Naruto y sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto.


—Cuéntame qué pasó.

Sasori tenía toda su atención puesta en su nuevo compañero mientras sacaba objetos de una caja de cartón sobre el escritorio vacío. Entre ellos, una figura blanca hecha de arcilla que representaba un ser fantástico que no pudo identificar.

—Veo que te gusta el chisme, hm.

A Sasori no le molestó el pequeño desplante. Conocía a Deidara por diez minutos y ya se hacía una idea de cómo habría conseguido caerle mal a Obito Uchiha. El tipo parecía tener la lengua tres veces más afilada que una persona normal. Tal vez en unos días él también se habría hartado del crío recién salido de la universidad, pero por el momento se había propuesto darle una oportunidad. Iban a tener que trabajar codo con codo en lo sucesivo al fin y al cabo.

—A todo el mundo le gustan los chismes, pero no verás a mucha gente admitirlo. Yo lo hago.

Deidara estaba ahora intentando desenredar unos cables.

—Fue hace unos meses en la fiesta de graduación de mi promoción. Unos compañeros me presentaron a Itachi, que estaba ahí para la graduación de su hermano. Él nos presentó a Obito, un primo lejano suyo que aparentemente "necesitaba animarse un poco" —hizo una pausa para poder enchufar el cable y conectarlo a la computadora—. En fin, lo primero que pensé de Obito es que estaba bastante bien.

—¿Bastante bien? —preguntó Sasori algo perdido.

—Que estaba bueno, se notaba que tenía cuerpazo debajo de ese suéter ajustado y que si tenía que animarse no me importaría hacerlo yo, hm.

No hizo comentarios sobre la confesión implícita sobre su orientación. Aunque siendo sincero, jamás se había parado a pensar si Obito era atractivo o no. Comenzar a planteárselo, pero inmediatamente desistió algo perturbado. La única belleza masculina que le interesaba era la suya propia.

—Entiendo.

—De todos modos, recalco que eso fue mi primera impresión. Nos pusimos a hablar y por lo que me contaba deduje que el tipo era hetero así que lo descarté, y no sólo eso, estaba obsesionado con una tipa que no le hacía caso y no paraba de hablarme de ella. Bebió de más y empezó a enseñarme fotos del Instagram de la tal Rin, yo hacía lo posible por cambiar de tema pero siempre volvíamos a lo mismo. Luego me harté. Yo también había bebido un poco, así que le dije que se fuera a la mierda, él, y Rin y el tipo con el que sale. La discusión subió de tono e Itachi y su amigos tuvieron que venir a separarnos.

—Tiene gracia. ¿Quién diría que a Obito se le suelta tanto la lengua cuando bebe? —comentó Sasori—. Sobre el tema de la chica, he escuchado ese melodrama, aunque no sé qué parte de él es verdad y cual no lo es. Se dicen tantas cosas... ¿Quieres que te ponga al día al respecto?

—No me gustan los chismes, hm —contestó con indiferencia, haciendo alusión a lo que él había mencionado antes—. Ni quiero oír hablar de la tal Rin otra vez en mi vida.

—¿Seguro? Es una historia bastante triste —si la curiosidad no lo tentaba, el morbo tal vez lo hiciera.

—Tampoco me interesa la vida de nadie. Y a todo el mundo le pasan desgracias, no estoy aquí para sentir lástima por nadie.

El nuevo había llegado con ganas de guerra, pero prefirió no advertirle sobre lo corta que era su paciencia. Iba a ser divertido cuando lo pusiera a prueba y se encontrase con la sorpresa.

—Entonces, hablemos de cosas más relevantes. Te he hecho una lista de lo que necesito que hagas, te la he mandado al correo que me han pasado. Es mucho, por lo que no espero que lo tengas todo listo hoy, son unos cuantos marcos e interfaces de usuario, botones e iconos.

En su expresión y sus gestos pudo ver que estaba decepcionado. Lo cual le pareció comprensible dado que era un diplomado en bellas artes y no en diseño gráfico, a pesar de tener nociones de ello. Seguro él estaba esperando un trabajo más artístico y no uno en una empresa de seguridad. ¿Qué le podía decir él? Ya daba por hecho que Deidara sabía que la vida después de la universidad no es como uno la imagina. Tenía mucho que decir al respecto, pero no iba a decir nada. A él nadie le dio esa charla.

