Un día soleado en un 10 de julio, dadas aproximadamente las 3 en punto de la tarde, quizás unos minutos adicionales por la tarea que Kuroi-sensei dicto antes de que todos pudieran salir del aula y así dar por terminado, en el caso de los estudiantes de tercero, al último día de clases de la preparatoria; Konata, Tsukasa y Miyuki salieron al patio y, a diferencia de sus demás compañeros del salón que salieron disparados a toda velocidad a sus casas para empezar a disfrutar en cuanto antes de sus vacaciones, se quedaron en el patio, para esperar a Kagami, quien aun se encontraba en clase.

Esperaron más o menos 10 minutos, hasta que escucharon el eco de los pasos de alguien apresurado acercándose por el pasillo que da al salón de Kagami.

— Lamento llegar tarde — dijo Kagami jadeando de lo rápido que corrió para alcanzar a sus amigas.

— No te preocupes, no tiene mucho que nosotras salimos tambien— comentó Miyuki.

Las cuatro inseparables amigas tomaron rumbo a sus respectivos hogares caminando muy despacio por que estaban concientes de la situación.

— ¿A que se debe que hayas salido tan tarde Kagamin?— dijo Konata en tono de burla — ¿será que te quedaste hablando con algún chico?

— ¡¿Qué dices Konata?!—contestó Kagami molesta.

— Pues que como hoy es el último día de clases tal vez los chicos se la pasaron pidiéndote tu número de teléfono como le sucedió a Miyuki.

Miyuki no pudo evitar sonrojarse con el comentario mientras Kagami la miró con cara de sorprendida.

— Bueno—dijo — pero es de esperarse que los chicos se sientan atraídos por Miyuki, ella es muy inteligente y amable, era la más popular de tu clase, por lo que era de esperarse.

— O quizás... tal vez haya sido por su pecho.

— ¡Konata!— Expreso Kagami después de darle un sape.

— ¡Kagami!— dijo Konata jadeando por el golpe que recibió.

— De... debes dejar de decir esa clase de tonterías.

Kagami, sonrojada, aun más que la misma Miyuki, cruzo los brazos y empezó a relatar mientras Miyuki y Tsukasa aceleraron poco a poco el paso.

— Y no, no me quede hablando con nadie, es solo que hicimos una actividad especial por ser el último día de clases, ya sabes donde pasas una hoja con tu nombre y los demás te escriben un mensaje.

— ¡Wow!, y de seguro que recibiste muchos mensajes lindos por parte de todos.

Kagami cambio su expresión de molestia en su rostro y agacho la cabeza.

— Pues...— levanto su cara y, con una sonrisa notoriamente forzada mientras con su dedo índice se rascaba la barbilla agrego— recibí algunos mensajes muy lindos de algunas compañeras.

— ¿Kagami?— dijo Konata con tono triste.

— ¿Qué?

El paso que llevaban era demasiado despacio, tan así que Miyuki y Tsukasa les llevaban una amplia ventaja, casi de una cuadra completa, como si se hubieran olvidado de que iban acompañadas, no seria raro ni la primera vez, debido a lo distraídas que estas son.

De cualquier forma, Konata interpreto la situación como que sus dos amigas querían dejarlas solas a Kagami y a ella.

— ¿En verdad recibiste muchos mensajes lindos?

Kagami, quien no esperaba que le preguntara de nuevo, respondió exaltada.

— ¡Pues claro que si!

Konata miró a Kagami, aun preocupada, por lo que Kagami, pensando la forma en que reacciono y al ver el gesto de su amiga, clavo la mirada al suelo, y con voz tenue y suave le hizo saber.

— De hecho... solo me pusieron cosas de no cambies o eres muy lista, ya sabes, lo que todo el mundo escribe para no tener problemas cuando no te conocen ni un poco y solo ponen lo que creen que eres.

— No tienes por que deprimirte Kagami— sonrió— yo si te conozco y se que eres muy tsundere.

— ¡Que no soy tsundere!— grito Kagami molesta, mientras su cara se ponía mas roja que el sol naciente de la bandera niponesa.

El rostro de Kagami no pudo evitar que Konata sonriera con una cara un tanto pervertida, a lo cual su amiga respondió poniéndose aun mas roja, es como cuando a una olla con agua hirviendo le subes aun mas la temperatura de la flama.

