Hello ~!
He aquí mi nuevo fic!
A diferencia de mis otras historias, esta es una que tendrá varios capítulos (les diría el número exacto pero es mejor que sea sorpresa). La idea para este fic surgió de una manera muy espontánea, Kazemaru y Kirino son mis personajes favoritos, cada uno de su respectiva generación. Me encanta su relación, como Kirino admira a Kazemaru y viene a ser su sucesor en Raimon y ah, me parece tan tierna y hermosa ❤ Entonces en base a eso y todo el amor que les tengo a esos dos, un día pensé "Sería tan lindo que fueran hermanos... ¿que pasaría si sus padres se casaran? ¿como forjarían su relación como hermanos?" Y así surgió la idea para esta historia!
En cada capítulo descubrirán un poco mas sobre la vida de Kazemaru&Kirino a través de situaciones típicas del día a día que ayudaran, o no, a que ambos construyan (o destruyan) su lazo como hermanos.
Espero que disfruten su lectura! ^^
Disclaimer: Inazuma Eleven/Go no me pertenece, una pena, lo sé, pero bueno, así es la vida...
Mientras terminaba de poner la mesa, echaba un vistazo al reloj, faltaban pocos minutos para que marcara las nueve. Regresé a la cocina para guardar mi delantal en uno de los grandes armarios de madera cuando escuché como la puerta principal se abría. Corrí de inmediato a su encuentro. Me esperaba con una gran sonrisa en su rostro y los brazos abiertos, los cuales luego de haberme capturado, me levantaron en el aire y me dieron un par de vueltas antes de bajarme.
—Bienvenido a casa, papá.
—Mmmm… algo huele muy bien, ¿qué será?
Despeinó mi cerquillo y caminamos juntos hacia el living, luego de dejar su blazer y corbata sobre el sofá, se sentó a la mesa, frente a mí. Tomó un bocado de cada plato y comenzó a saborearlos a todos a la misma vez, sus cachetes estaban tan llenos de comida que no pude evitar reír al darme cuenta lo cuanto se asemejaba a una ardilla que acababa de recoger nueces en el bosque.
—Está delicioso… como siempre… —apenas podía balbucear algunas palabras.
—Gracias, pero ten cuidado, podrías ahogarte…
—¿Ahogarme? ¿Yo? —Rió—. Nunca antes me he ahog...
La expresión de su rostro cambió drásticamente, comenzó a toser y golpearse el pecho con el puño, dejé mi asiento y corrí hacia él, comencé a darle leves golpes en la espalda, hasta que finalmente comenzó a calmarse. Suspiré aliviado.
—Te lo advertí.
—Hahaha lo siento, seré más cuidadoso la próxima vez, es que tu comida está tan deliciosa que me dan ganas de comérmela toda de un solo bocado.
—Si haces eso, ésta será la última cena que vamos a compartir. —Su comportamiento infantil me molestaba un poco, me hacía dudar de nuestros papeles.
—No digas eso Ichi. —Me abrazó por la cintura—. Vamos a compartir muchas otras cenas juntos… Y con respecto a eso, hay algo de lo que tenemos que hablar.
Regresé a mi asiento, aún no había probado nada así que mientras que mi padre buscaba las palabras correctas, comencé a cenar.
—Como ya lo hablamos antes, estoy saliendo con alguien.
—Con la dueña de la florería que queda cerca de mi escuela.
—Exacto, ya han pasado algunos meses desde que iniciamos nuestra relación y ambos creemos que es momento de que nos conozcamos mejor, todos…
—¿Todos?
—Sí, ella quiere conocerte y también quiero que la conozcas.
—Me encantaría conocerla.
—Me alegra oír eso, pero hay algo más que debo decirte, quería que fuera una sorpresa, pero creo que es mejor que lo sepas antes de que nos veamos.
—¿Una sorpresa?
—Digamos que, podrías convertirte en hermano mayor. —Sonrió.
