Antes de nada, me gustaría decir que este es mi primer FanFic!~ Y supongo que será desastroso a más no poder ;w; Pero se acepta cualquier crítica, petición, duda, idea, tomatazo, review... ¡Gracias por leer! ;3
*Atención: No utilizaré el acento de Suecia porque me parece un poco costoso de leer, y no creo que haga falta.
Hetalia y todos sus personajes no me pertenecen~ (ojalá ewé)
~ Mrs. Väinämöinen
— ¿Berwald? ¿Sigues ahí?–Entró con paso lento en la habitación, dejando escapar un bostezo.
— Eh, sí... –Musitó, tecleando varias palabras más en su trabajo. Giró la silla para mirar en su dirección.– Ya está casi... Pero mejor que te vayas a la cama. Necesitas descansar.–Ella negó con la cabeza.
— El que tiene que dormir eres tú. Te traigo café... –dejó la taza en su escritorio. Berwald le miró a los ojos.
— Gracias. Vete a dormir, yo no tardaré mucho más. –Tina asintió pesadamente, entornando sus ojos marrones. Se agachó y le dio un beso en la frente.
— Buenas noches. Te quiero. –Dijo, mientras salía lentamente del despacho.
— Yo también...–susurró, dejando escapar un gran suspiro.
Cogió la taza caliente entre sus esbeltas manos. Observó como el vapor se escapaba del líquido. Se sentía tan culpable. Lo único que estaba consiguiendo el trabajo era abrir más y más la brecha entre ellos. Tina era tan, bueno, perfecta, y aunque lo que más reinaba en él eran los defectos, ella le seguía queriendo incondicionalmente. Y así era como se lo agradecía, no prestándole atención y sin dedicarle aunque fuera una pequeña porción de su escueto tiempo. Pero era demasiado duro consigo mismo, pensó, aunque realmente lo merecía. Si pudiera, en aquel mismo momento cogería el ordenador y lo tiraría por la ventana, pero no era algo muy aconsejable, ya que no le interesaba mucho perder su puesto de trabajo.
Fue dándole sorbos a la bebida, y una vez terminada, escribió unas cuántas palabras más en su informe y apagó el equipo. Ya había hecho suficiente por aquel día.
Abrió un poco la puerta del dormitorio, haciendo que una brecha de luz apareciera sobre la cama. Echó una ojeada dentro. Tina estaba tumbada en la cama, de espaldas a él, con su dorado cabello esparcido sobre la almohada. Se fijó más, y se dio cuenta que lo que ella llevaba como parte superior del pijama era una de sus sudaderas. Suspiró, apoyándose en el marco de la puerta, y negando con la cabeza. Quería sonreír al verle dormida, llevando puesta su sudadera. Era adorable. Pero no podía, era tan imbécil por no dedicarle el tiempo que se merecía... Lo que sentía por ella era inexplicable, no encontraba palabras para definirlo, algo así como unas chispas en la boca del estómago que le provocaban... ¿Felicidad? No lo sabía bien, y tampoco lo exteriorizaba mucho, aunque le gustaría mostrarle sus sentimientos. El primero de sus defectos: la vergüenza.
Se acurrucó junto a su espalda, le dio un beso en la cabeza, inspirando su aroma, y susurró: God natt*.
Sonaba un ruido familiar de fondo. No podía terminar de saber qué era, pero estaba acostumbrado a oírlo. Cerró los ojos con fuerza, en un intento de desperezarse. Estiró su largo brazo, y comprobó que en la cama no había nada más que sábanas y mantas perfectamente estiradas y colocadas. Sonrió para sí mismo. Tan pulcra ella, cómo la quería. Y por si fuera poco, también le había tapado con la funda nórdica. Abrió a medias el ojo derecho, y un haz de luz proveniente de la ventana le dejó medio ciego. Se restregó la mano por los ojos, y con sumo cuidado de no formar ni una arruga en las ropas de la cama, se levantó. El ruido que estaba escuchando, resultó ser la exprimidora, que sonaba por toda la casa las mañanas de los sábados y domingos, indicio de que Tina estaba preparando zumo para el desayuno. Bajó las escaleras, y al entrar en la cocina, la vio. Estaba de espaldas, exprimiendo medias naranjas en el aparato. Se acercó sigilosamente por detrás, y la abrazó por la espalda. Tina soltó un pequeño "ah" de sorpresa, esbozando a continuación una de sus cálidas sonrisas.
— ¡Su-san! No te esperaba. –soltó una risita divertida, lo que hizo que a Berwald le diera un vuelco el corazón.– No quise despertarte, parecías tan cansado... –miró hacia abajo, esquivando la mirada del sueco, enrollándose un mechón en el dedo índice.
