Legado
Por Alisse.
I. La vida que tenemos.
Hacía un tiempo, cuando vivía con su abuela en montaña Paoz, esperando el momento en que podía comenzar a vivir una vida normal, vio una película. En ella, el protagonista era herido de muerte por el antagonista, y en sólo unos segundos, él vio pasar su vida en frente de sus ojos. A ella le pareció curioso todo eso, y poco probable.
Pero, estando agonizando, después de una batalla en la que no había sido capaz de defenderse demasiado, no le parecía tan imposible. Estando tirada en el suelo, con una herida en su abdomen que la hacía perder bastante sangre, no podía dejar de pensar en sus padres, los dos muertos, lo difícil que había sido tener una niñez prácticamente aislada, lo complicado que había sido restablecer la paz, los sacrificios de todos los supervivientes para mantenerse vivos, y lo que habían logrado después, cuando ya todos vivían en paz.
Se preguntaba si volvería a verlos…
Había nacido y crecido en un mundo prácticamente destruido, en donde la esperanza ya había abandonado la mayoría de los corazones de las personas. Eran muy pocas personas que continuaban teniendo esperanzas de que alguna vez las cosas mejorarían para bien, y en parte, agradecía que sus más creyeran con tanta fuerza en eso, ya que así le habían transmitido lo mismo a ella, a pesar de ver cada día cómo todo parecía volverse más negro.
Era hija única, lo que en parte siempre había agradecido. No le hubiese gustado que un hermano o hermana tuviera que pasar lo mismo que ella, sobre todo cuando ellos la dejaron.
Lo que ella sabía de sus padres de cómo se conocieron no era mucho, era algo que al menos a ninguno de ellos le gustaba hablar, y no todos conocían la historia muy bien, como para preguntarle a terceras personas, como a su abuela o a los amigos de su padre. Lo que conocía de ella, era que su padre, después de una gran pelea que había tenido con sus enemigos, había quedado muy malherido en una zona un tanto solitaria, y según sabía, si su madre no lo hubiera encontrado, seguramente hubiera muerto a las pocas horas.
Cuando se conocieron él tenía catorce años, y ella trece. Como su madre vivía en un pueblito escondido entre un espeso bosque, los famosos Androides no se habían tomado la molestia de ir a esa zona, al menos de momento. Sólo habían llegado ahí arrastrados por su mismo padre, que tenía intenciones de alejarlos de la ciudad. Su madre, que en ese entonces era una niña, lo encontró, y junto a su familia cuidó de su padre el tiempo que fue necesario. Tenía entendido que había demorado tanto en curar, que incluso la familia de él pensaba que había muerto luchando en contra de esos Androides.
Sus padres primero habían sido amigos, y aunque ella pensaba que de verdad llegaron a enamorarse y amarse, en un primer momento habían cambiado su relación más que nada llevados por la soledad que ambos sentían. Su madre había perdido a su familia más cercana una tarde en que habían ido a comprar víveres a una ciudad que fue blanco del ataque de los Androides. De hecho, su madre también estaba ahí, pero logró salvarse gracias a la ayuda de su padre.
No tenía muy claro en qué momento la relación de amistad de ellos cambió a una más profunda, ni tampoco tenía claro cuál fue la reacción de ambos cuando se enteraron que ella llegaría al mundo. Quizás fue de miedo, por lo que seguramente tendría que vivir, o quizás fue de arrepentimiento, ya que significaba una nueva responsabilidad, en un mundo en que cuidarse cada vez se volvía una mayor epopeya, o tal vez de felicidad, ya que llegaba con ellos una nueva esperanza, que les daba la fuerza suficiente como para continuar luchando. Ella esperaba que fuera lo último.
