Declaro que no hago esto con ánimo de lucro, que Kenshin, Kaoru y el resto de personajes pertenecen intelectualmente a Nobuhiro Watsuki y los de la Sony y los de la Warner, menos a mi.

Deseando vivir

Capitulo uno

El final

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Bradicardia fetal. Desprendimiento de trofoblasto.

Qué palabras tan horribles. Que destino más nefasto para el que comenzaba a vivir.

Caminando sin rumbo fijo, Kaoru pensaba una y otra vez en esa palabra. No veía pasar a las personas, su mente estaba en otro mundo. En la consulta del especialista que la había atendido hacía menos de una hora.

-El ritmo cardiaco del feto es demasiado bajo. Me gustaría decirle algo que la ayudara, pero los casos que he visto como el suyo, no han sobrevivido. Vaya a su casa. Acuestese, relájese y espere. Venga la próxima semana y repetiremos la ecografía. Si el corazón del embrion se detuvo, haremos un procedimiento de vaciado.

No. Ella no podía pasar por eso de nuevo. Ni quería mirar en los ojos de Enishi cuando le dijera que perderían el tercer embarazo.

Enishi era su esposo, el compañero que eligió para toda la vida. Con tres años de matrimonio, habían decidido que era el tiempo de tener hijos. Ella dejó los anticonceptivos de lado y él comenzó a mimarla más. Perder el primer embarazo fue un golpe duro que no se esperaban.

"A más de una le pasa" le dijo él con dulzura mientras la cuidaba en casa de su primer aborto. "Es lo que dice mi madre. Todo irá bien."

Pero no fue mejor. Ella pudo notar su impaciencia cuando pasaron los meses y ella no pudo embarazarse de nuevo, hasta que sucedió. Y al igual que el anterior, se perdió.

Muchas veces, Kaoru sintió estar en una especie de competencia, en que debía demostrar que era tan capaz como Tomoe, la hermana mayor de Enishi a quien él decía "mamá", que tenía dos pequeños de seis y ocho años.

"Cuando acabe el proceso de aborto, acérquese a su médico de confianza para indagar por qué usted pierde sus embarazos. Son varios exámenes, pero estoy seguro que sea cual sea el resultado, podrá revertirlo y ser madre. Usted es una mujer fuerte, señora Yukishiro." había dicho el doctor antes de despedirla.

Kaoru había sonreído a través de su dolor y le había dado las gracias, llevando con ella una carpeta con papeles de sus embarazos anteriores, ecografías y epicrisis. Había sido una maestra de kendo en un afamado gimnasio de la ciudad. Era una mujer sana, muy sana... no recordaba cuando había sido la última vez que tuvo una gripe y no entendía qué era lo que podía ir tan mal en su cuerpo que no podía ser madre.

Tenía 23 años. Era bonita, no una belleza espectacular, pero se sabía bonita. Ojos negros, cabello negro, lacio, casi hasta la cintura y piel ligeramente morena. Delgada, estatura media. Iba con una cartera cruzada y su carpeta. Pantalones ajustados, botines y un sweater largo a medio muslo de color morado.

Tenía apenas seis semanas de embarazo, casi no se notaba pancita. Menos con el sweater.

Llegó a una máquina expendedora y pagó por un refresco de piña, pero lo cierto es que salieron dos. Extrañada por el desperfecto, trató de devolver la lata sobrante por alguna parte, pero no pudo, asi que la puso en su bolso y siguió.

En el parque encontró un banco desocupado y se instaló con su jugo y sus tristezas. Realmente había pensado que ese embarazo iba a resultar. Eso decía en los libros que leía: "Piensa en lo que deseas como si ya existiera y llegará", pero no había resultado.

Su educación era lo que la estaba evitando echarse a llorar en medio de la ciudad, de la gente, pero aunque no se notaba, estaba desesperada. Algo le decía que las cosas iban a ponerse más mal por la tarde, cuando regresara Enishi y la culpara por no cuidar el embarazo. Hacía unos días la había reñido por encontrarla levantada lavando unos platos en la cocina y le había gritado que ella no estaba haciendo nada por ese hijo.

