AVE FÉNIX

CAPITULO I

EL RETORNO

El viento soplaba con fuerza arrancando las hojas de los árboles que comenzaban a desnudarse para dar paso al crudo invierno en la siempre bulliciosa ciudad de Chicago. La luz mortecina de la tarde se desvanecía lentamente con el ocaso estallando en diversos tonos rojizos.

La silueta de un hombre joven, cabizbajo y melancólico, se divisaba a lo lejos en una calle poco transitada de la ciudad. Los ojos azules, profundos y tristes, el pelo marrón descuidado y algo sucio, la vieja capa azul marino, las manos vacías de caricias, los labios secos de besos, el corazón dañado y confundido.

El joven, que cargaba una pequeña maleta, dirigía sus pasos hacia la estación de trenes mientras repasaba mentalmente los recientes hechos que se habían suscitado en su vida.

Aún no podía entender con claridad lo que le había sucedido horas antes, ni sabía exactamente que haría a partir de ese momento, sólo sabía que le resultaba imperioso cambiar de rumbo y dejar de ser el remedo de sí mismo en que se convirtió por voluntad propia de un tiempo a la fecha.

Esa mañana había sido enfrentado a su propia miseria y había sido rescatado de ella al mismo tiempo. La magia había tocado con su luz la oscuridad del abandono y el infortunio que lo rodeaba.

Había caído muy bajo, tanto que a veces le costaba reconocerse a sí mismo. El alcohol lo había hecho su esclavo y el cigarrillo se había convertido en su perenne compañero. No había minuto del día en que se mantuviera sobrio, ni siquiera los momentos en que subía al insulso escenario en el que interpretaba a algún personaje. Lo único que importaba era olvidar, embriagarse hasta perder el sentido y así, no pensar, no sentir, no morir de dolor.

Cualquier consideración de un cambio de vida le parecía absurda. Su madre trató infructuosamente de acercarse a él y rescatarlo de tan deplorable modo de vida, sin embargo no lo logró. Él no se creía capaz de sobrevivir a su inmenso dolor sin la "ayuda" del alcohol hasta esa mañana en la que la vida le hizo un regalo inesperado.

El joven detuvo su andar frente a un pequeño parque, se sentó en la primera banca vacía que encontró y cerró los ojos sintiendo como el viento le acariciaba la cara y le enmarañaba los cabellos.

Recordó entonces la visión que lo había hecho replantearse su existencia.

- Aún puedo sentir su presencia, su olor – pensaba mientras sentía una agradable calidez en su interior. -¿Será posible que hubiera sido verdad¿Será posible que no hubiera sido sólo una maravillosa visión?...No, de haber sido verdad ella no habría desaparecido así sin hablarme, sin tratar de convencerme de salir del estado infrahumano en el que hasta hace unas horas me encontraba, consumiéndome en ese miserable escenario. La conozco y sé que hubiera hecho hasta lo imposible por hacerme dejar el alcohol, tal como lo hizo con el cigarrillo. - Su boca esbozó una sonrisa al recordar a aquella chiquilla que una vez le ofreciera una armónica a cambio de su paquete de cigarrillos. - De cualquier modo ella me ha rescatado una vez más de las tinieblas...ella, mi ángel.

Se levantó al sentir su cuerpo llenarse de energías por el recuerdo de la mujer a la que amaba y, decidido a reconstruir su vida y dejar atrás el oprobio de su caída, retomó su andar hacia la estación. Frente a la taquilla hurgó en los bolsillos de su pantalón hasta encontrar y juntar las monedas suficientes para pagar el boleto a Nueva York. Tenía lo justo. Ni un centavo más ni uno menos. Justo como se debe recomenzar.

Mientras esperaba la salida de su convoy hacia Nueva York, Terrence Grandchester recordaba una vez más la angelical visión de su niña amada, no había podido dejar de pensar en eso todo el día.

El sonido inconfundible del silbato de la locomotora anunciando la partida del tren lo sacó de sus pensamientos. Tomó la pequeña maleta en la que llevaba sus escasas pertenencias y respiró hondo antes de subir, como si quisiera llevarse en sus pulmones el aire de aquella ciudad en la que vivía su gran amor, el mismo que ella respiraba. Era lo único a lo que podía aspirar en ese momento. Desde el pescante volvió su melancólica mirada y dijo adiós en su mente a la dueña de su corazón.

- Adiós Candy… adiós pecosa - y dicho esto entró y buscó su asiento.

Mientras el tren avanzaba, Terry miraba el paisaje por la ventanilla, repasando una y otra vez la decisión que acababa de tomar. De nueva cuenta había decidido no seguirla, no buscarla. Una vez más decidía alejarse de ella y entregarse al cumplimiento de su deber, no porque hubiera dejado de amarla sino porque se sentía indigno de intentar siquiera recuperar la relación que tuvieron antes de toda esa pesadilla.

- ¿Cómo puedo pretender hacerla feliz, si ni siquiera he podido mantenerme sin mancha? - Se preguntaba atormentado – Debería pensar primero en reivindicarme ante ella, ante mí, ante el mundo. ¿Qué puedo ofrecerle ahora? No soy más que una sombra de lo que fui, nada más que las cenizas de aquella hoguera abrasadora que fui ante sus ojos. Sé que me traiciono a mí mismo, pero es imposible no pensar en el gran sacrificio de Susanna, en su dolor, en sus sueños destrozados. Creo que no podría vivir con el mordaz remordimiento si no volviera a su lado – pensaba mientras en su mente revivía los tortuosos instantes de aquel accidente que cambió dramáticamente el rumbo de su vida. Finalmente exclamó resuelto: – ¡Es así como debe ser y así será! Por Susanna… por mí… pero sobre todo por mi amada pecosa. No te defraudaré, Candy. No una vez más – y con estos resoluciones cruzándole la mente, sus ojos fueron vencidos por el sueño.

