Desperté confundida y adolorida. Mi cabeza parecía decidida a explotar en cualquier momento, seguía de cerca por mis entrañas. A estas alturas debería saber lo que me espera después de explorar la ciudad y aquellos secretos que solo pueden ser descubiertos por los que se adentran en la vida nocturna, pero siempre olvido esas pequeñeces a favor de vivir la aventura.

Mire alrededor, no tenía ni idea de donde estaba. La pequeña sala no ofrecía mayores pistas para descifrar mi paradero, mas me ayudaba a tener una idea de lo que pudo haber ocurrido la noche anterior. Las botellas de vodka y el cenicero rodeado de los restos de lo que fueran distintas sustancias legales e ilegales eran claras pistas de lo que paso hacia unas horas. La pequeña mesa todavía tenía suficientes provisiones sobre ella como para noquear al menos a media docena de personas. Al otro lado de la mesa se encontraba un pequeño sillón que se veía había sido el lugar de muchas aventuras. Aunque me imagino que debía ser más cómodo que el piso donde me había tocado pasar la noche.

Trate de ponerme de pie, pero al parecer todavía no había recuperado mis fuerzas. No importaba, al menos no había vomitado, no tenía ganas de llegar a mi casa a lavar mi ropa, sin contar que el viaje en el metro hubiera sido un tanto más incomodo bajo esas condiciones, lo sabía por experiencia propia.

Palpe mis bolsillos, perfecto, todavía tenía un porro. Así que con un esfuerzo sobrehumano me arrastre como pude hacia donde se encontraba el encendedor. Tan solo un par de metros, pero bajo estas condiciones parecía una distancia inexorable. Ayer debí de haber consumido algo fuera de lo común para encontrarme tan destruida, probablemente ketamina o algo de la misma familia alucinógena… Poco a poco fragmentos de lo que fuera la noche anterior iban apareciendo en mi mente como fotografías fuera de foco.

Después del concierto nos habíamos dirigido hacia uno de los tantos antros que frecuentábamos. Recuerdo que a esas alturas ya había consumido una buena cantidad de alcohol, sin contar uno que otro porro. Había sido un buen show, tocamos como pocas veces, pero aun así Nao se encontraba frustrada por algún problema de naturaleza melancólica, razón por la cual había estado haciendo líneas toda la noche, obviamente como buena amiga la había acompañado en este ritual autodestructivo, aunque debo admitir que la cocaína no es lo mío.

Después de eso recuerdo que uno de sus "amigos" llego, y traía consigo el veneno que me ha dejado en esta precaria situación. No sé que paso luego, pero me imagino que conocimos a alguien y terminamos en su apartamento después de que cerraran el bar. Parecía una explicación lógica y acorde a lo que pasaba frecuentemente cuando decidíamos pegárnosla en grande. Satisfecha por mis asombrosas habilidades deductivas encendí mi recompensa.

De repente me pregunte donde se encontraban mis cómplices. Mai probablemente desaparecido con Tate. Nao era otra cuestión, si pensaban que yo tenía problemas, ella es un desastre todavía peor, pero no es bueno hablar de los amigos así, en especial cuando ambas vivimos existencias dedicadas a la autodestrucción y el libertinaje.

La puerta al final del pasillo se abrió dando paso a la susodicha que se tambaleaba con cara de pocos amigos, su vestimenta o menor dicho su falta de atavíos dándome mayores indicaciones de lo que pudo haber acontecido la noche anterior. Al menos tenía puesta su ropa interior. Se sentó en el sillón y se sirvió un trago. Se me revolvió el estomago con solo verla tomar ese nefasto vodka barato, del tipo que corroe el hígado después de tan solo un par de shots.

"Pensé que habías muerto anoche." bromeo.

"Eso hubiera sido inconveniente." dije mientras me sentaba, concentrándome en no expulsar los contenidos de mis maltratadas tripas. "¿Dónde estamos?"

"En donde Nina…" dijo como si yo tuviera alguna idea de quién era esta Nina a la que se refería. Me imagino que alguna nueva conquista o vieja conocida, no importaba realmente.

La tal Nina apareció unos momentos después, al menos ella tuvo la decencia de ponerse algo de ropa antes de salir de su habitación. Debo admitir que era una niña bastante bonita, aunque lucia un tanto joven. Se sentó al lado de Nao y se sirvió un trago que se tomo de un solo, como toda una experta. Al parecer no era tan inocente como lucia.

"Buenos días." dijo entre seria y aburrida.

"Hola." Realmente no soy una persona mañanera ¿o eran ya acaso las horas de la tarde? Nunca estaba segura después de una noche así. En especial cuando se toma en cuenta que los últimos antros en cerrar no lo hacían hasta las siete y treinta de la mañana. Y si uno era regular, como lo era el caso, los cantineros lo dejaban a uno quedarse hasta una hora extra o más, depende de a qué hora regresaran ellos a sus propios hogares.

