Prólogo
La chica abrió de manera veloz sus ojos serios. Lucían débiles, pues habían descansado inertes por mucho tiempo.
Sus pupilas apenas se ajustaban a la vista.
Los ojos tan fijos y temerarios acreedores a los de un gran héroe mirando hacia arriba, fueron cambiando a los delicados y tiernos ojos de una inocente asustada.
Quiso ponerse de pie para saber en dónde se hallaba, pero simplemente no pudo.
Sus pies no le respondían bien, estaba débil. Ni siquiera tenía la energía suficiente para asustarse de la tenebrosa oscuridad que la rodeaba.
Con dificultad, trató de explorar todo con la vista en alto. Supuso estar en una especie de caverna oscura, y por lo tanto, seguramente peligrosa.
Sin mucha demora, recuperó la voluntad y comenzó a girar sobre uno de sus hombros hasta quedar boca abajo y así poder levantarse más fácilmente.
Logró recargarse sobre sus rodillas y manos, pero al momento de querer forzar su cuerpo a un poco más, irremediablemente perdió el equilibrio y echó bruscamente hacia atrás hasta quedar sentada entre sus piernas.
La mujer era de aspecto frágil e inocente, y su rostro no mostraba señal de amenaza. Era tremendamente femenina.
Levantó sus manos en señal de una fuerte intimidación provocada por el sombrío escenario a su alrededor; su situación parecía no tenerle explicación obvia.
Innumerables preguntas al mismo tiempo y ni una sola respuesta. Se esforzó un poco en recordar sin dejar cautela. Tenía que haber una razón que le contara todo…
Nada. Sólo un atroz dolor de cabeza forzándola a retorcer el rostro.
Una joven de labios delgados y llamativos, nariz delicada. Sus pequeños y finos ojos lucían transparencia y bondad, asimismo portadores también de un curioso y fuerte sentido de seguridad, superior e imponente.
Cabello lacio, negro y tenue, llegándole hasta por debajo de su pecho.
Cuerpo de delgada figura con curvatura perfecta y desarrollados pechos bien torneados de tamaño provocativo. Piel clara, lisa y suave.
Esta hermosa joven no se daba idea de dónde podría estar, ni el porqué de haber despertado desnuda. Poco pudo suponer.
Empezó a sentir el frío por todo su cuerpo, y comenzó a frotar sus brazos con la palma de sus manos.
Poco transcurrido, descubrió en su brazo derecho una extraña textura de seda lisa sujetándose.
Giró la mirada.
Se trataba de un listón largo de seda blanco, y lo que sobraba del mismo le colgaba hasta la altura de su codo.
La chica no evitó preguntarse por qué tenía semejante accesorio mientras que su cuerpo yacía carente de otro tipo de prenda. Pronto lo ignoró.
Finalmente estaba decidida a levantarse y procuró utilizar todas sus fuerzas en el nuevo intento. Colocó sus manos en el suelo delante de ella y fuertemente se impulsó para arriba, logrando esta vez, sostenerse satisfactoriamente sobre sus pies.
Sus fuerzas no tardarían en regresar a la normalidad…
Episodio 1: El final del principio
"¿Por qué?"
Esa es la gran pregunta que nos hace avanzar con ánimos y atormenta al mismo tiempo.
La pregunta que nos ha llevado hasta este punto.
La pregunta que nos ha hecho evolucionar, como civilización inteligente e independiente que somos. Sí, inteligente e independiente. De lo contrario, no seríamos capaces de entender la pregunta.
Esta pregunta conformada por solo un pequeño grupo de caracteres posee (y le hemos dado) una profundidad que solo nosotros los seres conscientes podremos comprender. ¿Por qué? Porque nosotros vivimos esa pregunta, la sentimos, somos parte de ella, y la usamos conforme se nos haga necesario, si es posible usarla.
La llevamos con nosotros a todas partes, la alimentamos y la fortalecemos.
Hay otras varias preguntas, claro está.
"¿Cuál?", "¿Cómo?", "¿Quién?", "¿Para qué?", "¿Dónde?", "¿Cuánto?", "¿Cuándo?", etc.
Pero todas estas anteriores necesitan un "porqué", una razón para ser preguntadas.
El cosmos entero funciona de la misma manera. Con la misma pregunta fluyendo a través del todo.
Esta pregunta hace que las 'cosas' existan. Las crea.
¿Por qué el "por qué"?
Simple. De lo contrario no existirían.
¿Por qué no?
Porque si no fuera así, toda la materia o esencia existentes no estarían comprendiendo la pregunta misma. Y literalmente su existencia sería imposible.
Lo que existe es porque entiende la pregunta.
En otras palabras -y curiosamente unas de las más comunes, consultadas por cualquier clase de gente sobre este planeta- : "Todo tiene un porqué".