Tratando de controlar su furia, Kagami se dio cuenta que faltaban sus dos acompañantes y miro de un lado a otro en busca de ellas.

— Oye Konata.

— ¿Si Kagamin?

— ¿Dónde están Tsukasa y Miyuki?

— Están ah... —Konata volteo y apunto en dirección hacia delante de la calle, pero no había nadie — jeje... este... estaban delante de nosotras hace un instante.

— Esa Tsukasa tan distraída, probablemente ni siquiera se han de acordar ya de nosotras, tal vez incluso ya hasta hayan llegado a la estación.

— No te preocupes, no ha pasado mucho tiempo desde que las perdimos, probablemente aun no han llegado a la estación del metro, así que podemos irnos por un atajo que conozco para alcanzarlas allá.

Konata la miro suplicando que esta aceptara ir, y, al no tener más alternativa, Kagami accedió.

— Está bien

—¡Yay!

Konata la tomó de la mano y la llevo mas adelante por la calle hasta la entrada de un estrecho camino, que aparentaba ser una especie de callejón, no de esos tenebrosos donde en las películas siempre acorralan a los ladrones o donde se suele matar gente, sino de esos típicos pasadizos que salen en los animes donde hay escaleras de piedra y montones de cerezos alrededor, con flores colgando de los tejados de las casas, parecía como un escape de la urbe a un mundo de apariencia mas rústica y rural.

— ¿Segura que sabes a donde vamos Konata?

— ¡Si!, tu solo sigue caminando Kagamin.

—Y... ¿Por qué me llevas de la mano?

Konata se freno en seco y miró a Kagami, quien por lo repentino de la escena parecía asustada.

— Lo... lo siento jeje— dijo Konata mientras se frotaba el brazo y agachaba la mirada— no pensé que eso te molestaría.

Kagami, una vez mas, se sonrojo, y al igual que Konata, también bajo la vista.

—No, no es eso, es solo que...

Ambas levantaron la cabeza y sus miradas se encontraron la una con la otra, los dos rostros, sorprendidos, volvieron a decaer enfocándose un poco mas hacia un lado que hacia abajo en sí. Las dos estaban completamente rojas debido a las circunstancias del momento, al estar solas paradas, una frente a la otra en la entrada de lo que parecía ser un pequeño parque.

— ¿Te das cuenta Konata? — expreso Kagami dirigiendo su mirada hacia la entrada del parque.

— ¿De qué?

—De que esta es quizás la última vez que caminos juntas, porque hoy es nuestro último día de clases, y quizás no nos volvamos a ver por la distancia en que estarán nuestras universidades.

Konata de nuevo bajo la mirada asimilando lo que Kagami le acababa de decir.

— Oye Kagami.

— ¿Qué pasa?

— ¿Y si entramos al parque a sentarnos un rato?

— Pero ¿y Tsukasa y Miyuki?

—Probablemente aun no se han dado cuenta de que no vamos con ellas, además, tienes razón, esta probablemente sea la ultima vez en que podamos caminar y estar juntas.

Kagami la miró y sonrió, pero Konata aun mantenía el rostro firme hacia el suelo.

—Está bien.

Kagami tomó a Konata de la mano, quien anonadada inmediatamente fijo su mirada hacia Kagami, en cuyo rostro resplandecía una sonrisa tan radiante, tal vez alguien olvido algún espejo u objeto brillante en el parque que reflejo el brillo del sol hacia los verdes ojos de Konata, cual sea que hubiese sido la razón, ella empezó a sentir una rara sensación en su pecho al ver tan incomparable imagen, que al mismo tiempo le llenaba de felicidad.

El parque era muy pequeño, apenas unos 5 árboles habitaban tan reducido espacio, eso sin contar las escasas dos jardineras en donde echaban raíces tales árboles. Las jardineras estaban rodeadas perimetralmente de flores de color rosa y blanco, en medio de ambas se podía contemplar un banco de madera pintado de blanco, un poco ya desgastado pero con espacio suficiente para dos personas, e incluso hasta para tres. Separando las jardineras había un estrecho sendero, hecho de pequeñas piedrecillas de río, de tonos pálidos que daban un ambiente de tranquilidad y un poco de nostalgia. En ambos jardines crecía pasto de un verde muy vivo, como si algún aficionado se encargara de regarlo como si se tratase de la cancha de un estadio de fútbol que recibirá la final de un importante torneo.