-Señorita, ¿me puede ayudar?

La calma voz masculina sacó a la joven de sus pensamientos. Al mirar hacia arriba, notó a un hombre con una mochila de viaje al hombro, y una gorra de béisbol en la cabeza. Llevaba jeans y una chaqueta de cuero desgastada.

-Busco una dirección. En realidad, una pensión donde quedarme por unos días. Me dieron como referencia el parque, pero no estoy seguro si era a la derecha, o a la izquierda.

Al inspeccionarlo de nuevo, Kaoru reparó en una cicatriz que marcaba su cara, en la mejilla izquierda. Le dio un poco de miedo, aunque pensó con cierto humor negro que si se trataba de un asesino, le haría un favor si la eliminaba y lanzaba su cadáver al río.

Decidió ayudarlo.

-No sé donde queda el lugar que usted busca, pero podemos buscarlo con mi smartphone, ¿Le parece?

-Si. Muchas gracias. El mío se quedó sin batería y no tengo cómo recargarlo.

Kaoru ingresó los datos que el desconocido le dio y tras unos segundos apareció la dirección que buscaba en la pantalla de su móvil. Kaoru se puso de pie y notó que él era apenas un poco más alto que ella.

-Está a un par de cuadras de aquí, y hay otros lugares donde reciben huéspedes. Podríamos ir a ver.-

-¿Me va a acompañar?

-Claro. Por si se le olvidan mis indicaciones.

El desconocido sonrió ampliamente y le estiró la mano. Enseguida cambió de parecer e hizo una reverencia.

-Mi nombre es Himura Kenshin. Encantado y agradecido de conocerla.

-Mi nombre es Yukishiro Kaoru... Usted no es de aquí, cierto? Tiene un acento raro.

-Soy japonés, nacido en Tokio, pero he vivido en Estados Unidos desde los ocho años hasta hace un par de días.

-¿Y se viene a establecer acá?.-

Habían comenzado a caminar.

- No. De ningún modo. Sólo estaré un tiempo. ¿Me espera un poco? Necesito beber algo. Tengo sed. Voy a comprar...

Kaoru recordó la latita sobrante y se la dio. Él la miró con los ojos brillantes y ella se preguntó si era idea suya o el hombre tenía los ojos de un color tan raro como su acento.

Como si fueran color violeta.

En el albergue que él buscaba no había cupo. Pero en el segundo le fue mejor. Contento, le agradeció a Kaoru. La anfitriona le enseñó su cuarto y las comodidades de las que disponía y él quedó conforme pero Kaoru preguntó algo y con eso, consiguió que las condiciones del cuarto mejoraran aún más. Kenshin la miró emocionado cuando se quedaron solos.

-Usted es un ángel. Me sentía muy perdido acá. Llevaba desde la tarde dando vueltas.

Ella sonrió, feliz de haber sido útil. Tomó la correa de su cartera con la mano izquierda y fue así que Kenshin notó el anillo dorado en su dedo anular. No pudo evitar una mueca de disgusto al notarlo y Kaoru se dio cuenta de que algo andaba mal.

-¿Pasa algo, señor Himura?

Él se cortó un poco.

-Me preguntaba si me quisiera acompañar un café... se lo pregunto con mucho respeto, ya que al parecer alguien la espera en casa. Es para agradecerle...

El recordar a Enishi y su embarazo a punto de expirar causó un efecto inmediato en Kaoru. Las lágrimas se agolparon en sus ojos y no pudo contenerlas. Al intentar cubrirse la cara, dejó caer la carpeta que llevaba a sus pies y volaron algunos papeles. Kenshin, sorprendido, no sabía si consolarla, ofrecerle un pañuelo o un vaso de agua y optó por recoger los papeles. Aunque trató de no mirarlos mucho, entendió un poco de qué iba la cosa.

Le ofreció la única silla que había en el cuarto y cuando ella se sentó, se acuclilló a su lado. Le frotó la espalda hasta que ella se calmó.

-Lo lamento.- dijo Kaoru.- No ha sido un buen día.-

-Descuide. A todos nos pasa, supongo. Esto es un poco incómodo. Me gustaría alegrarla, pero creo que es muy difícil. Vi sus papeles, sin querer. ¿Se siente usted bien o prefiere que la lleve a su casa para que descanse? Tengo un auto que alquilé a algunas cuadras...