Literalmente, tienen razón.
Capítulo 1: Arribo a Japón
Él tomaba su café mientras observaba todo lo que sucedía a su alrededor.
La gente pasa caminando de un lado a otro, se podía apreciar cómo los niños frente a él se alegraban de que su padre hubiera regresado de su viaje; y ver a aquella familia, al igual que muchas otras regocijando de alegría con sus seres queridos en aquel lugar, lo apaciguaba. Tantos encuentros, despedidas, tantas sonrisas, y algunas lágrimas. Ese lugar no tenía igual para él, encontraba una extraña paz en medio de toda esa multitud del aeropuerto principal de la ciudad.
-Vuelo a: Tokio, Japón. Favor de abordar el vuelo número 88. Destino: Tokio, Japón.
El joven se levantó de su asiento y simplemente se dirigió a su casilla donde lo recibirían.
Al llegar, mostró sus papeles, pasaporte, pases, etc. y permitió el escaneo de sus pertenencias.
En cuestión de minutos ya se le había permitido entrar al avión para así tomar su número de asiento.
El chico se sentó en su lugar y pidió un poco de agua a la azafata pasados ya unos minutos.
-Bienvenidos al Vuelo número 88 con destino a Tokio, Japón. Esperemos que el vuelo sea de su agrado durante el viaje, manténgase sentado en su lugar en todo momento de partida…
Después de varios minutos, el avión comenzó a despegar y el chico decidió dormir durante el transcurso del vuelo…
El cielo era tan claro y cálido en sus colores al momento de que el transporte alcanzara una altitud adecuada para volar.
De cierta perspectiva, el cielo lucía glorioso y brillante, con colores que solo un sol naciente podía ofrecer a cualquier público soñador.
Era el comienzo de muchos cambios en el espectador.
Varias horas más tarde, este personaje abrió abochornadamente los ojos y luego retiró la cortinilla de la ventana a su lado. Comenzó a bostezar y despejarse del cansancio.
Sin tener idea de cuánto tiempo había transcurrido desde que el avión despegó, acudió a preguntarle a su acompañante de asiento. Un hombre de pelo corto y de mediana edad quien hojeaba una revista de noticias y novedades de Japón…
-Genial –exclamó el hombre mientras leía.
Pronto éste se dio cuenta de que estaba siendo observado y volteó.
-Ah –soltó una carcajada-. Disculpa ¿Quieres buscar algo en especial? –le dijo extendiéndole la revista que sujetaba en sus manos.
-…Gracias, estoy bien.
-¿Estás seguro? Ya se acerca el encuentro del año. Esta vez se llevará a cabo en la ciudad de Hachioji. Curiosamente ahí es en donde vivo –exclamó entusiasmado el hombre.
-¿Es algún acontecimiento importante en la ciudad?
-¡Qué dices! Esta lucha es una costumbre que se lleva a cabo cada año aquí, y cada apertura obtiene miles de concursantes ansiosos por competir.
-¿Un… torneo de combates?
El hombre observó al joven con un rostro afligido al notar que no reaccionaba de la misma manera que a él le hubiera gustado.
-¿Será que vienes por primera vez a Japón?
-Sí, voy de camino a ver a… unos familiares –contestó el joven.
El hombre reaccionó sonriendo un poco-. Por poco olvido que no todos viajan por la misma razón en estas fechas –soltó una pequeña risa-. No sólo es popular aquí en Japón. Muchas personas del mundo viajan para observar el evento con sus propios ojos. Ya sabes, cosa de aficionados.
-¿Algo así como el futbol? –respondió el joven.
-Bueno, creo que en cierta medida podría decirse que sí.
-Lo lamento, no soy muy apegado a los eventos deportivos; aunque creo que podría echarle un vistazo ahora que vengo de visita a la ciudad.
-No te arrepentirás, muchacho. Tenlo por seguro –dijo la persona mostrando empatía por la conversación.
El silencio se mostró entre estos dos y se formó un ambiente unísono a la cabina de pasajeros nuevamente; el señor volvió sin remordimientos a su lectura ligera, y el otro comenzó a frotarse el rostro y la cabeza.
Dio un vistazo a su dispositivo móvil para ver la hora y lo guardó de vuelta.
Hacían cuatro horas de siesta que el joven había tomado.
-[…No he dormido bien últimamente] –pensó dentro de sí un poco consternado.
-Hemos arribado a nuestro destino. Por favor, abróchese sus cinturones de seguridad, levante plataformas y manténgase en posición vertical dentro de sus asientos en todo momento –comenzó a hablar la azafata frente a los pasajeros al momento de un ligero descenso de altitud de parte del aeroplano.