Horas después llegaba a Nueva York seguro de querer reiniciar su vida, pero había sido tanto lo que había dejado tras su partida que no sabía por donde comenzar. ¿Debería empezar por buscar a Susanna y explicarle todo, o debería ir donde Hathaway y pedirle una nueva oportunidad¿Debería buscar a su madre¿Debería ir a su apartamento? Esto último fue lo más lógico para él, así que tomó un carruaje y se dirigió a su antigua morada. Afortunadamente había tenido la oportunidad de comprar su apartamento gracias a las ganancias que le reportó su papel estelar en "Romeo y Julieta".

- Por lo menos tengo un techo propio, de no haber comprado el apartamento ahora no tendría siquiera donde vivir - pensó irónico.

Al llegar encontró todo tal y como lo había dejado. Tenía una persona de servicio que una vez por semana se había encargado de limpiar el lugar durante su ausencia - ¡Vaya, qué bien se siente estar en un lugar limpio y seguro! Debo recuperar pronto mi trabajo para poder pagar a la señora Scott por sus servicios, ha hecho un buen trab... - no alcanzó a concluir la frase pues sus ojos se encontraron con el afiche original de Romeo y Julieta, en el que Susanna lo acompañaba, aquel con el que Candy bromeó con él acerca de ser "su Julieta". No entendía qué hacía colgado en una de las paredes del pequeño salón.

- Estoy seguro de haberlo guardado bajo la cama - dijo al recordar el día en que, no pudiendo más con el dolor de su pérdida, comenzó a tirar al suelo cualquier objeto que se encontrara a su paso, furioso, desesperado. Ese afiche específicamente le causaba dolor por partida doble, le recordaba a Candy y a Susanna; al amor perdido y al compromiso, a la libertad y a la prisión.

- Seguramente la Sra. Scott lo colgó de nuevo, siempre dijo que le gustaba mucho - se dijo decidido a dejarlo en su lugar y a exorcizar sus demonios y procedió a tomar un baño caliente para poder dormir. Se sentía tan cansado, hacía tanto que no reposaba en un lugar confortable que rápidamente cayó en un profundo sueño.

A la mañana siguiente se dirigió a la compañía de teatro. Sabía que no sería fácil recuperar su lugar, pero igualmente lo intentaría pues también confiaba en su talento y en el gran cariño que Robert Hathaway le profesaba, aprecio que era ampliamente correspondido.

Caminó lentamente por los pasillos del teatro mientras saludaba uno a uno a los tramoyistas, personal de limpieza y alguno que otro actor que encontraba a su paso, con una simple inclinación de cabeza. No pasó desapercibida para él la reacción de asombro de todos al verlo de nuevo por ahí después de tan prolongada e inexplicable ausencia.

- Mira, ha vuelto el hijo pródigo - decía sarcástico un tramoyista.

- Sólo espero que el Sr. Hathaway no lo reciba de vuelta, es un odioso - dijo malicioso su interlocutor.

- No, estoy seguro de que el Sr. Hathaway le recibirá, el chico es uno de esos talentos que no se deben desperdiciar - concluyó un tercero.

Siguió caminando con parsimonia, haciendo caso omiso de los comentarios que escuchaba como murmullos. Estaba acostumbrado a ellos desde niño. Al llegar a la oficina de Robert se sintió nervioso, apretó los puños, tomó aire y se atrevió a tocar.

- Pase - dijo una voz al otro lado de la puerta. La sorpresa de Robert fue mayúscula al ver la puerta abrirse y encontrar en el umbral al talentoso jovenzuelo que le abandonara meses atrás.

- ¡Terry¿En verdad eres tú? - Exclamó Robert mientras se levantaba de su asiento y se dirigía directamente a él. - ¿Dónde has estado todo este tiempo muchacho malcriado? Me has tenido muy preocupado - Robert lo abrazaba con gusto mientras hablaba.

Para Robert Hathaway había sido un duro golpe la intempestiva desaparición de Terry. "Romeo y Julieta" era un éxito de taquilla y mucho de ese éxito se debía al enorme talento del joven actor. Tanto así, que después de que Terry abandonó el teatro y otro actor tomó su lugar, las ventas de las entradas habían disminuido considerablemente. Todo el mundo quería ver a la nueva revelación de Broadway y esta había desaparecido. Sin embargo, el verlo de nuevo sano y salvo le producía una gran alegría pues le estimaba sinceramente, como a un hijo.

Terry observaba detenidamente el lugar desde el abrazo caluroso de su amigo y mentor.

- Nada ha cambiado - pensó mientras detenía su mirada en un afiche colgado en una de las paredes de la habitación. Ahí estaba él como Romeo al lado de Karen que caracterizaba a Julieta como un gemelo del otro que ahora pendía de un clavo en una pared de su apartamento.

- Robert...yo...no sé por donde empezar. Estoy tan avergonzado… - murmuró Terry todavía fundido en el cariñoso abrazo de bienvenida - He sido un tonto irresponsable - Robert soltó el abrazo y lo miró con una expresión dulce y dura al mismo tiempo.

- Tienes razón Terry, eso y más has sido por abandonar tus responsabilidades. ¡Estabas en un gran momento, muchos actores hubieran dado cualquier cosa por tener el papel estelar en una obra tan exitosa! Y tú...