-No quiero llegar a mi casa.

Kenshin la miró, conmovido. Él sabía un poco lo que era ese sentimiento, aunque por otros motivos. Sintió una fuerte tentación de tomarle una mano y acariciar su mejilla, pero en su país natal las personas no eran tan de piel como en Oregon, sería irrespetuoso tocarla y él ya estaba irrespetando a otro hombre por tener a su mujer en su cuarto.

A su linda, dulce y triste mujer.

Kaoru inspiró, cerrando los ojos y tocándose la frente con la mano.

-Lo siento. No quería cargarle mis problemas.

Kenshin se puso de pie y caminó al otro lado de la habitación. Era necesario hacerlo. Ella le estaba causando algo muy fuerte.

-Mi querida hermana, Brenda, pasó por eso. Bradicardia, legrado... ha sido difícil para ella. Yo no sé qué siente usted exactamente, pero a través de mi hermana intento entenderla. La puedo acompañar hasta su casa, si gusta.

Kaoru estuvo tentada de volver a su hogar, pero cambió de idea al mirar su espalda.

-El café me parece estupendo. Le puedo recomendar un lugar aquí cerca.

Sonriendo al volverse, Kenshin se sacó la gorra de béisbol. Kaoru pudo notar con sorpresa que su cabello era rojizo aunque no pudo precisar su edad.

-Será todo un honor tomar ese café con usted.

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-Entonces usted es maestra de kendo?- le preguntó él rato después, mientras les servían café.

-Asi es.

-Una auténtica guerrera japonesa.

Kaoru había reído mientras sorbía su café.

-No lo creo. Hay cosas de otras culturas que llaman mi atención.

-¿Por ejemplo?

Inconsciente de su mirada seductora, ella le había sonreído.

-Durante un tiempo bailé flamenco.

-Flamenco... ¿español?

-No sé si exista otro además de ese. Soy admiradora absoluta de Sara Baras y mi sueño es viajar a España a conocerla. Quiero ir a una de sus presentaciones y pedirle un autógrafo.

-Jajajaja... es usted toda una otaku. Pero cuénteme por qué no siguió en flamenco si le gustaba tanto.

La sonrisa de Kaoru se había desvanecido poco a poco. Tomó un poco más de café. De un aromático capuchino. Él pidió un café solo.

-Mi novio... ahora esposo, consideró que estaríamos mejor mudándonos a esta ciudad. Y me retiré. Al llegar aquí encontré una academia de danza flamenca, pero lo cierto es que ya me fue muy difícil retormarlo.

-¿Y qué tan buena es bailando?

-Hace tiempo no practico. Aún tengo mis zapatos, pero yo era muy buena. ¿Ha visto ese video de "Bailando" de Enrique Iglesias? Yo puedo hacer todos los pasos de la chica.

Al recordar la canción y el video que una de sus sobrinas le había mostrado una y otra vez en Califormia, a Kenshin le quedó claro sobre quién estaban hablando.

-Incluso yo podría decir que esa canción lleva el ritmo de un tango flamenco.- dijo ella llevando un compás con sus manos.

-Yo creo que usted debe verse muy guapa bailando flamenco. Tiene el cabello largo y tiene una linda cara.

Kaoru le habia sonreído encantadora y él se había tenido que recordar otra vez que era casada.

-¿Y ayuda a la gente muy a menudo?

Kenshin estaba fascinado con ella. Kaoru se relajó en su asiento.

-No. No soy una buena persona. Vivo encerrada en casa todo el día, salgo muy poco. Y este último tiempo ha sido complicado por mis... mis problemas de fertilidad. Mi esposo no quiere que haga fuerzas, que camine mucho, que...

-Pero al menos él la sacará de paseo.

Kaoru bajó la cabeza.

-No. Él quiere ser atendido en casa durante sus dias de descanso.

