Hace muchos y muchos milenios, antes del universo que hoy en día conocemos, antes de las guerras, las masacres y las miles de
Nota para el lector: Antes de empezar a leer esta historia es importante conocer que la narración que a continuación leerán se basa en Sailor Moon, en concreto en la vida anterior de sus protagonistas en el milenio de plata. Sin embargo no es fiel al manga ni pretende cumplir todas sus características. Es una historia paralela que acoge ideas nuevas y pretende ser una alternativa para aquellos que se quedaron con ganas de más.
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Crónicas del Milenio de la Plata
Prologo
Un Matrimonio Concertado
Hace muchos y muchos milenios, antes del universo que hoy en día conocemos, antes de las guerras, las masacres y las miles de injusticias que llevaron casi a la extinción la vida de nuestro universo, existió un sistema solar completamente diferente.
Todos los planetas gozaban de vida propia. El sol iluminaba con sus calidos rayos cada rincón y a pesar de sus múltiples peligros, nadie temía su fuerza. El sistema solar era gobernado por una pacífica monarquía dónde la reina de la Luna era la máxima autoridad. Y junto a diez miembros de cada planeta estudiaban y planeaban lo mejor para todo el sistema.
Cargada de tradiciones y leyes, la Reina elegía a su ejército de forma muy poco convencional. A pesar de que el ejército de todos los planetas era formado por hombres, la Luna era completamente distinta. No sólo el ejercito estaba compuesto por mujeres jóvenes, sino que además eran comandadas por ocho chicas elegidas que ocupaban el cargo de generales, cada una procedente de un planeta del sistema. Y un noveno guerrero era elegido de entre los habitantes lunares para unificar el ejército y sus generales bajo un único y principal mandato.
Fueron muchos los que intentaron doblegar al ejército de la Luna, pero nunca jamás pudieron derrotarlo. Hasta ahora.
La historia que les voy a contar transcurre en el último año de vida de dicho sistema. En ese entonces, cuando sólo faltaba un año para el desastre, la Reina Selene era la máxima autoridad. Su marido, un hombre nacido también en la Luna, enfermó y murió pocos años después del nacimiento de su única hija, Serenity, heredera del trono Lunar.
Serenity fue educada como toda una dama e instruida cuidadosamente en las artes políticas. Tal y como mandaba la tradición, al cumplir Serenity diez años, fueron elegidas ocho guerreras, cada una nacida de un planeta distinto, herederas de los dones y poderes que el planeta concedía a una elegida de cada generación. La selección la hacía la reina, usando el poder milenario del cristal de plata, joya que solo los descendientes reales podían utilizar.
Las seleccionadas para ser la escolta principal de Serenity fueron; Amy, del planeta Mercurio, dotada con el poder del agua y el hielo y una inteligencia superior. Minako, de Venus, heredera de una belleza y gracia que hipnotizaba y aturdía a sus enemigos. Ray, de Marte, bendecida con el absoluto control del fuego y la adivinación. Y por último Makoto, de Júpiter, dotada con el poder del rayo y la tormenta y la fuerza bruta, típica de su planeta, cuyo ejército era el único capaz de medirse con el de la Luna. Eran llamadas, las Inners. Por otro lado, eran elegidas cuatro guerreras más, encargadas de vigilar el sistema desde fuera; Hotaru, hija de Saturno y el guerrero más temido de todos. Posee el poder de la destrucción y es el guerrero final. Haruka, nacida en Urano, rápida como el viento y de mente avispada. Posee también una fuerza similar a los hijos de Júpiter, aunque aún mas destructiva. Michiru, de Neptuno, dotada con el control absoluto de las mareas y sensibilizada con el don de sentir la naturaleza. Y por último, Setsuna, heredera de Plutón, señora absoluta del tiempo y guardiana del mismo. Estas últimas, eran llamadas las Outters.
Una vez seleccionadas las chicas que ocuparían su puesto en el futuro como generales del ejército de la Luna, se procedía a la mayor elección de todas. El guerrero nacido para comandarlas. Sailor Moon.
La reina intentó invertir los resultados de la elección y buscar alternativas, pero el cristal fue muy claro en ello, había una elegida, y por primera vez en la historia, la elegida era la misma princesa de la Luna. Eso significaba que en caso de morir en batalla, la Luna no solo perdería a la mayor guerrera, sino que también perdería a su nueva Reina. Asustada, Selene habló con sus generales y buscó consejo, pero la decisión era irrevocable. La elegida por la Luna había sido Serenity, y por lo tanto, debía ser instruida en el arte de la guerra junto a las demás Sailors.
Sin nada que poder hacer, la reina procedió con la tradición. Una vez seleccionadas, las guerreras eran llevadas a palacio dónde serían entrenadas en las artes necesarias para gobernar el sistema bajo las órdenes de Sailor Moon. Varias asignaturas cubrían su entrenamiento. Historia, ciencias, lengua, matemáticas, tecnologías, arte, danza, ciencias políticas, entre miles de asignaturas más. Y por supuesto, la mayor parte del tiempo, lo dedicaban al arte del combate. El entrenamiento empezaba a sus diez años, y no finalizaba hasta la mayoría de edad.
Y es aquí dónde comienza nuestra historia, justo dos meses antes del cumpleaños número dieciocho de la princesa Serenity. Un año, antes del desastre.
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Como todos los días, Luna era la encargada de comprobar que la princesa no se hubiera quedado dormida y de que estuviera lista para el primer entrenamiento del día. Era una tarea gozosa para ella, ya que adoraba desde siempre a la futura heredera. Sin embargo, cansina en ocasiones, pues siempre era la misma rutina. Ella llegaba, descorría las cortinas y oía los murmullos y quejas de la princesa mientras preparaba su uniforme y la tina para ella. Como dama de compañía de la Reina y su heredera, Luna debía encargarse también de que Serenity nunca abandonara el cuarto vestida indebidamente, y por lo tanto se sabía todos sus horarios y deberes del día tanto o más que la propia princesa. Sin embargo aquella mañana amaneció distinta, pues cuando Luna entró en el cuarto la luz del día ya ocupaba la estancia y una Serenity completamente despierta salía del baño ya ataviada con el uniforme de lucha.
-Muy buenos días Luna.
-Buenos días princesa. Veo que amaneció temprano.
-Sin duda.
-¿Estáis preocupada por algo?
-No Luna, tranquila. Hoy no será necesario que me atiendas, como ves, ya estoy lista. ¿Sabes si les falta mucho a las chicas?
-Siempre vengo a verla a usted primero princesa. Sabe que normalmente es la más remolona.
-Sí…lo sé… aunque Mina me sigue de cerca.
-Por eso siempre que termino con usted, voy a ocuparme de ella.
-Bien, entonces deduzco que tengo unos minutos antes de que empiece el entrenamiento.
-Media hora para ser exactos princesa.
-Bien.
-La dejo para que termine.
-Gracias Luna.
-Princesa…
Luna se retiró con una inclinación de cabeza y muchas gotas en la frente. Sin lugar a dudas algo debía estar preocupando a la princesa para quitarle el sueño tan arraigado que tenía. Pero rápidamente atribuyó todo a los nervios. En el día de hoy la princesa conocería a su futuro esposo, y eso siempre era motivo de dudas y excitación.
Sin embargo, en su cuarto, Serenity no opinaba lo mismo. No estaba nerviosa, ni excitada, estaba furiosa e irritada. No había podido dormir pensando en que esa misma noche conocería a su futuro esposo. Jamás había dudado de las leyes de la Luna, ni de la sabiduría de su madre, pero el hecho de que le impusieran un matrimonio arreglado sólo por tradición y política le resultaba repulsivo. Había acatado la decisión de su madre con madurez y sumisión. Era lo mejor para el reino y como tal la princesa debía obedecer. Sin embargo su espíritu libre había gritado en rebeldía. Se casaría con el príncipe de la Tierra, tal y como el reino necesitaba, pero le dejaría claro a su futuro esposo cuales eran sus sentimientos y los motivos que la llevaban a aceptar dicho acuerdo. Sólo esperaba encontrarse a un hombre normal, y no un niño de papá y mamá criado entre algodones incapaz de tomar una decisión por si mismo.
Aún pensando en todo ello y esforzándose en parecer lo más calmada y natural posible, Serenity bajó hasta los jardines de la zona sur. Artemis la esperaba con una sonrisa, algo sorprendido por ser la princesa la primera en acudir.
-Buenos días princesa.
-Buenos días Artemis. ¿Cómo amaneciste?
-Igual que todos los días.
-Eso significa feliz cual lombriz. ¿Me equivoco?
-En absoluto princesa. Pero no perdamos el tiempo con charlas, sus guerreras están llegando. Empecemos el entrenamiento.
Tres largas horas de ejercicios hicieron de la mañana algo extremadamente cansado y las clases de ciencia política que siguieron a eso fueron peores. Sin embargo, un pequeño descanso les llegaba a las chicas ese día. En motivo a la llegada de los Reyes de la Tierra y el futuro esposo de Serenity, el príncipe Endimión, la reina había dispuesto un baile y les había dado el resto del día libre para poder descansar y prepararse. Ahora nuestras chicas, después de un merecido baño, se disponían a almorzar en los jardines principales. Solo estaban presentes las inners en palacio, las otras cuatro guerreras cumplían un entrenamiento distinto él último año, ya que su trabajo como generales era comandar el ejército exterior y por lo tanto necesitaban ejercitarse dentro del terreno que una vez graduadas protegerían. Sentadas bajo la luz del Sol y con el sonido del agua de la fuente fluyendo a su alrededor, las chicas conversaban animadamente. Sin embargo la princesa lucía más distraída y patosa de lo habitual.
-¿Te sientes nerviosa Sere?
-¿Nerviosa? ¿Por qué? ¿Por el engreído, bárbaro e imbécil príncipe que reclamará mi mano esta noche?- Mina rió divertida, al igual que el resto de las inners, bueno…todas, menos Amy.
-El príncipe Endimión tiene fama de ser un guerrero inteligente y fiero Serena, y no creo que sea apropiado insultarlo antes de conocerlo.
-Vamos, no seas remilgada Amy, estamos entre amigas, sabes perfectamente que odio la idea de casarme con un Terrícola. Son egoístas y fieros.
-Y apasionados e inteligentes.
-Amy, deja de contradecir a la princesa con eso, todas sabemos que amas a los terrícolas desde que fuiste a la Tierra a estudiar la antártica y sus misterios.
