-¡Despierta Alfred! ¡No puedes llegar tarde, y más hoy!

Alfred abrió los ojos de repente. Se puso las manos en la cara, y suspiró, cansado.

-Ya voy mamá.-Dijo, cansado. Se levantó resentido, le dolía todo, pero sonrió a pesar de todo. Bajó las escaleras, le pesaba todo, y se sentó en seguida en la silla de su cocina, con el desayuno ya preparado. Cogió una tostada, y se la comió rápidamente. Se levantó de la silla, y le madre le cogió el brazo.

-¿Solo vas a comer eso? Te espera un largo viaje.

-Lo sé mamá.-Dijo con una sonrisa.-Pero tranquila, llevo algo de comida.

-Lo siento, no puedo acompañarte a la estación… Me sigue dando miedo…

-No pasa nada mamá. Puedo ir solo.

-Bueno.-Se acercó a él, y le abrazó.-Pásalo bien este curso ¿vale?

Alfred se despertó en su cama, en los dormitorios de los aposentos de Hogwarts, la gran escuela de hechicería. Y Alfred era parte de los leones de Gryffindor. Se incorporó, y se apartó el pelo de la cara. Había vuelto a soñar con el pasado. Su madre era una muggle, y todavía seguía un poco afectada porque su hijo tenía sangre mágica. Se puso su bufanda, su abrigo, y fue a dar un pequeño paseo por los pasillos por la noche. Le gustaba, nadie le pillaba, le gustaba ser libre.

Y se chocó contra alguien.

Ambos se cayeron en el suelo, y Alfred fue el primero en levantarse.

-¿Estás bien?-Dijo hacia la persona que aún estaba sentada, que no podía distinguirle el rostro. Y le tendió la mano.

-¿Eh?-La otra persona le miró, y Alfred vio quien era. Arthur Kirkland. Un Slytherin. Era bastante famoso, un alumno muy aplicado, aparte de sus grandes habilidades. Tenía la misma edad que Alfred. Y le parecía extraño que "el alumno aplicado" esté paseando a las tantas de la noche por los pasillos oscuros de la escuela.

-¿Kirkland?-Preguntó, extrañado.-¿Qué haces aquí?

-¡L-Lo mismo digo, estúpido!-Dijo, en un tono arisco. Y se levantó, y le miró por encima del hombro.

-Bueno, yo soy un alumno normalito, pero tú…-Dijo, mientras le miraba de abajo a arriba.

-¡Cállate, sangre sucia!

-¿Perdona?-Frunció el ceño, y se acercó más hacia él.

-¿Qué me vas a hacer, eh?

-Aguamenti.-Susurró, furioso. Y de la punta de su varita, un chorro de agua golpeó a Arthur. Arthur alzó su varita, con una sonrisa siniestra.

-¿Esas tenemos, eh? Caeca Temporalis.-Arthur se volvió invisible, y Alfred apretó los dientes furioso, asumiendo su derrota contra uno de las serpientes.

Y recibió una petada en la espalda, y cayó al suelo.

-Así aprenderás.-Susurró la voz de Arthur en su oído. Y dicho esto, todo se sumió en un profundo y siniestro silencio. Al cabo de un rato, se levantó del suelo, y se fue a su habitación, en silencio.

-¡Despierta Alfred!-Le gritó su compañero que dormía a su lado.-¡Toca cuidado de las criaturas mágicas!

-Tranquilo.-Y se rió.

-Es que bueno, es la primera asignatura y no me apetece llegar tarde…

-Tranquilo, que este es nuestro quinto año, todos nos conocen.

-Ya, pero… Bueno, ¡tú date prisa!

-¡Que sí!-Dijo mientras se levantaba y se ponía el abrigo y la bufanda. Y dicho esto, se pusieron en marcha hacia la clase.

Se internaron en el bosque y llegaron de los primeros. Y Arthur también estaba.

-No.-Susurró Alfred.

-¿Qué pasa?-Dijo su compañero. Alfred le hizo un gesto para que hablara más bajo.

-Nos toca con Kirkland.-Susurró, mirando hacia el suelo.

-Vaya…

-¡Chicos, agrúpense!-Dijo el profesor. Todos los estudiantes se juntaron, en grupos.-Hoy vamos a hacer algo nuevo… ¡Vamos a montar sobre un dragón!