Estaba frente al espejo del baño, era la quinta vez que desarmaba mi coleta y la volvía a atar, por más que me peinara, siempre me daba la impresión de que algún cabello había quedado fuera de lugar, o que no la había hecho suficientemente alta o, al contrario, estaba demasiado alta. Estaba nervioso por la cena de esta noche, claro que no tanto como hace tres noches atrás, cuando mi padre me dijo alegremente que me convertiría en hermano mayor. Casi me ahogo con la comida ante semejante noticia. Mi padre había conocido a su novia hace exactamente tres meses, por lo cual me sorprendí al enterarme de que ya estaban esperando un bebé. Lo cual no era cierto. Papá me explico que su novia tenía un hijo de más o menos cuatro años de edad, algo que no sabía, pese a que frecuentara la tienda de flores de su madre.
Papá golpeó la puerta y asomó su cabeza dentro del baño, ya era hora de irnos. En el auto repasé mentalmente un par de frases con las cuales planeaba entablar conversación con el pequeño, ya que la relación de nuestros padres dependía completamente de nosotros. Los niños suelen ser más fáciles de complacer, pero también son los peores jueces, basta con que digas una cosa mal para que no les caigas bien, eso era lo que me tenía tan nervioso. No quería arruinar la relación y el futuro de nuestros padres, así que debía hacer lo posible para caerle bien a mi futuro hermano.
Papá tocó el timbre y segundos después, una bella dama de largos cabellos rosas abrió la puerta, recibiéndonos con una sonrisa. Noté que su falda estaba un poco arrugada a la altura de su rodilla, una pequeña mano tiraba con fuerza de la tela mientras que grandes ojos color aguamarina se asomaban temerosos por detrás de la falda de su madre.
—Oh Ranmaru, no seas tímido. —Su madre se hizo a un lado con afán de revelar al pequeño, pero éste no soltó su falda y continuó escondiéndose detrás de ella.
—No te preocupes querida, es normal que esté un poco asustado. —Se agachó a la altura del pequeño—. Ranmaru, quiero presentarte a mi hijo, su nombre es Kazemaru Ichirouta.
Me agaché al lado de mi padre y le sonreí al pequeño, el cual me miró confundido. Luego de unos segundos salió de detrás de su madre e hizo una reverencia.
Nuestros padres estaban en la cocina terminando de preparar la cena mientras que el pequeño Kirino y yo los esperábamos en la sala. No habíamos hablado mucho, en realidad, además de presentarnos, no habíamos dicho nada más. Kirino aparentaba ser un niño bastante tímido pero no estaba del todo seguro, ya que es algo normal en situaciones como éstas, acabamos de conocernos, no podía esperar a que se comportara de manera más extrovertida. Su cabello rosa estaba atado en dos pequeñas coletas, mientras que su cerquillo caía libremente por sobre sus grandes ojos, al igual que dos mechas salvajes de cabello que contorneaban sus mejillas. Nunca hubiera imaginado que podría llegar a tener un hermano tan adorable como él. Aunque eso aún no estaba decidido. Noté que por momentos Kirino me miraba y luego desviaba la mirada.
—¿Hay algo que quieras decirme? —No tuve que hacer un gran esfuerzo tratando de sonar dulce, ya que mi tono de voz habitual siempre ha sido así, pero eso no impidió que el pequeño se sobresaltara al oírme.
—…
—¿Quieres que juguemos a algo mientras preparan la cena?
—…
—Kirino no tienes por qué tenerme miedo, no voy a lastimarte.
—…
—Si quieres, me puedes poner a prueba.
—¿Prueba?
—Si, una prueba para demostrarte que puedes confiar en mí, ¿qué te parece?
Me miraba fijamente sin decir nada, ante su silencio comencé a dudar de mi propuesta y ponerme nervioso debido a su reacción, o mejor, falta de reacción. Cuando me propuse a cortar el silencio, Kirino se levantó del sofá y caminó en dirección al corredor, luego de unos pasos, se detuvo y volteó, me miró confundido durante unos segundos y luego extendió su mano y comenzó a agitarla hacia él, indicándome que debía seguirlo.