-Pues sí Minako, me parecieron personas correctas y firmes en sus decisiones.
-En concreto el apuesto Endy ¿no? ¿Recordáis como volvió? Loca enamorada del príncipe. – Amy le dirigió una mirada tan helada como sus poderes y Ray tubo que tragar saliva ante su comentario.
-Amy, ¿estas molesta por la elección de la Reina? Todas sabemos que el príncipe Endimión se ocupó de tu estancia en la Tierra y de que entablasteis una buena amistad. Además, es cierto que volviste con los ojos brillantes y con todo un repertorio de suspiros soñadores. Y tenemos fuertes sospechas de que os escribisteis cartas durante un tiempo. – Amy miró a la princesa con suspicacia. Sere siempre había sido la más infantil de todas. Era despistada y demasiado irresponsable para el cargo que se le había impuesto, al menos, hasta hace un año y medio aproximadamente, cuando al fin pareció sentar cabeza y dejó de mostrarse como una niña pequeña ante toda la corte. Así que cuando habló tan seria de sus sentimientos de infancia por Endimión, no lo tomó como un insulto o como si se estuviera burlando. Lo tomó como lo que era, una preocupación por el hecho de que ella pudiera estar sintiendo dolor o pena por perder a su amor platónico en manos de una de sus mejores amigas.
-Aún nos escribimos.- las cuatro chicas giraron velozmente sus cabezas en dirección a la guerrera de Mercurio.- No me miren así…
-¡¡Qué?!- Amy cerró los ojos ante tal grito por parte de todas y sólo dejo ir un suspiro mientras negaba con la cabeza.
-¿Cómo se te pasó por la cabeza no contarlo?
-Calmate Ray, no soy persona de contar mis intimidades, con tanto tiempo de conocernos creí que ya lo sabrías.
-Pero…pero…¿estáis enamorados? Es decir…yo…
-No Serena, no estamos enamorados. El príncipe y yo sólo somos amigos.
-Pero… ¿por qué no lo dijiste el día que mamá me lo comunicó?
-Por qué estabas demasiado ocupada en escupir furiosos insultos en su contra. Creí que no importaba. Pero a pesar de la fama de los terrícolas el príncipe Endimión demostró ser digno de mi aprecio y confianza, y cada vez que lo insultas no puedo evitar enojarme, es para mí un buen amigo.
-Pero es que…nosotras no sabíamos que aún…¿verdad que no chicas?
-Mina tiene razón, Amy, yo jamás hubiera dicho nada malo de él frente a ti de saber tu aprecio. Creímos que era un amor de infancia.
-Y en vez de preguntarme por su forma de ser cuando tu madre te informó de sus planes, de querer conocerle, sólo le insultaste.- Serena miró a la guerrero Mercurio con ojos culpables.
-Es cierto, le maldije. Y aún lo hago. No tengo confianza en los terrícolas, y sé de buena tinta que los reyes del planeta no son la excepción. Todas sabemos como el padre del rey Agamenon conquistó el planeta y también sabemos que muchos humanos sufrieron por ello. Además, de que también intentó enfrentarse al ejercito lunar por el poder del sistema solar.
-Pero Agamenon ha demostrado ser distinto a su padre. No ha realizado guerras sin necesidad.
-Eso no podemos saberlo. La política interna de la tierra no nos es comunicada, y el hecho de que ese planeta sea el que más guerras libra por siglo no ayuda. – Amy contempló a la princesa por largo rato. Era cierto, la Tierra era un lugar hostil y de entre todos los planetas del sistema solar, era el que se consideraba más peligroso. Si bien no cambiaba de opinión sobre el príncipe, si debía admitir que los prejuicios de la princesa eran justificados, y si sumamos el hecho de que Serenity estaba siendo obligada a una boda con un hombre que no conocía y que además era procedente de dicho planeta, era más que obvia su reacción. Infantil, sí…pero comprensible
-Cierto, discúlpeme princesa.
-No, en absoluto. Amy, tu eres muy inteligente y sabia, si tú me dices que Endimión no es así, le daré el beneficio de la duda junto a una oportunidad y jamás de los jamases le criticaré de nuevo ante tu presencia. Pero… antes que nada quiero saber una cosa y te ruego que dejes de lado tus vergüenzas y tímideces esta vez. – Amy asintió en silencio.- ¿Le amas?
-¿Cómo?- Las cuatro inners contemplaron a Serena atónitas. Pero pronto fijaron su atención en Mercurio, que en esos momentos no podía dejar de contemplar el rostro preocupado de su amiga. – Yo… Serena… no…no le amo. Pero es cierto que sentí un amor platónico en el pasado.
-Amy.- Serenity tomó las manos de su amiga entre las suyas.- No puedo cambiar la decisión de la Reina, aunque le amaras, debería acatar sus ordenes y casarme con el príncipe de la Tierra, pero quiero que entiendas, que a pesar de mis deberes como princesa, eres una de mis mejores amigas junto al resto de mis guerreras. Y que jamás de los jamases desearía hacerte daño, aún sin poder evitarlo como ahora. Te ruego que si te duele algo, lo más mínimo, mi unión con ese hombre, no me lo tengas en cuenta y seas completamente sincera conmigo.- Todas contenían el aliento ante la escena, esperando la respuesta de Amy.
-Gracias Serena. Pero es innecesario, Endimión no es más que un buen amigo. – la princesa analizó el rostro de su amiga con cuidado, pero no vio mentira en sus ojos.
-Esta bien. ¿Ahora podemos comer y dejar de hablar de mi matrimonio? Necesito recuperar fuerzas y tanto hablar del tema esta empezando a quitarme el apetito.
-Claro. Pero…
-¿Sí?
-Serena…¿no sientes curiosidad?
-¿Curiosidad?
-Si… dudas, preguntas, algo.
-¿Sobre?- Amy giró sus ojos frustrada.
-El príncipe Endimión.
-No.
-Pero…
-Amy, todo lo que tenga que saber de él ya lo sabré cuando le conozca. De momento sólo opino que este matrimonio será bueno para nuestro sistema. Me guste o no su personalidad, es un terrícola y no confío en él. Le daré la oportunidad de conocerme y conocerlo, pero nada más.
-Ya…
-Tranquila Amy, seré muy correcta con la Reina esta noche y no le mostraré desagrado alguno. También intentaré mostrarme serena y atenta con los reyes y el príncipe.
-No lo pongo en duda, princesa.
El resto del almuerzo lo pasaron entre bromas y risas, aunque Amy no pudo evitar sentirse aislada en sus pensamientos. Había mentido descaradamente a la princesa y podían cortarle la cabeza por ello. Pero moriría mil veces antes de confesar que amaba al príncipe de la tierra por encima de todas las cosas. Amarle era considerado traición. Y ella no quería eso… quería mucho a su princesa y respetaba y admiraba a la reina Selene. Por eso calló sus sentimientos y simplemente los cerró bajo llave para el resto de sus días. Al fin de cuentas, Endimión y ella no habían pasado de un simple beso casto a los doce años. Niñerías que de seguro el príncipe había olvidado.
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La mañana había sido fatigada y dura para la princesa. Artemis había sido exigente con el entrenamiento, y las clases de ciencias políticas eran cada vez más y más extensas y complicadas para ella. Serenity era la más poderosa de todas las guerreras, poseedora del don del liderazgo, todos lo habían comprobado, pero sin lugar a dudas jamás dejaría de ser demasiado despistada. Ese detalle exasperaba tanto como enorgullecía a la reina. Quería a su hija como el mayor tesoro del mundo y daría su vida por ella. Fue muy duro para Selene enterarse de que su pequeña niña soportaría otro peso sobre los hombros, uno mucho más pesado que el de una futura Reina. Su hija había nacido destinada a ser la legendaria Sailor Moon. Lloró noches enteras rezando por una solución, pero nada podía salvar a su pequeña del destino que llamaba a su puerta. Si Serenity había heredado los poderes milenarios de la Luna, nadie podría ocupar su lugar. Así que tomó medidas para proteger a su hija de un ataque. Varias elegidas habían sido asesinadas de niñas para evitar que llegaran a convertirse en la guerrera legendaria, y moría de imaginar que eso pudiera pasarle a Serenity, ya era bastante ínfima la esperanza de vida de Sailor Moon para además añadir enemigos tempranos. Nadie, excepto las guerreras, conocía el verdadero rostro de Sailor Moon. Selene se propuso protegerla de todo dolor y mal. Por eso cuando la recibió esa noche, completamente ataviada para la ocasión, sintió que había fallado a su promesa al obligar a su hermoso ángel a contraer un matrimonio concertado.
-Buenas noches Madre.
-Acércate hija. Luces estupenda.
-Luna se ha esmerado mucho conmigo esta noche. Espero agradar al príncipe.
-Serenity, mi pequeña, es imposible que tu rostro y gracia no lo dejen hipnotizado.
-Mucho temo madre que me confundís con Mina, es su trabajo y no el mío dejar hipnotizados a los chicos.- la reina Selene sonrío con el comentario y abrazó maternalmente a su hija que le correspondió dulcemente.
-Serena, hija mía, para mí no existe criatura más hermosa que tú. – Serena era el nombre que usaban para dirigirse a ella los más allegados. Y tras oír a su madre pronunciar su diminutivo con tanto cariño no pudo evitar sonreír.- Los invitados están siendo escoltados en estos momentos. ¿Te sientes preparada?
-No os preocupéis madre, prometo ser cortés y correcta en todo momento. Nadie notará mi descontento, ni siquiera usted.
-Hija mía, fuiste muy sincera al decirme que un matrimonio concertado te resultaba molesto, y muy madura al aceptar de todos modos mis condiciones. Te pido por favor que entiendas que de no ser la Reina jamás te obligaría a casarte con un hombre que no conoces. Sé cuanto peso resta sobre tus hombros aunque aún no estas preparada pero ello y yo sin embargo…
-No es necesario que os disculpéis madre. Entiendo perfectamente los beneficios de la unión y también acepto mis responsabilidades como futura reina. No oiréis queja alguna de mis labios.
-Hija mía.
-No sigáis madre, es innecesario, se que vuestro amor por mí es inmenso y que gozosa aceptarías mi destino si con ello me salvarais de penas.
Pero la reina no pudo contestar a las maduras palabras de Serenity. Las puertas del salón se abrieron y tres personas acompañadas por Luna y Artemis, entraron majestuosamente.
-Mi reina, los reyes y el príncipe de la Tierra.