Cuando era pequeña se preguntaba por qué siempre su padre se iba por varios días, e incluso semanas, y su madre se quedaba con ella prácticamente con el corazón en la mano. Ella quería a su padre, pero en cierta manera lo sentía lejano, ya que no compartían mucho tiempo juntos. Ahora, años después, no podía culparlos. Él tenía una gran responsabilidad, y estaba segura que hacía todo lo que estaba en sus manos para poder estar con ambas, ella y su madre, sin tener que dejar su deber de proteger a la Tierra y a su gente de esos dos monstruos.
Lo comprendió, y cuando lo hizo, le pidió a su padre que la entrenara. Su madre, durante sus ausencias, solía contarle a ella la herencia de su padre, recibida de guerreros extraterrestres, lo que lo hacía seguramente de los más grandes guerreros que habían. Fue, durante su siguiente visita, que ella le pidió que le enseñara a luchar. Por supuesto que estaba sorprendido, y que su madre estaba entre enojada y confundida, pero ella soltó un gritito de alegría cuando él, sonriendo, le había dicho que sí.
Ella tenía unos cinco años cuando comenzó a entrenar, y aunque en esos momentos ella pensaba que era un entrenamiento serio, con posterioridad se dio cuenta que no, no lo era, y que seguramente su padre lo hacía para que se sintiera más conectada con él y se entretuviera pensando que estaba entrenando. Años después, cuando comenzara nuevamente a entrenarse, con Trunks, él le había dicho que estaba equivocada, y que seguramente su padre sólo la había entrenando según sus capacidades, y que él nunca hubiera dudado en que ella podría convertirse en una guerrera.
También, años después, pensaba en las posibles razones de que su padre decidiera que no tuvieran mayor contacto con otras personas que no fueran del pueblo en que vivían. Considerando que en lo normal, él era un juguete de esos Androides, era obvio que ellos quisieran, en un momento de aburrimiento, causarle el mayor dolor posible (más de lo normal) Y fue así como dieron con su casa, y fue ese uno de las situaciones que la marcaron.
Ella tenía unos seis años, y cuando escucharon que la gente comenzaba a gritar, mientras cenaban, su madre la había obligado a huir. Ella, tontamente, deseaba hacerse la valiente, y en un primer momento se negó… al menos hasta que su madre le habló como nunca, y prácticamente la había sacado de la casa de un empujón por la puerta trasera, para que ella corriera al bosque y se quedara ahí. Ella no alcanzó a replicar cuando los Androides encontraron a su madre, y tratando de esconderse y que sus sollozos no se escucharan, se dedicó a observar.
Era pequeña, pero tenía esa escena aún en su retina.
Los Androides hablando con ella, su madre dando la excusa que deseaba escapar, y que por ello iba hacia el bosque. El Androide de cabello oscuro apuntando hacia ella, su madre gritándoles en la cara que el guerrero Gohan iba a matarlos en algún momento, y que con ellos pagarían todas las atrocidades cometidas en esos años.
La mención de Gohan los hizo detenerse por algunos momentos. Le preguntaron a su madre su posible conexión con él, pero ella por supuesto que no contestó. Nunca les diría nada… ella sabía que cuando la mataron, su madre seguramente estaba llorando, rogando para que no encontraran a su pequeña hija, que había sufrido el horror de ver cómo esos dos monstruos asesinaban a su madre y destruían el pueblo en el que había crecido y en el que se había criado.
No supo cuánto tiempo demoró su padre en darse cuenta de lo que ocurría con su familia, ni cuánto demoró en llegar al pueblo que estaba en llamas, y que éstas se extendían hacia el bosque. Tampoco podía imaginarse qué fue lo que hizo que él la buscara por los alrededores, encontrándola acurrucada entre unos matorrales, dormida y agotada de tanto llorar. Con una fiebre muy alta por toda la tensión vivida las últimas horas. Su padre la llevó donde su abuela, donde se quedaría a vivir con ella por varios años.
