EL DESTINO DE LOS DIOSES

Capítulo I

Hacía ya bastante tiempo que en la aldea vivían preocupados por el avance rápido de los enemigos. Parecía que se habían multiplicado sin saber cómo, ya que por mucho que los vencieran siempre venían más y más. Pero estaban decididos a conseguir que su pueblo no desapareciera, ellos eran los guerreros más poderosos que existían en la Tierra seguro que podrían llegar a controlar a esa masa de personas que no tenían unas técnicas de guerra tan sofisticadas como las suyas.

De la cabaña de las reuniones del Consejo salió un joven que se veía un poco enfadado, sus ojos de un color marrón-ámbar intenso estaban brillando de furia. Iba vestido con ropa de lana y unas botas de piel atadas con cordones. En su cintura había un cinto del que colgaba un anillo de oro donde reposaba una espada muy hermosa. El chico aparentaba unos veinte años. En su tierra hacía mucho frío, aunque ellos estaban acostumbrados a ello, podían aguantar al invierno más frío que podría existir. Eso ciertamente era otra de sus ventajas frente al enemigo.

Detrás de él salió otro corriendo intentando interceptarle, llevaba la misma indumentaria que él aunque la espada era algo más corta y tenía los ojos de color azul y el pelo oscuro y un poco azulado. Su amigo era un poco impulsivo y a veces era mejor dejarle un rato para pensar lo que había escuchado. Seguro que si le exponía su punto de vista entendería lo que se había acordado en el Consejo.

-¡Shaoran!- le gritó el chico atrapándole del brazo y obligándole a que se girara y lo mirara.

-Que quieres Eriol- le contestó él mientras fijaba sus ojos furiosos en los más tranquilos de su amigo.

-No debiste haber salido de esa forma del Consejo amigo- empezó a hablarle el chico llamado Eriol-. Seguro que tu padre tenía una buena razón para proponer una tregua con los enemigos.

-Y qué razón es esa si se puede saber- dijo Shaoran cada vez más enfadado-. Yo no quiero ser el hijo de un cobarde, no voy a dejarme caer a los pies de esos hombres.

-Shaoran, sabes que últimamente Odín no está de nuestro lado- intentó hacerle recapacitar Eriol-. Muchos de los nuestros mueren en las batallas. Si seguimos así seguro que terminan con todos en poco tiempo. Si hacemos la tregua podremos sacar tiempo para que los dioses vuelvan a estar de nuestra parte.

Shaoran no dijo nada y se quedó mirando a Eriol pensativo. Cuando se ponía así significaba que él ya había conseguido su propósito, ahora recapacitaría durante un rato con la mente más calmada. Era mejor tomar las decisiones con la mente fría y no de la forma en que estaba antes. Seguro que decidiría lo que era lo mejor para ellos, siempre lo hacía así.

Él era uno de los guerreros más importantes de su territorio, además era el hijo del jefe de la tribu. Todos le tenían un respeto muy grande y a medida que se iba haciendo mayor ya se veía como el sucesor de su padre tanto en el arte de la guerra como la buena administración de la aldea. Eriol era su amigo íntimo, en verdad se podía decir que era su único amigo. Se habían criado como hermanos y eran inseparables. Ya de niños soñaban con las gestas que llevarían a cabo para ser reconocidos por los dioses y recordados por la Historia.

Eriol dejó al joven pensativo y regresó a la cabaña del Consejo. Allí le esperaba su jefe para saber que tal le había ido la conversación con su hijo.

-No se preocupe señor- le dijo Eriol ahora ya sonriente como siempre-. Seguro que al final lo acepta, ahora está pensando.

-Gracias Eriol- dijo el hombre mientras asía la barra que le daba el poder y la condición de jefe-. Este hijo mío es demasiado impulsivo, no sé donde le va a llevar ese defecto que tiene. La sesión se ha terminado hasta que les vuelva a llamar, todos a sus casas.

Con esas palabras todos los hombres guerreros que se encontraban en la cabaña asintieron y salieron de ella hacia sus casas. Tenían una vida muy entretenida, si no estaban en una batalla estaban en la taberna, y si no encontraban nada más que hacer iban a su casa o a cuidar a sus mujeres e hijos. Honraban a los dioses esperando que les dieran fortuna y salud, como siempre habían hecho.
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En una gran sala de un hermoso palacio, en realidad el palacio más grande que existía en el Asgard, el mundo de los dioses, había otro grupo reunido. Lo que estaban hablando era algo muy importante por las caras que ponían los asistentes a la reunión. En el lugar más elevado se encontraba un hombre sentado en un trono brillante de oro y plata. Todos iban vestidos con unas ropas muy ricas y delicadas de diferentes colores, enseñando su nobleza. Allí quedaba una silla vacía ya que uno de los que debían acudir se encontraba en esos momentos en una de sus numerosas aventuras. El hombre que estaba sentado en el trono se levantó elevando la lanza que poseía y miró a todos los demás con el único ojo que tenía.