Tanto como Konata como Kagami no paraban de admirar el paisaje, que a pesar de ser tan reducido, no las dejaba de maravillar. Para sorpresa de ambas el lugar estaba completamente vacío y solo se podía percibir el sonido de los pájaros que habían anidado en las copas de los árboles.

Las dos se dirigieron hacia el banco dispuestas a tomar asiento, pero Konata se detuvo de golpe, para lo que Kagami pregunto.

— ¿Qué pasa Konata?

— Nada, es solo que...

Konata volteo a ver el tentador y fresco pasto verde, como si este le hablara a su mente para que ella se fuera a echar una siestecilla sobre él.

— Si, dime.

— Es que... ¿y si nos recostamos bajo aquel árbol?

Kagami desvió la mirada hacia el árbol, y al observar la acogedora sombra que descansaba bajo este no se puedo negar.

Empezó a pasar poco a poco el tiempo y ambas, recostadas bajo el más pequeño de los árboles del parque, miraban las nubes.

—Sabes Kagami —dijo Konata sin dejar de mirar tan hermoso panorama.

— ¿Qué?

— ¿Alguna vez has sentido algo extraño por una persona que quieres mucho, pero como que sientes que el cariño que esa persona te da no es del tipo que tu desearías?

— Mmm... no te entiendo bien Konata.

Konata giro hasta que su mirada se encontró con la de Kagami, y aunque un poco insegura de lo que estaba a punto de decir, simplemente dejo que su corazón abogara por ella.

— O sea que quieres mucho a una persona a quien consideras tu amiga, pero tu la consideras como algo mas que solo amigos.

— Oh, ya entiendo.

— Mira — dijo Konata mientras apuntaba con su dedo hacia el cielo —, esa nube tiene forma de un zorro.

—Oye Konata, ¿Por qué siempre que hablamos a veces cambias de tema tan repentinamente?

—Es porque... — Konata desvió la mirada del cielo y volteo a ver hacia otro de los árboles del parque que estaba a su derecha.

— ¿Si?

Konata esta vez giró su cabeza hacia su lado izquierdo, a donde se encontraba recostada, a escasos centímetros, Kagami.

—Pues porque siento que si seguimos hablando de ciertos temas voy a terminar confesándolo.

Kagami miró hacia los ojos de Konata, quien parecía estar un poco apachurrada. En sus ojos se pudo percatar de que ella tenia algo, parecía preocupación o a lo mejor y se trataba de miedo por sacar a luz tal secreto. Sin embargo, Kagami no pudo evitar las ansias de preguntar.

— ¿Confesar que?

Justo en ese momento, una fresca brisa baño el pequeño parque, era un viento un poco fuerte, tanto que las copas árboles comenzaron a tambalearse como si tuvieran vida y quisieran bailar balanceándose de un lado a otro. Las hojas secas caían y eran arrastradas sin rumbo fijo por la ventisca y una a una iban finalmente aterrizando en algún lugar aleatorio. La repentina corriente de aire se detuvo casi inmediatamente y el ruido de las hojas de los árboles rozándose unas con otras dejo de oírse, para dejar el escenario a los pájaros cantores que recién llegaban para cuidar de sus nidos.

Konata se levanto para sentarse, acomodo sus brazos sobre sus piernas cruzadas e hizo un poco su cabeza hacia el frente sin dejar de fijar su vista hacia abajo. En sus manos jugueteaba con una hoja, que mientras permanecían acostadas fue a parar a su mejilla que, a diferencia de las demás, aun estaba muy verde. Kagami también se levanto, solo que, a diferencia de su compañera, ella se recargo en sus dos brazos, dejando caer su cuerpo un poco hacia atrás mientras flexionaba ligeramente su pierna derecha, clavo su mirada hacia Konata esperando una respuesta, pero esta no llegaba.

— ¿Konata?

Hubo un profundo silencio entre las dos, inclusive las aves cesaron de cantar, solo se podía percibir el silbido del viento que amenazaba con regresar. Kagami agacho la cabeza en dirección a su lado izquierdo, resignada de esperar esa respuesta.