Por estar enferma, ella no escuchó la conversación que su padre tuvo con su abuela, contándole sobre su madre, cómo se habían conocido y por qué había decidido mantener la relación en silencio. Milk, su abuela, lo había escuchado con lágrimas en los ojos, atentamente, y mirando de vez en cuando a su pequeña nieta, que deliraba por la fiebre, ocupando la cama que otrora era de su padre. Su llegada para su abuela fue una nueva inyección de energía para ella, prácticamente tenía que hacerse cargo de ella, ya que Son Gohan, su padre, debía continuar concentrado para derrotar a los Androides. Fue así que llegó a vivir al monte Paoz. Fue así cómo la vida con su madre, Lime, había acabado de un momento a otro.
Ella y Milk lograron congeniar pronto, y aunque de vez en cuando solían tener disputas por lo fuerte del carácter de ambas, éstas no solían demorar demasiado. Fue su abuela quien la entrenó durante ese tiempo, aunque ella ya no tenía la condición física de antaño, ambas habían hecho un trato: si podía estudiar una cantidad determinada de horas, su abuela la entrenaría otro tiempo determinado. Por supuesto que aceptó.
Fue durante ese tiempo, también, que ella supo más sobre los guerreros que murieron enfrentando a los Androides. Su madre le había contado bastante, pero por supuesto que no conocía la historia tan bien como su abuela, que sí había estado, de cierta manera, presente durante esos años.
Supo de su abuelo Son Goku, seguramente el mejor guerrero que había, y de cómo una enfermedad al corazón lo había llevado a la tumba. También conoció la historia de cómo Gohan había comenzado su entrenamiento, siendo raptado por el que sería su mentor, inspiración y seguramente mejor amigo, el llamado "demonio" Piccoro Daimaho. Seguramente esa era la historia que más le gustaba escuchar… también supo de otros, como Krilin, Yamcha, Ten ShinHan, Vegeta, el príncipe de los Saiyajins (que había sido domesticado por Bulma Briefs, quizás la terrícola más inteligente del planeta), todos ellos muertos valientemente defendiendo lo que amaban. Fue ahí que ella comprendió más sobre la motivación que tenía su padre, el deseo de defender a los que quedaban vivos, y vengar a aquellos que habían muerto, sus amigos, su mentor, y seguramente, también su madre.
Cuando su padre las visitaba, solía entrenar con ella, y cuando terminaban, se sentaban en el pasto a conversar. Él le hablaba del entrenamiento que le daba a Trunks, hijo de Bulma y Vegeta, de los intentos de ésta para crear una máquina del tiempo, que les diera la oportunidad de viajar al pasado y así poder salvar a Goku y también al planeta de aquellos androides. Fue, durante una de esas tranquilas tardes, en que pareciera que nada malo ocurría en la Tierra, que Gohan le había hecho un regalo. Recordaba que era su cumpleaños número siete.
Fue un gi. Era morado, con muñequeras y cinturón rojo, y una bandana para su cabello. A ella le gustó bastante, pero en parte la desilusionaba que éste no fuera rojo como el de su padre. Fue ahí que ella escuchó sobre Piccoro de los mismos labios de su padre, y de lo importante que había sido para él, y de las dos veces que había muerto para protegerlo, la segunda siendo definitiva. En ese momento fue que ella comprendió la importancia que tenía para él.
Siempre había escuchado hablar sobre Trunks Briefs, y la primera vez que lo había visto fue cuando éste fue a darle la noticia del fallecimiento de su padre. Por supuesto que fue una bomba en la casa, sobre todo para su abuela. A ella también le dolió, y muchísimo, pero debía ser fuerte por ella. Y recordarle que aún le tenía a ella como razón para continuar viviendo, a pesar que su esposo y su hijo habían muerto.
El tiempo siguiente fue difícil para ambas. A pesar que Gohan no iba tan seguido como quisieran a verlas, el saber que ya no volvería lo hacía mucho peor, sobre todo cuando ella misma se encontraba esperándolo, hasta que recordaba lo que había ocurrido realmente con él.