— No te preocupes... –Tina le envolvió en un fuerte abrazo, apoyando su cara en el pecho de Berwald. Esto hizo que se sintiera más culpable aún, y le devolvió el abrazo. Cerró con fuerza los ojos.
— Bueno, ¿quieres desayunar? –preguntó la chica, apartándose de él y sonriendo de nuevo.– He preparado tortitas, sé que son tus favoritas... –canturreó, guiñando un ojo. Berwald bajó la vista, medio sonriendo. (¿Por qué le costaba tanto?)
— Me has alegrado la mañana.– "Pero también me alegras todos los días de mi vida", le hubiera gustado añadir, pero las palabras se le quedaron atravesadas en la garganta.
Tomó asiento en la mesa de la cocina, observando como su compañera revoloteaba por la cocina, trajinando con platos, vasos y cubiertos. Le encantaba observarla. Era como una pequeña mariposa, que iba de aquí para allá, siempre con una sonrisa en la cara, y dispuesta a hacer feliz a las personas cercanas a ella. Intentó alcanzar un plato que estaba en lo más alto de una alacena, pero ni poniéndose de puntillas llegaba. Berwald se precipitó para cogerlo, antes de que todo se cayera. Lo alcanzó apenas sin estirar el brazo, quizá medir 1,82 centímetros tuviera algo bueno. Tina le miró agradecida.
— Oh, Ber, ¿qué haría yo sin ti?–dijo, estirándose para poder darle un beso en la mejilla. Él se sonrojó un poco, pero lo suficiente para que se notara sobre su pálida piel.
Ambos se sentaron en la mesa, uno enfrente al otro. Tina empezó a repartir las tortitas para los dos, y sirvió el zumo de naranja en los vasos. "Espero que te guste", le deseó, colocando su barbilla sobre sus manos entrelazadas, con los codos apoyados en la mesa. Berwald esbozó media sonrisa, o eso intentó él, en modo de agradecimiento. Esas pequeñas sonrisas eran las que le aceleraban el pulso a la joven finlandesa. Le observó comer. Este asintió, como modo de decir "Sí, me encantan". Con el tiempo, había aprendido a interpretar hasta la más mínima expresión de su cara. No fue fácil, contando con que Berwald no era una persona muy abierta, pero eso lo hacía más interesante aún. Y lo que más le sorprendía de todo, es que había conseguido su confianza, cosa que nadie más había logrado hacer. Se preguntaba constantemente el qué tendría ella para atraerle... Era muy poca cosa, más bien torpe, un poco quejica y sobre todo, metía la pata demasiadas veces. Se sentía tan estúpida a su lado... Él era tan atento, perfeccionista, observador, inteligente... Puede que no exteriorizara mucho lo que sentía, y a veces era difícil entender su forma de pensar, pero le admiraba, es más, le maravillaba. Lo único que ella quería era pasar más tiempo con él, para conocerle por completo. Era como un cofre del tesoro, que para encontrarlo, debías cavar hondo.
De repente, empezó a sonar el móvil de Berwald a todo volumen. Este dio un brinco en la silla del susto, y se precipitó a cogerlo.
— ¿Diga...?–Tina puso cara de expectación.– Oh, buenos días. Sí. ¿Pero, ahora mismo? Sí. Sí. Está bien. Nos vemos en media hora. –Y con un profundo suspiro y un meneo de cabeza, Berwald presionó el símbolo de colgar en la pantalla del móvil.
— ¿Qué ocurre, Su-san?–La joven puso un tono preocupado y a la vez reprochante en su voz. El sueco levantó la mirada.
— Mi jefe quiere verme ahora...–Declaró, encogiéndose ligeramente de hombros.
— Pero... Pero si hoy no trabajas...–Tina fue aminorando el tono de su voz a medida que hablaba.
— Lo sé, Tina, pero al parecer uno no puede estar tranquilo... Lo siento tanto...
— Bueno, no te preocupes. Cuánto antes vayas, antes vuelves. Yo estaré aquí limpiando.–Dijo, recogiendo los platos del desayuno.
— ¿En serio que no te importa?–Tina se volvió, cogió su cara suavemente con sus manos y le miró a los ojos.
— Berwald, por favor, encima que eres tú el que trabaja para mantenernos a los dos... No es tu culpa, kulta*.–Tras decir aquello, le dio un beso en la frente. Él asintió, y le dio un abrazo a modo de despedida.
Mientras conducía hacia la oficina, le dio vueltas al asunto. ¿Cómo podría compensar todo su amor...?
*God natt: buenas noches.
*Kulta: cariño.