—Bienvenido a Akatsuki —dijo antes de ponerse a repasar el documento en el que estaba trabajando, mientras dejaba al nuevo asimilar la idea de que tendría que hacer iconos, botones e interfaces sin descanso a partir de ahora.


Deidara abrió con brusquedad la puerta de la oficina de Itachi, tras ignorar a Kisame que le avisó en cuanto lo vio con la intención de entrar que estaba esperando una visita y no quería ser molestado.

—Ah, Deidara, ¿Qué tal está yendo tu primer día?

—No sé por qué te hice caso, hm. Debí haber buscado un poco más...

—Mientras no aparezca ese otro trabajo, esto te dará experiencia, y se paga bien. No es un trabajo que un recién graduado pueda conseguir así como así sin contactos.

No le iba a dar las gracias. Tampoco sabía por qué el irritante Uchiha lo quería tomar bajo su ala. ¿No tenía un hermano? ¿Por qué no se ocupaba de él? Si hubiera sabido antes que el imbécil de Obito iba a ser su jefe le habría dicho que no se molestase en rellenar la solicitud de empleo por él. Pero ya estaba ahí en Amegakure, ya había dejado Iwa atrás y no podía volver. Cuando abrió la puerta de la oficina del idiota nada más llegar, este lo recibió con una sonrisa, que se borró de su cara cuando lo reconoció. A partir de ese momento, fue seco con él e incluso desagradable. Y Deidara se mordió la lengua con todas sus fuerzas sólo porque era el primer día. Pero no iba a hacerle más concesiones. No le tenía miedo al despido.

Hablando del diablo, ese fue el momento que el tipo escogió para abrir la puerta sin llamar y pasar a la oficina. Al apartar la vista hacia la cristalera vio que estaba lloviendo en la calle, el clima de Ame, tan distinto al de Iwa era otra razón más para estar cabreado. La presencia de Obito sólo empeoraba todo.

—Voy a buscarte y me tengo que encontrar a Akasuna trabajando solo y tú de charla con Itachi —dijo, mirándolo como si fuera escoria—. Y en tu primer día. No creo que te esté pagando para vaguear.

—Piérdete, hm. ¿Qué te hace pensar que no vine aquí por algo importante? ¿Qué quieres?

—Saber por qué no has rellenado tu dirección en los datos que le has pasado a Zetsu.

—¿Tienes que venir tú a hacerle el trabajo a tu secretario? Tch, perdedor.

Estaba claro que había ido a fastidiarlo un poco porque se aburría o algo.

—Deidara —lo avisó Itachi con tono asertivo.

Él gruñó en frustración. Si oía otra vez la palabra Uchiha iba a romper algo.

—Aún no he encontrado casa, estoy alquilando una cama en una pensión, iba a hacerlo en cuanto encontrase alquiler.

—Necesitamos tu dirección, aunque sea temporal, pero parece que te has propuesto hacerme las cosas difíciles.

—¡Ya te he dicho por qué...!

Por su visón periférica, vio a Itachi sacudir la cabeza mirándolo fijamente. Había algo en su mirada que daba miedo, como si un interruptor invisible se hubiera activado y que hacía que se viera intimidante, a pesar de que a simple vista aparentaba calma y tranquilidad. Itachi no era alguien que necesitase levantar la voz para hacerse respetar.

Deidara tomó un postit rosa y robó un bolígrafo del escritorio de Kisame, escribió la dirección de la pensión, el número de habitación y se lo dejó pegado en la corbata a Obito.

—Aquí tienes la puta dirección. Espero que así te calles un rato.

Mientras se dirigía hacia la puerta con la intención de dar un portazo tras de sí, oyó la voz de Itachi.

—Deidara, como es tu primer día puedes irte ya. Usa el tiempo libre para buscar alquiler.

Lo pensó mejor, y no dio portazo. Al ser amable, Itachi le estaba poniendo difícil el descargar su rabia. Pero ya lo pagaría con otra cosa, lo primero que cayese en sus manos.

—Obito te está buscando —dijo Sasori cuando pasó a la oficina que compartían, sin dejar de concentrarse en el código que estaba escribiendo.

Deidara tomó la figura de arcilla que había hecho la noche anterior y la estrelló contra el suelo, al mirar a su compañero, vio que no había reaccionado ni un poco. En ese instante lo odió a él también. Su inexpresividad e indiferencia lo ponían de los nervios.