Trunks, junto con llevar la mala noticia a su casa, también había llevado su amistad. Había escuchado de su existencia, pero no había tenido la oportunidad de conocerla hasta ese momento. Bulma también moría por verla, así que hizo su primer viaje a la capital del Oeste, específicamente a la que fuera la Corporación Cápsula.
Bulma, siempre amable, le pidió que se quedara unos días con ella, para conversar. Fue ella quien le pudo contestar aquellas dudas que tenía respecto a batallas anteriores, y también sobre su proyecto, la Máquina del Tiempo, que sólo podría hacerla funcionar recién dos años después, cuando ella contaba con diez años.
Ella y Trunks habían hecho amistad, aunque era algo complicado, tanto por la distancia como por la diferencia de género. Pero al menos a ella nunca le importó, y en parte, agradecía que a él tampoco. Así fue que, cuando la máquina del tiempo estuvo lista, Trunks fue a visitarla a montaña Paoz para darle la buena noticia.
Ella sí notó la diferencia del muchacho que volvió, y del que llegó. Partiendo por su cabello largo, la madurez en su mirada, y también la determinación. La había ido a ver después que matara a los Androides y a un ser llamado Cell. Escuchó con atención toda la historia que le dijo, escuchando emocionada cómo su padre había logrado llegar a otro nivel en su poder, cómo su abuelo se había sacrificado para salvarlos a todos, y finalmente cómo su padre, de tan sólo once años, había logrado matar y devolver la paz a la Tierra.
Y era como si todo comenzara de cero. En la Tierra se respiraba un sentimiento de felicidad porque por fin había vuelto la paz a ellos, por lo que la reconstrucción había iniciado con todo el ánimo muy alto de la gente, ya que todo el trabajo significaba que, después de años de estar viviendo prácticamente un infierno, comenzaban a ver la luz al final del túnel.
Nadie podría imaginar siquiera la amenaza que llegaría a ellos, un tiempo después.
Las ciudades habían comenzado a funcionar casi con normalidad, el comercio se había restablecido casi totalmente, y la gente comenzaba a vivir otra vez. Trunks y ella habían comenzado a asistir a la escuela, teniendo una vida lo más normal que se podía. Además, ella le había pedido que la entrenara en serio, y éste, por supuesto, había aceptado.
Todo era normal ese día. Trunks estaba en la escuela, en clases, cuando sintió de pronto la explosión de un ki maligno, lo que por supuesto, lo hizo salir de la misma, preocupado por saber qué era lo que ocurría, teniendo un poco de miedo por perder toda la paz que habían logrado. Ella fue con él, también.
-… Na… Nadir…
Se removió. Estaba segura que nunca había sentido tanto dolor en toda su vida, era tanto así, que a duras penas podía soportar las lágrimas que luchaban por salir de sus ojos cuando recuperó la consciencia. A penas pudo abrir los ojos cuando sintió que una mano acariciaba su mejilla.
-Nadir… contesta…
Reconoció la voz preocupada y temblorosa de Trunks, por lo que lo buscó cerca de ella. Lo vio a su derecha, inclinado sobre ella, quizás más herido y apaleado que ella misma.
-Trunks…- murmuró, y lo vio sonreír. Seguramente pensaba que estaba más cerca del Otro Mundo que de este -… Tru…
-No te esfuerces- le pidió él, con suavidad.
-Es… es que… tanto que te costó… matar a los Androides… y ahora esto…- Nadir respiraba con dificultad -¿es que… nunca podremos vivir tranquilos?...
-Te dije que guardaras silencio- le dijo Trunks, aunque por dentro tenía las mismas preguntas apareciendo una y otra vez –debemos irnos…
-¿Dónde?- preguntó ella, a penas manteniéndose despierta.
-¿Qué parte de "no hables" no entiendes?- le dijo Trunks, reclamándole.
Nadir volvió a cerrar los ojos, tratando de normalizar su respiración. Con cada movimiento que hacía lograba que el dolor se incrementara, incluso con sólo mover su mano.