Serenity cogió aire y se preparó mentalmente para lo que se le venía encima. Había mantenido la compostura frente a su madre y se había mostrado tan madura como su posición y edad le exigían. Pero tras las figuras ya conocidas del rey y la reina de la Tierra, había otra escondida que tomaría su mano esa noche y no pudo evitar que un escalofrío recorriera su espalda. La mano de la reina apretó la suya con firmeza para darle fuerzas. Una sonrisa sincera asomó en el rostro de Selene, que a pesar de sus constantes diferencias con los reyes presentes, sentía un aprecio difícil de describir hacia ellos.
-Rey Agamenon, Reina Elena, sean bienvenidos.
-Es un placer para nosotros estar esta noche aquí.
-El placer es todo nuestro. Pero permítanme presentarles a mi hija y futura reina de la Luna, Serenity.- la mencionada dio un paso al frente haciendo gala de sus trabajados modales. Se inclinó con delicadeza y habló con voz dulce.
-Encantada de conocerles. – Los reyes escudriñaron la apariencia de la muchacha, y tras varias miradas cómplices entre ellos, asintieron satisfechos. Selene sonrío orgullosa de su pequeña.
-Es todo un placer princesa Serenity, es más que obvio que la reina ha sabido educarte. También posees una belleza acentuada y una dulzura contagiosa. – Serenity solo agachó la cabeza como aceptación a sus cumplidos, pero por dentro se sentía como un jarrón en subasta. – Reina Selene, princesa, les presento a mi hijo Endimión.- Serenity contuvo la respiración. Al fin vería al hombre que la desposaría.
Un joven de aproximadamente veinticinco años dio dos pasos al frente con una mirada decidida. Su cabello era oscuro como el frío universo y sus ojos azules como la noche. Serenity no pudo negar que su aspecto era fuerte y varonil y que miles de mujeres suspirarían al verle. Pero ella no. Había otro hombre en su corazón, y aunque nadie lo sabía, ese era el verdadero motivo de su odio hacia el hombre. Las inners sospechaban de sus sentimientos, pero jamás les aclaró nada. Era su pequeño secreto. No había guardado esperanzas de casarse con él, era la futura heredera al trono y el muchacho que ocupaba sus más íntimos pensamientos era tan sólo un sirviente de palacio, pero si quería tener más tiempo para olvidarle. Y no lo tendría. Se casaría en dos meses con ese hombre, y por muy apuesto que fuera, no era él.
-Reina Selene, princesa Serenity, es para mi todo un honor presentarme ante ustedes.- Formal y tajante, no hubo rastro de dulzura en su voz. Sólo autoridad y frialdad bajo una mascara de educación.
-Príncipe Endimión, habéis crecido mucho. Es para mí todo un gusto tenerle en mi casa. – Selene indicó a su hija que dijera algo con la mirada y esta reprimió un suspiro cansado.
-Sed bienvenido príncipe. – Serenity notó su escudriño y se sintió como un jarrón de nuevo. Era más que obvio para ella que estaba valorando cada parte de su cuerpo y poniendo un precio. Sin embargo en breves instantes dejó su análisis y caballeroso se acercó hasta ella para besar su mano. Al principio no pudo evitar una mueca de asco, pero pronto fingió una sonrisa educada.
-Los rumores sobre vuestra belleza no os hacen justicia princesa.- Sintió furia y odio por sus falsas adulaciones. Era más que obvio que sentía tanta aversión por la princesa como ella misma. ¿O no? Por un momento Serenity dudó. ¿Y si ese hombre sólo quería una mujer jarrón para decorar su trono? ¿Y si realmente estaba satisfecho con la decisión tomada por sus padres y la reina? Otro escalofrío recorrió su espalda al imaginarse el resto de su vida con un hombre así.
-Sois muy amable.- Pero reprimió sus pensamientos. Se había jurado ser cortés delante de todos y tener una conversación privada con él más tarde. – Mi madre me comentó que jamás habíais estado en la Luna antes.
-Y la Reina estaba en lo cierto. Es la primera vez que visito estas tierras.
-¿Estáis complacido?
-Será un segundo hogar maravilloso.- Serenity frunció levemente el ceño por su atrevimiento. Era cierto que el acuerdo estaba ya casi sellado, pero ese "casi" representaba un mundo para ella, y él lo ignoraba afirmando que la decisión ya estaba tomada.
-Bien, hemos organizado un pequeño baile en honor a su llegada. Si gustan, Artemis y Luna les acompañaran a sus aposentos para que se acomoden para la ocasión.
Los reyes y el príncipe se sintieron complacidos con el recibimiento y se alejaron con sus respectivos guías. Serenity dejó escapar un suspiro frustrado.
-¿No lo has encontrado adecuado hija?
-Es atractivo y parece autoritario.
-La autoridad es necesaria para gobernar.
-Lo sé.
-Es algo que quizá debas empezar a practicar. – Serenity miró a su madre consternada. Ella era muy buena dirigiendo y jamás nadie había puesto una sola orden suya en duda. Aunque es cierto…que tampoco había tenido que exigir nunca nada. Ella pedía, y los demás le concedían sus deseos sin pasarles por la cabeza el hecho de no complacerla. La princesa sólo asintió con la cabeza.-Será mejor que empecemos a ir al salón. Los invitados no tardarán en llegar.
-Si.
La cena había transcurrido tranquila. Las Sailors habían sido invitadas junto a toda la corte y nobleza de la Luna. Amy no había podido evitar la emoción que le causaba ver el apuesto hombre en que se había convertido Endimión, y este la saludo más informalmente de lo debido. En realidad, la había abrazado ante todos para total desagrado de sus padres y sorpresa de los demás. Luego se había disculpado y simplemente se había dedicado a enviar miradas furtivas a la chica. Serenity pensó por un momento, que el príncipe sí debía guardar sentimientos hacia su guerrera.
Dos horas más tarde, daba comienzo el baile, y en honor a la ocasión, fueron los príncipes los encargados de la inauguración.
-Debo admitir, que sois buena bailarina.
-Vos también. – Endimión la hizo girar lentamente y posó su mano en la cadera de la joven acercándola un poco más a él.
-Perdón mi atrevimiento, pero creo que el pueblo necesita pensar que sus futuros reyes no son dos extraños conociéndose esta noche. ¿Os molesta mi cercanía?
-Supongo que es necesaria. – Endimión sonrío levemente y observó su alrededor. Todo el mundo bailaba y ya no eran nada más que dos personas más entre la multitud. Aunque obviamente, captaban muchas miradas.- ¿Podemos salir a los jardines un momento?- Endimión la contempló seriamente. Serenity no pudo evitar sentirse mal bajo esa fría mirada.- Me gustaría hablar con vos antes de anunciar el compromiso.
-Por supuesto.
-Ambos jóvenes se retiraron de la sala para preocupación de los Reyes. Sin embargo para los invitados no fue más que una pareja enamorada que buscaba intimidad. Una vez en una de las terrazas Serenity se apoyó en el barandal contemplando la tierra. De niña pensaba que era imposible que algo tan hermoso fuera el hogar de un pueblo hostil y fiero.
-¿Os gusta nuestro planeta?
-Al igual que vos hasta hoy con el nuestro, jamás lo he pisado.
-Ahora lo haréis. Ya lo veréis, es hermoso.
-He visto pinturas sobre su hermosura. Hay grandes pastos y hermosos bosques. Pero lo que más anhelo ver es el mar. Guerrero Mercurio siempre dice que nada es comparable a vuestros océanos y mares.
-Y Amy tiene razón.
-¿Amy?
-Siento las confianzas, pero supongo que no desconocéis que la guerrero Mercurio fue una gran amiga para mí, y aún sigue siéndolo.
-Sí, soy consciente.- Un silencio muy cargado se situó entre ambos pero fue el príncipe quién decidió romperlo.
-No podemos ausentarnos mucho, no sería cortés.
-Sí, disculpadme.
-¿Sobre que queríais hablar conmigo?
-Príncipe Endimión, seré clara con vos ya que vais a convertiros en mi marido. No estoy para nada de acuerdo con este matrimonio.- Endimión la contemplo ocultando apenas su asombro. La sinceridad era uno de sus mayores valores, y agradecía que la que sería su esposa lo fuera.- No os conozco y un matrimonio sin amor me resulta aborrecible.
-Puedo entenderlo.
-Aún así, la decisión esta más que tomada. Quiero paz en el sistema y un gobierno fuerte. Nuestra unión es necesaria y ventajosa y no voy a ser tan egoísta de negar un buen futuro a mi pueblo por sentimientos banales. Sin embargo quiero que sepáis, que en la intimidad no voy a ser cortés o atenta. Sólo me mostraré enamorada frente a los demás, pero mucho me temo que no puedo prometeros el mismo trato en soledad. Actuaré en función de lo que exige mi puesto, pero no os mentiré. No soy un jarrón para decorar vuestro trono. – Endimión miró sus ojos decididos y no pudo evitar sentirse ofendido. Aunque estuviera de acuerdo en parte con sus palabras no era hombre de acatar órdenes. No le gustaba que se tomaran decisiones sin su aprobación ni mucho menos que le retaran con advertencias. Una chispa de aversión nació en su corazón en ese momento. La princesa podía parecer dulce y hermosa, pero acababa de demostrar que era una niña mimada, egoísta y altanera, como todas las demás princesas. Él había venido con la bandera blanca en la mano, pero ella no le había dado ni el beneficio de la duda. Había dado por supuesto que jamás podrían llevarse bien y le negaba incluso la posibilidad de una amistad, o al menos, eso le había parecido a él. Un brillo de determinación apareció en sus ojos y no pudo reprimir las palabras que siguieron.
-Me hacéis un favor, princesa. Me habéis ahorrado saliva y energías. No creáis que por ser hermosa captaríais mi atención. Sólo era educado, al igual que vos. No esperaba más que mera cordialidad por vuestra parte. Aunque dejadme que os diga, que no encuentro apropiado amenazar al que se convertirá en vuestro futuro esposo. – Serenity abrió los ojos sorprendida. Ese hombre era insufrible, ella sólo había querido dejar en claro las cosas que sentía y ser sincera, y el le escupía insultos disfrazados en palabras educadas.
-Sólo pretendía ser sincera. Siento si he ofendido su ego masculino tan típico de los terrícolas. En la luna, las cosas son distintas.