— Confesar que...

Kagami inmediatamente presto su completa atención a Konata y se percato que de sus ojos estaban cerrados, y de ellos brotaban lentamente pequeñas gotas de agua.

— Confesar que... te... ¡TE AMO!

Konata no puedo resistir mas y rompió en llanto, por su lado Kagami quedo completamente desconcertada y sonrojada, aunque tenia una sensación de realmente querer escuchar esas palabras de la boca de su acompañante.

— Konata... ¿es en serio? —dijo incrédula de lo que acababa de escuchar.

— Si, si lo es, desde hace mucho tiempo he sentido esto por ti, pero he tenido miedo de mostrarlo, porque es algo raro no crees, que una chica se enamore de otra chica que es su mejor amiga, pensé que si se te lo decía ya no querrías estar ni hablar conmigo nunca mas.

Kagami no podía creer lo que estaba escuchando, pero aun menos lo que sentía al oírlas, le era imposible dejar de sonreír, su corazón se lleno de un inmensa alegría y de sus cristalinos y azules ojos las lagrimas se hicieron presentes.

— ¡Konata! —al igual que Konata el llorar se volvió algo inevitable — yo... yo... ¡YO TAMBIEN TE AMO!

A pesar de haberlo dicho, Kagami seguía aun desconcertada por la situación, empezó a secarse las lagrimas de sus pestañas con las mangas de su uniforme cuando de pronto sintió como dos brazos la acogieron con fuerza y empezó a sentir como su hombro se humedecía, era Konata, cuyas lagrimas brotaban incesantes de sus ojos recorriendo sus mejillas para finalmente acabar en el hombro derecho de Kagami.

— ¡Kagami!, ¿Por qué si sentías esto por mi, nunca me lo dijiste?

—Por la misma razón que tu no lo hiciste, tenia miedo y creí que tal vez estos sentimientos eran solo una ilusión.

— Kagami...

Ambas permanecieron abrazadas, mientras que al mismo tiempo lloraban ya que ninguna podía creer lo que acababa de escuchar de la boca de la otra. El viento no se hizo esperar más y retorno con una fuerza considerablemente baja en comparación a su antecesor, pero aun así era suficiente para agitar las hojas de los árboles que rodeaban tan preciosa escena. A pesar de esto, el aire no tuvo la suficiente fuerza para derribar las hojas en lo alto, pero si la necesaria para arrastrar a aquellas que ya habían encontrado un lugar en el suelo.

Después de un momento dejaron de abrazarse y se apartaron la una de la otra un poco, hasta que sus miradas se cruzaron, mientras veían las rojas mejillas causadas por la irritación que genera la sal en las lágrimas en el rostro de cada una.

— ¿Konata?

— ¿Kagami?

Preguntaron las dos al mismo tiempo, casi en perfecta sincronía. Un silencio prácticamente absoluto se adueño del parque, de no ser por el leve sonido de la brisa que continuaba soplando muy lejos de poder percibirse.

Las dos miraron fijamente los ojos de su igual, el brillo de los hermosos ojos verdes de Konata era simplemente celestial y majestuoso, y los cristalinos ojos azules de Kagami reflejaban una hermosura y brillo tal que ganas de llorar de nuevo le dieron a Konata al ver tan esplendorosos diamantes.

Después, sin que su cuerpo pudiera resistirse, sus labios comenzaron a acercarse lentamente, sus ojos se cerraban muy despacio en el recorrido, miles de pensamientos pasaban por sus mentes, todos ellos relacionados con el momento presente.

Cuando abrieron los ojos, ambas habían finalizado el recorrido, un poco asustadas se apartaron lentamente, a una distancia considerablemente corta. No fue por mucho, ya que lo mismo que las impulso anteriormente a cometer ese acto exigía que se repitiera, y como la vez anterior, nuevamente el cuerpo fue derrotado, pero esta vez prevaleció la razón. Y así fue, ambas se besaron de nuevo una y otra vez, conforme este "impulso" las obligaba.

Mas tarde llegaron a la estación, en donde para sorpresas de las dos estaban Miyuki y Tsukasa esperando después de casi cuatro horas. Estaban dormidas en una banca en donde se espera el metro, Miyuki recargada sobre Tsukasa, quien descansaba cómodamente en las piernas de su amiga.

