Última Vez
Lo sentía, sí, si que lo sentía. Era consciente de ello, había algo en el aire, podía olerlo. Quizá es lo que siente alguien pronto a morir; puede sentir a la muerte acostándose en su cama y caminando junto a su sombra. Eso sentía él. Era un sentimiento ya conocido, solo faltaba un movimiento para que el reloj de su pecho se acabara, y él sentía la manecilla latir, como una advertencia.
Estaba acostumbrado a moverse en la ciudad por la noche, pero ese día se perdía por callejones extraños. Tenía miedo de tocar el piso, temía que el suelo se abriera bajo sus pies.
Hace tanto tiempo que ese reloj no se movía que casi había olvidado que estaba ahí; un sello silencioso, como un corazón que no late o que no siente.
Nunca odió tanto Reveille ¿Porqué tenía que ser una ciudad tan enredada? Subir y bajar, se sentía perdido. Apoyó sus manos en los muros de las calles, ya no podía seguir. ¿Hace cuanto que no se sentía tan débil? Tenía miedo ahora, ahora que sería el turno de hacer su jugada, todo lo que había esperado se resolvía en solo un segundo, en solo un movimiento de la aguja de un reloj.
Se frenó en medio de la calle. Algo ahí era horriblemente familiar, alzó la vista y divisó una mansión conocida. ¿Por qué de todos los lugares de Reveille, tubo que llegar a ese? Sonrió en medio de la oscuridad, tal vez sus pies lo trajeron instintivamente, quizá quería estar ahí.
Se acercó tambaleándose a la puerta y tocó, aunque no estaba convencido de que fuera una buena idea. Por lo menos, aún existía una alta posibilidad de que ella no estuviera ahí, deseó que no estuviera; pero la puerta se abrió.
— ¿Vincent-sama? —Preguntó una voz aguda, asomándose tímidamente en la puerta— ¡Dios mío! ¿Se encuentra bien?
— No —Le respondió sonriendo.
Ada le hizo pasar a dentro y le guió al salón donde lo hizo sentarse mientras iba a buscar un vaso de agua. Vincent miró la sala, quizá era la última vez que estaba ahí, probablemente era su última noche. Suspiró.
Ella volvió con esa expresión de preocupación que él conocía tan bien, y que odiaba tanto. Deseaba mancharla, deseaba transformarla en su marioneta. Siempre lo deseó.
— Beba —Dijo alargándole el vaso. ¿Qué podía hacer un vaso de agua por él? ¿Sería estúpida? El estaba enfermo, enfermo de odio. Pero bebió.
Quería corromperla, quería cometer un último error antes de partir, un último pecado.
Ella se sentó a su lado, eludiendo la mirada de él, como alguna vez él eludió la de ella. Vincent apoyó exhausto su rostro sobre el hombro de ella, se sentía cansado y mareado.
— ¿V-Vincent-sama? —Exclamó avergonzada.
Ahora comenzaba el juego. Lentamente comenzó a acercar su boca a la de ella, tan despacio que ella no podía advertirlo, hasta que el roce de una mano contra su cabeza lo detuvo. Se quedó paralizado, mientras esa mano acariciaba su cabello. Miró a Ada sorprendido, ella se limitaba a mirar hacia otro lado un tanto nerviosa. Volvió a acomodarse en su hombro. Era la primera vez en años que alguien hacia eso con él, era la primera vez que sentía un cariño tan sincero tras un gesto tan simple.
No, no podía mancharla a ella. No a lo único puro que le quedaba en su vida llena de vicios. Ella se merecía algo mejor que él.
La manecilla ardía en su pecho y ya no podía seguir ignorándola. La oscuridad iba a tragarse su existencia pronto, Ada no tenía porqué ver eso.
— Ya me siento mejor, me iré ahora. —Dijo separándose de su hombro y levantándose.
Ella lo miraba desde su asiento, confundida. Vincent se agachó y besó su frente, antes de huir a paso rápido de la casa.
Una vez afuera el aire helado lo despertó. Ahora se sentía preparado para enfrentar la oscuridad, de cualquier manera él siempre vivió entre las sombras. Ya no temía hacer su última jugada, debía ganar, debía ser jaque mate; por Gil, por Jack, por ella.