Por lo menos no se tenía que preocupar por tener que ir a laborar ya que la herencia que me habían dejado mis padres era más que suficiente como para justificar una vida de ocio y contemplación; o una existencia marcada por de libertinaje y el lento suicidio de la vida bohemia llevada a sus extremos, depende de cómo se le viera. Yo prefiero pensar que era una solución alternativa del camino hacia el nirvana.

Tal vez la poesía de la frase logre ocultar mi poco sutil depresión. Pero esto sería en vano ya que la tristeza se escapa de mis ojos que miran más allá de la perdición urbana en la que me he sumergido. Tal vez añoraba una vida más tranquila o tal vez era el andar por caminos que fácilmente podrían llevarla al vacio del sueño eterno. Que ilusa en pensar en términos tan definitivos cuando el universo está compuesto de una de variedad indefinible de variables que trascienden lo que nuestras pequeñas mentes pueden imaginar.

Como se dice por ahí: en la noche todos los gatos son pardos. Y era fascinante explorar todos los distintos estratos sociales y situaciones particulares, de aquellos que habían quedado agrupados en los mismos círculos económicos, grupos culturales y demás situaciones propias de una ciudad viva que gira sobre los destinos de quienes ahí conviven; y de lo que ofrecen la suerte y el azar en sus caprichos.

Como desearía contemplar esos cielos despejados y puros de las aéreas rurales. Tal vez debería sugerirle a un par de amigos darse una vuelta por las playas del pacifico. Todas las posibilidades haciendo mi mente saltar entre mil escenarios que podrían darse bajo esas condiciones. Ciertamente era tentador.

Nao podría traer consigo a su amiguita y seguro Mai traería a Tate, que a pesar de ser un tanto despistado es capaz de proveer pociones ciertamente mágicas. Podríamos usar la camioneta del muchacho para trasladar nuestros instrumentos, tal vez dar un par de conciertos improvisados donde la noche nos indique que es prudente pasar esas horas oscuras y electrizantes.

Una de las muchas comodidades provenientes de la voluntad póstuma de mis progenitores incluía una pequeña casa a la orilla de una exclusiva playa a tan siquiera unas pocas horas de distancia. Perfecta para ser nuestro cuartel durante esta nueva excursión.

Ciertamente era la época perfecta del año para tal empresa. Sin contar el desasosiego que sentía últimamente ante la rutina de la cual había caído presa. Incluso la vida en el carnaval químico auto infringido cansaba después de un tiempo. Secuencias de una misma cadena psicodelia intoxicante, guiada por un instinto animal que va más allá de la memoria o intelecto del homo sapiens moderno.

Era tiempo de un cambio de escenario. Las estrellas serian las guías de la aventura que se cernía sobre ellos. Una oportunidad perfecta para descubrir una faceta oculta detrás de cada uno de los integrantes de un grupo dedicado a la exploración académica de la sociología de su cotidianidad. ¿Porque negarse a la voluntad del infinito?

La hora de hacerse camino hacia mi residencia había llegado. Me despedí de ambas machazas que no parecían muy agraviadas por la perspectiva de quedarse solas en esa habitación.

Después de deambular por un par de cuadras encontré un punto con el cual guiarme de nuevo a mi casa. Estaciones donde la mente iba hacia lugares ciertamente aleatorios y desconcertantes. Mis pasos capaces de guiarse por sí solos después de haber recorrido esa ruta más veces de las que me era posible precisar. Una peregrinación nacida de la influencia etílica y la costumbre.

Las ilusiones de seguridad que debían a las sendas múltiples veces recorridas, no eran menguadas por el hecho de que transitaba esas calles a todas horas del día y de la noche. Vestida de forma de que pasara desapercibida por las mayorías pero con un toque de originalidad, para no perderse totalmente entre la multitud.

Nunca comprendería realmente como esas calles traicioneras y llenas de sorpresas habían conquistado mi corazón. Ciertamente otro enigma de cómo la vida se presentaba antes sus víctimas. Por lo menos era una forma tranquila de flotar por el mundo. Las noches difíciles no más que la ocasional tormenta en el horizonte que se encuentra en cualquier otro camino.

Al alcanzar mi cama no pude más que desplomarme sobre su superficie y dejarme llevar entre los brazos de Morfeo, ciertamente un viaje interesante. Totalmente ignorante del resultado de esas vacaciones improvisadas que servirían parar darle un total giro a mi rutina.

Nunca hubiera podido deparar lo que me tenía planeado el destino. Una aventura que me haría replantear todas mis hipótesis anteriores. Guiada por un ángel de ojos marrones y sonrisa deslumbrante. Representación corpórea de una verdad más allá de cualquier otro misterio de la belleza intoxicante que tan pocas veces se ve entre los salvajes simios que dominan el planeta.