- Si, ya sé - le interrumpió el joven sintiendo la vergüenza azotarle las mejillas - Lo he echado todo a perder ¿no es así? Pero me gustaría explicarte mis motivos, si me lo permites.

- Vaya Terrence, es algo que he esperado largo tiempo - decía el director señalándole una silla delante de su escritorio, invitándole a sentarse mientras él hacía lo propio.

El joven actor no encontraba las palabras adecuadas para explicarle a su mentor los porqués de sus decisiones, guardó silencio unos instantes y por fin comenzó a hablar, aunque con gran dificultad.

- Cuando pasó lo del accidente de Susanna todos mis planes y mis sueños se vinieron abajo. Mi sufrimiento y mi confusión eran tan grandes que no supe qué hacer. Me sentía muerto, sin razón alguna para continuar. Sé que huir no es la mejor forma de solucionar los problemas, pero no sabía como enfrentarme a mí mismo siquiera, entonces ¿como podía enfrentar al mundo, al público, a ti, a Susanna? Lo que más amaba se había ido, se había esfumado irremediablemente y no tuve fuerzas para seguir. Necesitaba encontrarme, recuperar la entereza para seguir vivo - terminó de decir Terry con la mirada perdida en un punto de la bella alfombra persa que cubría el suelo de la oficina.

- ¿Así que todo fue por un mal del corazón? Ya tenía yo mis sospechas Terry ¿Abandonaste todo por esa chica de Chicago? - Preguntó Robert quien, al igual que todos los involucrados en la compañía, conocía la triste historia de su amor frustrado por el accidente en el que Susanna perdió una de sus piernas.

- Si y no - respondió lacónico.

- No te entiendo Terry.

- Digamos que una mínima parte de mi decisión tuvo que ver con Candy, otra con Susanna, pero el grueso de mis motivaciones tuvieron que ver conmigo mismo. Cierto es que la partida de Candy me sumió en la más oscura de las desesperanzas, yo la amaba más que a nadie en el mundo y tenía los mejores planes para nosotros, quería casarme con ella y alcanzar esa felicidad que se nos había negado desde la infancia, hubiera querido formar una familia con ella. Mi más grande sueño era una familia propia, con ella a mi lado y cuatro o cinco chicos volteando la casa de cabeza. Y yo… actuando, sintiéndome pleno sobre un escenario. Era así de simple, Robert, y estaba trabajando duro para lograrlo cuanto antes, pero no contaba con el destino, con mi negro destino, ese que siempre me ha negado la felicidad. - Por un instante una sombra de dolor se asomó a sus profundos ojos azules, pero inmediatamente se repuso y continuó con determinación en su voz. - Pero ahora será distinto, estoy dispuesto a enfrentar al destino y a buscar mi paz, aunque la felicidad haya quedado ya fuera de mi alcance – se levantó de su silla, dio un par de pasos hacia la ventana y se volvió para mirar a Robert directamente a los ojos.- ¡No seré más un fracasado, no seré más una sombra de mí mismo, trabajaré sin descanso y me levantaré, limpiaré mi nombre y lo haré brillar de nuevo en las marquesinas! – Exclamó con furiosa determinación, luego guardó silencio e hizo una pausa como tomando valor para continuar. - Todo esto si tú me recibes de nuevo en la compañía, Robert - dijo finalmente quedo, como para sí mismo, tragándose dolorosamente su orgullo. Sabía que esto era requisito indispensable para convencer a su amigo y poder comenzar de nuevo su carrera.

- Eso dalo por hecho Terry ¿Tú crees que te iba a dejar ir para que enriquecieras a otro empresario teatral¡Nunca! Tu nombre en las marquesinas es sinónimo de miles de jovencitas enloquecidas haciendo fila para comprar un boleto - respondió Robert en tono de broma tratando de aligerar el ambiente y que Terry se sintiera un poco más cómodo. Lo conocía bastante bien y sabía que estaba siendo muy duro para él vencer su orgullo y pedir una nueva oportunidad.

- ¡Gracias Robert! Esta vez no te defraudaré - fue la respuesta emocionada de Terry mientras se sentaba de nuevo.

- Sólo que tendrás que empezar de abajo. Sería injusto para los demás actores aspirantes a protagónico que después de lo que sucedió regresaras automáticamente al papel que tenías con anterioridad. Lo siento Terry, pero así deben ser las cosas, debes empezar a audicionar como cuando llegaste de Inglaterra. Estoy seguro de que en muy poco tiempo retomarás el lugar que te corresponde pues no conozco otro actor de tu generación más talentoso que tú - dijo finalmente Robert convencido por la mirada de determinación que vio en el joven.

- Lo comprendo. Ya verás que no te volverás a sentir defraudado por mi conducta. De ahora en adelante seré un ejemplo de responsabilidad y entrega al trabajo. Gracias - Y dicho esto se levantó de su asiento y se encaminó hacia la puerta.

- Es mejor que estés atento a las fechas de las audiciones para la próxima obra, comienzan en dos semanas.

- ¿Qué obra será? - Preguntó el joven con ansiedad.

- Hamlet - respondió escuetamente el director.

- ¡Es el papel que siempre he soñado interpretar! - Exclamó Terry emocionado.

- Pues entonces toma el guión y empieza a prepararte. Nada me daría más gusto que verte ganar la audición - dijo sinceramente Robert.

- Gracias una vez más. Hoy mismo comenzaré a estudiar las líneas – tomó el libreto que Robert le ofrecía y salió cerrando la puerta tras de sí.