A las dos enamoradas les dio pena despertarlas después de haberlas hecho esperar tanto, pero ya era muy tarde y estaba por oscurecer, así que con pena y todo acabaron con tan conmovedora situación.

— ¿Emmm?... ¿Qué?... —dijo Miyuki bostezando— ¿Qué hora son?

— Falta cuarto para las 8 —contesto Konata con un tono de timidez, pero a la vez de burla.

— ¡¿QUÉ?! —gritaron tanto Miyuki como Tsukasa.

— No pensé que fueran a tardar tanto, yo le dije a Yuki-san que esto no era una buena idea.

— ¿Idea? —pregunto Kagami.

— jeje emmm... si, yo le dije a Tsukasa-san que como esta iba a ser la ultima vez que regresemos juntas de la escuela ustedes dos debían pasarla bien juntas.

Kagami se sonrojo por comploto y molesta pregunto.

— ¡¿Qué quieres decir con pasarla bien juntas?!

— Emmm... yo... este... —Miyuki se sonrojo también al no saber como explicar lo que evidentemente sabe que paso.

— Kagami, no te molestes con Miyuki —interrumpió Konata — de hecho... yo se lo pedí.

Kagami bajo los hombros y miro a su amada.

— Konata...

— ¡Pero de que hablan! —preguntó gritando Tsukasa.

— Yo creo que eso sería mejor que te lo explique tu hermana Tsukasa —replicó Miyuki.

— Entonces... ¿Miyuki sabe lo que pasó Konata?

— Si, lo... siento

Kagami volteo a ver a Konata, quien por la disculpa bajo la mirada. Sonrió, la tomo del hombro y le dijo.

— No tienes porque disculparte, de hecho...

Kagami desvió la mirada hacia la izquierda.

— ¿Kagami?

Regreso su mirada hacia la de Konata y sonriendo le dijo.

— Después de todo, si no lo hubieras hecho no hubiera pasado lo que paso.

Inmediatamente abrazó a Konata con mucha ternura y murmurándole al oído le dijo.

— Muchas gracias Konata, muchas gracias por sentir esto por mí.

Konata quedo paralizada por un instante, y al asimilar lo que escucho, no puedo evitar sonreír y también se dispuso a tomar entre sus brazos a Kagami.

Todo el melodrama del momento llamo la atención de sus dos acompañantes, quienes preguntaban incesantemente sobre lo que había ocurrido allá, pero ninguna de las dos quiso revelar tan especial momento.

Media hora mas tarde todas llegaron a sus respectivos hogares. En casa de Miyuki no hubo problemas por las tan altas horas que marcaba el reloj, gracias a que aviso con antelación a sus padres que llegaría tarde, de igual manera, Tsukasa tampoco tuvo problemas sobre ello. Pero es diferente el caso de Konata, ya que al llegar a su casa encontró a su padre muy preocupado.

— ¡KONATA!— exclamó — ¡¿Dónde estabas?!

— Jeje este... estaba con mis amigas, como hoy fue el último día de clases, pensamos en pasear un rato juntas.

— ¡¿Y por qué no avisaste?!

— Es que... olvide mi celular aquí en la casa.

Su padre suspiro y bajo el tono de voz por una más suave, aliviado de saber que no le había pasado nada a Konata.

— Bueno, supongo que comiste algo por ahí.

El estomago de Konata rechinó en ese momento mientras sonreía desvergonzadamente.

Cenaron comida china que habían comprado hace un par de días y que decidieron guardarla por haber estado satisfechos en aquel entonces.

Mas tarde se fueron a acostar, a pesar de no ser la costumbre de Konata, era aun temprano, no pasaban de las 11 de la noche, pero algo no la dejaba dormir, no paraba de pensar en lo ocurrido ese día con Kagami. Mientras tanto, en casa de Kagami, esta pasaba por lo mismo, por la mente de ambas predominaban pensamientos de preocupación de lo que podría pasar el día siguiente, sin embargo no podían evitar estar contentas por tal acontecimiento.

Entre un pensamiento tras otro, el cansancio comenzó a apoderarse de ellas lentamente hasta que cayeron rendidas por el sueño.