Miró a su carcelero, estaba sentado en la cama junto a ella sin mirarla. Sonrió.
—Personalmente—se acomodó un mechón del colorado cabello tras la oreja—yo te amo, Ulquiorra.
Deslizó su mano para acomodarla sobre la delgada mano masculina.
— ¿Tú me amas?—preguntó. Por fin, dirigió los profundos ojos verdes a la mirada de los plateados.
—No se—presionó la mano bajo la suya—para amar se necesita un corazón, yo no tengo un corazón.
—Si no tienes corazón, ¿Cómo haces para estar vivo?—inquirió— ¿Cómo puedes respirar sin uno?
La jaló hacia él apoyándola en su pecho.
—Tengo corazón físico—Orihime sintió los latidos del órgano vital—mi corazón espiritual desapareció, junto a sus emociones.
Estiró su cuerpo para depositar un beso en el cuello de su carcelero. Él bajó su rostro buscando mayor contacto con la fémina uniendo sus labios, como se les hacía costumbre ya.
—Te odio—le susurró—una humana como tú no debería hacerme sentir así. Es completamente patético.
— ¿Qué te hago sentir?
—Debilidad. Siento debilidad por ti. El solo pensar que Aizen o Nnoitra pudiesen hacerte algo me hace hervir la sangre.
—Esas son emociones del corazón, Ulquiorra.
—Yo no tengo corazón—dijo firmemente.
—Si no tienes—atrajo a Ulquiorra volteándolo en la cama junto a ella—déjame inventarlo para ti.
—No hay ninguna ley que le prohíba a un hollow amar, mucho menos enamorarse perdidamente de una humana—ella abrió los ojos sorprendida—encuentra mi corazón, Orihime. Solo en ese momento podré confirmarte si lo que te dije es cierto.
La besó hambrientamente otra vez, las ropas fueron sobrando luego. Entre un mar de besos y caricias, dos amantes se convertían en uno solo.
—Solo tú encontrarás mi corazón. Y cuando lo hagas, te perteneceré exclusivamente—gimió en su oído antes de irse.
Porque solo tú eres capaz de hacerme sentir así.