Algo en el gesto de ella le hizo pensar a Kenshin que la atención era en todos los sentidos. Si él tuviera a una mujer como ella, la llevaría al pueblo, a las fiestas de la frambuesa, al parque de paseo, al lago, al río, a la playa... tendería una manta sobre la hierba, bajo la sombra del viejo roble...

Se sacudió esas ideas de la cabeza para mirarla y no perderse detalle.

Había evitado hablar de él mismo a propósito, porque quería escucharla. Aunque le tuvo que revelar que vivía en el campo y que el viaje lo hizo por su padre que lo quería ver.

-Y bueno, pensé quedarme un tiempo más para conocer. Lo iré a ver en unos días más. Ahora soy un turista. Ustedes tienen cosas realmente económicas para turistas. El tren es más barato, por ejemplo.

-Pero no pasas por turista. Eres japonés.

-Nacionalizado estadounidense. Mira, acá tengo mi licencia de conducir.

Habían pasado un rato ameno riendo, divirtiéndose. La despedida llegó cerca de las siete y media. Ella no quería marcharse, y él entendía que era por el esposo. Se ofreció a acompañarla, pero ella dijo que debía enfrentarlo sola.

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Kaoru llegó a casa a las ocho en punto. Enishi lo hizo unos minutos después, cosa inusual en él, porque siempre llegaba pasadas las nueve.

-Tu madre me llamó y me dijo que te había ido pésimo en la consulta del doctor.

Ni siquiera la había saludado. Kaoru, que estaba echada sobre un sillón, reprimió las ganas de llorar.

-El doctor me dijo que guardara reposo, pero que no había mucho que hacer.

-¡Te dije que guardaras reposo y no me hiciste caso! ¿Tú no quieres tener hijos, verdad? Por eso estabas lavando platos, ¡para perderlo!

-¡Cómo puedes decir eso!- estalló Kaoru.- ¿Te estás ecuchando a ti mismo? Yo quise a este hijo que tendríamos, pero hay alguna razón por la que lo estoy perdiendo, asi como a los anteriores y según el médico, no tiene nada que ver con mis actividades. Además, no sé qué tanto piensas que hago. ¡No me dejas trabajar, ni bailar, ni salir de esta maldita casa!

-Asi que piensas que esta es una maldita casa.- dijo él con una voz peligrosamente calma. Kaoru no supo qué decir.

Enishi se dirigió entonces al dormitorio. Kaoru, temblorosa, lo siguió.

Él sacó una maleta y luego abrió los armarios. Sacó la ropa de ella y rabiosamente, metió un poco en la maleta, hasta que ella saltó sobre él.

-¡Pero qué haces! Deja mis cosas.

-¿No te gusta tu casa? Entonces ve y búscate otra que si te guste.

-Enishi, no hagas esto. Por favor, hablemos, lo resolveremos... no puedes echarme a la calle.- dijo ella completamente asustada de su reacción.-Te prometo que cuidaré el próximo embarazo, que no me levantaré de la cama y tomaré todo el ácido mefenámico que quieras darme...

-¡Lo único que te pedí fue un hijo y no has sido capaz de dármelo!-

-Pero entiende, el doctor dijo que me haría exámenes y averiguaríamos...

Kaoru, que forcejeaba con él para que dejara su ropa en paz, salió disparada hacia la pared. Luego cayó al suelo. Enishí la miró unos instantes y luego siguió haciendo la maleta de Kaoru.

-Yo te quise. Te quise mucho, Kaoru. Compré este enorme maldito departamento para tí, te he comprado la mejor ropa, los mejores muebles y las mejores joyas y me he deslomado para darte todo lo que necesites, para tenerte como una reina en este lugar y así me lo agradeces...

Kaoru, un poco mareada, gateó hasta la cama, hasta él.

-Yo también te amé... pero siempre ha sido tu voluntad por sobre la mía...

-Mentirosa! Tú no haces lo que yo te pido. Mira la facha en la que andas. ¿No tienes ropa mucho mejor?

-Pero esta es más cómoda. Enishi... hablemos esto.

-Te irás.-

-Pero no puedo irme de aquí. ¿A dónde quieres que vaya? Necesito descansar, cuidar de mi hasta que esto termine.

