Saludos!
Para los lectores actuales: No se asusten! Estoy modificando los primeros capítulos de esta historia para que tengan consistencia con el modelo tomado a partir del capitulo 8. El contenido es el mismo, pero en diferente orden, para no mezclar tiempos
Para los nuevos lectores: Esta historia posee un modelo de narración diferente, en cuanto a que varios capítulos son dedicados a eventos sucedidos en el pasado y otros al presente, de manera alternada. Al comienzo del capítulo se aclarará en que momento se ubica la narración. Habrá un momento en que todos los hechos del pasado hayan sido contados y la historia fluirá continuamente. Pueden decir, como lo dijo "Guest" en un review, que este fic son como dos polos que se atraen.
Me cuentan que tal les parece. Espero sus comentarios, como siempre, serán muy bien recibidos :D
"La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que,
cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca"
- Heinrich Heine
Capitulo 1. Prologo: Manicomio
Tiempo: Presente
- ¿Es grave?- dijo al recibir la historia clínica, con una mueca al ver el improvisado expediente-
- Solo un loco más. –respondió el arrastrando la voz- Lo encontramos junto a la paciente del 103C. Me temo que planearon esto juntos. No tengo idea de cómo hizo ella para escapar. En el expediente están las fotos. La policía se vio en figurillas para traerlos acá.
Noelle miró hacia el fondo del pasillo, buscando algún objeto en que pudiera posar su mirada y le tranquilizara, pero no lo encontró.
Era de noche. El edificio tenía sólo unas pocas ventanas, y ninguna estaba en aquel costado. Las luces artificiales se dañaban constantemente, debido a las interrupciones eléctricas constantes y al pésimo mantenimiento que recibía la planta eléctrica. Al centrar sus brillantes ojos verdes en una de esas bombillas titilantes recordó a la paciente del 103C. Puede que no llevara mucho tiempo en aquella institución, pero creía que tenía algún "sexto sentido" para detectar y diferenciar la gente realmente psicótica de la que pasaba por una crisis completamente tratable. Eso último había creído de la paciente del 103C. La chicaa no le era indiferente. Había logrado quererla a pesar de su esquizofrenia. Era una chica dulce, preocupada por los demás en extremo...Aunque estaba aquella confesión de asesinato...bastante particular.
Podía jurar que el extremo desinterés por si misma que exhibía en sus sesiones podría ser una de las razones que le arrastraron al hospital hacía seis meses. Pero esto… esto no encajaba en su perfil.
Miró de nuevo la carpeta azulosa que le había entregado su colega. La abrió, y pudo ver las fotos que se sostenían burdamente con ganchos de cosedora. El asco se apoderó de su garganta. Cerró el expediente de modo que pudiera alejar esas imágenes de su cabeza.
- Quiero hablar con ella –pidió a el hombre frente a ella, que se limitaba a estudiar sus manos-
- Ya no eres su médico, es un milagro que no te hayan despedido -le dijo con arrogancia-
- ¡No me digas que me están culpando por esto! ¡No pueden hacer eso! -su tono de voz subió varios decibeles, pero se obligó a controlarse antes de armar un escándalo-
- La policía te interrogará muy pronto. Noelle, tienes que dejar de involucrarte con tus pacientes. Sé que hace poco más de un año terminaste tus prácticas, pero esto debe servirte de experiencia. Ella te mostró su mejor cara, y te convenció. Ahora debes asumir las consecuencias.
Miró a Eliott inyectando en furia sus ojos azules. Noelle sabía que debía controlar su temperamento, pero cuando alguien le decía cortésmente que era una principiante ilusa... no estaba segura de que su cerebro lograra contener la protesta que estaba formando en su lengua. Este tipo de 37 años siempre miraba a los demás con extrema suficiencia, aunque no fuera el superior de nadie. Sólo se limitaba a juzgar, pero de por sí, ella sabía que nunca se había dignado ni a hablar con la chica del 103C porque no era "material decente" para su nueva publicación médica. ¿Cómo podía llegar a esa conclusión tan fácilmente?
Se comió sus propias palabras y pasó saliva. No podía perder ese trabajo. Había pasado dos años inmersa en investigaciones, lo que había retrasado la ejecución de su residencia. A sus 26 años, ese era su primer empleo estable y ya estaba a punto de conquistar el primer año en el hospital. Si Eliott hablaba podrían despedirla. Bien sabía que tenía influencia directa con el director.
- Este es ahora tu paciente.-decretó con dureza, señalando la carpeta que acababa de entregarle- Ocúpate de él.