Todos los estudiantes se alarmaron, y dieron un paso hacia atrás. Menos Alfred.

-¿Es que tenéis miedo?-Dijo, mientras se ría.

-Este Alfred… No conoces el miedo.-Dijo el profesor con una sonrisa.-Muy bien ¿quieres ser el primero?

-Viendo las circunstancias…-Dijo mirando a los lados.

-¡ESPERA!-Alguien dio un paso hacia adelante. Y era Arthur.-Yo también.

-Vaya, tenemos dos valientes.-Dijo el profesor con una sonrisa.-¿Quién quiere ser el primero?

-¡Yo!-Dijeron ambos a la vez.

-Bueno, eso se puede solucionar, podéis montar a la vez.

Ambos se miraron, y Alfred miró al profesor.

-Acepto el desafío.

-Me parece descabellado, pero… Acepto también.

-Bueno, pues chicos, seguidme.-El profesor los guió a ellos dos, que iban delante del grupo, y los estudiantes detrás de ellos. Se internaron en el corazón del bosque. Y ahí había un enorme dragón dorado, dormido, con cadenas en las cuatro patas y en su largo cuello.

-Es gigante…-Dijeron algunos.

-¿Saldrán vivos?-Dijeron otros.

-Bien chicos, observar a vuestra montura.-Dijo el profesor con orgullo.-Tiene dos sillas puestas. Uno se tiene que sentar adelante. ¿Quién quiere?

-¡Yo!-Dijo en seguida Alfred. Le encantaban las aventuras.

-Muy bien, escucha con atención Alfred F. Jones.-Cuando el profesor les llamaba por el nombre completo, es que era importante.-Tiene que coger las riendas que están directamente enganchadas en la boca del dragón. Diríjalo como un caballo, NUNCA, tires hacia arriba, sino, hará un giro de 360º C, y os caeréis. En el camino de ida conducirás tú, y luego Arthur Kirkland. Para pararlo, solo tiene que pronunciar "Arotemus Dragón" Y en seguida aterrizará. Una cosa; no le pongas nervioso, sino, reusará de tus ordenes. ¿Alguna duda?

-¡No!-Dijo Alfred con una sonrisa.

-Muy bien pues… Subir al dragón.

Alfred fue corriendo hacia el dragón, y se subió a silla. Estaba situada en el final del cuello, que era la del piloto, y la otra un poco hacia detrás. Cogió hacia las riendas con fuerza, con una sonrisa, Mas tarde, Arthur se sentó en la silla de detrás.

-Por cierto Arthur…-Y se rió por lo bajo el profesor.-Tienes que agarrar la cadera de Alfred.

-¡ME NIEGO!-Gritó Arthur por encima de las risas y burlas de los compañeros

-Bueno…-Y continuó riéndose el profesor.-Para despertarlo o hacer que despegue, solo tenéis que decir…-Y se alejó a una distancia prudente.-"Araserus Dragón"

El dragón abrió los ojos de par en par, y elevó su cuello rápidamente, mientras Alfred tenía los ojos brillantes, mientras que Arthur, le cogía la cadera, y simplemente miraba, sin mostrar ningún sentimiento en su rostro. El profesor elevó la varita y…

Las cadenas se abrieron.

El dragón rugió, y alzó sus enormes alas, y se elevó del suelo con elegancia. Todos los estudiantes se quedaron impresionados por aquella escena, y Alfred gritaba de alegría.

-¡SIIII~!-Gritaba, ya volando encima de la escuela.

-¡Idiota!¡Concéntrate, no quiero tener un accidente!

-Tranquilo Kirkland, lo tengo todo bajo control.-Dijo con una sonrisa.

-P-Por cierto, llámame Arthur.

-¡Lo sabía, te caigo bien!

-¡E-E-Es simplemente porque no quiero que digas mi bello apellido, nada más!

-Ya, claro…-Susurró, mientras giraba el dragón hacia la derecha.

Pasó media hora, y Arthur empezó a ponerse nervioso.

-¡Idiota!¡Te estás alejando demasiado!¡Aterriza ya, y volvamos!

-¿Tienes miedo?-Preguntó, y acto seguido se rió.

-¡Claro que no!¡Yo soy prudente, no como tú, irresponsable!

