, obviamente preocupado por su condición. Esbozó una pequeña sonrisa, esperando un abrazo de recibimiento que no llegó. Al mirase a si mismo entendió porque. Sus manos y ropas estaban colmadas de olor a sangre. Arthur pasó de él sin dirigirle la palabra yendo a comprobar el estado físico de sus soldados. Después de eso, Alfred había ido a cambiarse y se recostó en la cama quedándose dormido unos momentos sin darse cuenta.

Fue llamado por Yao para que asomase al balcón a saludar a los ciudadanos que habían ido a darle la bienvenida, la reina caminaba al frente, aun sin mirarle. Antes de salir, jaló a Arthur de la muñeca y lo aprisionó en un abrazo de hierro, llenándose de su esencia, pidiéndole silenciosamente que ahuyentara a los fantasmas del remordimiento que le acechaban. Permanecieron un rato así hasta que el mismo Alfred rompió el contacto no sin antes dejar un suave beso en los labios del otro, buscando perdón y redención en el esmeralda de sus ojos.

-Vamos- susurró Arthur acariciando su rostro con honda ternura mezclada con pena.

El rey simplemente agachó la cabeza asintiendo

No me interesa "eso" que tanto te empeñas en proteger de mí, pero entérate que me niego a llevar a un rey más débil que yo!

-Que la fuerza siempre este con Spades! Viva el Rey! Viva la Reina!- coreaban los soldados y el pueblo aclamando a sus gobernantes, a lo que Alfred respondía simplemente agitando las manos con una sonrisa . Arthur le miró de soslayo y de repente sus ojos se abrieron en sorpresa, pues el reflejo de Alfred mostraba un rostro completamente diferente, uno de cabello negro, de ojos rojos que se voltearon hacia el descaradamente, aun cuando Alfred permanecía con la vista al frente.

Asustado apartó la mirada, pero podría jurar que escuchaba una risa molesta retumbar en su cabeza.

Recuérdalo Alfred. Si te vuelves más débil que yo te destruiré y me convertiré en el rey. Me quedaré con tu corona… y tu reina