Eliott se alejó caminando muy derecho y entró a la habitación 103C. Ahora si era de su interés aquella chiquilla enjuta y perdida. Un grito agudo se escapó del cuarto. Qué injusto… seguramente estaban suministrándole alguna droga en contra de su voluntad.
El corazón se le partía al pensar en la muchacha, pero nada podía hacer. Volvió su atención sobre la carpeta que tenía en su mano derecha.
Era imposible.
Negó con su cabeza cerrando los ojos. ¿Se había equivocado entonces? ¿Su diagnóstico había ocasionado este episodio? ¿Se había equivocado dejándola...?
Se obligó a recordar la confesión…
Eliott tal vez tenía razón. El médico podría aplicar métodos que ella no compartía, pero definitivamente poseía más experiencia. No dejaría que sus emociones le nublaran el juicio. Inició su camino hacia la habitación aislada del quinto piso. Con este paciente sería diferente, se centraría únicamente en la teoría, no en su mal llamado instinto.
Al llegar, toda su teoría de desapego se le fue al bote de la basura. Nunca había visto un hombre como este. Bueno… en la televisión tal vez, pero no en vivo y en directo.
Esa era una habitación reservada para los pacientes más peligrosos. Al ver la determinación e ira en sus ojos violeta, ¿o eran grises tal vez? entendió el por qué los enfermeros lo habían dejado esposado a los barrotes de la cama.
Se acercó lentamente, en silencio, después de cerrar a su paso la puerta exterior.
Sus ojos, tal vez ese era su rasgo más distintivo. ¿O tal vez su cabello negro, azabache, que hasta con aquella luz demasiada blanca parecía resplandeciente? No, no era eso….era la forma en que se debatía tratando de soltarse. ¿O era la angustia, la urgencia, que su cuerpo le transmitía con cada movimiento, a pesar de que con certeza le habían drogado al igual que a la chica del 103C?
El caso era que la combinación era tan perfecta, que se olvidó de que era lo que debía hacer. O que era lo que iba a decir. El tacto de la carpeta azulada en su mano le devolvió un poco sus sentidos.
- ¿Dónde está? – preguntó el hombre con voz profunda, cargada de la misma angustia que su cuerpo trataba de manejar sin éxito- ¿Dónde está Lucy? ¿Qué han hecho con ella?
Desechó todas las opciones anteriores. Su voz. Su voz
Se obligó a recomponerse. ¡Santo cielo, ella era su médico! Estaba allí para estudiar su mente, no su físico. Además si este hombre era el causante de las escenas del expediente que tenía en su poder, significaba que era impredecible y peligroso. No podía dejarse atontar por un psicópata.
Tomó la silla que estaba al lado de la cama, y la alejó para quedar a una distancia prudencial. Se sentó en la fría superficie plástica, sacó de su bolsillo su libreta, se acomodó las gafas y presionó el botón de su lapicero barato para poder escribir. El ritual la relajó, a pesar que escuchaba cómo insistía el hombre en su pregunta. Aquel desliz inicial no volvería a ocurrir. Ella era una profesional.
- Nombre por favor – le dijo de manera inexpresiva, colocando una barrera invisible entre ellos con su mirada-
El hombre calló, y también adoptó la misma postura indiferente, seria, evaluándola.
- Nombre por favor –repitió con el mismo tono de voz-
Guardó silencio. Noelle esperó, mientras abría de nuevo el expediente y leía la descripción inicial, cuidándose de no reflejar su propia impaciencia.
- Nombre, por favor –dijo de nuevo, esta vez clavando los ojos verdes en los de él-
De nuevo el silencio. Sus miradas batallaron y rogó porque su experiencia fuera suficiente para poder mantener su expresión neutra. De ese instante inicial dependían muchas cosas, su carrera incluida.
No podía sentir nada en este mundo extraño. Nada. El aura de su pelirroja estaba escondida para él y eso le volvía loco. Más aun sabiendo que ambos estaban en problemas.
Le habían dado alguna pócima. Su boca estaba pastosa, sus músculos no le respondían como hubiera deseado y un peso le oprimía el pecho fatigándolo, haciendo su respiración laboriosa.
En el poco tiempo que había permanecido allí, supo que las personas de la Tierra eran en su mayoría, incrédulas. La magia de este planeta era un secreto desconocido y tabú. Se negaban un poder inconmensurable.
La mujer que tenía al frente era un claro ejemplo de esa filosofía. Ella no le diría lo que quería saber hasta que jugara bajo sus propias reglas, y cabía la posibilidad de que ni así cediera a sus preguntas. Por eso, y por supuesto, por Lucy, fue que decidió cooperar.
- Latis –respondió a la tercera vez que le preguntó-