—Veo que llego demasiado tarde.

—Es mi primer día y ya quiero tirarle una bomba al edificio, voy a durar muy poco aquí a este paso.

Esa vez sí consiguió hacer que el programador sonriera mínimamente.

—Qué agresivo... Y qué ruidoso eres. ¿Sabes que necesito silencio para concentrarme? Espero que no le tuvieras cariño a esa figura, por cierto.

—Puedo rehacerla otra vez cuando quiera. De todos modos, me voy. Itachi me ha dicho que por ser el primer día puedo terminar temprano —dijo, tomando sus cosas otra vez—. Además necesito buscar un alquiler.

Sí, eso lo mantendría ocupado.

—¿No piensas limpiar el estropicio antes de irte?

Deidara salió de ahí sin contestarle. No se sintió más calmado hasta que no estuvo montado en su moto, sin casco, a pesar de que aún lloviznaba un poco. El viento frío en su cara despejó su cabeza, lo hizo sentirse más libre. Zigzagueó entre una fila de autos parados en un semáforo y de paso se lo saltó. Valía arriesgarse a llevarse una multa. Sólo quería poner tierra de por medio con aquel edificio.


Kisame pasó a la oficina ni treinta segundos después de ver salir a Deidara de allí caminando rápido con la cara roja por el enojo.

—El nuevo no parece muy contento —dijo interrumpiendo la discusión de ambos Uchiha, por su expresión, se notaba que estaba disfrutando mucho el culebrón—. ¿Qué le has hecho, Itachi?

—No me dijiste que ibas a poner al niñato directamente a mi cargo. ¡Sabes que no lo soporto! —se quejó Obito.

Si tan siquiera lo hubiera avisado al menos podría haberse negado. Itachi y su manía con dar una oportunidad a gente joven. No es que él tuviera nada en contra de su noble causa, pero no toda la gente joven era responsable o estaba preparada.

—Le dije a Zetsu que te lo dijera. ¿No te pasó mi mensaje? —respondió Itachi.

—No. Zetsu no me dijo nada.

Conociéndolo seguro lo había hecho a propósito, sólo para ver su cara cuando el otro entrara por la puerta. Había entrado en contacto con su parte maquiavélica varias veces ya.

—Entonces no es mi culpa, Obito. ¿No te parece?

—¿¡Cómo se te ocurrió que sería buena idea en primer lugar!? —contraatacó.

—Pensé que podías dejar tus tonterías de lado y abordar el tema con madurez, pero estás probando que me equivoco.

—¡Insultó a Rin!

A Itachi no le iba a gustar que le levantase la voz, pero no pudo evitarlo.

—¿Aún sigues con el tema? —preguntó Kisame—. Si fueras igual de tenaz para todo serías director ahora. ¿No era eso lo que querías?

—No es asunto tuyo.

Puede que hubiera perdido a Rin para siempre, pero eso no significaba que fuera capaz de olvidarse de la chica bonita con sonrisa de ángel que hizo de su infancia y adolescencia una etapa menos deprimente. Incluso si ella siempre quiso a otro.

—Obito. No me hagas pasar por la vergüenza de tener que pedirte que te comportes con profesionalidad.

Ahí estaba esa mirada, intensa y temible a la vez que solían tener los Uchiha, aunque a él no le salía muy bien. Itachi era todo amabilidad y armonía, hasta que se ponía serio.

—¿Por qué no se lo pides también al nuevo?

—Porque tú eres el mayor. Él es a penas un adulto. Hablaré con él para que ponga de su parte, pero de ahora en adelante tú deberás poner de la tuya. Si Konan se entera de que hay un conflicto entre dos empleados querrá enviarlos a terapia... O algo peor.

—Hazle caso, Obito. Hidan y Kakuzu estuvieron esposados el uno al otro por una semana.

A Konan le gustaban esos métodos inservibles sacados de comedias románticas y que no funcionaban en la vida real. Si tuviera que estar esposado a un crío arrogante, Obito no sabía cuánto podría aguantar antes de perder la compostura.

—Lo consideraré si él también se comporta —contestó caminando hacia la puerta—. Tengo cosas que hacer ahora, adiós.