-Necesitamos guerreros para salvar nuestro reino- dijo con una voz muy potente y que hizo que los demás sonidos se perdieran-. Con los que tenemos no hay suficiente.

-¿Cómo sabes que no hay suficientes Odín?- le preguntó un hombre con una tez bastante pálida y un rostro muy bien proporcionado-. Además, no sé si estamos tan cerca de la batalla final como nos quieres hacer creer.

-Calla Loki, debes mostrar mayor respeto hacia tu señor- le inquirió la única mujer que se encontraba en la reunión-. Pero hay algo que me gustaría comentarle Odín, no podemos dedicarnos a sustraer a todos los guerreros de Midgard para que luchen por nosotros aquí, ellos también tienen sus propios problemas.

-Sí, claro que tienen sus propios problemas pero los necesitamos Freya- dijo Odín sentándose de nuevo en su trono brillante-. Prefiero que me sirvan a mí directamente que no mediante sus plegarias. Los humanos están debajo de nuestro cuidado y si son necesarios aquí ¿en qué lugar mejor podrían estar?.

-Entonces quieres decir que debemos incitarles a que vayan a la batalla para poder llevarnos a sus mejores hombres- dijo otro de los hombres que se sentaba al lado de la mujer llamada Freya.

-Tú y tu hermana siempre pensando en esos humanos Frey- dijo Odín un poco molesto-. Os dejé entrar en mi tierra, no intentéis poneros en mi contra ahora o vais a ser ejecutados.

-No señor, no era eso lo que queríamos decir- dijo Frey tomando la palabra de nuevo-. Sólo era una pequeña observación, sabes que siempre te hemos servido bien y no te traicionaríamos.

-Eso espero- le contestó Odín escudriñándoles con su ojo para ver si había algún tipo de mentira en su rostro-. Dejad entrar a la jefa de las valquirias, quiero tener un charla con ella- dijo el hombre a uno de las sirvientas que se habían aproximado a él.

En muy poco tiempo la gran puerta se abrió y dejó paso a una hermosa chica que tenía unos ojos color esmeralda muy brillantes pero sin vida y el pelo castaño y bastante largo. Iba vestida con una falta muy corta de cuero y la parte de arriba tenía diferentes tiras del mismo material, encima llevaba una armadura dorada y una lanza muy larga en la mano derecha, con la izquierda sujetaba un casco hecho del mismo material de la armadura adornado con dibujos de caballos voladores.

-Me llamaba señor- dijo haciendo una pequeña reverencia.

-Sakura, dentro de poco va a haber otra batalla en Midgard y ya tengo a los elegidos para que los llevéis a mi lado- explicó Odín mientras le enseñaba un pequeño cristal donde había las siluetas de unos cuantos hombres-. Estaré esperando a que regreséis.

-Claro señor, no tema enseguida que podamos los traemos aquí.

Haciendo otra reverencia la chica salió de la sala con paso lento pero decidido.

-¿Ésa es la chica que entrenaste, Freya?- le preguntó su hermano.

-Sí, es la que escogió Odín personalmente para que fuera la mejor valquiria que ha existido. Creo que he hecho un buen trabajo- contestó llena de orgullo la diosa.

-Sí, sí muy bueno, sin duda- contestó el hombre de tez pálida.

-Gracias Loki, ya es raro oírte un cumplido- respondió sonriendo Freya.

Sakura fue hacia una gran edificación desde dónde se escuchaba mucho ruido. Entró allí y se encontró con unas grandes mesas llenas de hombres bebiendo y charlando animadamente. Éstos eran los guerreros elegidos por Odín para servirle en el mundo de los dioses, eran su ejército particular, él personalmente había escogido minuciosamente a cada uno de esos guerreros. Además de los hombres también había algunas mujeres que les servían el vino y comida, ellas eran las valquirias las mujeres guerrero más temibles que existían.

Enseguida lanzó un grito de guerra que fue entendido por todos los que se encontraban en la edificación. Las mujeres dejaron lo que estaban haciendo y se marcharon de la sala para cambiarse de ropa enseguida. Cuando no estaban en una batalla se quitaban la armadura y se ponían una ropa algo más cómoda. En unos segundos las tenía a todas delante de ella en posición.

-Éstos son nuestro objetivos- dijo Sakura mientras enseñaba a los elegidos a las mujeres-. Vamos a por ellos.

