Disclaimer: ninguno de los personajes que aparecen en los siguientes drabbles me pertenecen. Para mi inmensa desgracia.

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Primer pecado: Ira.

Sawyer había sentido ira muchas veces, desde pequeño. Estaba habituado al sentimiento. Era como un perenne compañero en el mapa de su vida. No, no un simple compañero, sino algo que siempre iba con él. Que llevaba a cuestas, como un fardo, un peso, una carga. Sólo que a él no le parecía una carga.

Sawyer había sentido ira muchas veces, desde pequeño, pero nunca tanta, tan acumulada, tan insana y tan pugnante por salir al exterior como entonces. Se encontraba de pie, todavía boqueando por la impresión, frente al hombre que acababa de admitir con total desfachatez su culpabilidad acerca de la muerte de sus padres –al menos, en parte-. Y sonreía. El muy cabrón sonreía.

Si no creaba una vía de escape para tanta ira, la ira lo mataría. Sawyer era tan consciente de eso como de que el hombre que tenía delante creía que era igual que John Locke, su hijo, el paralítico que volvió a andar como un personaje bíblico cualquiera.

Pero no lo era. Sawyer no era ningún cobarde. Y, a pesar de haberle dicho muy claramente a Locke, el paralítico que volvió a andar, que no iba a matar a nadie, esa asfixiante tarde en la isla James Ford, Sawyer, el vengador, incumplió su promesa.