¡Ay esta juventud tan impetuosa! Cuando tienes tan pocos años eres tan intenso, tan entregado a las emociones, pensó en voz alta Robert una vez que su pupilo hubo abandonado la oficina. Mientras tanto, del otro lado de la puerta, Terry se recargaba emocionado en la misma, con los ojos cerrados tratando de visualizar lo que sería su vida de ese momento en adelante. Había superado una de las pruebas, le faltaba tal vez la más difícil.

Estoy de nuevo en la compañía, sabía que Robert no me cerraría las puertas ¡El viejo tiene tan buen corazón! - Pensaba Terry mientras ponía todas sus esperanzas renovadas en una sonrisa. - Hoy mismo comenzaré a estudiar mis líneas y no habrá quien me supere en la audición. No descansaré hasta que Hamlet sea mío, ha sido mi sueño desde hace tanto tiempo que no pienso dejar ir esta oportunidad y cuando haya logrado el papel buscaré a Susanna… ella y yo tenemos una conversación pendiente.

Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se percató de que un par de grandes ojos azules, completamente humedecidos y emocionados, lo observaban desde el extremo del pasillo.

Cuando Terry se despidió de ella sin más explicaciones, sin decir a donde iría ni si volvería, sintió que su mundo se desplomaba, que no tendría las fuerzas suficientes para continuar viviendo. Estaba segura de que él iría en busca de aquel gran amor al que debió de renunciar después del accidente.

Durante muchas noches se consumió de llanto y de celos, segura de que él no regresaría, de que tarde o temprano se enteraría de que se había reconciliado con ella.

Trató de imaginar cómo sería su vida si eso sucediera, si tuviera que vivir el resto de su existencia sin Terry a su lado. A ratos visualizaba una existencia tranquila y libre de ataduras, y al minuto siguiente se veía a sí misma convertida en una mujer llena de amargura, abandonada y sola. Este último escenario la hacía estremecerse de pies a cabeza, pero siempre se consolaba volviendo su mente a su primera visualización.

Constantemente se debatía entre la esperanza y el miedo, lo que se vio reflejado en su estado de ánimo que poco a poco se volvió taciturno y retraído. Su madre, preocupada por el visible deterioro que sufría su hija, la llevó al médico para una revisión. El médico la encontró físicamente bien y le sugirió que buscara una actividad en la que pudiera mantener su mente ocupada para alejar esos estados emocionales tan extremos. Susanna encontró absurda la sugerencia del galeno, lo que menos le interesaba en la vida era ocuparse en algo, parecía disfrutar de su estado depresivo.

Lo único que la confortaba era escribir, sobre sus sentimientos, sus anhelos, sus miedos; pero más que todo, sobre Terry y el amor que le profesaba. Escribía poemas, cartas y cuentos en los que ella era la protagonista, en los que podía hacer realidad sus sueños: caminar y ser amada por el dueño de su corazón.

Un día despertó con la idea de escribir una obra de teatro. Poco a poco esta tarea comenzó a ocupar la totalidad de su tiempo mientras, en el proceso, su estado de ánimo se recuperaba poco a poco.

Cuando finalmente, cinco meses después, terminó su obra, una sensación de triunfo y satisfacción la invadió. Por primera vez había logrado hacer algo por ella misma, se sentía orgullosa y extrañamente liberada.

Sabía de la existencia de un grupo de teatro experimental que representaba con modesto éxito las piezas escritas por noveles dramaturgos que no podían aspirar a ser tomados en cuenta por las grandes compañías, así que se acercó a Robert para pedirle su ayuda para ingresar en ese círculo. El experimentado empresario la recibió con gusto en sus oficinas, leyó el guión que le mostró, y al descubrir que la pieza era de gran calidad se decidió a ayudarla.

- No sabes cuanto me alegra que hayas decidido buscar tu destino en lugar de quedarte esperando por él, Susie. Al parecer has encontrado el camino correcto. Te contactaré con Tommy McKenzie, él es un gran amigo y el director del grupo experimental del que has oído hablar, estoy seguro de que estará dispuesto a considerar tu pieza para ponerla en escena - le dijo Robert entusiasmado. En verdad se alegraba de ver a Susanna tan repuesta emocionalmente y tan deseosa de luchar por ella misma.

- Gracias Robert. Sabía que podía contar contigo, eres un gran amigo - dijo emocionada e hizo una nerviosa pausa, hasta que al fin se decidió a preguntar - ¿Has sabido algo de Terry?- murmuró con voz apenas audible.

- No Susie. Lamento decir esto, pero no he sabido nada de él desde que abandonó la compañía - respondió sintiendo pena por la chica. Era obvio que aún le dolía el alma por la ausencia del joven actor.

- No tienes por qué lamentarlo Robert. Es sólo que me gustaría saber si se encuentra bien. Gracias una vez más - y se despidió esperanzada ante la posibilidad de mejora que se abría ante ella.

El que Robert hubiera opinado tan favorablemente sobre su escrito la hizo sentir que podía ser útil de algún modo.

- Tal vez podría volver al teatro como escritora – pensaba emocionada mientras se visualizaba probando de nuevo las mieles del éxito y la satisfacción del aplauso del público.

- ¡Puedo volver a ser útil y sentirme independiente! Me parece estar soñando… - se repetía una y otra vez llena de esperanzas mientras adquiría una seguridad en sí misma que nunca antes había poseído. Pero la mayor de sus revelaciones había sido que todo esto lo estaba logrando sin Terry a su lado.

