Adiós romance.
Recuerdo las últimas palabras que te dirigí: "a veces, está bien cambiar de opinión, o incluso de ilusiones". Al escucharme, tus ojos se apagaron; pasaron de la ternura a la ira y, se detuvieron en la agonía.
Mis sueños eran demasiado grandes, casi tanto como mi juventud y mi orgullo; pero no más que mi ambición. Quería hacer demasiado con mi vida, y tú eras feliz con lo que tenías. Te miré por última vez y comencé a alejarme; aunque casi desistí cuanto te escuché murmurar: "entonces, despiértame cuando alcances tus sueños y todo esto termine. Cuando sea más sabio y más viejo. Despiértame cuando te des cuenta de tu error".
Desde ese día he seguido el camino que –supuse– me llevaría a descubrir la persona que debía ser. He viajado, he aprendido, he disfrutado; he hecho mucho más de lo había esperado, pero siempre me faltó algo.
Ayer, al recordar tus palabras fui consciente de que he crecido y sé más que antes; y finalmente descubrí qué fue lo que siempre me faltó. Regresé de inmediato. Vine a buscarte, pero habías seguido tu camino, sin mí. Y murmurando pregunté: "¿quién me despertará a mí, ahora que descubrí mi error?"
