Nathanaël no era el mejor partido. Económicamente hablando. Comparado con los demás, era un pobretón que no debía relacionarse con esa clase de personas. La de clase alta.

Chloé no debía salir con ese tipo de persona. No debía, pero ella quería.

Ella sabía muy bien lo que el pintor podía ofrecerle, pero prefería eso, a lo que usualmente esta acostumbrada y lo que ademas podía obtener, prefería esos gestos honestos ante esos banales y por sobretodo prefería que él realizara aquellos gestos.

Si, él no podía regalarle flores importadas a Chloé. Las únicas flores que podía darle eran de su jardín.

Tampoco joyas de gran valor monetario. Sino de fantasía o inclusive de plástico.

Ni menos darle una lujosa cita. Al menos no todos los días, tal vez una vez al mes o cada dos meses.

No podía comprarle ni inundarle de hermosa ropa. Tal vez y no muy ocasionalmente darle algunos regalos (A pesar de que no sería de la marca cara que ella querría)

Y el artista sabía que ella era como una reina. Una reina que merecía un castillo, joyas y riquezas. Y el quería dárle eso y mas. Sin embargo aun cuando Nathanaël únicamente era capaz de construirle castillos solo con tener un lápiz y papel. Esos eran los que Chloé prefería.

Porque había algunas cosas que el dinero no podía comprar.

Y una de ellas, era el amor.