-!De tí, de tí, de tí! Todo esto se trata de tí, de lo que tú quieres y no de tus obligaciones como esposa. Soy la verguenza de mi familia por ser incapaz de tener un hijo. Hasta mi jefe me pregunta que cuándo nace el crío. Tú no entiendes la presión social que siento.

-Pero... mi amor... sólo es cuestión de tiempo. Los exámenes nos dirán qué tenemos que hacer.

Kaoru había alcanzado la maleta y la cerró para que él no siguiera echando cosas. Furioso, Enishi bufó y lanzó la maleta lejos.

Jaló a su esposa de la muñeca y la arrojó sobre la cama. De inmediato se puso encima.

Enishi era uno de esos hombres rabiosamente atractivos que uno se encuentra pocas veces en la calle. Con su metro ochenta y su cuerpo esculpido de hombros anchos y estrechas caderas, llamaba la atención allá donde iba. Era un hombre que sabía dar amor y placer en la cama, que sabía ser ameno anfitrión y un gran hermano, pero también podía ser manipulador y espantosamente cruel si se lo proponía. Y en ese momento él había decidido humillarla.

-No quieres mi casa ni mi ropa ni mis hijos. Pero tampoco te quieres ir. Mientras decido qué hacer contigo, más te vale que me complazcas.

-No podemos tener sexo, el doctor dijo que...

-¿Quién dijo que tendríamos "ese" tipo de sexo?

Se puso se rodillas sobre ella, mientras bajaba la cremallera de su pantalón. Kaoru no podía creer que él hubiera sostenido alguna vez que la amaba, mientras sin ninguna piedad, le enseñaba su miembro erecto exigiendo sexo oral. Kaoru cerró los ojos y movió la cara hacia un lado, entonces él la jaló del cabello.

-¡Lo harás y suplicarás quedarte!

Kaoru se apoyó en los codos y lentamente se acercó a él. Necesitaba quedarse en la casa. En otras ocasiones Enishi le había echo la misma brutal exigencia por otros problemas que habían tenido y ella había terminado cediendo. Una vez más no sería problema. Comenzó a hacerlo.

Lo miró hacia arriba y notó su sonrisa burlona. Si se quedaba en casa, tendría más de eso. Si salía afuera... ¿Qué había afuera?

Recordó el olor y el sabor de un cafe capuchino.

Su corazón latió más rápido y cuando su esposo le puso la mano en la cabeza para llevar el ritmo, Kaoru sacó fuerzas de alguna parte y de un empujón lo tiró de la cama. Se puso de pie lo más rápido que pudo y corrió a la puerta de entrada. Alcanzó a tomar su bolso y su carpeta, mientas Enishi lidiaba con los pantalones a media rodilla.

-¡Quédate en tu maldita casa con toda tu maldita mierda!- le gritó al salir. De ahí corrió al ascensor y afortunadamente llegó pronto. Ya en el primer piso corrió a la calle y tomó el primer taxi que encontró.

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Kenshin se acostó tarde esa noche porque estaba muy emocionado. Lo que pudo haber acabado en un desastre al final salió muy bien cuando compartieron una taza de café.

Kaoru resultó ser una mujer tan cálida y amable. No esperó encontrarse a alguien como ella y le daba un poco de frustración saber que fuera casada.

Le dio sed y se levantó a buscar agua embotellada de la que venía entre sus cosas, pero encontró la latita que le dio Kaoru.

-Vas muy a prisa, cowboy.- se dijo con una sonrisa. No debía volar tan alto con sus pensamientos. Encontró solo una botella vacía y decidió ir a comprar otra. Se puso los jeans y la chaqueta y salió a la calle. Frente a la pensión había un negocio abierto y ahí compró agua y otras cosas. Al salir, le pareció ver a Kaoru entrando en la pensión. Ya había empezado a alucinar con ella... estaba perdido.

Sonrió. Todo lo que tenía que ver con ella lo hacía sonreír.

Entró con paso relajado a la pensión y la vio en la recepción. ¿Era cierto entonces, que estaba ahí?

-Por favor, revise otra vez. ¿No le queda un lugar? No importa el precio, puedo pagarlo.