-¿Insultáis a mi pueblo?- un miedo nació en el corazón de Serenity, lo que menos deseaba era provocar al príncipe antes de anunciar el acuerdo. ¿Y si él se negaba y la tierra les declaraba la guerra? No es que su ejército tuviera miedo al terrícola pero aún así los tratados de paz eran muy importantes. Temerosa y tragándose todo su orgullo la princesa negó con la cabeza.
-Disculpadme, no hagáis caso de mis palabras. No han sido correctas y siento si en algún momento he parecido contraria a vuestras costumbres.- el príncipe analizó su semblante. Era obvio que todo lo que salía de su boca eran mentiras y que se estaba tragando cada resto de orgullo que le quedaba. Él era consciente de que los habitantes de la luna no apreciaban a los terrícolas, es más, el sentimiento era mutuo, pero aún así creyó que debía poner a esa niña en su sitio antes de que creyera que tenía control sobre él.
-Ignoraré vuestro comentario por el bien del trato. Esta noche comunicaré a mis padres que os acepto como esposa, y espero que hagáis lo mismo.
-No os preocupéis, nunca he dicho que no lo haría.
-Bien. Es momento de volver. – Endimión ofreció el brazo a la princesa que por un momento lo miró confusa.- No seáis ingenua, acabáis de aceptarme como futuro esposo, lo más que puedo hacer es intentar que parezcamos una pareja que acaba de vivir el momento más feliz de su vida. Si no entráis cogida de mi brazo con una sonrisa radiante, nadie lo creerá. – Serenity asintió con gesto molesto y aceptó su ofrecimiento de mala gana. Una sonrisa irónica apareció en el rostro de Endimión. Disfrutaría poniendo en su lugar a esa niña. Aunque hubiera preferido infinitamente encontrar a alguien digno al menos de su aprecio. Sabía que no podía esperar amor de ese matrimonio cuando se lo comunicaron sus padres, pero tenía la esperanza de que fuera una buena mujer y de al menos poder compartir una amistad. Pero esa noche le había demostrado que la mujer que llevaba tomada de su brazo distaba mucho de sus ideales.
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Serenity amaneció aún más temprano que el día anterior, y decidió que sería buena idea ir a descargar su ira en los jardines. Se vistió con su uniforme de lucha y salió en busca de Artemis. Luna se llevo un gran disgusto al no encontrarla en sus habitaciones y sin saber mucho que hacer, corrió en su busca. Grande fue su sorpresa al encontrarse al príncipe Endimión en su carrera y chocar con él al doblar una esquina. El príncipe la sujetó con fuerza para que no cayera y Luna creyó morirse de la vergüenza. El miedo a las represalias por haber chocado deliberadamente con el heredero al trono de la Tierra se reflejó en sus ojos. Se soltó veloz e hizo una profunda reverencia.
-Discúlpeme alteza, fue una gran torpeza de mi parte. – pero en contra de lo que la mujer esperaba el príncipe empezó a reír.
-Por favor, no te alarmes. No ha sido nada. Sólo espero que no te hayas hecho daño.- Luna lo contempló atónita durante un segundo pero pronto bajó la mirada de nuevo.
-Lo siento mucho señor. Trataré de que no vuelva a ocurrir.
-¿Tu nombre era Luna verdad?
-Así es señor.
-¿Puedo preguntar a donde ibas con tanta prisa?
-Iba a buscar a la princesa señor.- Una sombra de desagrado cruzó los ojos de Endimión. Pero creyó que preguntar era mejor que dar por sentado.
-¿Teméis a la princesa para correr tan veloz a su encuentro?
-OH, no. Por supuesto que no. Pero no esta en su cuarto y a esta hora no es nada usual.
-¿La atiendes todas las mañanas?
-Así es, alteza.
-Entiendo.
-Si me disculpa, debo encontrarla.
-¿Por qué la urgencia?
-Por preocupación, majestad.
Endimión asintió con la cabeza y contempló como Luna salía despavorida en su busca tras una reverencia y otra disculpa. Siempre había odiado que lo trataran tan formalmente como si él fuera un Dios o algo por el estilo. Sin embargo la curiosidad llamó a su puerta y fue en la misma dirección que la dama de compañía de la princesa. Si iba a casarse con esa niña mimada, tenía que estudiar sus modales y costumbres para saber al dolor de cabeza que se enfrentaba. Y no había mejor manera de conocer a alguien que ver como trataba a sus inferiores.
Pronto se vio en unos enormes jardines. Había plazas enteras preparadas para el entrenamiento y múltiples destrozos por todas partes. Casi como si una guerra se hubiera librado en ellos. Con tanto detalle y cuidado en el resto del palacio, le pareció curioso que esa parte no estuviera para nada arreglada y que el polvo y las hojas estuvieran por doquier. Un edificio se erguía en el centro y pudo ver como Luna se perdía en él. Siguió su curiosidad y se adentró también en el edificio, aunque permaneció oculto tras las gradas que había allí dispuestas.
-Por Dios princesa, no podéis darme esos sustos.- Ante los ojos sorprendidos de Endimión Serenity sonrió con un inmenso cariño a Luna. Estaba vestida con unas mallas que bien parecían un bañador y unos zapatos de bailarina. No entendía ese atuendo, pero creyó que estaba haciendo prácticas de gimnasia rítmica. Definitivamente, una niña de papá.
-Vamos Luna, no seas exagerada. ¿Debo dejarte una nota para que no te preocupes? ¿Creías que me había fugado o que alguien me había secuestrado ante las narices de toda la guardia real?
-Yo no… no os burléis de mi preocupación Serenity.
-Vamos, querida Luna. Sólo me sentí desvelada y me levanté antes.- Serenity abrazó a su dama de compañía causando que todas las defensas de esta se fueran al traste.
-Mi niña… yo solo…
-Lo sé… sufres demasiado. Como mí madre.
-La Reina se preocupa mucho por vos.
-Y se lo agradezco.
-Bien… Artemis no tardará en llegar. Os dejo para que entrenéis, no quiero resultar herida.
-Luna...
-¿Si princesa?
-Gracias.- Luna solo asintió y salió del lugar. Endimión se ocultó como pudo y paso inadvertido. Pero estaba asombrado. Esa joven de enfrente no se parecía en nada a la altanera princesa que había tenido la noche anterior. No era la joven odiosa con la que se había prometido. Parecía…¿dulce? Había tratado a Luna como a una amiga, casi diría que como una hermana mayor o una segunda madre. Se dijo a si mismo que posiblemente la había juzgado mal. Una joven morena entró en la sala y por poco fue descubierto. La reconoció como guerrero Marte. La verdad, es que esa chica tampoco le pareció la dulzura personificada. Sino más bien todo lo contrario. Era igual de altanera y desagradable como la princesa. Aunque ahora que las veía sonreír bajo tanta confianza tenía sus dudas sobre ambas. También llevaba ese traje tan extraño, solo que el suyo era rojo y el de la princesa blanco.
-Serena tonta, ¿Qué haces tan temprano aquí? ¿Acaso te han golpeado fuertemente la cabeza? ¿O es que las pesadillas con nuestro querido príncipe te han desvelado?
-Obviamente lo segundo. Y gracias por recordarme que soy una remolona y llamarme tonta.
-¿Tan mal fue? No me pareciste incomoda.
-Digamos que soy buena actriz.
-¿Cómo es?
-Petulante, altanero y machista. La viva imagen de un terrícola. Odio todo esto…
-Sere…
-Lo sé, lo sé. Es mi deber. Tranquila, lo llevaré bien.- Una decepción extraña recorrió el cuerpo del príncipe. ¿Cómo se atrevía a decir semejantes barbaridades sobre él? Ayer pensó que era una egoísta niña mimada y hoy se confirmó a si mismo que era una estúpida y egoísta niña mimada.
-Príncipe Endimión. ¿Puedo preguntar a que debemos el honor de su presencia?- Un gran sobresalto puso en evidencia al príncipe que no se esperaba ser interrumpido en sus pensamientos. Las dos chicas en el gimnasio se habían girado y el hombre que había conocido como Artemis el día anterior ahora estaba frente a él con una sonrisa.
-Vine a explorar. Pero veo que esta zona estará ocupada las siguientes horas.- Miró en dirección a las chicas y vio el semblante irritado de Serenity. Eso le hizo sonreír malicioso.- ¿Hacen clases de ballet?
-¿Ballet?- Serenity se añadió a la conversación disfrazando su indignación bajo su voz dulce y educada.- Mucho me temo príncipe que subestimáis nuestras costumbres. Estos jardines están destinados al entreno personal de las guerreras.
-Entiendo. El atuendo me confundió, en la tierra usamos trajes similares para bailar nuestras danzas.
-Nos han educado muy bien sobre vuestras costumbres, príncipe. Conocemos el ballet. Es cierto, hay similitud. Pero me temo que estos trajes son muy distintos. Si vos hubierais estudiado a las guerreras de la Luna seguramente lo hubierais identificado. - Serenity se acercó hasta él ocultando su indignación.- Están hechos de un material muy resistente y su ligereza y poco peso nos permiten ser veloces y precisas. - Miradas de competitividad se formaron entre ambos príncipes.
-¿Quiere quedarse a ver los entrenamientos, majestad?- la pregunta de Artemis fue mera formalidad, pero Serenity le miró reprobadoramente por ello. No quería que la espiaran.- Os prometo que el espectáculo es digno de ver. – Endimión miró a la princesa de arriba abajo con una ceja levantada. Obviamente dudaba que una joven tan menuda físicamente diera un buen espectáculo. Serenity se sintió ofendida bajo su escrutinio pero simuló una sonrisa cuando él aceptó.
-¡Estoy ansiosa por empezar Artemis! ¡Danos caña que hoy me siento con energías de devolverte todas tus patadas!- Mina entró como bala sin fijarse en absoluto en la presencia del príncipe, gritando feliz y en confianza como si no estuviera en palacio. Endimión se sorprendió por ello, pero la frescura de la chica le hizo sonreír. Ya podía tener la princesa algo de sus soltura y alegría. Pero guerrero Venus quedó de piedra al verle y agachó la cabeza avergonzada. Era la segunda persona en el día de hoy que hacia eso en su presencia.
-Yo, lo siento, no le vi alteza.
-No os preocupéis, me alegra ver que os gusta entrenar.- la muchacha enrojeció y Serenity no pudo evitar enfadarse con ella. ¿Es que acaso había caído bajo esos falsos encantos? ¿La guerrera del amor? Lo que le faltaba. Guerrero Mercurio y Júpiter entraron por la puerta y ambas saludaron con una inclinación. El príncipe sonrío a la peliazul y esta se puso roja cual tomate. Hecho que no pasó inadvertido para Serenity. Cada vez estaba más convencida de que su "querido" futuro esposo sentía algo más que amistad por su amiga.