Tommy McKenzie recibió de manos de Robert el guión de Susanna y sorprendido por el dramatismo y la calidad del mismo decidió entrevistarse con ella. Su escritorio estaba lleno de piezas que esperaban una oportunidad de ser tomadas en cuenta, pero la recomendación de su gran amigo resultaba inquietante, por lo que le dio prioridad.

Sabía de la existencia de Susanna Marlowe ¿Quien en el mundo del teatro no había sabido de ella? Primero por su logro de protagonizar Romeo y Julieta, después por su trágico accidente y su extraña relación con Terrence Grandchester.

La entrevista resultó agradable y fructífera para ambos. Susanna se había despedido de Tommy con la promesa de que su obra sería la siguiente en ser representada y el joven director con la promesa de una nueva entrevista acompañada de una buena comida en algún restaurante de Times Square.

Al día siguiente se dirigió eufórica a la oficina de Robert para notificarle de su éxito y para darle las gracias por su ayuda.

Cual no fue su sorpresa al encontrar a Terry absorto en sus pensamientos, recargado en la puerta de la oficina de su amigo y mentor.

Al principio creyó estar soñando ¡Él había vuelto¡Él estaba bien! Se le veía tan atractivo como lo recordaba, aunque algo desmejorado, y con una expresión de seguridad que ella no había vuelto a ver en su rostro desde aquel fatídico día del accidente. Se quedó muda y estática, como temiendo despertar del sueño si hacía algún movimiento o si emitía algún sonido.

Terry abrió los ojos lentamente, lleno de determinación y esperanza, sin embargo, no estaba preparado para encontrarse frente a frente con ella, no aún. Sabía que debía buscarla, explicarle, pero quería hacerlo una vez que hubiera logrado el papel estelar en la próxima obra.

Sus ojos se encontraron y él percibió una mirada distinta en ella, ya no era esa mirada suplicante y sumisa, ahora era dulce, amorosa pero decidida.

- ¡Susanna! - dijo como un susurro, al mismo tiempo sorprendido y avergonzado - Yo...te debo una explicación...Yo... - no alcanzaba a pronunciar dos palabras hiladas, sabía lo cruel que había sido con ella al abandonarla.

- ¡Terry! No digas nada. No sabes lo que me alegro de verte bien, de verte de vuelta con nosotros, en el mundo al que perteneces - la voz de la chica sonaba segura y sincera.

Terry no pudo dejar de sorprenderse ante el cambio en la otrora insegura y titubeante rubia.

- Gracias, pero déjame explicarte... - Ella movió su cabeza haciendo una negación.

- Ahora no, Terry. Ya habrá tiempo para eso después, este no es el lugar ni el momento. Mejor cuéntame ¿Como te fue con Robert? Porque supongo que has hablado con él.

- Así es. Me ha dado la oportunidad de reintegrarme a la compañía. Dentro de dos semanas serán las audiciones para Hamlet, tengo poco tiempo para estudiar el libreto y perfeccionar mi interpretación.

- Pues entonces tienes que ponerte a trabajar de inmediato. Si necesitas ayuda con los diálogos yo estaré encantada de colaborar contigo. - La voz de la chica sonaba sincera, muy diferente a lo que él estaba acostumbrado, así que decidió aceptar la oferta. Además el sentimiento de culpa no lo había abandonado durante todo este tiempo y pensó que sería una buena oportunidad para acercarse a ella de nuevo. Después de todo era algo que ya tenía planeado hacer.

- Gracias Susie. ¿Te parece si paso a tu casa por la tarde?

- Estupendo, te esperaré a las cinco. Ahora debo ver a Robert. Hasta la tarde Terry - contestó la joven sorprendida por la actitud amable del actor.

- Hasta la tarde Susie - diciendo esto se hacía a un lado para permitir que ella tocara a la puerta y se introdujera instantes después en la oficina de Robert.

- Está muy cambiada - pensó complacido - me alegro por ella.

Mientras sonaban las campanas del reloj indicando que la hora convenida había llegado, la puerta se abría para dejar entrar a su invitado.

- No cabe duda de que es inglés - pensó divertida al advertir su puntualidad al momento que Terry entraba en el salón.

- Puntual, como siempre - dijo la rubia por todo saludo.

- No olvides que soy inglés - respondió él y ella no pudo evitar dibujar en su rostro una sonrisa.

- ¿Que es tan divertido? - Preguntó intrigado.

- Estaba pensando en eso precisamente cuando entraste al salón, en la puntualidad inglesa que te caracteriza - el comentario resultó relajante para ambos y a partir de entonces comenzaron una conversación trivial pero agradable que se prolongó por más de una hora.

- ¡Por Dios Terry! Hemos pasado una hora hablando de tonterías cuando deberíamos estar practicando tus diálogos, tienes tan poco tiempo para prepararte - interrumpió ella la conversación al notar que el reloj volvía a sonar indicando que había pasado una hora desde la llegada de Terry.

- Es verdad - contestó el actor sorprendido de lo rápido que había pasado el tiempo y de que, por primera vez desde que la conoció, no se sintió incómodo conversando son ella sino todo lo contrario.

- Pues manos a la obra - dijo la rubia con una franca sonrisa y se dispusieron a ensayar.

Pasaron tres horas más entre parlamentos, poesía y retroalimentación. Susanna había resultado ser una gran compañera de estudio, realmente logró ayudar a Terry a sacar lo mejor de sí en su interpretación.

- Deberías pensar en dirigir, realmente creo que lo harías muy bien – dijo él con sinceridad.

- ¡Oh Terry! Me haces sonrojar. No creo tener el talento necesario - respondió ella con el rubor subiéndosele a las mejillas.

- ¿Bromeas? Nunca he tenido un director de escena más exigente que tú - agregó Terry juguetón.