-Lo lamento, señorita. No queda nada desocupado para una persona. Pero para dos, hay una habitación.

-La tomaré.- dijo Kaoru, pasándole su tarjeta de crédito. La señorita pasó el plástico por la máquina, pero había un problema.

-La tarjeta está bloqueada. Lo lamento.

Kaoru soltó el aire pesadamente, mientras le pasaba otra tarjeta a la recepcionista, pero fue el mismo problema.

Maldito Enishi.

Buscó en su bolso algún dinero. No había mucho. En ese momento Kenshin decidió hacerse notar.

-Hola. ¿Pasa algo?-

Kaoru lo miró con un dejo de verguenza.

-No crea que... lo estoy siguiendo pero... sólo aquí quedaban cupos en la tarde y... No puedo ir a mi casa.

Kaoru estaba incómoda. Sin duda la de la recepción sobraba para que ella le contara su problema. Decidió hacerse cargo.

-Hagamos una cosa. Señorita, tomaré la habitación doble. Tiene dos camas, ¿verdad?

-Dos futones, señor. Es muy cómoda.

Kenshin sonrió... otra vez.

-Me parece bien. Aún no he tenido ocasión de dormir en los futones. Cancele la otra habitación, por favor. Me mudaré ahora mismo.

La recepcionista no hizo comentarios sobre el arreglo, y Kaoru se dejó llevar.

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Perfectamente sentada sobre sus rodillas, Kaoru le contó a Kenshin que había tenido que dejar su casa con lo puesto, sin entrar, desde luego, en detalles. Él en cambio ya no sentía las piernas y al intentar levantarse, descubrió que se le habían dormido y cayó de lado sobre su futón.

Al verlo, Kaoru se puso a reir.

-Realmente usted es estadounidense.

Gratamente molesto, Kenshin decidió sentarse sobre su maleta de viaje, que le brindó un poco de altura y comodidad occidental.

-Pues pienso que su marido es un bruto. Es decir... según recuerdo de mi hermana, ella debía hacer reposo y pienso que usted necesita descansar y no ser lanzada de casa. Si vino hasta aquí, asumo que no tiene parientes cerca o no puede acudir a ellos.

-Algo así.- dijo ella con las manos sobre los muslos. Su madre le había indicado no contradecir a Enishi y que en esa casa no la recibirían si llegaba por algún problema.

Kenshin la miró por momentos y se levantó de su maleta. Buscó algo que prestarle para que pudiera dormir.

-De donde yo vengo, no existen motivos que impidan que uno ayude a su familia. - dijo, y le alargó una camiseta negra con el logo de "Ramones".- Con esto será más cómodo dormir y ya mañana veremos.-

Kaoru no quería pensar en lo que sería de ella el día de mañana. Pero todo se complicaba. Le habló de sus temores a Kenshin. ¿Por qué era tan fácil hacerlo? Tal vez por la desesperación que tenía.

Necesitaba trabajar para ganar dinero, pero todavía estaba el asunto de finalizar el proceso de aborto. No podía buscar un empleo mientras. Y por otro lado, le quedaba un poco de dinero en la bolsa, pero no suficiente.

-Mañana volveré a mi casa y sacaré mis cosas. Tengo ropa, joyas...

Por una vez, Kaoru se arrepintió de no gustar de llevar joyas. Sólo tenía el anillo de matrimonio. Lo giró entre sus dedos.

-¿Está segura de que quiere ir allá?.-

Ella bajó los hombros.

-No hay nada que pueda hacer. Estoy soñando demasiado. Lamento haberlo molestado, creo que lo mejor es que vuelva mañana a mi casa. Me encantaría poder seguir sin necesidad de tener que verle la cara a ese... a ese... pero qué digo. Estoy atrapada.

Kenshin se dio vuelta para que Kaoru se cambiara de ropa y luego él apagó la luz y se quitó la suya. Ya no se sentía feliz. Ahora estaba desganado. De pronto exclamó sorprendido.

-Guau! Qué cómoda es esta cama.

Escuchó la risita de Kaoru a pocos centímetros de él. El cuarto no era muy grande y los futones se tocaban. A pesar de eso, Kaoru no se puso remilgosa con eso y sólo salieron palabras de agradecimiento de su boca. Amó escucharla.