-¿Perdona? Adivina a quien vi ayer por la noche.

-¡CÁLLATE!

-¡Haré lo que quiera!¡Ahora soy el piloto!

-¡NO!-Se puso encima de él, y Alfred movió las riendas hacia arriba sin querer.-¡Dame las riendas!

-¡No quiero!

Y cuando ambos se dieron cuenta, el dragón empezaba a dar un giro de 360ºG, y ambos empezaron a gritar.

-¡AROTEMUS DRAGÓN!¡AROTEMUS DRAGÓN!-Pero era demasiado tarde. El dragón se puso al revés, y ambos cayeron hacia el lago, mientras el dragón seguía volando libremente.

Y de repente "PLAS" se cayeron ambos en el agua. Alfred nadó hacia la superficie, en busca de Arthur.

-¿Arthur?¿¡Arthur?!¡ARTHUR?!-gritó, y vio como su amigo, desmayado, iba descenciendo en el agua.-¡ARTHUR!

Arthur se despertó de repente, tosiendo y escupiendo agua. No tenía ni la bufanda, ni el abrigo ni la camiseta puestas. Miró una mirada asesina a Alfred, que estaba sentado en frente suya, también sin camiseta y bufanda.

-¿Dónde está mi ropa?-Dijo en un tono arisco.

-Hey, tranquilo. Está secando, no quiero que te enfermes, ya es bastante estar aquí contigo.

Arthur no dijo nada, y se acordó del dragón dorado.

-¿¡Y el dragón?!

-Pues por ahí perdido.

-¿QUÉ?-Se inclinó hacia adelante, con los ojos abiertos.-¡Hay que encontrarlo!¡Sería horrible perderlo, nos podrían expulsar!

-"¿Nos?"¿Realmente te preocupas por mí? Tú lo que quieres es quedar bien. Además, ¡yo soy el HERO!

-¿Perdona?¿Quién perdió ayer?

-¿Quién te acaba de sacar el lago, y salvarte?-Dijo entrecerrando los ojos.-Si quieres, puedes ir por ese maldito dragón, pero yo prefiero salir vivo, y que me echen si quieren de esta escuela, la magia hasta ahora no me ha dado trabajo, y no me ha afectado en mi vida "muggle". Haz lo que quieras, aunque claro, tú tiene algo llamado "honor" ¿no?

Arthur bajó la mirada, y apretó los labios. Cerró los ojos, acordándose de la palabra "honor" algo que no podía faltar en el. Más que nada, porque llevar el apellido "Kirkland" se requería esa palabra. Sus manos se movían de una forma nerviosa, y Alfred lo notó.

Arthur no lo soportó más, y se empezó a llorar. Al principio solo eran un par de lágrimas, que las ocultó tapándose la cara con sus manos, pero luego empezó a sollozar, hasta el punto de ocultar su cara en sus rodillas.

-¡Arthur…!-Alfred se levantó de su sitio, no sabía si poner su mano en su hombro o no, y dejó su mano quieta.-¡Lo siento, de verdad, no quería hacerte llorar!

-¡E-E-Estúpido!-Dijo entre sus sollozos.

-Venga, no llores…-Y le abrazó, apoyando su cabeza encima de la suya, con una sonrisa.-Con los bellos ojos que tienes~

-¿E-Eh?-Dejó de sollozar, pero no se movió de esa posición. Así pasaron un buen rato, hasta que Arthur rompió el silencio.

-Gracias.-Dijo solamente.-Gracias por soportarme.

-Realmente es tu apellido.-Dijo Alfred, con una sonrisa.-Me pasé de la raya. Si quieres apoyo, aquí me tienes.

-Pensé que me odiabas.

-Ya, pero… Eres bueno, en el fondo.-Y le acarició la barbilla.

-¿Tú crees?

-Sí, todos nos critican, sin conocernos, solo viendo nuestra máscara, pero debajo de esa máscara, somos otros.-Levantó la cabeza, y apoyó su barbilla en su cabeza, y miró al horizonte.-Estamos a dos días caminando a pie, de Hogwarts, pero si vamos a por el dragón…Tardaremos mucho más.

-Por favor.-Susurró.-Vayamos a por el dragón. Si se enteran que lo hemos perdido… Me caerá un paquete…

-Tranquilo.-Dijo en el mismo tono que él.-Lo encontraremos.