- Dices eso porque hace mucho que no actuabas, ni siquiera en un ensayo, pero en cuanto vuelvas a la compañía de Robert recordarás lo exigente que puede ser un director de verdad.

El rostro de Terry se entristeció súbitamente al escuchar el comentario de Susanna. Hace tiempo que no actuabas...

Si supieras, Susanna, que hasta hace poco me hundía en el fango hasta la garganta actuando en ese teatro de quinta, pensó avergonzado.

- ¿Pasa algo Terry¿Dije algo malo? - Preguntó la rubia preocupada por la sombra de tristeza que cubrió de repente el rostro de su acompañante.

- No, no es nada. Será mejor que me vaya, ya es tarde y debes descansar. Gracias Susie, tu ayuda ha resultado muy valiosa para mí.

- No tienes que darlas, es lo menos que puedo hacer por un gran amigo - Susanna subrayó con su tono de voz la palabra amigo, cosa que no pasó desapercibida para Terry. Recordó entonces que tenía una conversación pendiente con ella, pero en ese momento se sentía cansado y no quiso abordar el tema tan espinoso de su desaparición y de lo que debería venir después con respecto a su relación.

- Buenas noches Terry - concluyó la joven mientras lo acompañaba a la puerta.

- Buenas noches Susie, que descanses - dijo y salió de la casa.

Decidió que caminaría hasta su departamento. Necesitaba pensar, decidir lo que haría con respecto a Susanna. No había olvidado su promesa de casarse con ella, pero tampoco podía olvidarse de sus sentimientos. De lo único que podía sentirse seguro era de que aún amaba a Candy, a la rubia pecosa que tiempo atrás le enseñara lo que es estar enamorado.

Candy... ¿Donde estarás ahora¿Con quién? Pensó mientras sentía un gran vacío en el corazón.

- Te he prometido que sería feliz pero hasta ahora no lo he cumplido, no he podido. Es más, no sé si algún día podré. Por lo pronto estoy de regreso en mi vida, el teatro es una parte importante de ella. Comenzaré por ahí mi reconstrucción, el corazón sanará después...tal vez… - Metió sus manos en los bolsillos de su pantalón y siguió caminando por las solitarias calles, absorto en su pensamiento, evocando los bellos recuerdos vividos al lado de ella.

Los siguientes dos días, Terry los dedicó íntegramente a estudiar sus diálogos en su departamento, no hacía más que tratar de perfeccionar una y otra vez sus movimientos, la modulación y potencia de su voz, sus gestos. Debía presentar una audición perfecta si deseaba obtener el papel principal. Sabía de su superioridad como actor, pero también sabía que la debía demostrar para convencer no sólo al panel del jurado, sino también a los demás aspirantes al protagónico, de lo contrario éstos no aceptarían la decisión en caso de que le fuera favorable. Debía ser el mejor contundentemente. Recordó entonces a Susanna y lo mucho que le había ayudado el ensayar junto con ella y decidió pedirle una vez más su colaboración.

El reloj marcaba las seis de la tarde de un tranquilo día de otoño en Nueva York. Susanna repasaba su vida, sentada en su silla de ruedas mirando a la calle a través del ventanal de su cuarto.

Recordaba cómo había conocido a Terry, lo mucho que le había impactado su gallarda presencia desde aquel día que le abrió la puerta trasera del teatro. Jamás se había topado con un hombre tan atractivo, ella era muy joven e inmediatamente se sintió turbada por esa mirada profunda e impersonal, con un dejo de tristeza y altivez.

Era una joven muy bella y siempre había estado acostumbrada a ser el blanco de la admiración de la mayoría de actores jóvenes y atractivos, pero con Terry fue diferente. Ella supuso que sólo era cuestión de tiempo para tener al guapo inglés, aspirante a ocupar un sitio en la compañía de Hathaway, en la misma situación que los demás. Sin embargo, no fue así, y conforme pasaban los días le intrigaba cada vez más la indiferencia con que la trataba, la lejanía de su mirada, la melancolía de su rostro. De nada le valía tener a sus pies a cualquier hombre, ella sólo pensaba en Terry, en conquistar su corazón, en descubrir sus secretos. Se había convertido en un reto personal el conquistarlo y estaba convencida de lograrlo hasta aquella fatídica noche en Chicago. De un solo golpe comprendió el porqué él siempre se mostraba tan esquivo y distante, no sólo con ella, sino con cualquier jovencita que intentara acercarse, se dio cuenta de que el corazón de Terry no estaba vacante. Para colmo de males al conocer a la afortunada dueña de tan preciado amor, tuvo la dolorosa impresión de que no era más bella que ella misma, de que no era elegante ni refinada. Eso le indicó que Terry realmente amaba a aquella joven.

Mil dudas empezaron a girar en su cabeza ¿Dónde la había conocido¿Tenían una relación real o era sólo platónica¿Quién era ella¿Por qué lo buscaba, y él a ella¿Cómo se habían separado? Porque era lógico pensar que ninguno de los dos sabía el paradero del otro, de no ser así no habría existido la necesidad de buscarse mutuamente con tal vehemencia.

Se percató de lo poco que sabía de la vida de Terry, de que él nunca hablaba de su vida pasada y de que a ella poco o nada le quedaba por hacer para ganar su corazón. Fue un duro golpe para su amor propio, sobre todo cuando al día siguiente lo había visto tan triste al no haber podido encontrarla y tan emocionado cuando por fin pudo verla en el tren, aunque sólo hubieran sido unos segundos.