-Por mi no se demoren. Me sentaré aquí a observar.
-¿Va…va a quedarse, majestad?- la tímida voz de Amy le hizo sonreír. Una sonrisa sincera y dulce que frunció el ceño de Serenity. Ese hombre tenía dos caras. Odiaba eso de las personas.
-Si no le molesta, guerrero Mercurio.
-OH, por supuesto que no su alteza, no quería ser descortés.
-Tranquila, no lo has sido.
Y así empezó el entrenamiento. Al principio sólo hacían ejercicios de calentamiento, y el príncipe pensó que era una pérdida de tiempo, pero cuando Artemis anunció en que consistiría el entrenamiento ese día, sintió como su interés volvía a crecer. Sabía por sus estudios sobre la luna que las mujeres reales eran entrenadas como guerreras y que en varias ocasiones la misma reina intervenía en batalla, pero de todos modos le era extraño imaginar a esa pequeña criatura arrogante pegando patadas.
-Bien, Júpiter con Mercurio y Venus con Marte. Combate cuerpo a cuerpo. Las que ganen se enfrentaran después y la que venza al final luchará contra la princesa.
-Como siempre.- Artemis no ocultó una mirada reprobadora dirigida a Mina que sólo sonrío juguetona. Era curiosa la chica, en teoría era la diosa de la belleza y la seducción, y tremendamente bella si era, pero parecía más una niña juguetona que una mujer seductora. Pero no era eso lo que más le sorprendía. ¿La mejor de las cuatro se enfrentaría a la princesa? ¿Por qué? Era imposible que Serenity fuera más fuerte que sus guerreras. Irrisorio sólo de pensarlo. Aunque, si lo estudiaba atentamente, ninguna de esas niñas parecía poderosa. Serenity susurró algo a Artemis y este la miro extrañado. Pero asintió con la cabeza y reunió a las cuatro chicas para comentarles algo que no Endimión no pudo oír.
Los combates empezaron y dejaron a Endimión atónito. No sólo eran fuertes, sino también increíblemente atléticas y ágiles. Se movían como el viento y cada golpe parecía ser dado con inmensa fuerza y destreza. Saltaban grandes alturas y corrían a gran velocidad. Júpiter se proclamó vencedora junto a Marte, y luego venció a esta con un golpe que dolió hasta al príncipe. Sin embargo, la Sailor se levantó como si nada y sonrío altanera.
-Ha sido suerte.
-Mejor afortunada que buena. ¿no?- guerrero Marte le sacó la lengua juguetona. Vaya…otro gesto que no se esperaba. Los guerreros de la tierra jamás hacían esas cosas, obviamente. Pero puso toda su atención en la lucha que se disputaría. Serenity había tomado posiciones y miraba a Júpiter confiada. Sin embargo se acercó hasta ella y le susurró unas palabras. Júpiter la miró sorprendida pero asintió con la cabeza. Endimión se sonrío a si mismo. La muy engreída de seguro le había pedido que la dejara ganar para impresionarle. Bufó hastiado.
El combate empezó y se sorprendió de la destreza que demostraba la princesa. Contrarrestaba todos los ataques con maestría y no parecía tomarle mucho esfuerzo. Sin embargo tras cinco minutos de arduo combate, cayó bajo el peso de los puños de Júpiter y se finalizó el combate a favor de la guerrera. El príncipe observó como las demás intercambiaban miradas y como Artemis se acercaba a hablar con la princesa. Pero esta solo negó con una mano e hizo callar a su maestro. Incluso vencida era odiosa y altanera. Seguro que él se le había acercado para ayudarla a levantarse y le había chistado groseramente. No la soportaba. Se levantó y aplaudió ruidosamente mientras caminaba hacía ellas. Serenity se levantó rápidamente y pudo notar como su cuerpo se ponía a la defensiva.
-Increíble. Estoy fascinado. Es obvio el temor con el que se habla de las guerreros legendarias. Son todas increíblemente fuertes. Tiemblo por el ejército que os declare la guerra.- Endimión contempló con aprecio a las Inners y luego fijó su atención en la princesa.- Y vos, es obvio que sabéis defenderos, algo más que admirable en una princesa. Claro que en la Luna es la tradición. ¿No?
-No se equivoca príncipe, Serenity fue entrenada desde niña y hoy es toda una guerrera.
-Pude verlo, aunque por supuesto es imposible igualarse a las guerreras elegidas.- Endimión pudo ver como la vergüenza y la ira nacían en el rostro de la joven princesa y sintió que había cumplido su meta.- Sería para mí un placer que un día de estos aceptarais luchar conmigo. – Artemis asintió complacido con la idea.
-Su alteza, permítame decirle que tras esas puertas están los vestuarios, hay mudas que le podrían venir bien si quiere ejercitarse.
-Me parece bien. ¿Qué decís princesa? ¿Queréis medir la fuerza de vuestro futuro esposo?
-No creo que sea apropiado.- Endimión sonrío ufano. Ella temía la derrota y eso le gustaba.- Pero si insistís.
En cuestión de minutos estaba preparado. Calentó un rato y pronto se puso frente a la chica dispuesto a dejarla en ridículo y luego fingir ser galante y comprensivo y admirar sus esfuerzos. La lucha empezó y pronto vio como todos sus golpes iban siendo parados y contrarestados por la princesa. Era fuerte, increíblemente fuerte. No quería imaginarse como sería luchar con Júpiter si Serenity peleaba de esa forma. La había analizado y antes no parecía tan rápida, ni tan veloz. Se vio en el suelo varias veces pero tras unos minutos sufridos en los que creyó perder en varias ocasiones, tumbó bajo su peso a la princesa y esta bajó la cabeza derrotada.
-Lo siento mi princesa, gané yo.- Las palabras fueron dichas en un tono muy bajo para que sólo ella pudiera oírlo y luego sonrío amablemente para total desconcierto de la princesa.- Increíble, muy bien princesa. Sois muy fuerte.
-Por lo visto, vos lo sois más.- Las palabras fueron escupidas con un oculto desdén. Endimión se levantó y ofreciéndole al mano ayudó a una muy molesta princesa a incorporarse.- Lucháis bien.
-Vos también. Es agradable el cambio, en mi planeta las princesas no saben ni empuñar una espada.
-La luna es distinta.
-Lo he visto.- Endimión notó algo raro en el ambiente. Todos contemplaban disimuladamente a la princesa como preguntándose algo, pero no le dio importancia, y alegando que iba a tomarse un baño, abandonó el lugar.
-¿Se puede saber a que ha venido todo este numerito Sere?
-No es nada.
-¿Qué no es nada? Tú puedes barrer a Júpiter en un minuto.
-¡Eh!
-Lo siento Mako, pero es verdad.- Ray miró con ojos acusadores a Serenity que bajó los hombros abatida.
-Si creen que lo he hecho por gusto están locas.
-¿Entonces? El príncipe es fuerte, pero no más que nosotras. Estamos haciendo entrenamientos básicos y ni siquiera nos has dejado entrenarnos a fondo. ¿Verdad Artemis? Este entrenamiento no ha servido de nada.
-Princesa, no juzgo vuestras decisiones pero, me gustaría saber porqué no ha querido que nos entregáramos al entrenamiento como siempre.
-No quiero ofender al príncipe, Artemis. Los guerreros de la tierra son orgullosos, no entienden que una mujer pueda superarles. Le daré tiempo para que se acostumbre a todo.
-Entiendo… bien…me retiro. Las dejo para que se cambien y acudan a sus clases. – Artemis abandonó el gimnasio nada convencido y todas las chicas la miraron cruzadas de brazos, menos Amy, que contemplaba a la princesa ávida de una explicación.
-¿Nos vas a decir a nosotras la verdad?
-Le hubiera pateado el culo y lo hubiera desintegrado si hubiera podido. Pero madre y yo pensamos que es mejor que no sepan aún de nuestra fuerza. Los terrícolas no son de confianza. Mi madre teme que el ejercito de la Tierra este preparado para atacar y la propuesta de matrimonio y paz no sea más que una sucia triquiñuela para atacarnos por sorpresa antes o el día mismo de la boda. Hasta que se convierta en mi esposo legal no le voy a demostrar la fuerza de nuestro ejercito, y mucho menos la nuestra. Si sus intenciones son sucias los pillaremos desprevenidos.
-Pero eso es… extremo… yo creía que la Reina confiaba en el Rey Agamenon y en las ventajas de esta unión.
-Y confía, pero ya ha pecado de buena en el pasado. ¿O no recordáis la contienda con el rey de Urano?
-Si que la recuerdo pero…no veo capaz al príncipe de algo así…- Serenity miró a Mercurio con algo de irritación y esta se sorprendió.
-Amy, te ruego que dejes de lado tu amistad con el príncipe en estos asuntos. Por lo que sabemos no lo has visto desde que eras una niña y desde entonces sólo os enviáis cartas. Las personas cambian mucho en seis años y dar por supuesto que no es peligroso sólo por ese sentimiento es muy poco profesional y sería un error que pagaríamos muy caro.- Amy agachó la cabeza dolida por las duras palabras de la princesa. Sin embargo intentó ver que la Reina opinaría exactamente igual, y seguramente ella también si no fuera la implicada en esa amistad. Así que se tragó las ganas de protestar y simplemente asintió con la cabeza. Las chicas observaron la escena algo incomodas. La princesa estaba bastante irritable desde la llegada del príncipe y era algo más difícil de lo usual tratar con sus berrinches. Serenity suspiró cansada de discutir y bajó el tono de voz a uno dulce y suave. - Por favor, les pido que me concedan eso.
-Serenity, no es que no confiemos en ti, por supuesto que si tu nos dices que no mostremos nuestro poder estamos obligadas a obedecer, pero antes que tus deseos están los de la Reina, y no nos ha comentado nada.
-Lo sé y lo entiendo. Supongo que lo hará en el transcurso del día de hoy. No es la primera vez que discutimos el tema pero siempre ha sido entre nosotras dos y los generales… Le comunicaré lo que ha pasado y nos reuniremos más tarde para hablar del tema. ¿Les parece?- las cuatro chicas observaron a la princesa y asintieron con una sonrisa.
-Lo que nos manden. Pero algún día verá de lo que somos capaces y no le va a gustar sentirse engañado.
