Disclaimer: La historia pertenece a un cortometraje, el cual lleva el mismo nombre, yo solo cambié los personajes

Después de haber salido de la universidad me dirigí a una cafetería que se encontraba en el centro de la ciudad. Cuando entré al establecimiento el olor a café inundó todos mis sentidos, invitándome a deleitarme con las variedades de este exquisito brebaje. Pedí mi café con Vainilla, la mesera me lo entregó y yo aproveché de pagárselo de inmediato. Me senté frente al gran ventanal que daba hacia afuera de la calle, en el que se podía ver toda la gente que pasaba afuera del establecimiento.

Mientras tomaba mi café me entretenía viendo pasar la gente al frente mío, el viento le volaba los cabellos graciosamente y las hojas de los arboles volaban por el cielo dando el aspecto de un paisaje pintado por un artista del renacimiento.

Pero todo el maravilloso paisaje despareció cuando lo vi a él.

Pasó al frente mío, era alto, si mis cálculos no me fallaban podría medir 1. 80 sin ningún problema, su cabello era agitado por el viento dándole un aspecto aleonado, nunca había visto un cabello como el suyo, cobrizo claro llegando al dorado con tintes rojizos. Aunque el viento le daba de lleno en su rostro, aun así no le quitaba la gracia de su caminar y su mandíbula perfectamente cuadriculada le hacía parecer una escultura de Miguel Ángel.

Mi corazón empezó a latir como las alas de un colibrí, lo seguí con la mirada a través del gran ventanal y estuvo a punto de darme un ataque cardíaco cuando me di cuenta de que su propósito era entrar a la cafetería. Yo no me encontraba muy lejos de la caja, solo tres puestos me separaban de él, por lo que no me costó escuchar su pequeña conversación.

-¿Lo mismo de siempre?- le preguntó la señora amablemente.

-Lo mismo de siempre Patty- su voz…su voz era la más hermosa que había escuchado, era melodiosa, dulce, aterciopelada, si hubiera podido escuchar alguna vez un ángel podría jurar que su voz era idéntica a la de uno.

Se sentó al frente mío, dos asientos mas lejos de mí, mientras se sentaba, se sacaba el bolso de cuero que llevaba cruzado en su pecho, se sacó la chaqueta dejando ver una polera gris que se añadía perfectamente a su bien formado pecho, sus brazos eran pálidos al igual que su cara, solo sus labios eran de un color carne que le daban el aspecto de dulces y cálidos.

Cuando la mesera le trajo su café, el murmuró un simple "gracias" con una sonrisa bailando en sus labios.

Traté de disimular que lo estaba mirando, pero cada uno de sus movimientos me incitaban a no quitar mis ojos de encima de él. Le dio un sorbo a su café y de su bolso sacó un libro un poco grande y gastado. Para mi mala suerte no pude ver su titulo.

Volví mi vista al ventanal a regañadientes, si me veía que lo estaba mirando sería la peor vergüenza que pasaría en mi vida. Cada cinco segundos lo miraba de reojo y el siempre tenía la misma postura… leyendo libro. Miré mi café concentradamente, viendo el vaivén del líquido en la taza… ¿Quién será el? ¿Tendrá novia? ¿Sera de por aquí? ¿Cómo se llamará?...la hilera de preguntas que pasaban por mi mente desaparecieron con unas simples palabras.

-Adiós Patty- de inmediato levanté la cabeza al escuchar su aterciopelada voz diciendo adiós, miré con pánico como salía de la cafetería pasaba al lado mío con el ventanal entre los dos.

No supe como cogí mi mochila y me la puse en el hombro, dije un apresurado "gracias" a la señora de la caja y salí de la cafetería.

¿Qué haces? ¿Piensas seguirlo? ¿Eres una psicópata Bella? Mi voz interna no estaba de acuerdo con lo que mi cuerpo hacia, mis piernas se movían solas y mi mirada estaba pegada a su espalda viendo cada una de las direcciones que tomaban sus propios pies y los pasos que tomaban los míos.

Lo seguí sin que él se diera cuenta y paree en seco cuando lo vi entrando en una antigua librería. Quería acercarme a él, saber quién era, respiré profundo, uno, dos, tres veces repetí el mismo procedimiento.

-Vamos Bella-fue lo único que dije antes de entrar a la librería con paso casi decidido. En el lugar solo había olor a libros viejos, esto me hizo calmarme, ese era un aroma que me hacía sentir segura.

Caminé sigilosamente entre los estantes llenos de libros y paree en seco al verlo a él hablando con una ancianita bajita. Me quedé estática al verlo, hasta que el se giró y pegó su mirada con la mía, sentí como la sangre de mi cuerpo se juntaba en mi rostro, para evitar que sospechara de mi mirada en el, giré torpemente sobre mis talones y agarré el primer libro que tenía al frente mío y fingí leerlo.