De ahí en adelante todo se volvió un infierno de celos para ella, las cartas comenzaron a ser escritas y recibidas y ella era testigo de la indisimulable felicidad que llenaba el rostro de Terry cuando las leía, era el único momento en el que se mostraba alegre, ilusionado, relajado.

Era obvio que la amaba, que la anhelaba, que todos sus esfuerzos estaban dedicados a aquella joven. Innumerables veces lo escuchó tocar esa triste melodía con la armónica en la azotea del teatro, con los ojos cerrados, como saboreando la miel de unos dulces labios, suave, tierno, como nunca lo había sentido dirigirse a ella y lloraba amargamente desde su escondite, incapaz de salir y reprocharle como era su deseo.

Cuando al fin logró el protagónico en "Romeo y Julieta" al lado de Terry pensó que sería una gran oportunidad para ganar su corazón. Compartirían el escenario como una pareja enamorada, él le recitaría versos de amor y ella se sonrojaría furiosa al escucharlos; el la besaría y le haría un amor de ficción, de ahí a la realidad sólo bastaría un paso. Pasarían horas enteras ensayando solos en la intimidad del escenario vacío y ella aprovecharía esos momentos para meterse en su alma. Más de nada valieron sus esfuerzos por acercarse a él, sus miradas para ella estaban siempre lejos, frías y cortantes. Un día no pudo esconder más sus sentimientos y se decidió a decirle cuanto lo amaba con la esperanza de conmoverlo, de llegar al fondo de su corazón con sus palabras. Su corazón se partió al sentir aquel rechazo y más aún al saber que ella vendría, que ocuparía el palco de honor en el estreno porque él así lo quería. Sus ojos se secaron al igual que su alma, nada podía hacer ya, sólo resignarse a perderlo.

Entonces sucedió ese accidente que les cambió la vida a los tres.

Era el final de un agotador día de ensayos pues el estreno estaba próximo. Terry y Susanna repasaban por enésima vez la escena del baile de máscaras pues Robert no quedaba conforme aún con el resultado final. La escena requería que Terry se alejara unos pasos de ella, fue entonces cuando se escuchó el estruendo de los rieles de iluminación desprendiéndose del techo. Todo fue demasiado rápido pero ella pudo ver la trayectoria que seguía el pesado elemento y se dio cuenta con horror de que caería contundentemente sobre Terry.

- ¡¡Nooooooooo!! - gritó desesperada al tiempo que sentía su cuerpo llenarse de una energía y una fuerza indescriptibles.

Nunca pensó en ella misma, en que podría salir lastimada o muerta si trataba de alejar a Terry del peligroso lugar en el que se encontraba. Sólo importaba él, su preciosa vida ¿Que haría ella si él dejaba de existir? Nada tendría sentido si eso sucediera, así que sin pensarlo se abalanzó sobre el chico que miraba estupefacto y paralizado caer sobre sí el mortal proyectil.

Instantes después sólo podía sentir un insoportable dolor en una de sus piernas, tan intenso que le hizo perder el sentido.

Cuando despertó en aquella fría cama de hospital no podía siquiera imaginar que el curso de su vida había sido alterado irremediablemente. Sumida en el estupor que le causaban los sedantes y analgésicos no podía pensar ni sentir claramente, lo único que comprendía era su necesidad de saber que él estaba bien. La presencia constante y llorosa de su madre al lado de la cama le indicaba que algo no estaba bien con ella, pero era sólo una ambigua corazonada hasta que, finalmente y cuando hubo recuperado del todo la conciencia, su madre y un grupo de médicos le informaron que había sido necesario amputarle una pierna para poder salvar su vida.

El más negro de los abismos resultaba luminoso en comparación con la oscuridad que la cubrió al escuchar la terrible noticia.

Su vida, sus sueños, sus ilusiones, sus planes, todo estaba destruido. Imposible no sumirse en la más profunda de las depresiones cuando después de haber tenido casi todo lo que había anhelado en la vida ahora estaba convertida en un despojo humano, en una lisiada.

No podría volver a pisar un escenario ni a escuchar los aplausos del público ovacionándola por su actuación. Nunca más sería Julieta, ni Ofelia, ni Margarita, ni Roxana.

Pasó varios días sin comer, llorando su desdicha que se hacía más profunda al no recibir la visita de Terry sin saber que él había estado intentando verla sin éxito gracias a la intervención de su madre. Esta se dedicaba a culparlo del accidente y de la desgracia de su hija.

Cuando por fin él logró llegar hasta su habitación para verla, Susanna pudo percibir en los ojos de su amado actor la presencia de la culpa. No lo había pensado antes pero eso podía ayudarla a lograr el objetivo de retenerlo a su lado. Víctima de la confusión emocional que vivía, pensó que tal vez no todos sus anhelos se habían perdido, que no todo lo que ese terrible accidente la había traído eran pérdidas.

- ¡Pero en qué piensas Susanna! - Se recriminó a sí misma al descubrirse albergando semejantes sentimientos. - Él no te ama, sabes perfectamente a quien le pertenece su corazón - pero a pesar de ella misma no podía alejar de sí la idea de comprometerlo a permanecer a su lado, a fin de cuentas si estaba vivo era por el enorme sacrificio que ella había hecho para salvarle la vida.

En un momento de debilidad, se atrevió a recriminarle a Terry y a decirle que debía renunciar a Candy y permanecer a su lado el resto de la vida, aunque luego se arrepintió mil veces de tal acción.

Así pasó un par de días, con su conciencia debatiéndose entre el egoísmo y la generosidad, entre la renuncia y el chantaje.