-Sinceramente me importa muy poco lo que opine el príncipe, Makoto. Una vez casados deberá entender que lo hicimos por protección. Si no logra aceptarlo es su problema. Los terrícolas no destacan precisamente por ser personas confiadas. – las cuatro chicas la miraron no muy convencidas, pero asintieron.
-Bien, vamos a desayunar, porqué me muero de hambre.
Las muchachas empezaron a caminar pero Serenity se quedo un poco atrasada, a la par de Mercurio, dejando que las tres restantes fueran avanzadas y metidas en su propia conversación.
-Lo siento Amy, creo que me ha pasado al hablarte así.
-Tranquila, estas en tu derecho. Además, eres la princesa de la Luna, ninguna de nosotras tiene autoridad para discutirte nada.
-Amy, sabes que por encima de todo somos amigas.
-Lo sé.
-Pero sinceramente me preocupa todo esto…noto algo…bueno…raro entre el príncipe y tú. – Amy la miró con asombro.- No me mires así, no soy tan despistada como creen. He visto el trato que tiene el príncipe contigo y te he notado muy nerviosa a su lado. Tú me dijiste que para ti sólo era una amistad, y yo confío en ti y te creo. Pero no puedo decir lo mismo de Endimión. A lo mejor me equivoco pero…noto mucho interés por ti de su parte.- guerrero Mercurio agachó la cabeza y dejó ir un suspiro agotado.
-No lo creo Sere… el príncipe jamás ha mostrado nada hacia mí más que una sonrisa amistosa.
-Pareces abatida por ello…
-No, en absoluto. Es sólo que estoy cansada del baile de ayer. Pero ya no hablemos más del príncipe. ¿Cómo fue el experimento?
-¿Con Seiya?
-Ajá.
-Fue genial. Gracias a tu compuesto orgánico para las plantas revivimos el rosal. Es tan hermoso... sus pétalos parecen hechos de porcelana.
Una gran sonrisa asomó en el rostro de Serenity al recordar aquel momento tan increíble junto a Seiya. Él era uno de los muchos jardineros de palacio. La Reina Selene le había encargado ocuparse del jardín del ala este. Allí sería donde alojaría a los reyes y quería plantar flores típicas de la Tierra para complacerles. Y Seiya, junto a muchos hombres más, se había esmerado en dejar el jardín salpicado de colores. Había hileras de tulipanes rojos, montones de rosas blancas, margaritas amarillas y azucenas. Pero a la semana, los rosales habían empezado a marchitarse. Al parecer, había algo en el compuesto del agua que les hacía daño. Pronto las demás flores parecieron empezar a tener los mismos síntomas. Seiya estaba preocupado ya que no tenía tiempo de cambiar los rosales y Serenity le propuso pedir ayuda a Mercurio. Sin duda al dominar el agua podría hacer algo. Y efectivamente desde ese día Mercurio se encargaba de regar las plantas con el agua de sus poderes. Además, pidió de importación un compuesto orgánico llamado "abono" que ayudó muchísimo a todo el jardín.
-No tengo ni idea de que lleva esa clase de tierra, pero las plantas terrícolas la agradecen.
-Es abono.
-¿Abono?
-Aja.
-¿Y que lleva?
-Mejor no te lo cuento…- la guerrera miró a Serenity con una sonrisa.- Tú sólo procura no comértelo.
-Eghs, que asco. Como si yo comiera Tierra.
-No se, no se…- Serenity empujó juguetonamente a Amy que sonrío. - ¿Y como lleva Seiya todo este asunto de tu matrimonio?
-B…Bien. ¿Cómo lo tendría que llevar?
-Es un chico celoso.
-Amy…
-Sí, ya me callo. Sólo son amigos. Lo sé.
-Eso.
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Endimión caminaba por los jardines de palacio. El día había sido muy tranquilo para él. Un poco de ejercicio por la mañana con una dulce victoria sobre sus espaldas. Un buen baño. Unas horas de lectura, una deliciosa comida en soledad, equitación y otro baño relajante. Ahora sólo faltaban unos minutos para la cena, y esa idea ya no le gustaba tanto. No había vuelto a ver a la princesita desde la mañana, y de verdad que lo agradecía.
El sonido de una voz femenina le llamó la atención. Achicó los ojos para ver en la oscuridad y bajo la tenue luz de una farola vio a su única amiga en el lugar. Estaba regando las plantas y eso le extrañó. Era un futuro general de la Luna no una jardinera. Luego pudo distinguir que la muchacha estaba regando las plantas sin instrumento alguno y que el agua parecía emerger de la punta de sus dedos.
-Muy buenas noches Amy.- la chica se alertó tanto que se giró y lanzó un remolino de agua contra el príncipe que terminó en el suelo empapado y muy aturdido.
-¡OH! Santo cielo, ¡príncipe!- corrió hacia él y se arrodilló a su lado.- ¿Estáis bien?
-Suerte que esta oscuro y no apuntaste de lleno a mi corazón. ¿Esto duele sabes?
-Yo…lo siento…lo siento tanto alteza. No le reconocí.
-No miraste, ¿cómo ibas a reconocerme?- El príncipe reía lo que calmó un poco los nervios de Amy.- Esto no lo practicabais en la mañana ¿eh?
-Yo…
-Tranquila. Has mejorado mucho desde niña. Recuerdo que una vez por accidente me congelaste la espada. – Amy rió levemente.
-Es verdad…
-¿Amy?- los dos chicos se giraron al oír una tercera voz. Un muchacho de aproximadamente la edad del príncipe apareció en la oscuridad. Tenía el pelo también de un color negro como la noche, sólo que estaba recogido en una larga cola muy delgada. – OH, discúlpenme.
-¡No! Seiya, no hace falta que te vayas.- Amy se levantó rápido y ayudó al príncipe a levantarse también.- ¿Has venido a ver como estaba el jardín?
-Sí, miladi. Hoy hace una noche calurosa y no conozco aún las debilidades de estas plantas.- El príncipe analizaba la escena con curiosidad. Sin embargo no paso desapercibido para él que ese chico le miraba con ojos molestos. Como si su presencia no le fuera grata. – Pero veo que habéis estado regándolas y ahora parecen contentas.- Una risa reprimida brotó de los labios de Endimión al oír a un hombre hablar tan dulcemente de flores. Amy y Seiya lo contemplaron. La primera sorprendida y el segundo enfadado. Pero como muy bien sabía Seiya, el era un sirviente y ese chico arrogante frente a él un príncipe. Debía ser respetuoso, por muy dolido que estuviera de conocer al hombre que desposaría a su princesa.
-Lo siento. Sólo me pareció gracioso el adjetivo.
-No le gustan las rosas, ¿alteza?
-En realidad me encantan. Pero en este jardín sólo tienen rosas blancas, y a mí me gustan rojas. Aún así debo decir que esta decorado con mucho gusto. – El príncipe sólo intentaba ser amable pero por mucho que lo intentara la mirada de desagrado no se borraba del chico.- ¿Has decorado tú el jardín?
-Con la ayuda de mis compañeros, alteza.
-En realidad alteza, Seiya es el encargado de jardinería. Organiza y controla a todos nuestros jardineros. – Amy intentó aligerar el ambiente. Era consciente de la aversión de Seiya por el hombre, y al parecer no se molestaba mucho en ocultarla.
-¿Tan joven? Impresionante.- El muchacho sin embargo no mostró agradecimiento por sus palabras. Simplemente hizo un asentimiento con la cabeza.
-Buenas noches.- Una cuarta persona hizo aparición en la escena y esta, no fue del agrado del príncipe. Sin embargo a un chico de larga cabellera se le iluminaron los ojos como si de estrellas se trataran.
-Alteza, buenas noches.- Para Endimión no pasó desapercibido que el enojo en la mirada del muchacho se había convertido en gran aprecio y su voz había bajado dos tonos al dirigirse a la princesa. Achicó los ojos dudoso. Pero saludó a la princesa cortés, al igual que Amy.
-¿Qué hacen aquí los tres?
-Admirar el hermoso jardín que el señor Seiya se ha dedicado tanto en cuidar.- Serenity observó a Endimión con sorpresa. No esperaba palabras aduladores hacia los sirvientes. Y se puso algo nerviosa al ver que iban dirigidas a Seiya. El muchacho no podía evitar que se reflejara su molestia en el rostro y por un momento la princesa tubo miedo de sus arranques. Seiya era muy formal con la Reina, pero no con ellas. Eso le gustaba. Estaba cansada de tanta reverencia. Pero para Endimión, de seguro que un pequeño desliz del protocolo era fatal. Un ser tan engreído como él debía querer a toda la servidumbre a sus pies.
-Su alteza comentaba que las rosas son hermosas, pero que le gustan aún más las rojas.
-¿A sí? – Serenity contempló a Seiya de reojo, pero él no quitaba los ojos de la figura del príncipe.- De seguro todas son hermosas. En fin…¿Seiya? Te importaría acompañarme un segundo a mis aposentos? Las rosas que plantamos también en mi balcón no parecen en buena forma y he pensado que tal vez tendrías un poco más de abono.
-Por supuesto, alteza. Iré a buscarlo ahora mismo.
-Te acompaño. No te dejaran entrar en mis aposentos sin una autorización. Amy, príncipe, les veo en la cena.- Y con un asentimiento de cabeza la princesa se colocó al lado de Seiya y ambos caminaron en dirección a los invernaderos.
-¿Va a su lado?
-¿Perdone?
-Seiya. ¿No debería ir un paso por detrás de la princesa?
-Eh…bueno… Sere prefiere dejar atrás el protocolo con los sirvientes más allegados. Seiya lleva trabajando con nosotros desde hace nueve años y todas lo apreciamos.
-¿Sere?
-OH, disculpe, no debería hablar de la princesa tan informalmente en su presencia.
-No, para nada. Me gusta ver que entre ustedes hay informalidad y confianza. Yo también la tengo con mis generales. Es algo muy positivo. Aunque no me lo esperaba de ella.
-¿De la princesa? ¿Por qué?
-Bueno… ¿prometes no decir nada?
-Mientras eso no cause daños al reino prometo ser una tumba.- El príncipe tomó asiento en uno de los bancos y le indicó a Amy que hiciera lo mismo.
-La verdad es que no me agrada demasiado la princesa. – Guerrero Mercurio abrió los ojos pasmada.- No me mires así, a ti te tengo confianza y además has prometido no decir nada.