-Gracias.-Se movió, y miró cara a cara a los ojos azules claros de Alfred con sus ojos verdes brillantes.

-Dime una cosa, ¿no tenías una hermana llamada Alice?

-Si, ¿por?

-Es que… Sois iguales.

-¿Y Annie no era tú hermana? Sois como una versión en diferentes géneros.

-Si.-Y se rió.-Que casualidad~

Las puntas de sus narices se tocaban, y Arthur se puso un poco rojo.

-¿Por qué estás rojo?-Preguntó Alfred.

-No…lo sé.-Dijo en bajo. Y Alfred entrecerró los ojos.

-¿Cual es tu Expecto Patronum?

-Pues… Es un águila.

-¡Hala! ¡Como yo!

-¿De verdad?-Y sonrió, aún un poco rojo.

-Dice una leyenda que me contó un dia mi hermana, que las personas que tienen el mismo Patronus, son almas gemelas y a la vez dos polos distintos, y se atraen.

-Pero eso seguro que es una leyenda urbana…

-¿Por qué estás tan seguro?-Le acarició el pelo, y Arthur se puso más nervioso, y más rojo, no sabía que tramaba Alfred llevándolo a esa conversación, y se quedó quieto.-Porque, a veces, las cosas no son las que parecen.

Hubo un largo silencio, y Alfred se adelantó.

Y le besó.

Arthur apretó los puños que estaban apoyados en el suelo, y abrió los ojos como platos, quiso gritar "¿QUÉ?" pero no pudo, ya que sus labios estaban fusionados a los de Alfred. Mientras que Alfred, le acariciaba el pelo con cariño y dulzura.

Y entonces Arthur se puso muy nervioso, y dio por finalizado el beso.

-¿¡QUÉ-É HACES?!-Gritó, muy rojo, con las manos en el pecho.-¿¡E-ES ACASO ME AMAS?!

-Hey, tranquilo.-Dijo Alfred con toda la tranquilidad del mundo.-Te ha gustado, admítelo.

-¡P-PERO…!

-Respóndeme: Te ha gustado ¿verdad?-Volvió a acercar su cara a la suya, y la mirada perdida y un poco inocente verde de Arthur vio la azul y segura de Alfred.-¿Por qué no me respondes?

-Porque he perdido en la confianza en mí mismo… Todo, mi orgullo, la seguridad en mi mismo, mi fría y calculadora mente.

-Pero… No has perdido el orgullo del todo. Solo las personas que no te importan pensarán eso de ti, pero eso no debería de importante.

-No sé qué decir…-Miró al suelo, vacilante. Y hubo un tenso silencio.

-Bueno, la ropa ya habrá secado.-Dijo Alfred, intentado cortar aquel tenso silencio, pero Arthur no se movió. Alfred se dio la vuelta para coger la camiseta, su abrigo y su bufanda que colgaba su árbol, justo en su momento…

EVERTE STATUM!-Gritó Arthur con furia, Alfred se dio la vuelta rápidamente, pensando que era para él. Este hechizo empujaba al oponente en un duelo, y le hacía perder el equilibrio. Pero no era él.

Era un lobo.

Las garras del lobo golpearon a Alfred, haciendo que se le caiga la varita muy lejos, entre la maleza.

Accio, varita!-Gritó apresuradamente, y la varita voló hacia su mano.-¡Arthur, salgamos de aquí!

-¿¡Cómo?!-El lobo le enseñaba los dientes, estaba muy furioso como le había empujado.

-¡Tú confía en mí, en serio!-Arthur empezó a sudar, estaba nervioso, y no sabía que hacer, solo había una oportunidad, o si no, ese lobo le mataría. Salió corriendo, y se puso al lado de Alfred, entonces él le agarró con un brazo, y con el otro elevó la varita.

Ascendio!-Ambos salieron "volando" lejos de aquel lugar, en dirección contraria hacia Hogwarts, hacia el dragón dorado. Tras unos segundos, cayeron en el suelo, lejos del lobo, pero aún muy lejos del dragón. Arthur tenía en una mano el abrigo, la camiseta y la bufanda, y se los puso.

-Ya está.-Dijo mientras se ajustaba la bufanda.

Y de repente, Arthur le dio la mano a Alfred, y ambos sonrieron.