Nota: Este fic pertenece al reto "Juegos de Azar y Hombrezuelos" del foro "Bienvenidos a Storybrooke"
La noche avanzaba, por la posición de las estrellas en el cielo Marian se dio cuenta de que en poco más de una hora el sol se levantaría llevándose la noche entre sus brazos. La luz de la luna se filtraba por la ventana, tan suave y delicada trazando un halo sobre la piel del pequeño bebe que se encontraba en la cuna en la habitación de la cabaña contigua. Ella lo observaba dormir y no había otra experiencia que la llenara más que admirar el regalo que le había dado la vida, hubiera sido una noche perfecta de no ser por la complicación en la salud de Robin. Se había enclaustrado con él para tratar su enfermedad.
Él era un hombre fuerte, podía presumir de rebosante salud y para estar tendido en una cama debería tratarse de una condición muy seria. Su esposa llevaba toda la noche despierta cuidándolo, poniendo compresas en su frente tratando de aliviar la fiebre que se había apoderado de él y le impedía levantarse. El día anterior el pequeño Juan había llevado a lo más parecido a un curandero para que revisara al bandido, al terminar les dejó una lista de hierbas qué conseguir para aplicarlas en una infusión que habría de curarlo.
Marian no confió en su diagnóstico ni en las medicinas prescritas, lo poco que sabía de medicina lo había aprendido de su madre y conocía el funcionamiento de cada una de las plantas que él curandero pidió. Se quedó callada y sin pensarlo dos veces cambió, por puro instinto y con el consejo de Friar Tuck, los ingredientes de la infusión ahogando su enojo para con el pequeño Juan, después de todo él no sabía diferenciar a un charlatán, al menos no cuando de médicos se tratara.
"Robin…"
Quiso decirle que aguantara, que no se rindiera, que Roland lo necesitaría, que no podía dejarla sola tanto tiempo, tantas cosas pero sus deseos de externar el sentimiento murieron en sus labios antes de poder pronunciar una palabra. Lo único que podía hacer era esperar y confiar en él. Retiró la compresa de su frente para refrescarla una vez más, notó que la fiebre estaba cediendo y la sensación de alegría que invadió su pecho. Se inclinó y besó su frente antes de colocar de nuevo la compresa, acarició su mejilla izquierda, acercó la silla para estar junto a la cama y se sentó. El cansancio la estaba agobiando pero no en ningún momento cedió ante él y mantuvo los ojos atentos.
Por eso pudo ver que la expresión de su esposo estaba cambiando, ya no estaba inquieto, no se notaba que estuviera sintiendo dolor, su respiración era tranquila y había dejado de temblar. El canto de los pájaros anunció la llegada del amanecer. Fue entonces cuando recordó las palabras de Friar Tuck 'Si logra pasar la noche estará fuera de peligro y se recuperará'.
Los primeros rayos de sol se filtraban por la ventana cuando un llamado a la puerta la sacó de su pensamiento. Era Will Stutely cargando una bandeja con estofado de pollo con algunas verduras.
"¿Quién ha mandado esto, Will?"
"El pequeño Juan, Lady Marian, dijo que conociendo a Robin, ninguna una enfermedad detendría su apetito"
Dejó la bandeja en la mesa junto a la cama, apenas salió de la habitación cuando el silencio se interrumpió por la ligeramente desconcertada voz de su esposo.
"Marian…"
Ella corrió a sus brazos y lo abrazó con todas sus fuerzas para después besar sus labios.
"Ya terminó… amor, ya pasó."