Todas respondieron con un grito de guerra y se marcharon corriendo de allí hacia los establos donde se encontraban sus caballos blancos que las llevarían a Midgard. Los hombres empezaron a esperar ansiosos a sus nuevos compañeros. Había muy buen ambiente allí, aunque siempre había algunos que veían con añoranza los días que habían pasado en su hogar. Pero todo eso ya había quedado muy lejos, ahora tenían un nuevo hogar y una nueva misión.

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Un hombre entró corriendo a la cabaña del jefe diciendo que los centinelas habían visto a los enemigos acercarse. Era el momento de ir a la batalla, se empezaron a oír cuernos que llamaban a todos los habitantes a ocupar sus puestos en una situación de peligro como aquella.

Las mujeres de la aldea enseguida fueron a refugiarse esperando que sus maridos y hermanos regresaran sanos y salvos mientras ellas estaban escondidas y cuidaban de los ancianos y los niños que aún no podían luchar.

Todos los hombres recogieron sus armas y se pusieron en posición al lado de su jefe para poder iniciar el ataque cuando fuera necesario. Últimamente estas luchas se hacían cada vez más frecuentes y eran muchos los que perdían sus vidas en ellas. Silenciosamente los guerreros dedicaban cantos a sus dioses pidiendo su protección y que pudieran resultar victoriosos en la batalla, esperaban que éstos les oyeran y estuvieran de su favor.

A lo lejos ya se podían vislumbrar los estandartes de los enemigos. Se veían a muchas personas puestas en fila, todos vestidos con unos colores muy parecidos. La fila que había delante iba armada con lanzas y los otros con otros tipos de armas, mayoritariamente espadas. Delante de todo iba un hombre a caballo acompañado por otros dos. Ése era el rey de la tropa que se iba a enfrentar a ellos.

Los dos contingentes se quedaron frente a frente separados por unos pocos metros. Por unos segundos un silencio sepulcral los envolvió, silencio roto por toda una serie de gritos de guerra que rompieron el cielo cuando los dos se tiraron a la batalla.

Cada uno luchaba con sus habilidades distintas estaba claro que había un bando que estaba mejor dotado para la guerra. Ellos eran el pueblo al que llamaban nórdico, que estaba luchando para conseguir salvarse de aquellos que creían que los podrían dominar y obligar a que cogieran sus formas de vida y creencias.

Ya hacía mucho tiempo que los llamados cristianos se habían esparcido por todo el territorio que más adelante fue llamado Europa. Pero aún había algunos pueblos por dominar para conseguir su hegemonía en el territorio. Uno de los pocos que quedaban eran los nórdicos, pero su tiempo ya estaba a punto de terminarse.

Los ruidos de las diferentes armas al chocar era cada vez más fuerte y ensordecía la tranquilidad del valle en que se encontraba. No había ningún animal que se atreviera a hacer ningún sonido, incluso parecía que el viento había parado para observar como se desarrollaba la batalla.

Los hombres de uno y otro bando iban desplomándose lentamente en el suelo y fue entonces cuando se pudo escuchar el ruido de los cascos de diversos caballos que iban directamente al campo de batalla. Los hombres pararon durante unos momentos para contemplar como una cabalgata de hermosas mujeres con relucientes armaduras se lanzaba sobre ellos.

Ellas recorrieron tranquilamente el valle y se llevaban a los elegidos. Se colocaban al lado del guerrero que tuvieran que llevarse y con su belleza les distraían para que el enemigo les diera muerte directamente. Entonces ellas separaban el cuerpo y el alma del hombre y se llevaban el alma. Cuando hubieron terminado su trabajo su jefa les avisó con su orden y todas emprendieron su viaje de vuelta con el trabajo terminado. Sus caballos empezaron a correr y lentamente fueron elevándose para desaparecer de la vista de los que habían quedado con vida.

La batalla ya había terminado y se tendría que lamentar a todos aquellos hombres que se habían perdido en combate. Esta vez los cristianos habían ganado, en el suelo los hombres lloraron por la pérdida de su jefe y el hijo de éste. Se empezaron a oír unos clamores que lamentaban su suerte.

En la aldea las mujeres escucharon los sonidos lastimosos de los cuernos y también lloraron por su pérdida. Ése seria recordado como uno de los días más tristes de su tribu.
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Notas de la autora. Hola! estoy aquí con otro intento de historia, ésta es el primer intento de historia épica, a ver que tal va la cosa...

Bueno, espero que me digáis que tal os parece. Espero que sea bastante interesante, jeje. Ya veremos que tal va la cosa.

La historia es un intento de historia de aventuras y todo eso. No se si se entiende muy bien, está basada en la mitología germánica aunque hay muchas cosas que me las he inventado. Supongo que haciendo eso no voy a molestar a nadie...

jeje, ya lo he dicho todo, espero que nos veamos en el próximo capítulo