Entramos a la pieza que se encontraba al final del corredor, en seguida me di cuenta de que se trataba de su habitación. Había una gran cantidad de juguetes muy bien ordenados en un rincón, su cama estaba a un lado de la ventana y tenía un edredón con dibujos de naves espaciales y diferentes planetas, frente a la ventana había un gran escritorio de madera, sobre el cual habían algunos cuadernos, lápices de colores y una lámpara en forma de nave espacial que se asemejaba a las de su edredón. Hacia la derecha, contra la pared y de frente a la cama, había un gran mueble de madera, en el cual, además de un sinfín de figuras de acción y autos de carreras, había también una vasta colección de libros. Me sorprendió ver algunos títulos más complejos.
Kirino se acercó al mueble y se puso de puntillas mientras señalaba uno de los libros que estaba en el estante más alto, coloqué mi mano sobre el título y al ver que el pequeño asintió, lo tomé. Lo seguí hasta su cama, a la cual subió con un poco de dificultad y me senté a su lado.
—Quiero que lo leas.
—¿Eh?
—Es un libro difícil, si logras leerlo, entonces significa que puedo confiar en ti.
—Oh, entiendo, ¿ya lo has leído? —Negó con la cabeza—. Entonces… ¿cómo sabrás que si puedo leerlo?
—Le pedí a mamá que me leyera el principio.
—Oh, entonces recuerdas como empieza —asintió—. Eso quiere decir que si lo leo igual a como tu mamá lo hizo, ¿confiarás en mí? —Asintió nuevamente.
Sonreí. Estaba feliz de que me hubiera tocado una prueba en la cual no podría fallar, ya que realmente quería caerle bien a Kirino. Abrí el libro y cambié las páginas hasta llegar a la primera hoja del primer capítulo, aclaré mi garganta y, ante la atenta mirada de sus grandes ojos aguamarina, comencé a leer las primeras frases de Moby Dick. No estaba seguro de cuando debía detenerme, así que continué leyendo, esperando a que Kirino me interrumpiera, pero eso no sucedió, al contrario, el pequeño se arrodilló en la cama y se apoyó con ambas manos sobre mi brazo izquierdo intentando echar un vistazo a las páginas del libro. Sus ojos observaban atentos las palabras que llenaban el blanco de las hojas, como queriendo descubrir cuál era la oración que estaba leyendo, al terminar la primer página hice una breve pausa, estaba seguro de que había leído lo suficiente como para aprobar, pero para mi sorpresa, Kirino estiró su pequeña mano para cambiar de página y me miró, esperando a que continuara. Estaba a punto de comenzar a leer la sexta página cuando mi padre entró a la habitación.
—Oh, ahí están, la cena está servida, dense prisa. —Antes de retirarse, nos sonrió e hizo un gesto para que no olvidáramos lavarnos las manos antes.
Volteé a mirar a Kirino, el cual no parecía muy feliz, sus cachetes estaban inflados y comenzaban a ponerse un poco rojizos, no le había agradado para nada la interrupción de mi padre.
—No te preocupes, podemos seguir leyendo después de cenar. —Su expresión cambió al instante, me miró sorprendido durante unos segundos y luego una enorme sonrisa iluminó su rostro.
Sin cerrar el libro, me acerqué al escritorio y tomé un pequeño trozo de papel, con el cual marqué la página que estábamos leyendo antes de cerrarlo y dejarlo junto a unos cuadernos.
—Kazemaru… —Me sobresalté al oír mi nombre, al darme vuelta, lo primero que noté fue el leve rubor en sus mejillas.
—¿S-si?
—P-pasaste… la prueba….
Sentí un gran alivio, no pude evitar suspirar al oír sus palabras, el hecho de que se hubiera acercado a mí mientras leía me hizo pensar que, definitivamente, lo había logrado, pero tampoco podía estar seguro, no hasta que él me lo dijera, y finalmente lo hizo. Me acerqué a él sonriendo.
—¿De verdad? Eso me pone muy feliz. —Le extendí la mano—. ¿Vamos a cenar? Cuanto antes terminemos, más rápido podremos volver a leer.
No dudó en tomar mi mano, sus mejillas aún ruborizadas y una enorme sonrisa adornaban su rostro, ese fue el inicio de nuestra vida como hermanos.