Pegué mi mirada al libro, tapando mi rostro, lo único que esperaba era que la sangre volviera a cada lugar de mi cuerpo y saliera de mi rostro.

-¿Necesitas ayuda?-una voz aterciopelada me sobresaltó.

Bajé lentamente el libro de mi rostro y solo pude abrir los ojos al ver su rostro al frente de mí, sus ojos color esmeralda me penetraban hasta lo más profundo de mi alma.

-Yo…yo…yo solo e-estaba busc-cando un libro que me ayudara a relajarme.

En mi vida había tartamudeado tanto como en este momento, de seguro me veía como una estúpida.

-Em…no creo-dijo mientras sacaba lentamente el libro de entre mis manos-que un libro de "fisicoquímica" ayude mucho a relajarse-una sonrisa amable apareció en sus labios.

-Me-me gustan las matemáticas- traté de defenderme inútilmente.

El soltó una risa y me dijo:

-Ven, tengo algo que puede servirte.

Caminé como un zombi detrás de él, sin saber a dónde me llevaba, aunque siendo él, lo seguiría hasta el mismísimo infierno.

Paree cuando él se puso al frente de un estante y sacó un libro de tapa gruesa.

-Este te gustará, se llama "la divina comedia"- me lo alcanzó haciendo que sus manos rozaran las mías provocándome una electricidad que nunca antes había sentido-es largo-continuó –pero sé que te gustará y te relajará mucho.

-Muchas gracias-fue lo único que pude decir.

-No es nada-me dio una sonrisa que casi provocó que se me cayera la baba.

-¿Cuánto es?- si era muy costoso no podría comprarlo.

-Tómalo como un regalo-me dijo

-Oh…no, como crees, dime cuanto es, yo lo pagaré- le dije impresionada por su actitud.

-No te preocupes, es un regalo…para que te relajes-susurró

Solté una risita nerviosa y él se unió a la mía.

-Iré a empacarlo-me aviso

Le pasé el libro haciendo que de nuevo nuestras manos se rozaran y sentí la misma electricidad.

Me quedé parada y lo vi dirigirse a la caja, no me permitió ver lo que hacía porque un estante lo tapaba.

Después cuando volvió hasta donde yo estaba, traía el libro envuelto en un papel de empacar amarrado con una cinta negra, igual como se vendían antiguamente los libros.

-Aquí tienes, espero que lo disfrutes -me dijo con una sonrisa.

-Si me gusta vendré por otros-le dije, no me importaba el libro, solo me importaba él.

-Cuando quieras, te tendré mas libros-esa sonrisa en sus labios me provocaba mareos.

-Pero esos los pagaré-le dije

-Como tú quieras…-nos quedamos un rato en silencio-si me disculpas, tengo que ayudar a ordenar los nuevos libros, adiós-y con estas simples palabras se fue.

Y así pasaron los días y yo seguía yendo a la librería en donde el siempre me atendía y me recomendaba algunos libros, pero siempre hablábamos lo justo y necesario, nunca hablábamos sobre nosotros, no se sabía mi nombre y yo tampoco el de el…

Como todos los demás días, fui a la librería donde sabía que él se encontraba.

En mi departamento ya tenía una fila de libros que ni siquiera había desenvuelto, pero que igual seguía comprando.

Estaba al frente de un estante, hasta que vi que él se acercaba a mí.

-Hola-me dijo con una sonrisa.

-Hola-yo le devolví el saludo.

-Te tengo una buena noticia-su rostro estaba alegre.

-¿Cuál?- le dije entusiasta.

-Mañana llega una nueva colección de libros de Jane Austen, son sus libros más famosos-me dijo con una sonrisa.

-Oh, eso es maravilloso-no sabía que mas decir.

-Pero hay un problema-su rostro se puso serio.

-¿Cuál?

-La colección llega mañana a las 6:30 de la noche es muy tarde-me dijo apenado

-No, no es tarde-hice un gesto con la mano-si no te moleta puedo venir a esa hora para acá-dije no muy segura de que le gustase la idea.

-Por mí no hay problemas-la alegría volvió a su rostro.

Nos quedamos sonriendo el uno al otro.

-Te va a parecer estúpido-me dijo-pero hasta este momento no se tu nombre y creo que tu tampoco sabes el mío.

-Me llamo Isabella Swan, pero dime Bella, me gusta más-le dije con una sonrisa.

-Yo soy Edward Cullen -estiró su mano y yo la apreté cariñosamente, la misma electricidad que sentí el primer día la sentí en ese momento.

Ese fue el único día que no llevé un libro de aquel lugar y el tampoco se extrañó por eso.

Me fue difícil dormir aquella noche pensando en Edward…Edward, ese era su nombre, y me encantaba, pero mañana quizás se diferenciaría de todos, porque hablaría con él, no solo de libros, sino que le daría a conocer mis sentimientos.