Cuando él volvió a verla aquella noche previa al estreno y le confirmó que aquella chica de Chicago estaba ya en Nueva York, escudriñando otra vez en los ojos de Terry encontró de nuevo la culpa pero esta ocasión acompañada de ese brillo que ella tantas veces había visto en su mirada cuando leía las cartas y tocaba la armónica. Se sintió desolada, comprendió que no podía interponerse entre ellos y tomó una decisión. No viviría para hacer la vida de Terry un infierno, no viviría para seguir llenando de culpa y de tristeza los ojos de su amado, no viviría para ser una lisiada que lo único que podría inspirarle a Terry… era lástima.

Cuando hubo llegado la hora en que ella sabía se llevaría a cabo el estreno, y aprovechando la ausencia de su madre, hizo un esfuerzo sobrehumano para llegar a la azotea del hospital, este recorrido le llevó bastante tiempo dada su débil condición y su poca práctica para manejar las muletas. Cuando por fin llegó a su destino recitó en voz alta los versos que en ese momento debía estar diciendo sobre el escenario si ese maldito accidente no hubiera sucedido, los tristes diálogos de Julieta al despedirse para siempre de su Romeo. Se acercó a la orilla del pequeño muro de protección que demarcaba los límites del edificio y se dispuso a saltarlo para hallar la muerte.

Grande fue su sorpresa al sentir que alguien la detenía en su intento de acabar con su vida, pero mayor fue aún cuando se dio cuenta de que ese alguien era ella, Candy, la dueña del corazón de Terry.

La escena era desgarradora. Mientras una tormenta de nieve soplaba inmisericorde, y mientras una Candy desesperada trataba de convencerla de que desistiera de semejante locura, de que su vida era valiosa a pesar de la desgracia que había caído sobre ella, Susanna trataba de convencerla de que la única solución para que Terry lograra la felicidad era que ella desapareciera. Finalmente y después de varios minutos de forcejeo físico y emocional, Candy logró alejarla de la cornisa. En ese momento aparecieron Terry, su madre y una comitiva de médicos y enfermeras que la habían estado buscando por todos los rincones del hospital. La tormenta había amainado y un silencio sepulcral reinaba en el lugar. En silencio Terry la tomó entre sus brazos para llevarla de nuevo a su cuarto y al contacto con el cuerpo de su amado sintió que una fuerte corriente eléctrica la recorría de pies a cabeza llenándola de una sensación de calidez y seguridad que nunca antes había experimentado. En ese instante decidió que no importaba destrozar el corazón de Candy con tal de construir junto a él un futuro en común.

No, no lo dejaría ir, lo retendría para siempre a su lado. Así se lo hizo saber a Candy cuando entró en su habitación para despedirse. Estaba sorprendida de lo fácil que le estaba resultando alejarla de Terry, imaginó que la chica mostraría una mayor resistencia a abandonarlo y al notar que ella lo hacía por generosidad se sintió culpable más no lo suficiente como para desistir.

Momentos después de la partida de Candy, Terry le dijo que la había escogido a ella. Tan ciega estaba por la alegría que esta vez no pudo ver en sus ojos la enorme tristeza que le llenaba el alma, no pudo ver que Terry estaba muriendo por dentro, lenta y dolorosamente.

Los días siguientes se sintió presa de sentimientos encontrados, por una parte la felicidad de verlo junto a su cama siempre que su tiempo lo permitía; por otra la ausencia, la indiferencia que percibía aunque ella se mostrara obsequiosa y parlanchina. Era perceptible que, aunque su cuerpo la acompañaba, su alma y corazón se encontraban a muchos kilómetros de distancia. Sin embargo esto le importaba poco, ya cambiaría con el tiempo, ella lograría ganar su afecto y después su amor y su pasión. Al menos esa era su esperanza, aunque no su certeza.

Los días se hicieron semanas, las semanas meses, y la relación entre ellos era cada vez más distante. Terry la visitaba cada vez con menor frecuencia y cuando lo hacía permanecía sentado en el salón de su casa, callado, fumando como si en ello le fuera la vida. Susanna empezó a temer que sus planes se vendrían abajo, así que constantemente aumentaba su nivel de victimización hasta que Terry no pudo más y una tarde le comunicó que había tomado la decisión de hacer un largo viaje para poner orden en su vida.

Así es como había comenzado su proceso de dignificación, con el abandono de Terry.

- Ahora te lo agradezco tanto – pensó, con la mirada llorosa por los recuerdos evocados, aún perdida a través de la ventana de su habitación mientras sus labios esbozaban una sonrisa mezclada con un aire de melancolía. - De no haberte ido seguiría con esa estúpida y destructiva idea de que mi único camino para ser feliz era tenerte a mi lado aún en contra de tu voluntad. ¡Que equivocada estaba! Ahora me doy cuenta de que me basto y me sobro para vivir en paz y feliz, sólo me falta hacértelo entender porque todavía percibo en tu mirada la sombra de la culpa.

Mientras Susanna ocupaba su mente con estos pensamientos observó llegar un carruaje a la puerta de su casa y descender de él a Terry.

- Vaya, parece que lo he llamado con el pensamiento - y dicho esto se apresuró a revisar si su arreglo personal era el adecuado para recibir a su agradable visitante.

Momentos después la empleada doméstica de las Marlowe le avisaba de la llegada del joven Grandchester.

- Dile que en un momento estaré con él - respondió la joven mientras tomaba resuelta sus muletas, dispuesta a darle a Terry la sorpresa de verla bajando las escaleras por su propio pie.

Abrió la puerta de su habitación y se encaminó a su cita con el destino.