-Nadir, trata de mantenerte despierta- decía Trunks. Nadir trataba de ver qué era lo que él estaba haciendo, pero a penas podía mantenerse despierta –ese monstruo atacó la capital del Oeste…
-¿Y Bulma?- le preguntó. En momentos como ese agradecía que su abuela viviera en la aislada montaña Paoz.
-No lo sé…- y con el tono con que habló, Nadir se dio cuenta que no quería hablar más al respecto. De pronto, ella sintió que la tomaba en brazos.
-¿Dónde… vamos?- le preguntó Nadir.
-Donde puedan ayudarnos…- contestó Trunks –ven…
-Pero…
-Te dije que dejaras de hablar… demonios, que terca puedes llegar a ser a veces…
Cuando volvió a mirarla, se dio cuenta que ella había perdido el sentido. Después del primer ataque que sintió, estando en la escuela, no estaba muy seguro de cómo se sucedieron las cosas. En un primer momento estaba viendo a un ser pequeño, de voz chillona, luego él y Nadir estaban luchando, y cuando menos se lo esperaba, llegó un tipo que más parecía un peluche gigante, y ese fue el acabose… ni siquiera pudieron darle la pelea, prácticamente había barrido el piso con ellos.
Y a esas alturas, Trunks sólo podía pensar en una sola solución. Quizás no era lo más indicado, porque no en realidad no era su problema… pero, ¿qué más podía hacer?
-Iremos al pasado, Nadir- le dijo Trunks, a la vez que la máquina del tiempo se abría. Sólo era para un viajero, pero estaba decidido a no dejar a la chica ahí, no podría. Sería como dejarla abandonada a su suerte, que seguramente sería la muerte –iremos, y les pediremos ayuda nuevamente… estoy seguro que Gohan, tu padre, no nos dejará así nada más… ellos podrán ayudarnos.
Como pudo se acomodó en la máquina del tiempo junto con ella. Ambos estaban heridos, Trunks sólo esperaba que ella pudiera resistir el viaje, ya llegando al pasado no habría problema… o al menos eso esperaba.
Pasado.
Son Gohan no podía dejar de sonreír, ya que hacía muchísimo tiempo que no sentía tanta felicidad.
Esa tarde, él y su esposa Videl volvían del hospital, después que ella diera a luz a su primera hija, a la que llamaron Pan. A ratos de verdad le costaba creer que estuviera viviendo eso, que fuera padre, fue una emoción demasiado grande para él, demasiado importante.
Toda su familia había ido en pleno a recibir a la recién nacida. Podía notar los rostros felices de sus padres, Goku y Milk, y de su hermano, Goten.
Gohan sabía que no podía haber nada más perfecto…
Pero todo ese momento de felicidad fue interrumpido con el sonido extraño de una máquina que aterrizaba cerca de la casa. Fue lo suficientemente fuerte como para escucharlo, sin contar que de pronto sintió un ki que ya conocía, sólo que no cuadraba en esa línea de tiempo. Goku y Gohan se miraron, confundidos.
-¿Quién es?- preguntó Goten, extrañado -¿Trunks? ¿Por qué se siente diferente?
Sin contestar, Gohan y Goku salieron de la casa del primero, y se encontraron con que la máquina del tiempo que hacía años no veían estaba cerca de la casa.
-¿Qué es eso?- fue lo que preguntó Goten al verla.
Bien, he aquí otro fic un tanto diferente, creo. Bueno, se me ocurrió viendo la película de Gohan y Mirai Trunks por la tele, y quise escribirla. No quiero que crean que este es un fic anti Videl/Gohan porque NO lo es, no soy fan de la pareja pero no suelo destruir familias así nada más, sólo porque ella me cae mal, jejeje. Sólo quería probar algo distinto, a ver cómo es recibido.
Eso, saludos a todos. ¿Comentarios?