-Pero es mi princesa, si la reina se enterara yo…
-Tranquila. Estamos solos, yo no diré nada, y tú tampoco. No hay problema.
-Pero…
-Vamos, ¿tanto miedo le tienes?
-No es eso. Es que no me gusta hablar a espaldas de nadie.
-Entonces estas de acuerdo conmigo.
-¡No! Serena es una de mis mejores amigas. Siempre nos hemos tratado todas como iguales y, a pesar de que existen las jerarquías, ella jamás ha dado una orden a nadie. Suele pedir las cosas educadamente y sin presunciones.
-Entonces…¿te cae bien?
-Por supuesto.
-¿Por qué?
-¿Cómo?
-A mí me parece una niña mimada.
-¡Alteza!
-OH, vamos. Si a ella la llamas Sere a mi puedes llamarme como mínimo Endimión, o Endy si prefieres.
-Yo… no podría… eso sería muy descortés.
-Déjalo ya ¿quieres? De pequeña no tenías tantos problemas para tutearme.
-Ya… pero ahora no somos niños.
-Bueno. Entonces te ruego que me expliques porqué la aprecias. – Amy dejó ir un suspiro y bajo la cabeza. Se metía en unos líos...
-Serena es una chica muy dulce e ingenua. Siempre esta pendiente de todo el mundo, a veces hasta el cansancio, y nunca permite que alguien sufra si ella puede hacer algo. Es desinteresada y abierta. Es cierto que es algo infantil y en ocasiones algo irresponsable, pero con el tiempo ha ido adquiriendo conciencia de sus responsabilidades y no hay queja alguna sobre su evolución como princesa y como guerrera. La reina tiene absoluta confianza en ella. Supongo que si los dos se tomaran tiempo de conocerse se caerían bien y dejarían atrás sus asperezas.
-¿Asperezas? Yo había venido con la bandera blanca y me soltó un discurso amenazante advirtiéndome de que solo sería atenta conmigo cuando hubiera otras personas.
-¿Sere dijo eso?
-En esas palabras.
-No…debiste entender mal…la princesa es muy amigable y abierta.
-Te digo que lo oí bien.
-Pues…debe haber alguna explicación. Quizá malinterpretaste el contexto.
-¡Que no!- Amy rió por su actitud infantil y Endimión no pudo evitar seguirla.
-Alteza, sería mejor que fuéramos ya al salón. La cena debe estar dispuesta.
-Esta bien… vale…pero otro día seguiremos discutiendo sobre el tema.
-¿Por qué no mejor dedica su tiempo y esfuerzo en intentar conocer a la princesa?- Pero Amy solo encontró una mirada reprobadora por parte del príncipe así que decidió guardar silencio.
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Todos se miraban dudosos en la cena. La Reina intentaba aligerar la tensión de la espera con una conversación normal, pero tras diez minutos de retraso era momento de llamar a la caballería para que fueran en busca de la princesa. Cuando se giró para avisar a uno de los empleados de palacio la puerta se abrió y una princesa muy tranquila y pausada apareció por la puerta.
- Disculpen la demora.
Y sin dar ninguna explicación, como princesa que era, tomó asiento al lado derecho de la Reina. El rey había sido dispuesto al lado Izquierdo, y el príncipe y la Reina de la Tierra frente a ellos. Las Sailors se situaban indistintamente a los lados. Los empleados empezaron a danzar por el salón sirviendo los platos con suma rapidez y, un príncipe malicioso decidió que la tardanza de Serenity no podía pasar así de desapercibida.
-¿Se os hizo tarde con las rosas, princesa? – la muchacha, que estaba analizando el salón sin emoción alguna, dirigió su atención al príncipe, al igual que los demás comensales.
-¿Disculpe?
-Le preguntaba si se había demorado con el cuidado de las rosas.
-¿Rosas?- la Reina se añadió a la conversación interesada.
-Si alteza, antes de la cena he estado ocupándome de las rosas de mi balcón con uno de los jardineros. Es la primera vez que cuidamos flores del planeta Tierra y debo decir que necesitan una atención algo distinta de las nuestras. Las pobres estaban muy mustias. Pero hemos puesto un poco de abono y las hemos regado con el agua adecuada y han recuperado su color. Al menos, en parte.
-Vaya… no sabía que os gustara cuidar flores. ¿Ves Endy? Ya tienes algo en común con tu futura esposa.- Serenity no pudo ocultar una leve sonrisa ante el apodo cariñoso de la Reina y Endimión tubo que aguantarse las ganas de matar a su madre por ser tan informal en la mesa. - ¿Y que clase de rosas son? – Endimión apuntó un tanto a la Reina en su pequeña batalla. De seguro la princesa no tenía ni idea de que existían muchas variedades de rosas y de saberlo aún así no tendría ni idea de cuales cuidaba tan mimosamente.
-Son rosas Grandiflora. Nuestro jardinero Seiya y yo estuvimos analizando cuales quedarían más hermosas en mi terraza, y aunque me sentí atraída por los rosales híbridos de Té, creímos que el tamaño y crecimiento de las grandifloras en el primer año era más adecuado para decorar rápidamente mi balcón.- Vale, Endimión estaba muy molesto por el "gran" conocimiento sobre rosas de esa niña.
-Si, son hermosas. Aunque mis flores preferidas son los tulipanes de color amarillo. ¿De que color son las rosas de sus aposentos?
-Rojas.- Endimión levantó una ceja.
-Al príncipe Endimión también le encantan las rosas rojas, de hecho, el mismo se ocupa de cuidarlas en palacio. ¿Verdad Endy?- Vale, el príncipe quería enviar a su madre de vuelta a la tierra para que dejara de importunar.
-Me relaja mucho después de un día cargado de entrenamientos y clases de estudio. ¿Con que os relajáis vos princesa?- Endimión estaba desesperado por encontrar algún fallo en sus modales esa noche. Bueno, uno más, pues ya había mostrado que la impuntualidad era uno de sus defectos.
-Serenity tiene tendencia a relajarse paseando por nuestros jardines o montando a caballo. – pero fue la Reina quién contestó a la pregunta y no había nada de raro en la respuesta. Bueno, en realidad sí. Los caballos eran originales de la Tierra, y aunque Endimión sabía que en la Luna eran muy apreciados y que los compraban y los hacían traer, no tenía ni idea de que la princesa o cualquier miembro de palacio, gustase de la equitación- Aunque yo siempre le digo que se tumbe un rato antes de la cena, ella prefiere ponerse esos pantalones y salir a galopar sin escolta.
-¿Sin escolta?- La reina de la Tierra se alarmó.- ¿Deja salir a la heredera al trono sin escolta?
-Si Reina Helena. Serenity ha sido entrenada desde niña y es muy ducha en el arte del combate. Además, en caso de emergencia puede comunicarse inmediatamente con un transmisor con nuestras guerreras y ellas acuden inmediatamente por medio de la tele transportación.
-Sí, las Sailors son famosas por su tele transportación. Algún día sería interesante ver como lo hacen.
-Será un placer mostrárselo.- Serenity miró reprobadoramente a su madre y esta lo ignoró con sutileza.- Pero por favor, la cena esta servida. Empecemos a degustar lo que el chef nos ha preparado con tanto ahínco.
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Serenity estaba molesta. Esa misma tarde habían tenido una reunión con los generales actúales y las futuras Sailors acordando que no mostrarían sus poderes más de lo estrictamente necesario. Y ahora su madre lucía gala de la tele transportación. Sabía que el sistema conocía los poderes de las guerreras legendarias, o al menos circulaban rumores y mitos sobre ellos, pero afirmar que la tele transportación era una realidad, le había molestado. Era un arma poderosa, que ahora los terrícolas conocían. Se sentó en una de las hamacas de su balcón y contempló la tierra con el ceño fruncido. No confiaba para nada en los reyes, por muy buena que pareciera la Reina Helena. Y mucho menos confiaba en el príncipe Endimión. Estaba casi convencida de que la observaba de cerca. Había notado demasiado interés por sus entrenamientos esa mañana y el hecho de que hubiera querido medir sus fuerzas en combate le había dado aún más mala espina. Pero poco duró su momento de reflexión.
-Así que aquí estáis.- La princesa se levantó veloz y antes de que el príncipe pudiera reaccionar, una patada muy certera le había golpeado el rostro y tumbado al suelo. Ahora la princesa de la luna estaba sentada encima de él inmovilizándole las piernas con sus rodillas y los brazos con las manos. El cabello de Serenity le hubiera hecho cosquillas en la nariz de no ser el dolor de su mejilla tan intenso que borraba cualquier otra sensación.
-Maldita sea príncipe, ¿qué estáis haciendo en mis aposentos? ¿Y sin llamar?- Endimión estaba atónito. La chica estaba a tan solo unos centímetros de su rostro y por primera vez se quedó sin aliento. Quería pensar que por culpa del golpe, pero sería mentirse a sí mismo. Eran esos ojos cargados de ira y frustración los que le habían dejado helado. Estaba muy confundido. Eso sí se debía al golpe quizás. Pero ahora que la observaba atentamente, con las mejillas arreboladas, el pelo cayendo sobre sus hombros, lacio, suave y sintiendo el aliento contra su rostro, parecía que la confusión venía de unas mariposas extrañas que se habían instalado en su estomago sin su permiso. – Responda.
-Tienes unos ojos muy hermosos…- Serenity levantó una ceja. – Son azules… como el cielo de mi Tierra… no… aún más…- La muchacha suspiró y con cuidado se levantó dejando al príncipe libre del peso de su cuerpo. Endimión se tocó la cabeza con ambas manos y cerró los ojos.
-Estas delirando, te he dado un buen golpe.- Y la princesa desapareció tras las cortinas de su estancia. El príncipe se sobó la mejilla e intentó enfocar achicando los ojos, pero todos los objetos parecían mezclarse entre ellos y una luz blanca se había empeñado en bañarlo todo con intensidad. Se incorporó como pudo y el balcón empezó a girar a su alrededor.
-Maldita sea…- dos pies se unieron al baile y muy pronto los ojos de la princesa volvían a estar a su altura, sólo que esta vez no parecían furiosos. Un pañuelo mojado se posó en su mejilla y el agua helada pareció calmar poco a poco el movimiento giratorio del balcón.
-¿Mejor?- Sí…el príncipe se sentía mejor. Al menos físicamente, pero su orgullo había recibido de golpe todo el dolor de la patada.