-Kaoru, por favor, déjeme ayudarla. Deme el día de mañana qué podemos resolver y si no lo logramos, pasado mañana yo mismo la llevaré a su casa. ¿Está bien?

Kaoru se movió dentro de su futón y lo miró. ¿Qué le exigiría Enishi si la veía en casa? No quería pensarlo.

-Está bien.-

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Posiblemente el mal rato fue el que causó que las cosas se aceleraran en Kaoru. Cuando fue por la madrugada al baño, notó su ropa interior manchada de forma considerable. También sentía el ya conocido dolor en la cola y la presión uterina.

Limpió lo mejor que pudo su ropa interior y puso mucho papel higiénico en el. Luego se vistió y tomó su cartera y su carpeta. Antes de salir, se acercó a Kenshin.

-Me voy al hospital. Cuando salga vendré aquí.

Con ese susurro, Kenshin abrió los ojos. Fueron las mismas palabras de su madre cuando él era niño y se fue a tener a Brenda. Pero él ya no era niño y se levantó de golpe.

-¿Qué le pasó?

-Lo estoy perdiendo.- dijo ella tranquila. Estaba en ese punto en que el dolor... ya no duele.

-Bien, bien, yo la llevaré al hospital.

-No es necesario.

-Lo es. Ahora está bajo mi protección.

Por alguna razón, esas palabras sobresaltaron a Kaoru. Alguien decía que la protegería. Eso era lindo. Alguien la protegería sin condiciones. Kenshin salió sin ningún pudor del futón, enredándose al levantarse y se puso los jeans y todo lo demás. La guió al auto.

-¿Se siente muy mal?

-Es soportable.- dijo Kaoru estoica, a cada momento más pálida.

Ella lo guió al hospital y una vez allá la llevaron a hacer un examen ecográfico. El embrión no tenía latidos y al examinarla, decidieron dejarla interna para ayudarla con el proceso.

Cuando estuvo en el cuarto de procedimientos ginecológicos, entró Kenshin a verla. Ella tenía suero goteando a sus venas.

-Harán el legrado esta tarde.- dijo ella.-Mañana me darán el alta.

-Todo estará bien.- dijo él.- Ya lo verá.

-Yo he pasado antes por esto, pero estoy asustada. No me gusta cuando ponen esa corriente en mi espalda que inmoviliza mis piernas.

La mano de Kenshin alcanzó la cabeza de ella y le amasó el pelo hacia atrás, en un gesto lleno de ternura. Kaoru recordó a Enishi, que en cambio tomaba su cabeza para someterla a sus gustos. Dejó que su alma se relajara con eso.

-Señora Himura.- dijo el médico que fue a revisarla. Kenshin tuvo que salir un momento para dejarlos, levemente shockeado y al volver, la miró interrogante.

-No quería que avisaran a Enishi que estoy aquí.

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Kenshin llegó al día siguiente con la ropa de Kaoru limpia, y después que le dieron el alta, la sacaron en silla de ruedas hasta el exterior del hospital. Con algunos días de reposo relativo ella estaría bien.

Kenshin, además, le llevaba a Kaoru su smartphone y mientras iban de vuelta al albergue en el auto, ella miró sus mensajes.

"Ya llené los formularios de divorcio. Falta que lo hagas tú para que lo entreguemos y acabemos con esto de una vez. Están en casa. Ve y llénalos. No quiero verte."

Kaoru le contó a Kenshin sobre el mensaje y luego de discutirlo, él la dejó en casa. Se quedó aguardando por ella y la joven bajó cuarenta minutos después, con una maleta.

-Estoy lista, Kenshin. Vamos al albergue, pero mañana, a donde tú quieras.

Kenshin sonrió y por un momento malévolo, pensó en el aeropuerto Tokio Narita.

-Está bien.

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Fin Capitulo uno

El Final

Mayo 14, 2015

Notas de autora.

Hola!

Aquí una idea ambientada en la época actual. Ojalá que les guste, suframos, riamos y amemos con ella.

Un beso a todas.