—¿No te parece vergonzoso que tu primo pequeño tenga que apelar a tu sentido de la madurez? —dijo Kisame, saboreando las palabras, disfrutando el efecto que tenían en él—. Porque a mí sí.

La estridente risa de Suigetsu, el asistente de Kisame, le llegó desde el intercomunicador. Enojado, Obito lo desconectó antes de salir, sólo para encontrarse con el risueño chico en su mesa a la salida.

—¡Un postit con una habitación de hotel pegado a la corbata! Si no fuera porque he escuchado la conversación creería que has ligado! —Obito apretó el paso—. ¡Hey, no es verdad! ¡No me lo creería!

Ignoró su escándalo y comentarios agudos sobre su penosa vida amorosa mientras llamaba al ascensor de vuelta a su planta. Se repitió a sí mismo que todo estaría bien, si Deidara se volvía una molestia demasiado grande, siempre podía despedirlo. Con ese temperamento suyo las razones no le iban a faltar.

—Tienes tres correos de la oficina del señor Rikudo y Konan quiere que la llames urgentemente —preguntó Zetsu cuando lo vio aparecer.

Obito lo ignoró, Konan querría alguna tontería y con Pein no tenía ganas de lidiar en ese momento.

—¿Por qué no me dijiste que Itachi había contratado a Deidara y lo había puesto directamente a mi cargo?

La risa de Zetsu se volvió grave y retorcida, los ojos fijos en su corbata.

—Oh, bueno... Puede que se me olvidase, Tobi —su voz también había bajado en tono pronunciadamente.

Lo que pensó, no se le había olvidado, lo había omitido a posta. Zetsu era un buen asistente, pero a veces una tétrica faceta suya salía a relucir.

—¿De qué me sirves si se te olvidan cosas importantes? ¿No es ese tu trabajo? —dijo con sequedad, no estaba de humor para seguirle la corriente a Zetsu.

—Me pagan tan poco que a veces la memoria me falla —se quejó, volviendo a su voz normal—. Quizá es hora de negociar... Un aumento.

Con un gesto de su brazo, Obito se volteó y dio la conversación por terminada. No quería problemas, pero le enfurecía tener que tragar con todos los caprichos de su exitoso primo. No, él no había tenido la suerte de haber nacido en el lado acomodado de la familia. Todo lo que tenía se lo había ganado con trabajo duro mientras que a él se lo dieron todo hecho.

Arrancándose el postit, Obito se acercó a la cristalera y miró hacia abajo. Amegakure era un lugar grisáceo, una ciudad que parecía estar sumida siempre en una depresión de humo y nimbos. Entonces, vio a Deidara salir del garaje de la compañía subido a una moto. Su cabello rubio y abrigo verde mar imposibles de pasar por alto entre un gris que se lo había comido todo. Obito se fijó en su casco, colgando de su codo izquierdo en lugar de estar donde debía estar. Se preguntó si era consciente del peligro que corría, y más si se ponía a hacer el loco entre los autos y a saltarse semáforos en rojo. Quizá debería regañarlo en la mañana, pero en realidad no tenía poder sobre algo que su empleado hiciera fuera de su jornada, a menos que perjudicase la imagen de la compañía, lo cual tampoco era el caso.
No quería convertir la oficina en un campo de batalla. Cuando él tenía su edad, también iba así de despreocupado por la vida. Él ya aprendió la lección de la más desagradable de las maneras, y ahora tenía que vivir escondiendo las secuelas de aquel incidente.

Deidara aprendería también, a su debido tiempo. No es que Obito le desease algo malo, pero así era la vida. Por desgracia, su turno iba a llegar también algún día.


Terminado Atrápame, aquí me embarco en un nuevo longfic. Tu típica historia del odio al amor (hay solo un paso). La hice siguiendo una fórmula de historias de "odio a amor" e intenté seguir un ritmo más lento de lo que tengo acostumbrado, o al menos lo intenté.

La idea de esta historia la tuve el año pasado para el día del AU de la tobidei week. Ese fue el único día cuya premisa no hice. La idea era esta, pero vi que la trama se me iba a alargar en la mente, así que lo descarté y me dije que la retomaría algún día y con calma. Bueno, aquí está. :D

Akatsuki es una empresa de seguridad, y Deidara fue contratado como diseñador gráfico. Sasori es programador y está a cargo de las aplicaciones de seguridad.

Es todo de momento. ¡Hasta el siguiente!