-Joder, ¿es que en este maldito satélite todo el mundo ataca sin preguntar antes?- Serenity parpadeó un par de veces antes de captar sus palabras.- Es la segunda vez que me atacan hoy, maldita sea. ¿Están locas? ¿En eso se basa vuestra defensa? ¿En un grupo de niñas locas que atacan al primero que ven?- Endimión se levantó rápido y un fuerte mareo lo hizo tambalearse y caer sentado en una de las hamacas. La princesa se sentó a su lado y con cuidado le volvió a poner el trapo en la cabeza. El príncipe relajó sus músculos y cerró los ojos.
-No voy a tener en cuenta ese comentario, al menos ahora. Mañana será otro asunto. Quédese un rato aquí tumbado y luego levántese lentamente.- Serenity se incorporó e iba a volver a su habitación cuando la mano del príncipe la retuvo por la muñeca.
-Lo siento. No quería decir eso.
-¿Disculpe?
-Siento haber ofendido a su ejército.
-No tiene importancia.- Serenity hizo un ademán para soltarse pero la mano del príncipe se agarró aún más fuerte a su muñeca.
-Espera un segundo, ¿vas a dejarme aquí convaleciente?
-¿Una patada os ha dejado convaleciente?
-Bueno…no pero… la culpabilidad por haberme golpeado sin escrúpulos ni motivos debería teneros sentada aquí con ojos preocupados y gestos atentos.
-¿Eso es lo que queréis? ¿Qué me quede aquí a mimaros?- El príncipe sonrío con picardía y Serenity rodó los ojos.- ¿Estáis jugando conmigo?
-Un poco. ¿Os molesta?
-Sí.
-Pues no me importa. Me habéis golpeado, merezco un poco de atención y una disculpa.
-¿Una disculpa?
-Por supuesto.
-Pues esperad sentado.
-Estoy sentado.- una gota cayó por la frente de la princesa.- Sólo me falta la disculpa.
-No voy a disculparme. Tenía motivos para golpearos. Y a todo esto, ¿Qué hacíais vos en mi habitación? ¿Es que no sabéis llamar?
-Llamé cuatro veces. Pero nadie respondió. Así que entré para ver si estabais sorda.
-¡Que descaro! Podía no haber estado presentable. Nunca, y entienda esto porqué es importante, nunca más vuelva a entrar en mi habitación sin mi permiso.
-Soy vuestro prometido. ¿no me da eso un permiso especial?- Serenity achicó los ojos y la ira volvió a nacer en ellos. Eso le gustaba a Endimión y no sabía porqué. Esos ojos eran maravillosos enfadados, desprendían una luz increíble y la hacía parecer una mujer con carácter y personalidad, no la niña mimada que era.
-Si habéis venido a gozar de los privilegios de un prometido, vais muy errado.
-¡Vaya! ¿Qué privilegios tienen aquí los prometidos?
-¿Cómo? ¿Qué quieres decir con qué privilegios? Los mismos que en cualquier sito supongo.
-En el planeta Tierra, es tradición que el hombre y la mujer lleguen puros al matrimonio, bueno…al menos la mujer.
-¡Machismo otra vez! ¿Es que acaso en la tierra tratáis a todas las mujeres como seres inferiores?
-En realidad tratamos a todas las mujeres como princesas.
-¿Y eso que significa en la tierra?
-Pues…- el príncipe se rascó la barbilla juguetón. Le gustaba el camino que estaba tomando la conversación, era bien cierto que la chica le parecía una chiquilla tonta pero, hacerla rabiar era tremendamente divertido.- Queremos que cuiden su aspecto como si fueran de la realeza, no dejamos que trabajen para que tengan tiempo de cuidar el hogar y a nuestros hijos. Cuando llegamos a casa nos gusta que nos escuchen y se muestren interesadas por nuestro trabajo y la verdad es que un buen masaje en los pies nunca va mal. Luego esperamos que sean apasionadas y amorosas. A cambio les damos seguridad, cariño, paz y un hogar. Nunca dejamos que hagan tareas pesadas ni mucho menos que entren en combate. Nuestras mujeres son delicadas y sumisas, o al menos, la mayoría. – El orgullo de Serenity se hinchó de indignación.- Y creame, son felices y se sienten queridas. No tienen preocupaciones por política ni un horario tan cargado como por ejemplo el vuestro. Viven bien si tienen el marido adecuado.
-¿Si tienen el marido adecuado? ¿Es eso un chiste?
-No.
-¡Es indignante! Tratan a las mujeres como jarrones y siempre esperan que estén dispuestas a cumplir sus deseos.
-No es exactamente así, pero se acerca.
-¿Y el hombre puede llegar sin ser virgen al matrimonio pero la mujer debe parecer pura?
-Así es.
-¡Increíble!
-¿Es que aquí las mujeres pueden acostarse con cualquiera?
-¡No sea vulgar conmigo! No voy a medir la independencia de las mujeres por sus derechos carnales.
-Creo que deberíamos empezar a tutearnos, insisto, estamos prometidos.
-¿Quieres un trato informal? Perfecto. Eres un maldito engreído que se ha creído que por ser un hombre es superior a mí y a mi pueblo. Entras en mi cuarto, con todo el descaro y la desvergüenza del mundo esperando que sea sumisa y me entregue a ti para satisfacer tus deseos. Es asqueroso.
-Primero, yo no he dicho nunca que haya venido en busca de tus favores, y segundo, si crees eso la engreída eres tú.
-¡Esto es el colmo! ¿Entonces que haces aquí si no es para gozar de tus privilegios de prometido como antes has mencionado?
-Vengo a tener una conversación y a conocerte. Me gustaría saber con quién voy a casarme. ¿Es que tú no sientes curiosidad?
-No. No siento curiosidad. No creo que por hacerte preguntas sin cesar sepa más de ti de lo que sé ahora.
-¿Por qué?
-Porqué la gente miente. Prefiero observarte en la vida real, gracias.- El príncipe se levantó entonces, lentamente y con cuidado. Se sorprendió al ver como Serenity hacía un amago para ayudarlo en caso de que perdiera el equilibrio y aún más por ver preocupación en sus ojos. Pero hizo como si no viera nada y se acercó al balcón apoyando las manos en la piedra pulida. Observó los rosales. Eran hermosos, aunque si era cierto que parecían débiles.
-No confías nada en mí. ¿Verdad?
-¿Debería?
-Por supuesto que no.- Serenity lo observó atenta. La postura del príncipe parecía relajada por primera vez.- Pero quiero que lo hagas.
-Eso no se consigue en un día, ni en dos. Ni mucho menos sólo pidiéndolo.
-Lo sé.- Endimión se giró entonces, observándola con una pequeña sonrisa.- Y por eso quiero conocerte. Para ir viendo si mereces mi confianza, y en caso de ser así, ganarme la tuya. Sé que hay muchas asperezas entre nosotros. Los Terrícolas no somos de vuestro agrado, ni los Lunares lo sois del nuestro. Ha habido demasiadas diferencias entre nosotros y es difícil olvidar…
-¿Qué intentas decirme?
-Nada, en realidad. Creo que me he ido un poco por las ramas…me has dejado algo aturdido con el golpe, aunque me avergüenza admitirlo. Estáis siempre en guardia, por lo que veo.
-¿A que has venido realmente Endimión?
-Ya te lo he dicho. Ha conocerte un poco más. No quiero pensar que la primera impresión es la que cuenta.
-¿Por qué?
-Porqué la que tengo de ti es muy mala.- la chica levantó una ceja haciendo sonreír al príncipe.- ¿Qué? No creo que te sorprenda.
-Lo que ves es lo que soy, y me importa muy poco si te gusta o no. Ahora, príncipe, te pido que te vayas y me dejes descansar. Tengo entrenamiento a primera hora de la mañana y muchas horas de estudio después.
-Por supuesto.- Endimión empezó a caminar en dirección a la ventana y Serenity dejó ir un suspiro de alivio.- Pero volveré mañana y seguiremos conversando. Te aviso para que no vuelvas a atacarme.
-¡No podéis entrar en mi habitación cuando os plazca!
-Entonces nos reuniremos en el jardín. ¿Os va bien?
-No pienso acudir.
-Como prefieras.
Y sin desear ni buenas noches la figura del príncipe desapareció entre las cortinas. Serenity estaba atónita y aún no entendía nada. ¿El príncipe sólo había venido a charlar? Eso era mentira. Había venido buscando sus favores el muy canalla. ¿Porqué sino habría ido hasta su cuarto? Si quería hablar sólo tenía que habérselo pedido tras la cena. Pero no…tenía que colarse en su cuarto. ¡Sólo quería manosearla y marcar el territorio! Estaba indignada y furiosa. Pero no con él, sino con ella por ser una idiota y no haberlo sacado a patadas. En vez de eso, se había quedado cuidando de él sintiéndose culpable por la patada. La muy tonta. Se sentía humillada y ofendida. Se prometió que sí el príncipe volvía a entrar en sus aposentos sin permiso le partiría la cara en dos y lo tiraría a patadas.
Pero el pensamiento del príncipe circulaba en otra orbita. Sin tener en cuenta lo del golpe, la conversación lo había entretenido y ahora estaba de mejor humor. Ya que tenía que pasar el resto de su vida casado con ella, al menos era bueno saber que podría divertirse a su costa. Acarició su mejilla con una sonrisa traviesa. Pero pronto se le borró y se encontró pensando en lo extraño que se sintió cuando ella estaba apoyada sobre su cuerpo. Sin embargo intentó olvidarlo y lo atribuyó a la confusión de la situación y al tremendo golpe. Si una cosa estaba segura, era que la chica podía defenderse sola, tal y como la Reina Selene había afirmado.
Continuará…
¡Muy buenas! Aquí me tienen con otra loca historia de Sailor Moon. La verdad es que siempre me ha fascinado el milenio de plata y creo que en el manga o el anime no le sacaron suficiente jugo. Además, odio el final que plantean para Serenity y Endimión. En mi opinión, suicidarse por amor no es una opción valida para una persona con tanta responsabilidad como una futura Reina. Y por eso quiero hacer una historia distinta. Un pasado a mi gusto. Espero que también sea del suyo y que disfruten con la historia tanto como disfruto yo escribiendo. Les informo que es una historia paralela y que no busquen que se cumpla todo igual que en el manga o el anime. Piensen en un milenio de plata distinto. ¿Vale? En fin… sólo les deseo lo mejor y que si les ha gustado un poco sigan leyendo y comentando. Muchas gracias y hasta pronto.
